Nostalgia de una rebeldía

Por Ernesto Ochoa Moreno

En abril pasado fueron reeditados dos libros de Gonzalo Arango (1931-1976). Uno, Obra negra, por el Fondo Editorial Eafit y la Corporación Otraparte; el otro, Última página, por la Editorial Universidad de Antioquia, la Editorial Universidad Pontificia Bolivariana y Sello Editorial de la Universidad de Medellín.

Grato reencuentro con el profeta del nadaísmo, que rebulle en el fondo del corazón la desolada nostalgia de las rebeldías frustradas, de las iconoclastias inútiles.

La tercera edición de Obra negra, que aletea entre mis manos, no como una mansa paloma sino como un halcón herido, reproduce, como bien lo advierte el editor, la primera edición, con selección de textos de Jotamario (Cuadernos Latinoamericanos, Buenos Aires, 1974), no la segunda, de Plaza & Janés (1993). Esta, que con otras advertencias se hacen en la nota preliminar, pueden parecer minucias, pero garantizan lo que un lector de Gonzalo Arango espera hoy en día: fidelidad a su pensamiento y actitud primigenios. Los profetas, o quienes se meten de redentores (que mueren crucificados, según reza el dicho), siempre han corrido el riesgo de ser tergiversados. Los fanatismos suelen ser un monumento a la infidelidad.

Es exacto el último párrafo de Daniel Llano Parra, prologuista de la edición: “Obra negra es un juego que pretende engañar al lector desprevenido, mostrarle, mientras lo confunde, los vaivenes del profeta. El libro refleja claramente el surgimiento y la decadencia del nadaísmo: exhibe cuál era la nueva oscuridad, los propósitos de la revolución al servicio de la barbarie y termina diluyéndose con la abjuración mística del profeta. Permite entrever el nihilismo de Arango, su deleite con la muerte, su fascinación por el aniquilamiento, al igual que su desesperada creencia en la vida”.

El otro libro reeditado, Última página, es un apacible volumen que, este sí, se deja acariciar en el cuenco de la mano como una paloma en reposo. Trae un prólogo de Jaime Jaramillo Escobar, compilador de los textos, en el que con encantador estilo de nadaísta viejo, limpio y decantado, va desgranando, uno a uno, como quien repasa las cuentas de una camándula, los 35 títulos que recoge el libro. Y que habían sido 75 en la edición publicada en el 2000 por la Universidad de Antioquia.

Última página recoge las colaboraciones que con ese título y el seudónimo de Aliocha publicó nuestro escritor de Andes en la revista Cromos entre 1965 y 1969. Anota Juan José Hoyos, en su columna en El Colombiano (junio 19), sobre el libro: “Para Gonzalo Arango un libro era siempre un testimonio irreversible. Lo dijo con sus propias palabras […]: ‘Lo escribí acosado por la muerte, por una terrible necesidad de vivir, de apasionarme para no perecer en el desierto de mi época…’”.

Al acercarse los 40 años de su muerte, acaecida el 25 de septiembre de 1976, volver a leer a Gonzalo Arango sabe a nostalgia de irredentas rebeldías.

Fuente:

El Colombiano, sábado 20 de agosto de 2016, columna de opinión Bajo las ceibas.