El árbol más alto y
más joven por dentro

Por Ernesto Ochoa Moreno

Como lo comenté hace ocho días, la semana pasada se celebró en la biblioteca del Parque Cultural y Ambiental Otraparte, organizado por Comfama y la Corporación Otraparte (en el programa «Miércoles Literario») un conversatorio sobre los árboles en la vida y en la obra de Fernando González. Un tema que no es inesperado para quienes han leído al filósofo envigadeño, y que mucho menos suena extraño o traído por los cabellos en ese ámbito siempre vivo y siempre verde, por arborado, de la casa del Maestro.

Tenía una razón ese homenaje a la vida que es la alabanza, el goce y la defensa de los árboles, más en este paraje envigadeño corazón del túnel verde (sometido a talas y amenazado de arboricidios), tenía una razón: un nuevo aniversario de la muerte del solitario de Otraparte, acaecida el 16 de febrero de 1964. Por eso insisto sobre el tema de Fernando González y los árboles, que podría dar para una verdadera monografía.

En el evento comentado se citaron y leyeron textos valiosos. Me parece oportuno trascribir algunas de esas citas que revoloteaban como pájaros bullidores entre las ramas de los árboles de Otraparte, sobre los yerbajos de la nostalgia o entre las hojas caídas de las viejas lecturas de las obras del escritor recordado. O que volaban en la tarde soleada por sobre las ceibas de Envigado.

Desde la fecha en que Fernando González murió su figura fue asociada con el árbol. El mismo febrero de 1964, Carlos Castro Saavedra, que tenía entonces 40 años y moriría 20 años después, escribió en El Colombiano: «Ante la muerte de Fernando González tengo la impresión de que un bosque ha perdido su árbol más alto y más joven por dentro, más lleno de mundo y de savias renovadoras. Este árbol es visible desde cualquier sitio del país y su raíces estaban profundamente sepultadas en la tierra colombiana. Su sombra era paternal, ancha y acogedora, y dentro de ella era posible encontrar a la patria —a la patria más pura— y sentir en la sangre, como la corriente de la sangre misma, la presencia del universo y la humedad de todos los ríos y las lluvias. La muerte de Fernando González es en realidad su mayor presencia. […] Sobre la tumba de Fernando González esta simple inscripción: “Aquí duerme un hombre y la hierba crece en silencio para no despertarlo”».

También a raíz de su fallecimiento, en un poema titulado «Carta a Fernando González», Eduardo Escobar, el poeta nadaísta, escribió en ese 1964 estos versos: «No está en Otraparte/ está en otra parte,/ navegando/ más allá./ Con Lucas de Ochoa se pasea/ junto al límite del cielo limpio/ sobre las ceibas de Envigado».

Fuente:

Ochoa Moreno, Ernesto. «El árbol más alto y más joven por dentro». El Colombiano, sábado 22 de febrero de 2020, columna de opinión Bajo las ceibas.