El payaso interior

Fernando González

1916

Tomo Segundo

Comenzado el 7 de abril de 1916

Que es el espíritu instrumento músico del cual
arranca armonías la vida que pasa.

El Payaso Interior, Tomo I. Página última

Aprender a sentir el trabajo del espíritu,
eso es hacerse pensador.

El Payaso Interior

* * *

Es necesario reconocer que sin sensaciones es imposible la vida del espíritu. Los sentidos suministran al alma elementos para sus trabajos silenciosos. Las sensaciones son como las flores de las cuales elabora su miel la abeja del espíritu. Por eso es necesaria la vida bulliciosa de los sentidos. Y no digo yo que el solitario deba cerrar sus sentidos al mundo. Lo que yo afirmo es que es preciso ser lentos y aprender a recogerse y a estar en compañía de su alma. Es necesario huir de la manera de vivir de los zafios: sentir y no saborear las cosas sentidas.

* * *

Cuando tenemos algún dolor y ponemos toda la atención en él, parece que se aumentara. Podríamos hacer una experiencia sencillísima. Pensad en que vuestro calzado os está maltratando una uña, y veréis como al fin se hace insoportable el zapato.

Por el contrario, cuando tenemos algún dolor y al mismo tiempo nos viene una fuerte preocupación, parece que el dolor se calmara. Es, pues, muy posible olvidar un dolor de muelas. Pero ¿deja por eso de estar irritado el nervio? De la misma manera pasa con el alma. Ella siempre trabaja y elabora sus visiones; si nos ponemos atentos a ese trabajo nos daremos cuenta de él, y si huimos de la meditación nada sabremos. Pero de todos modos el espíritu trabaja siempre.

* * *

Aumentar el campo de nuestra conciencia: he allí a lo que equivale cultivar nuestro espíritu como dicen las gentes.

* * *

Innumerables son los senderitos cubiertos de flores hermosísimas por los cuales a cada instante pasa nuestro espíritu. ¡Qué tristeza no poder paladear esos paseos silenciosos de nuestra alma! Nada sabemos de ellos; sólo vemos a nuestra alma, cuando llega a las grandes vías.

* * *

Sabemos que vino una tristeza grande al espíritu en aquel instante, pero nada de los matices sutiles, del nacer y crecer lento de esa tristeza.

* * *

Tal vez sea necesario dar al espíritu, o mejor dicho, a la meditación, algunos tiempos de hacer cosas. Tal vez sea preciso vivir, vivir, para después meditar; imitar a las hormigas que llenan en verano la despensa para alimentarse en invierno. ¿Estáis pensando que el espíritu es distinto de las máquinas y que como ellas no necesita material que trabajar?

En cierta ocasión entré con un amigo a un trapiche, y me dijo al ver al encargado de la máquina, que en aquel momento estaba ocupado acercando a ella trozos de caña: de la misma manera que este hombre arrima material para moler, es preciso vivir para meditar.

* * *

El payaso interior se llama este libro. Porque es el espíritu algo tan delicado que hasta la más sencilla sensación lo modifica. ¿Habéis visto esos muñecos que hacen cabriolas cuando se les tira de una cuerda? Pues idéntico es el espíritu. La sensación más sencilla lo modifica grandemente. ¡A sus cabriolas las llamo yo visiones espirituales!

* * *

Era grande el odio que sentía Federico Nietzsche por los libros pensados con la pluma en la mano. Él gustaba mucho de pensar mientras caminaba. A mí me sucede que se me olvidan pronto las meditaciones. A la hora ya no me acuerdo de ellas. Yo escribo de este modo. Los días en que estoy con disposición para el recogimiento, me doy a meditar. Y después, cuando tengo facilidad para escribir me siento a la mesa y poco a poco voy recordando y perfeccionando mis meditaciones de los días anteriores.

* * *

El trabajo interior es además ajeno a la voluntad. Hay días en que no se puede pensar aunque se quiera.

* * *

Considerad cuán irresponsable es el hombre de sus actos, puesto que estos dependen de la visión espiritual, y ésta de la elaboración inconsciente que el espíritu hace de las sensaciones recibidas. Puede un pobre hombre ser responsable de los actos ejecutados en su tristeza, si ésta depende de multitud de pequeñas circunstancias que él no reunió. Si la vida interior, es decir, la verdadera vida del hombre es inconsciente y dirigida por la casualidad; si no es responsable de esa su vida del alma ¿por qué lo va a ser de su vida exterior que depende de aquella?

* * *

Preguntad a un hombre si cree en su libertad, y si os contesta que sí, estad seguros que ni un solo instante se ha sentido a sí mismo.

* * *

Si queréis saber cuán grandes son las modificaciones que puede sufrir el espíritu, y cuál sutil instrumento es, considerad por un momento a qué tan gran distancia estáis de poder matar a vuestros padres cuando llegan a la vejez, y considerad que eso es un acto bueno y obligatorio entre algunas tribus salvajes.

* * *

Las conversaciones tontas es claro que atontan, puesto que hacen perder la costumbre de mirarse a sí mismo.

* * *

El que se entregue al estudio de sí mismo, sólo con ese fin debe emprender otros.

* * *

Hoy me sorprendí discutiendo tonterías con un conocido. Y vi que era porque al ser incapaz de vida interior en ese instante, buscaba otra actividad. Pues el hombre no puede estar ocioso.

Esa misma explicación tienen los papeles que encuentran en las mesas de trabajo con un nombre mil y mil veces escrito en él. Y esa misma explicación tiene el que a veces cojamos unas tijeras para recortar un papel, sin objeto alguno, a no ser el de hacer algo. El hombre siempre necesita ser activo.

* * *

Indudablemente voy a estar muy contento en casa de mi abuela. Aquellos amaneceres en la aldea son como más limpios, y no son profanados por el ruido de los carros que tanto me atormentan en la ciudad. Después de fumar un cigarrillo, sentado a la puerta de la casa, recibiendo el sol nuevo y tibio, ir a ver la colmena del solar; después el baño y el trabajo durante tres horas.

* * *

Sin duda que para la tranquilidad espiritual es conveniente el tener las horas del día bien dispuestas y repartidas.

* * *

Sigue con amor ¡oh joven! los pasos de tu espíritu, y no deseches la filosofía. Sacarás el fruto de librarte de la creencia en cielo e infierno. Y tus actos no te servirán ya de cruel tormento.

* * *

Me admira a mí la serenidad que alcanzó Epicuro en frente de la vida y de la muerte.

* * *

El papel en blanco es algo que debe infundir respeto. Esa blancura podría muy bien llenarse de hermosas ideas, y tú la pintas y repletas de tonterías.

* * *

Pasan las gentes por la casa haciendo ruido y conversando. Quieren olvidarse; no quieren pensar en tantos atormentadores problemas; quieren apartar su mente de la muerte que se acerca; y de la alegría que no está en sus corazones, quieren olvidarse.

* * *

El cielo igual cobija del mismo modo tristezas y alegrías; podredumbres y glorias. ¡Qué bueno poder hacer de mi alma algo como el cielo, indiferente a todo!

* * *

¿A dónde se encaminará este hombre que ahora pasa jinete en rozagante cabalgadura y con el rostro alegre? ¿A dónde la mujer pálida y enlutada? Vayan a donde fueren; ya crean ellos ir al banquete, a la cita amorosa, a la iglesia, o a la casa del luto, en verdad os digo, amigos, que se encaminan hacia la muerte, y que a ella llegarán, bien que lleven en el rostro la risa o el llanto.

* * *

Ha pasado por la calle un sacerdote cristiano. ¿Has visto qué orgullosos son? ¿Has visto que jamás ceden la acera? ¿Has visto con cuán gran facilidad tutean a uno? Ese orgullo les viene de su dogmatismo. Se creen los intermediarios de Dios. Se creen los poseedores de la verdad.

Nada hay tan despreciable e irritante como un ser de estos, dogmático y orgulloso.

* * *

El escepticismo quita al hombre el orgullo.

* * *

Con un hombre o mujer que tenga el alma petrificada por creencias, me es imposible conversar. Conversar, creo yo que significa razonar acerca de los sucesos humanos; y con aquél que ya tiene opiniones hechas y que considera un pecado el negarlas, o siquiera pensarlas, es imposible.

* * *

¡Qué desilusión! Yo creía que aquel viejo estaba más allá de los prejuicios y de la vanidad. Pero hoy, al hablar con él, el único modo de tenerlo contento de mí, fue alabarlo, y darle a entender que lo juzgaba por encima de mí.

* * *

Nada más desastroso para el espíritu que la religión cristiana. Una doctrina que prohíbe dudar de ella. La gran verdad de Descartes es la primera verdad: para poder ser pensador es indispensable renunciar a toda creencia. ¡Cómo tenían envuelta en hojarascas y desprecios esta sencilla verdad, aquellos sacerdotes impúdicos que me enseñaron el texto metafísico del P. Ginebra!

* * *

En verdad que ya me estoy libertando del pinchamiento.

* * *

Sólo las personas lejanas están rodeadas de poesía. Lo actual, lo presente, es siempre fastidioso. Y cómo se hace divina una persona muerta a quien quisimos. Allí está el origen de la frase: es preciso respetar a los muertos. Creo que en ese fenómeno psicológico debe hacer mucha fuerza el historiador para tener derecho al escepticismo y no creer mucho en los héroes. Muchos de los dioses griegos quizá tuvieron ese origen también.

* * *

Ahora considero fastidioso este cuarto en donde vivo y escribo, pero si me alejase de él, ya verías cómo miraba esta vida como uno de los mejores de mis años.

* * *

Es extraño este fenómeno psicológico: estaba fastidiado y me fui a jugar corozos con mis hermanos pequeños. Pues me entusiasmaba como si ese juego tuviera la mayor importancia. Cuando me estaban ganando, un corozo tenía para mí el mayor precio del mundo. Cuando derribaba una «casa», mi alegría era intensa y lo contrario al perder. ¿Y qué vale para mí un corozo?

Al ganar sentimos satisfacción por nuestra fuerza: ya sea por la habilidad, o por el favor que nos dispensa la suerte. En el instinto de ser superior ¿debe buscarse eso de que el juego ocupe todo nuestro ser?

* * *

Durante el juego todas nuestras fuerzas están en él. Olvidamos el tiempo y olvidamos las preocupaciones.

Ante una mesa llena de oro oímos una voz que dice: Puedo darte todo eso. Yo soy la suerte. ¿Cómo no olvidar todo y sentir intensamente al oír aquella promesa misteriosa? Uno de los elementos del espíritu es su atracción por el misterio. En donde hay un y un no, el espíritu se inquieta hasta saber si es sí o si es no. En el juego existe ese atractivo, agrandado por la posibilidad de ser rico y feliz en un momento. No puede ser detenido el jugador ante la posibilidad de ser arruinado, porque siempre lleva la intención de jugar sólo una bicoca.

Ya vimos que el juego es intenso por sí mismo, puesto que al jugar corozos, que nada representan, sentimos grandemente.

Los juegos de suerte solamente interesan poco cuando la jugada no tiene valor. En ese caso son los de habilidad los interesantes, y ya dijimos que lo son porque nos probamos nuestra superioridad.

Yo he ensayado a jugar solo, y he visto que si no personificamos un contrario no hay placer.

La fortuna que se ofrece, ahí está el atractivo del juego. Y probar nuestras fuerzas: ahí está otro atractivo.

* * *

El juego es uno de los placeres más intensos, más misteriosos que hacen vivir al hombre años enteros en una hora, y es un campo psicológico no explotado aún.

* * *

Yo tengo un amigo que me afirma en mi destino siempre que él habla. De esa clase son los amigos necesarios.

* * *

Leí un autorretrato de Darío. Como yo sabía que su vivir fue intenso, y su alma grande, desde el primer momento me encantó. Si hubiesen sido de otro aquellos versos, me habrían parecido pedantes y llenos de pose.

La bondad de las obras depende mucho de la aureola que rodea a su autor. Los versos de Silva, por ejemplo, tienen mayor encanto para aquellos que sepan su vida triste de poeta aristócrata.

* * *

Es necesario acostumbrar el alma a soportar los golpes de la suerte. Nada mejor para eso que el imprimir bien en ella el convencimiento de que las cosas más inverosímiles pueden acaecer; que puede ser herida por las más lejanas desgracias, y alegrada por las más dulces venturas. Y que, por lo tanto, ni las unas deben darle demasiado dolor, ni las otras demasiada miel; que el espíritu jamás debe ser encadenado. Debe esperarlo todo y todo estar dispuesto a recibirlo. Todo es posible y el nihil admirari de Lucrecio.

* * *

La vanidad me parece a mí que es una tiniebla que principia allí en donde termina el talento del hombre.

* * *

Me atormenta terriblemente, escribe Juan Matías, la obsesión de inventar un pecado. Hace siglos que el vivir es una repetición, y día tras día se representa la misma comedia pese al hastío de los titiriteros humanos.

Cómo me enloquecen de placer aquellos libros que muestran que sus engendradores tuvieron el ansia de inventar un nuevo paisaje para sus ojos y una nueva visión para su espíritu.

* * *

Mis libros sí tienen una finalidad: el que se impregne de ellos dirá al final: ¡qué más da!

* * *

Aquel en quien la meditación ha adquirido mucha fuerza hasta llegar a convertirse en instinto, es un ser que domina al destino.

El alma de un tal es la creadora del valor de los acontecimientos. La vida es para ella como la cera para el artífice. Si el espíritu medita tristemente un acaecimiento, es triste; si lo medita con alegría, es alegre.

El místico es como roca firme en quien la vida descarga sus golpes y caricias; pero multiforme es el espíritu del intelectual, y según él presente su modo triste o alegre, así son los golpes de la suerte.

* * *

He observado que para el buen resultado de los negocios, es preciso mostrar fuertes nuestras decisiones. Gran respeto infunde el hombre enérgico y testarudo.

* * *

La vecina de Juan Matías cuenta así la vida visible de éste: jamás llegó a tener un hábito. Unas veces salía de su casa a las 8 y otras a las 10 y otras a las 12, y otras no se le veía a ninguna hora. Unas veces salía cabizbajo y melancólico, ya alegre y precipitado… No se podía decir: Juan Matías es así o asá.

Admirada se quedó la vecina cuando le conté que Matías era hombre de profundas meditaciones. Ella creía que los grandes pensamientos producían grandes obras.

Yo le dije: al contrario. Los grandes comprensivos son ociosos. El que ve los cuatro lados no se decide por ninguno. Alejandro y todos los activos vieron y ven un lado solo. Ver la vida plenamente. Eso es necesario para la acción. Ver la vida redonda como una naranja, ese es gran pecado que conduce a la arrogancia. Admirada quedó la rubia vecina al oír estas razones. Era sutil y agregó a guisa de comentario o glosa. De tal suerte que el hombre que se enamora, es porque no ve sino una mujer. El que las ve a todas no se enamora de una…

Es usted una muchacha con quien se puede departir, terminó el autor de estas líneas.

* * *

He conseguido algo de más valor que un tesoro: es un amigo de mi mismo temple. Conversando con él es la vida ante mis ojos como un mar apaciguado.

* * *

Me escribe Matías que ahora se ocupa en dormir sobre dura tabla y en escribir un libro de blasfemias.

* * *

Pasan los colegiales. Les están afirmando más y más los prejuicios, las visiones de los abuelos. Cuántos años necesitará para librarse el que a ello se dedique, de tanta tontería. Cuántos dolores el desprenderse de esas doctrinas hechas carne de su carne.

Sólo debe enseñársele al hombre aquello que disponga su alma para el análisis. Debe enseñársele a ser el creador de su vida y el artífice de su destino.

Pero siempre los colegios serán los sostenedores del orden, de la paz, del estancamiento de los espíritus. Siempre en ellos se repetirá, con Don Quijote, que los refranes son sabios por ser cosa de los abuelos; y eternamente en ellos se llamará bueno al valor de los antepasados.

¡Oh! Sitios corrompidos en donde no se dispone al hombre para crearse un fardo, sino que se le echa un fardo ajeno, que eternamente le servirá de tristeza, y que en el instante del morir amargará su ánima. ¡Alma que no tenga huella de otros espíritus, pero ágil para modelarse a sí misma! Predica así…

* * *

Hay cierta especie de caracteres retraídos que esperan que con ellos se muestren amables, para serlo ellos también. Dos hombres de esa naturaleza no pueden entenderse.

* * *

Siempre obra el hombre según su carácter. He allí por qué no merece alabanza ni castigo. El carácter varía con frecuencia. Este es el modo de ser de un hombre. Equivale eso a decir que el hombre obra por motivos.

* * *

En conjunto, el camino y el fin del universo está determinado por sí mismo. La vida es la evolución, el desarrollo de la energía. En el primer movimiento, latentes estaban todos los demás. Y la prueba es que nada aumenta ni se destruye: cambia…

Todo lo que sucede, tenía que suceder.

* * *

Nuestro encuentro, determinado estaba, encerrado en la potencialidad de la vida, amiga mía.

* * *

No hay una sola partícula de mundo desligada, separada, que no haga parte indispensable de la máquina universal.

* * *

Dios es la potencialidad, lo que evoluciona y aparece, la esencia de la cosa infinita que llamamos Vida.

* * *

Los seres no están separados, no son independientes unos de otros, o mejor dicho no hay más mirar que uno. Por nuestra limitación vemos las cosas y los actos separados. Así como se relacionan dos ruedas de una máquina, por medio de otras ruedas y de poleas, así mismo está tu vida relacionada con la de un asiático. No podemos adivinar, por nuestro corto alcance, las sutiles y múltiples relaciones que a él te ligan, pero sí podemos presentirlas.

* * *

No creas que tu acto de hoy es algo desligado y sólo tuyo. Él está íntimamente unido a los actos de los hombres anteriores y a las acciones de los futuros.

Una rueda puede muy bien creer que se movió por sí misma y que eso no tendrá consecuencias sino para sí misma. Pero en verdad ese movimiento lo determinó una rueda anterior y determinará a su vez otros semejantes. Eso te pasa ti ¡oh humano! ¡Y qué tan tonto eres que te remuerde la conciencia!

* * *

¿Por qué la razón no le da a uno el valor suficiente para obrar? ¿Por qué un católico cuya razón reniega de sus doctrinas sigue viviendo según ellas, o atormentado por la intranquilidad? En una palabra, ¿por qué somos supersticiosos? La causa es que la certeza absoluta no existe ni puede existir. El campo de la duda es aquel en que está asentado el hombre. En el ancho valle del misterio vivirá siempre intranquilo, y creyendo más a los adivinos que a la débil razón. Siempre, al morir, imitaremos al insuperable Voltaire…

* * *

Siento que mi conciencia filosófica aumenta y arroja lejos de sí toda influencia de maestro. Veo que mi alma arroja lejos todo prejuicio, y que el mundo se le presenta nuevo, y ella entra en él valerosamente a decir sus vocablos.

* * *

¡Qué alegre se hace el espíritu cuando tiene fe en su misión! Qué tristes son las amargas dudas que nos acechan en la ruta gritando: no creas en tu destino. A los grandes hombres los atormenta acremente la duda de sí mismos.

* * *

Tan tonto es Zaratustra y tiene un petrificado prejuicio cuando dice: «El hombre debe superarse»; como un sacerdote cuando predica: el hombre debe ser bueno. Sólo que aquel sabía que predicaba su verdad y no la verdad. Pero entonces para qué aquellos gritos que dicen: maldito sea el que diga: todo es en vano; todo pasó…

* * *

Algunos se han preguntado ¿por qué esta forma fragmentaria? Sencillamente porque esta clase de libros son escritos por escépticos que en nada creen firmemente. Para escribir todo un libro sobre la misma visión del mundo es necesario ser muy dogmático. En una palabra: mi espíritu es así; en él nacen y mueren millones de deseos y de ideas y de sensaciones. Y todo árbol da su fruto, y por sus frutos los conoceréis.

* * *

Un hombre enamorado, decimos, ve el mundo como los locos, es un verdadero loco. Pues lo mismo pasa, aunque no sea tan visible, con todo hombre. A través de una pasión, de un motivo, vemos siempre la vida.

* * *

Estoy felicísimo, impaciente, nervioso, en el cielo. Ahora sale mi libro. Vendrá El payaso interior. Eureka. ¡No estar aquí Alfonso!

* * *

Es preciso aceptar esta alegría nueva ya que mi vida es tan triste de continuo. Quizá el segundo libro no me proporcione semejante contento. Quizás la vida venidera sea una cadena de melancolías. Aceptemos este vaso de regocijo que se nos ofrece, ¡oh corazón mío!

Miércoles 12 de abril: salió Pensamientos de un viejo. ¿Qué hombre que esté en un gran goce puede acostarse a dormir? Es porque la alegría es tormento de ver que una grandeza, una satisfacción está entrando al corazón, y que no acaba de entrar, y que el tiempo se pasa, y quisiéramos infinito en eternidad. ¡Oh, crueles placeres limitados de la tierra!

Tormento de que el tiempo no vuele y luego se detenga, ese elemento es de la alegría. Jamás es del instante presente, siempre está en ello el corazón intranquilo, puesto que no puede reposar y dormir mientras vela.

* * *

Mientras se está preparando para darlo al público dentro de dos horas mi libro, yo estoy aquí en una mesa, escribiendo análisis de mi estado de espíritu. ¡Vivo tan triste de ordinario, que esta alegría me ha contentado mucho!

* * *

¡No más! Recibirlo y adentrarme luego en la calma del espíritu.

* * *

La amargura de la vida se renueva cada vez más triste a medida que pasan por el corazón las ilusiones alegres. Más y más seco va quedando el corazón a medida que se gasta su cantidad de amor, su número de ilusiones. El único consuelo que resta al pensador es el análisis; el papel y la tinta son los grandes amigos del espíritu envejecido, desilusionado… Desde que nace el hombre principia a comprobar la falsedad de sus creencias y de sus esperanzas. Es la vida no un conseguir verdades, sino un desbaratar sueños y un conocerse continuo de que la única verdad es el silencio de la muerte, del no ser.

* * *

Se puede afirmar mi vejez, precisamente porque mi alma es lo más modificable y variable que pueda verse. Bástame conversar durante un minuto con alguien para haber perdido ya mi posición anterior.

* * *

La opinión ajena aumenta de valor cuando el hombre ha perdido la firmeza en sus creencias. ¡Ya veis qué extraño! Pero a un escéptico se le convence más fácilmente de que lo feo es hermoso, que a un dogmático, precisamente porque aquel sabe que las cosas ni son feas ni hermosas. Tiene el pirroniano una gran condescendencia por todas las opiniones y un gran respeto, y cuando se ve obligado a adoptar una opinión, adopta aquella que se le aconseja, por no entrar en disputas ni en arañazos. Sabe bien que nada merece el esfuerzo de una palabra violenta.

* * *

Es raro: cuando estaba en la montaña soñé muchas veces en hacer al pie del frondoso árbol un asiento amplio y cómodo como el que Rendón pintó para sentar al viejo en la portada.

* * *

Quisiera que este ejemplar que dedico a usted, Soledad, estuviese impreso en caracteres lombardos, con letras de oro, o bien, copiada por uno de aquellos monjes de los misales antiguos. Ya verá cuando leyere este libro que muchos de estos pensamientos fueron escritos mientras recordaba a la amiga inteligente y superior con quien, en hora santa, me hizo encontrar la vida.

Su respetuoso admirador y servidor,

Fernando González

* * *

Mi gran deseo es el poder llegar a viejo, para experimentar cómo va cambiando mi espíritu en sus relaciones con la vida. Un desastre es el morirse uno joven sin saber qué pudo llegar a ser. Ese misterio es lo que nos hace llevadera la existencia. ¡Cuántos desgraciados no hubiesen terminado ya, si el saber que el futuro puede ser luminoso no les alimentase la fe y la esperanza! ¡Cuántos ambiciosos viven alegres por ese nadie saber si el futuro les guardará una grandeza como la de Aníbal!

* * *

La meditación es siempre recogida, y el meditador silencioso y lento. De ahí que los hábitos negros, el color más apropiado para tranquilizar el alma, y las barbas luengas, que dan aire imponente y majestuoso, sean distintivos necesarios del filósofo. No es, pues, puro capricho y pinchamiento. Todos los usos y costumbres tienen su explicación razonable; todos ellos se derivan y tienen su origen en un hecho sicológico.

* * *

El médico, por ejemplo, es preciso que sea de figura imponente, de voz recia, de aire misterioso, y de maneras autoritarias, pues sabido es el grandioso papel que en la medicina representa la sugestión. Me acuerdo ahora de un primo mío, enclenque, cenceño y amojamado, que deseando estudiar medicina fue a consultarlo con nuestro abuelo. Al oír éste las razones del mozo le dijo: no tal hagas, que tú no tienes figura a no ser para jesuita, y aun tengo para mí que sólo servirás para confesor de viudas jóvenes.

* * *

La calvicie no tanto es del filósofo como del bibliómano. Es necesario hacer distinción entre sabio y filósofo, pues son dos cosas casi opuestas por sus condiciones. El filósofo es hombre de gran poder creador y analizador, y por lo tanto de casi ninguna memoria; y el sabio es hombre de gran memoria, que sabe muchísimos libros.

* * *

A medida que la meditación vaya perdiendo el aire sagrado que tenía antaño, irá disminuyendo también. Meditar es penetrar en el santuario del propio espíritu. Necesario es por consiguiente mucho aparato para ella. Se suele meditar ya hasta en las calles públicas. ¡Qué indignidad!

* * *

Hay muy pocos hombres que meditan; escasos son en la tierra los filósofos. Puedes considerarte tú (¡de tal manera es refinada y eleva al alma la meditación!) como un ser de especie diferente a la de los otros hombres. Los filósofos griegos se estimaban en mucho, aunque no en tanto como merecían, y se llamaban a sí mismos los amigos de los dioses.

* * *

Es bueno acostumbrarnos a tener freno para la impaciencia, pues es de naturaleza que si se le permite un poco de libertad, se desboca y pone en peligro toda nuestra tranquilidad interior.

* * *

«Los hombres verdaderamente grandes deben experimentar honda tristeza en la tierra». Ahora, después de un día de haber salido al público mi primer libro, tuve ocasión de recordar y consolarme con la máxima de Dostoiesvski.

* * *

Solo vivo, pero contento. Ni un amigo tengo para que conmigo se alegre y se entristezca: que siempre fueron los hombres, quizá por mi carácter, mi gran fuente de amarguras, cuando a ellos quise acercarme.

* * *

No ames la gloria, amigo mío. Siempre fue de pechos nobles el amarla, pero yo te digo, después de haberla experimentado, que ese amor trae al corazón muchas amarguras. Aquellos a quienes más quieres, esos te la negarán y te despreciarán; sólo de los lejanos que a ti no te importan, serás estimado.

* * *

Los niños que se crían mimados se acostumbran a considerar que todo ser tiene la obligación de amoldarse a sus caprichos, y de ese modo cualquiera contrariedad los irrita. Al contrario, un alma que haya sufrido es como poste firme al cual es necesario muy recio golpe para moverlo. El alma que se ha visto sola, sin cariños y mimos, y que ha recibido crueles amarguras, se aísla y no permite que los hechos exteriores tengan poder sobre ella. Es el espíritu sagrario tan divino que no debemos permitir que a él penetre cualquiera tontería humana. Ya dije en otro libro: hazte dos: uno el solitario, y otro el hombre vulgar que afirma y que niega.

* * *

El hombre debe huir del nido como los pájaros. Enfrentarse con los hechos indiferentes es preciso antes de llamarse hombre.

* * *

El hombre no debe avergonzarse de sí mismo. Es malo el hombre mientras se avergüence de sí mismo. Que la maldad consiste en la suciedad de la conciencia. La religión cristiana, que considera pecados la mayor parte de los actos naturales, pues el cuerpo es para ella una mancha, una deshonra, es la verdadera corruptora de los hombres. No enviéis a vuestros hijos a colegios de religiosos, pues allí sólo aprenderán a tener vergüenza.

* * *

Es consolador que en las mañanas tranquilas, luminosas, en que el cielo es como una flor, y la tierra limpia, nos espere un cuaderno en blanco, sobre una mesa colocada en frente de una ventana que da al cielo, y nos convide a llenarlo de análisis. Ya no es posible en esos días amorosos, que el alma disecada por análisis torturantes piense en novias, y lleno de inocencia vaya por los campos en busca de ilusiones. Es mi alegría atormentadora esta de no poder amar ya con la inocencia de antaño, y que mi ocupación sea mirar mi alma y su envejecimiento lento.

Bajo el cielo luminoso y azul, no vemos ya amores misteriosos y pasiones eternas, sino el campo árido y escueto de las almas. Pero hermoso con belleza atormentadora y quizás de más encanto es ese campo desolado en donde murmura el misterio indescifrable de la muerte, el otro triste del amor que se ha de acabar, el melancólico del beso que sólo un instante dura, y el tormento aterrador de saber que se acaba el verano, que acaba también la alegría, que todo pasa, en fin, y que todo es una ilusión, y que vayamos a donde quisiéramos, la única parte a donde vamos verdaderamente es a la muerte.

* * *

Día a día se aumenta en el hombre la pasión por el análisis, cuando a él se ha entregado. Analizando las cosas humanas va uno perdiendo el amor a ellas y adquiriendo el amor al análisis. Es este monstruo que devora a sus devotos. El corazón se hace árido, la vida de las gentes más y más sombría, y los únicos consuelos son el papel y la tinta.

* * *

La meditación es el veneno para el espíritu. Cuando nos analizamos, vamos haciendo de nuestra alma monstruo poseedor de misterios y deseos imposibles. Así he pensado al ver la noche tan hermosa, y el cielo azul con la luna llena de tentaciones. Allí sentí el deseo de un amor, de una mujer amada, y de una reja florecida y de romántica serenata. Nostálgico de los «te amo» y «te adoro» yo pienso que eso es imposible ya para mí, porque el poseer una sola mujer no contentaría a mi alma; sería más grande aún mi tristeza al pensar que habría otras mujeres, y otras rejas, y otras voces amorosas, y otros besos distintos, y otras noches iguales ya idas, y otras futuras noches hermosas, y el pensar que luego viene la muerte y seguirán saliendo noches de luna y besos y amores.

Es, pues, imposible para el torturado no gustar nada porque el corazón quiere gustarlo todo. No sentir la delicia del beso, ya que es imposible el beso infinito. No obrar, ya que es limitado.

* * *

No habrá nadie, oh noche luminosa, que nos revele el porqué de esta ansia de infinita posesión, esta intranquilidad atormentadora de hallar alegría ilimitada, que despiertas en el alma, cuando se oyen entre los árboles cuchicheos misteriosos. Me duelo de no poder amar inocentemente como antaño, pero en verdad que no cambiaría por nada de la tierra esta tristeza mía, que es tristeza por no poder hartar el corazón.

* * *

Quiero amar; encuentro una mujer y ya me parece vulgar su amor. Lo determinado hastía al hombre. Es deseo de infinito, de indeterminado lo que buscamos los hombres: la religión cristiana está fundada sobre bases sicológicas. De ahí su triunfo. ¿Que tenía santa Teresa en Dios? En Él tenía todo lo posible, porque Dios no es esto ni aquello. Cuando el hombre tiene algo que es esto o aquello se hastía. El Dios cristiano es la creación más sabia.

* * *

He caído en la superstición. Hoy fui a ver una gitana y me dijo que dentro de dos años o soy un verdadero hombre, inclinado por la vida, o me he suicidado. ¡Me admiró ver lo bien que predijo la gitana aquella, pues tengo una gran intranquilidad interior!

* * *

Ha llegado para mí la necesidad imprescindible de salir a recorrer tierras nuevas. En esta ciudad ya comencé a cosechar amarguras y es necesario olvidarlas.

* * *

Cuán cierto es que el modo de mirar influye mucho en el destino de los hombres. Ojos trágicos que encantan a las mujeres. Ojos serenos y observadores que dominan las circunstancias y, en fin, ojos cándidos que son románticos y eternamente vencidos y tristes.

* * *

La virtud está en ser tranquilo y fuerte (Darío).

* * *

Recógete una hora siquiera y medita en la tristeza de los destinos humanos.

* * *

No tengo nada que predicar a los hombres.

* * *

El hombre se intranquiliza y su alma se llena de pavor ante las cosas que son contrarias a su modo de ser. Quise a una mujer, y al saber que había sido loca se llenó mi alma de espanto y de miedo de ella.

* * *

Es necesario no esperar nada bueno de los hombres si a ello no los obligamos. Una cosa es cierta: aquél que nació con condiciones para ser negociante, será buen negociante; el que nació con carácter de tenorio, será buen tenorio; el que nació con carácter de dominador, dominador será; pero la meditación y el llegar a conocer muy bien las condiciones y modos de ser del negociante, del dominador y del tenorio, no hacen a uno nada de eso. En una palabra: la razón no puede cambiar en nada el modo de ser de una persona. El hombre obra instintivamente; no por lo que sabe sino por lo que es.

* * *

La mujer siempre amará al hombre de acción. El tenorio jamás es el silencioso cazador de verdades. Y muy puesto en razón está eso porque el hombre de acción será el sostenedor capaz de sostener a la hembra. Todas las cosas humanas tienen su razón en el engranaje del universo. Son bien y están bien. El decir, debió ser así, es querer acomodar un mecanismo tan vasto y perfecto, como es el mundo que evoluciona, a nuestra débil y limitadísima mente.

* * *

Juan Matías: —Ha llegado mi hastío hasta el punto de desear la muerte.

Juan de Dios: —Puesto que no buscas la muerte, señal es de que tu corazón aún tiene contento en el mundo.

Juan Matías: —Porque la muerte es el remedio para la vida, pero remedio dudoso, como todo en esta tierra, creada quizá por el capricho de un gran hastiado. Las palabras de Hamlet dicen lo que verdaderamente es la muerte, y por qué no la buscamos cuando el hastío anida en el corazón, y ese monólogo del príncipe se oirá mientras haya hombres para quienes la vida es una enfermedad y les fastidia la compañía de sus yoes malditos: «To sleep, to sleep, to dream perhaps…».

¿Has visto más refinada crueldad, amigo Juan de Dios, que ésta de hacer dudoso el único remedio para la vida? La muerte puede terminar con todos los tormentos, pero… la muerte puede ser la puerta para entrar en un vivir más atormentado aún. ¡Losa maldita esta de la tumba, puesto que encierra el misterio que nos obliga a vivir!

Tú has tenido alguna vez dolor de muelas, amigo Juan de Dios. Y habrás observado también que es un gran deseo de hacerte extraer la muela, y un gran miedo al mismo tiempo y al fin, cuando ya te la extraen sientes una gran admiración de tu miedo. Pues la vida es así como un dolor de muelas, no digas que el enfermo está contento con su dolor, di que le daba miedo el ¿cómo será? del remedio.

Fernando González

Fuente:

El payaso interior. Medellín, Fondo Editorial Universidad Eafit, colección Rescates, diciembre de 2005.

— o o o —

El payaso interior - 1916

Ver Nota introductoria por
Ernesto Ochoa Moreno

Descargar el libro en formato PDF

Ver Boletín n.º 38 – «El payaso
interior» en Otraparte

Última revisión en septiembre 2 de 2016