Sobre gerundios

Por José Guillermo Ánjel

Estación Gramática, a la que llegan especialistas en el lenguaje y hombres y mujeres que se rajan escribiendo una frase, retóricos que inflan lo que dicen adornando cada idea con gestos y sonidos para que lo dicho parezca verdadero, eruditos que buscan las palabras más sofisticadas creando barreras al entendimiento de los otros y posando de sabios, profundizadores de conceptos que al fin se confunden y lo que era una respuesta se convierte en pregunta, esculcadores ansiosos de diccionarios y gente que habla o escribe y no se sabe lo que dicen. Y en este juego de hablar y escribir, de colocar comas y puntos, tildes y signos de admiración o interrogación, comillas y guiones, de ir de un párrafo a otro o de tomar una posición y tratar de controvertirla, los sujetos, los verbos y los predicados (lo que hay, lo que se hace y el sitio donde sucede) terminan siendo los únicos elementos propios para poder pensar en orden. Hasta aquí, la Gramática es la mejor opción para reconocer la realidad.

La gramática plantea la debida ortografía para que lo que existe y se nombra sea lo que se dice y no otra cosa. También establece cómo se usa un nombre, un actuar y un estar, y se vuelve base no solo para saber hablar y escribir el idioma que nos pertenece, sino otros. Es claro, dominando nuestra gramática, las otras lenguas se aprenden fácil. Sin embargo, en esa gramática, hay elementos que muchos expertos odian: los gerundios (formas verbales que terminan en ando, endo), por ejemplo. Y este horror al gerundio nace de no saber que se está vivo, lo que convierte al lenguaje en un afuera y no en un reconocimiento.

Fernando González, en su texto Libro de los viajes o las presencias, hace una gran defensa del gerundio, no solo como elemento gramatical sino filosófico. Así, el vivir es una referencia, en tanto que el viviendo es una acción presente que da cuenta de mí en un momento determinado (es una presencia). Pasa lo mismo con el comiendo, el andando, el saltando, el hablando, el trabajando, el amando, etc. Cada gerundio da cuenta de algo que estamos haciendo en el presente (que es lo único reconocible) y este hacer es un estar vivo funcionando, con una conciencia clara de lo que significa la vida en un aquí y ahora. El gerundio es la experiencia, lo que da cuenta de nosotros. Es un reconociendo.

Acotación: Esta columna nace de un escribiendo y por eso se produce. No es lo que pienso escribir ni lo que escribí: la función de la escritura, en este presente, es un escribiendo. Pero bueno, respetando los conceptos de otros, me gustan los gerundios: me dicen que estoy vivo y, en este viviendo, aparecen las presencias que nos sitúan en un confrontando.

Fuente:

Ánjel Rondó, José Guillermo. “Sobre gerundios”. Periódico El Colombiano, Medellín, sábado 3 de marzo de 2018.