Una tesis

El derecho a no obedecer

Fernando González

1919

Dedicatoria
A mis padres; a mis
hermanos Alfonso y Laura
.

Informe del Sr. Presidente de Tesis

Medellín, Abril 12 de 1919

Señor Director de la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas.—Pte.

Preciso es distinguir entre el escritor que investiga y piensa, que sabe valerse donde pueda faltar el inmediato arrimo de ajena doctrina, y el escritor que en sus producciones se limita a transcribir y a presentar como propio lo que otros ya pensaron y escribieron.

Necesario será reconocer en el primero una no vulgar inteligencia, y ver en el segundo que la aplicación puede sólo malamente suplir la insuficiencia de su intelecto.

Y así, sea cual fuere el punto de vista en el cual se coloque el lector, por opuestas que sean sus ideas a los principios expuestos y defendidos en el escrito que examina, si éste se distingue por la originalidad de los conceptos o de la forma de su exposición, no podrá ese lector dejar de rendir homenaje al talento del escritor.

Injusto, pues, sería el que se me tildara que mire la Tesis que, para optar el grado de doctor en Derecho y Ciencias Políticas, ha sometido a mi estudio el Sr. D. Fernando González como inequívoca señal de que él es capaz de lo que no son capaces todos nuestros graduandos.

Esto, y el conocimiento personal que como Profesor de la Facultad, tengo de las grandes capacidades intelectuales de González, me habilitan quizás para reconocer en él uno de los jóvenes más inteligentes entre los que en los últimos años han frecuentado las aulas de la Escuela de Derecho de la Universidad de Antioquia.

La Tesis aludida es un trabajo sintético de valía incontestable: se trata en él de demostrar cómo el fenómeno económico de la división del trabajo constituye la causa y la explicación de variados fenómenos económico-sociales, lo cual, a su vez, pone a plena luz, en concepto de González, la falsedad de las leyes sociales y económicas que se fundan en el concepto del hombre-causa.

Además, en nada puede amenguar el valor científico del estudio referido el que diga que hay en él algunas tendencias y conceptos que no prohíjo y, aún más, que acaso mi conciencia me veda al prohijarlos.

Hecha la anterior observación, sólo me resta manifestar a Ud. que la Tesis mencionada llena superabundantemente las exigencias reglamentarias, y que el nuevo doctor será, a no dudarlo, por razón del grande acervo de sus conocimientos jurídicos, un timbre más de honor para nuestra Universidad.

Soy del Señor Director respetuoso servidor,

Víctor Cock

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Capítulo i

De cómo en Colombia hay
muchos doctores, muchos
poetas, muchas escuelas
y poca agricultura y
pocos caminos

Para las últimas tesis han servido asuntos prácticos y de interés cercano. Magnífico esto: induce a pensar que si en la juventud se arraiga la vida real, pronto desaparecerá del gobierno y de todas las manifestaciones colombianas el ensueño metafísico. Hasta hace poco todo entre nosotros era incomprensible dado el concepto positivista que hoy se tiene en el mundo acerca del valor de la vida: presidentes gramáticos, legisladores gramáticos y teólogos, y toda la juventud coronada de lírica. Era un espectáculo triste: a Colombia sólo se la nombraba en las antologías y en las academias. Todo esto sucedía mientras en el resto del mundo se hablaba de máquinas, de bancos de emisión y de leyes de bronce. Colombia estudiaba latín y hacía sonetos entretanto, y se quedó tan atrás, que los yankees creyeron poder velar el robo de Panamá diciendo que obraban en nombre de la civilización.

No niego yo que el Arte sea una gran necesidad para los pueblos: pero las industrias agrícola y extractivas y las manufactureras deben ser la base de su existencia, según la ley de la proporcionalidad de las actividades. Si hay muchas fábricas, necesario es que haya también mucha agricultura y muchas minas para poder alimentarlas. Debe ser muy rica una nación para entregarse a las fruiciones del Arte, pues es preciso vivir y el cuerpo en cierto modo dirige al espíritu: por eso Roma no se dejó conquistar por Grecia sino cuando culminó su poderío y llenas sus arcas, y Saúl llamaba a David para que le tocara arpa después de sus comidas.

En un estudio titulado «La vida colombiana a través de los mensajes presidenciales», llega el autor a esta conclusión: sólo los tres presidentes que no ciñeron su estilo a moldes clásicos, sirvieron verdaderamente.

Y no se diga que soy exagerado y unilateral: predico la armonía de la vida, y la ya mentada ley de la proporcionalidad de las actividades.

En Colombia se ha creído que las escuelas y universidades son la base del progreso: establecer una fábrica de doctores en cada ciudad y escuelas en todas partes, ha sido y es un ideal y una realidad en Colombia; todos los partidos han estado de acuerdo con esto. ¿Qué se ha conseguido? La empleomanía y un semillero de poetas, doctores y políticos; la intriga desmañada para alcanzar los puestos públicos, y la ineficacia en el gobierno. Hoy en día, dar el título de bachiller es inutilizar un ciudadano: ya no sirve para la recia faena del surco; irá a sufrir en la lucha por la representación del pueblo en congresos y asambleas, o a engrosar el número de abogados sin pleitos y de médicos sin enfermos. En Colombia no se siente la necesidad de aprender a leer: por eso es inútil tanta escuela. Cuando haya muchos ferrocarriles y mucha vida comercial, entonces sí se aprenderá, aunque no sea sino para conocer los reglamentos de los trenes. La escuela de los economistas tiene razón: las leyes naturales dirigen la vida y nadie puede reemplazarlas.

No quiero hacer reproches, sino decir lo que ha venido sucediendo en nuestra vida nacional. Las leyes de la naturaleza se cumplen irremediablemente y el hombre mismo está encerrado en la irremediabilidad universal, pese a su orgullosa pretensión de creer dirigir la vida.

Puede decirse que esta exaltación de ideas metafísicas que ha dominado a Colombia, es resultante de su aislamiento: Colombia nació y vivió hasta hoy en la Revolución Francesa y en el Romanticismo español, mientras que el resto del mundo mira ya esas ideas como algo revaluado y arcaico. Hoy está Colombia en el auge de la metafísica y de la exaltación romántica, pero sólo aparentemente: las raíces de la conciencia nacional ahondan en la vida real, racional y positiva: la llama antes de extinguirse da su gran resplandor…

Para verificar este despertar de la vida, basta el hecho de que los jóvenes adopten como temas de estudio, asuntos prácticos, tales como el cambio, los seguros, la cuenta corriente, el régimen librecambista y el proteccionismo.

Termino este capítulo diciendo que debemos alegrarnos porque en Colombia se observan signos inequívocos de que pronto será una realidad la ley de la proporcionalidad de las actividades.

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Capítulo ii

De la causa principal de la
corrupción de la democracia
en Colombia

Que en Colombia no rija la ley de la proporcionalidad de las actividades es la causa principal de la corrupción de su democracia.

Se ha aceptado entre nosotros como principio innegable que las universidades y escuelas deben multiplicarse, pues son la base del progreso.

Hay en Colombia poco o nada de vías de comunicación y una población escasa; de ahí la imposibilidad de intensificar el trabajo por medio de su división y de la aplicación de las máquinas. Tenemos pues, un pueblo pobre, aislado e ignorante por consiguiente, y un número exagerado de bachilleres y doctores. He aquí el cuadro que puede trazarse: la soberanía reside esencial y exclusivamente en aquel pueblo mísero y fanático; este número exagerado de intelectuales entra en competencia para ser los representantes del pueblo soberano. ¡Bonita lucha! ¡Cómo funciona la ley de la oferta y la demanda, para satisfacer los apetitos de este grupo de ambiciosos a quienes Garofalo y Tarde colocarían sin vacilación entre los matoides! ¡Cómo se halagan las pasiones y la credulidad del populacho! ¡Cómo se simulan esos mismos fanatismos y se cultivan en la masa anónima con tesón y con amor!

Medítese bien en esto y se verá la causa de la corrupción de nuestra joven democracia. El número de semi-intelectuales es exagerado; luchan para adquirir el pan cuotidiano por medio de representaciones en las asambleas del pueblo; allí, para conservar el favor, simulan fanatismos rabiosos; se establece un engranaje de pasiones repugnante: por eso la verdad tan vieja y que en fuerza de repetirse se ha vuelto banal, de que cada pueblo tiene el gobierno que merece, es irrefutable; la democracia es una forma buena o mala, según los tiempos y lugares.

Repito que no obra en mí el deseo de inculpar, sino el de exponer las leyes naturales y necesarias que han hecho de la democracia colombiana un conjunto de perspectivas mentales, poco grato para la visión hipercrítica del esteta, pero sugestivo y atrayente para el observador: la causa principal es esta: en Colombia no ha regido la ley de la proporcionalidad de las actividades.

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Capítulo iii

De cómo no tienen
razón algunos críticos

He dicho que mi propósito no era inculpar sino exponer; he dicho que el hombre estaba encerrado en la irremediabilidad del desenvolvimiento universal. Este concepto es importantísimo y de vastas consecuencias prácticas; por eso quiero desarrollarlo en este capítulo.

En los expositores de la política y de asuntos económicos se observa que parten del principio del hombre-causa; en las disertaciones sobre lo que se debe hacer en Colombia, por ejemplo, se ve que tienen por base el concepto fundamental de que en los pueblos se puede hacer lo que se quiera. Eso es muy cierto, si por ello se entiende que los deseos de los pueblos son realizables porque una necesidad los hace nacer, pero es falso si se entiende que un gobernante puede modificar a su amaño una nación, aunque ésta no esté necesitada a ello por las leyes de la naturaleza.

Los pueblos pueden hacer lo que quieren, pero no pueden querer libremente.

Constantemente leemos que en Colombia son necesarios gobernantes prácticos; que urgen ferrocarriles; que precisa alejar la metafísica, que los pueblos deben ser gobernados aun contra su voluntad, según frase de Bonaparte. Estos escritos y prédicas deben alegrarnos grandemente porque de ellos se induce que en Colombia las necesidades han hecho nacer deseos de mejoramiento material, deseos que se cumplirán ya irremediablemente, no porque lo quiera un individuo, sino porque son una necesidad, porque la conciencia pública está necesitada. Desde que en un pueblo se diga: debe gobernarse a las naciones aun contra su voluntad, es señal de que la voluntad del pueblo ya está modificándose. Se dice en esa frase un absurdo, pero un absurdo consolador. Por eso dije yo al principio de este ensayo que era para alegrarse mucho el ver que para las últimas tesis han servido asuntos prácticos y de interés cercano.

De ese principio que puede llamarse de la negación del hombre-causa, se deducen consecuencias importantísimas cuya amplia disquisición no es de este lugar, pero de las cuales enumeraré algunas: la causa del fermentar de las democracias americanas, está en la adopción inconsulta de principios europeos; cuando la ley no es expresión de la necesidad, es absurda y entraba el progreso. Por último seré algo extenso en el capítulo siguiente, en el cual trato de un asunto bien importante.

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Capítulo iv

Que trata de la inutilidad
de las leyes sociales

Las leyes que se fundan en el concepto del hombre-causa son inútiles y perjudiciales. Este gran principio es la base de la escuela llamada liberal en Economía Política. De allí su diferencia con el socialismo, que parte del principio del hombre-causa. Se ha pretendido que la escuela liberal es anticuada; por el contrario, los descubrimientos más modernos de la filosofía la protegen. Su principio fundamental es el de la doctrina evolucionista, es decir, el hombre como parte del todo, y el de las escuelas socialistas es el anticuado que considera al hombre como causa libre y modificadora de la vida. Los economistas dicen: no se pueden contradecir las leyes naturales que regulan los fenómenos económicos.

Se ha imbuido a nuestros estudiantes en la creencia que de la escuela liberal es una antigualla. En mis lecturas recientes encuentro que un autor católico dice: «¡Heriberto Spencer es una vox clamantis in solitudine…!» (1). Para desvirtuar ese error en que se ha imbuido a nuestros estudiantes, diré que la escuela de la necesidad y del evolucionismo domina en las altas esferas intelectuales: Cesare Lombroso, Mr. Fallarton, Cimballi, el profesor Storch, etc, etc.

En la última obra de Gina Lombroso, titulada «Il vantaggi della degenerazione» (2) encuentro el siguiente apólogo:

Vollero una volta i topi suonar la campana e sudarono un’ora attaccatti alla corda senza riescire a muovere il battacchio. Cuando alla fine venni il campanaro e la corda si mosse e l’aria risuono dei colpi festosi i tope corsero soddisfatti nelle tane a raccontare che essi avevan suonata la campana. Le leggi sociali son lo sforzo dei topi che voglion muo ver la campana, esse ottengono lo stesso effetto utile di poter dare a chi le fa la soddisfazione íntima de la loro efficacia… quando il tempo ha presso il posto delle leggi.

Y agrega:

Inutile volere con leggi speciali fermare e torcere il corso degli avvenimenti.

Tal el concepto e ideas generales que tengo del modo como deben estudiarse y discriminarse estas disciplinas económicas; como mi plan es señalar un derrotero propio y mirarlas con mi personal criterio, quiero, en la segunda parte, mostrar los lineamientos del sistema en unos casos concretos y con tal objeto, elijo al azar algunos temas.

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(1) Voz del que clama en el desierto. —(N. del E.)

(2) Las ventajas de la degeneración. «Intentaron una vez los ratones sonar la campana y sudaron una hora pegados a la cuerda sin alcanzar a mover el badajo. Cuando al fin vino el campanero y la cuerda se movió, en el aire resonaron los golpes festivos; los ratones corrieron a la cueva a contar que ellos habían hecho sonar la campana. Las leyes sociales son el esfuerzo de los ratones que quieren sonar la campana. Ellos obtienen el mismo efecto útil de poder dar a quien hace las leyes sociales la satisfacción íntima de su eficiencia… cuando es el tiempo el que ha tomado el puesto de la ley». Y agrega: «Inútil querer con leyes especiales torcer el curso de los acontecimientos». —(N. del E.)

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Capítulo v

Algunas ideas generales

El hombre desde que nace se encuentra lleno de necesidades, nace con el instinto de vivir y de huir del dolor; contra ese dolor y proporcionalmente a él reacciona; esa reacción para satisfacer sus necesidades es lo que se llama trabajo.

El hombre busca en lo que le rodea todo lo que le es necesario para llenar sus necesidades: lo que está fuera del hombre se llama económicamente Naturaleza.

Riqueza se llama todo lo que el hombre se apropia de la Naturaleza para llenar sus necesidades.

Hasta ahora tenemos, pues, al individuo, imperfecto porque necesita, y a la Naturaleza, que le suministra el modo de perfeccionarse.

¿Por qué obra el hombre? Porque siente necesidades, porque es imperfecto; si el hombre fuese perfecto no saldría de sí mismo. Podemos sentar esta proposición: el trabajo es una reacción proporcional a una necesidad. Satisfecha la necesidad cesa el acto. De suerte que el principio de la Economía Política, ciencia que trata de las necesidades y de su satisfacción, está en el individuo, y su fin está también en el individuo.

¿Y la sociedad? He aquí que el individuo al nacer necesita de la madre para cumplir su necesidad de alimentarse; he aquí que el individuo necesita satisfacer sus instintos sexuales; he aquí que el macho se acostumbra a su hembra, y ésta a aquél, y el hijo a la madre: tenemos, pues, la familia. Esta se une a otras, para defenderse; y tenemos la sociedad política. Las necesidades del individuo hacen nacer las agrupaciones. Tenemos que aquéllas le hacen buscar en otros el medio de satisfacerlas, y que en este sentido puede decirse que los hombres, unos para otros, están comprendidos en el concepto económico de Naturaleza.

Consecuencia: hay que partir del individuo al estudiar la Economía Política, y terminar en el individuo; el ciclo económico es este: necesidad, satisfacción. La sociedad es un medio para cumplir ese ciclo. A cada uno, lo que está fuera de él, le sirve para llenar sus necesidades. El ciclo económico es egoísta. No es posible poner el fin de la actividad en la sociedad; ese es el error de los colectivistas, de los gregarios. La sociedad es un medio para el individuo, así como lo es el trigo; el fin es el individuo: en este sentido entiendo yo el Superhombre de la escuela individualista.

Entiendo por justo, en sentido lato, lo que es conforme a la naturaleza de las cosas, y en sentido restricto, lo que es conforme a la naturaleza de los hombres.

Sentaré las siguientes proposiciones que se deducen de todo lo anterior:

Primera. Es justo que el individuo sea dueño de las riquezas que se proporciona por su reacción contra las necesidades.

Segunda. Nadie puede quitarle al individuo sus riquezas.

Tercera. El individuo puede desplegar su actividad en toda la Naturaleza, menos en las riquezas ajenas, y nadie puede impedírselo.

Cuarta. El Estado (3) es la entidad que tiene por objeto hacer respetar las propiedades individuales, y el derecho de cada uno a desplegar su actividad.

Quinta. A nadie se le puede exigir que emplee su actividad en pro de los demás: la caridad oficial es injusta.

Sexta. La sociedad es un medio para el individuo; este es libre de asociarse o no, y puede cambiar la sociedad, expatriarse.

Séptima. Es injusto exigir al individuo que emplee su actividad en determinado sentido: servicio militar obligatorio, etc.

Octava y última y resumen de todas: En ningún caso se puede sacrificar al individuo en bien de la comunidad.

Obsérvese que a parecidas consecuencias llegan los pensadores no oficiales de todos los países.

Tenemos, pues, que hemos llegado al individualismo. Veamos qué diferencia existe entre éste y el colectivismo. La primera teoría, en cuyo campo militan los pensadores más altos, mira al individuo como principio y fin de la actividad; la segunda dice que el principio y fin de la actividad está en la sociedad; cambia el medio en fin y el efecto en causa. (¡Absurdo!). Este colectivismo o socialismo considera justo el sacrificio del individuo en pro de la sociedad. Todo socialismo es una estatolatría: el hombre para la sociedad, y no ésta para aquél; la justicia es social, es distributiva, y no individual, conmutativa. «Stultorum infinitus est numerus!».

La religión se pone del lado de la tesis colectivista, del lado de la tesis gregaria, porque le interesa que el individuo permanezca estacionario, y que las modificaciones evolutivas no hagan nacer la necesidad de modificaciones en la ley moral: ese es el origen del Socialismo Católico. La religión quiere anular al individuo, que es una bestia indómita, y por eso predica la estatolatría.

La tesis individualista no lleva a la exclusión del gregarismo. Efectivamente, el hombre tiene necesidades que se convierten en pro de sus semejantes: amor al prójimo, compasión, etc., son instintos o necesidades que aparecen en la evolución del individuo; pero no hay que equivocarse, son necesidades que radican en el yo, son egoístas: el egoísmo lleva al altruismo, que no es sino una modificación de aquél: el principio de la actividad es individual. Con esta última consideración se explica suficientemente el hecho de que los socialistas Gystrow, Lichtemberg y otros, hayan querido presentar a F. Nietzsche, el exponente más genuino del individualismo, como partidario de la tesis socialista. Por lo mismo, no deja de ser individualista Augusto Comte, por haber escrito el siguiente párrafo:

Quand meme la terre devrait etre bientot bouleversée par un choc celeste, vivre pour autrui, subordoner la personalité a la sociabilité ne cesserait pas de constituír jusqu’au bout le bien et le devoir suprémes.

¿Por qué eso? Porque la sociedad es un gran medio para el individuo.

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(3) Es preciso escribirlo con mayúscula. «Dios». Tal es el dominio socialista.

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Capítulo vi

El hombre y
sus necesidades

El hombre es ser consciente y su personalidad aumenta en proporción al aumento de su conciencia. Las necesidades se multiplican por medio de cuatro factores: la lucha por la vida, la imitación, el hábito y la herencia. Sentaré las siguientes proposiciones: las necesidades tienen un mínimum fijo y un máximum indefinido; el hombre siempre está en estado de tendencia. Si el hombre, por medio del trabajo, llena sus necesidades, otras nacen y le impulsan a reaccionar.

Premisa. Entiendo por felicidad el estado de un ser que nada necesita. La felicidad, para mí, es un concepto negativo, y en esto estoy de acuerdo con Schopenhauer.

Previo todo lo anterior puedo escribir las siguientes proposiciones-deducciones:

  1. El trabajo es el efecto de las necesidades, y como todo efecto es proporcional a su causa;
  2. El hombre es indefinidamente progresivo (las necesidades tienen un máximum indefinido);
  3. Por el trabajo no se llega a la felicidad, pues el dolor crece indefinidamente;
  4. El fin real del trabajo es aumentar la personalidad, o la individualidad.

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Capítulo vii

Que trata del progreso

Lo hermoso del mecanismo humano es su compleja sencillez: el trabajo es una reacción contra un dolor, pero es un gasto de energía, doloroso también; el hombre reacciona contra ese dolor nuevo, según las leyes que he demostrado. Efecto de esa nueva reacción es la siguiente ley: el mayor producto con el menor trabajo.

Sentaré las siguientes proposiciones-consecuencias:

  1. El individuo buscará el medio de dar mayor eficacia a su esfuerzo: división del trabajo, máquinas, capital, medios de comunicación, etc., etc.
  2. La tendencia dominante del individuo es a la gratuidad del producto.
  3. El individuo no consigue disminuir su esfuerzo, porque existe la ley del máximum indefinido de las necesidades: sisifismo.
  4. El resultado real del trabajo es el aumento de la personalidad.
  5. El progreso es indefinido; jamás estará lleno el individuo.

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Capítulo viii

En donde se dice cuál
ha sido el progreso
de la humanidad

Entiendo por valor la relación que existe entre dos riquezas: si una tela de algodón de un metro vale en el mercado un litro de leche, puede decirse: un metro de tela de algodón vale un litro de leche.

El hombre vive en sociedad para satisfacer más fácilmente sus necesidades; para eso se divide el trabajo: este es el origen del cambio.

Entiendo por libertad de trabajo o concurrencia, la facultad del individuo para ocuparse en lo que quiera.

Sentadas estas definiciones podemos afirmar que una riqueza no tiene más valor que el trabajo en ella encerrado. Veámoslo:

Hoy, por haber descubierto un método para moler el trigo, y por haber empleado una máquina en ello, puede obtener con un trabajo de diez, lo que otros, sin ese método y esa máquina, producen con un trabajo de veinte. Se dirá: «Ahí está la prueba de que las riquezas tienen más valor que el trabajo en ellas empleado; en los cambios no se miden los trabajos sino las riquezas. Los que producen el trigo con un trabajo de veinte, pueden cambiarlo por objetos en que se haya empleado el mismo trabajo; el de la máquina hará lo mismo, y se ganará un trabajo de diez». No es así: a causa de la libre concurrencia, el valor de las riquezas tiende a medirse y se mide por el trabajo en ellas empleado. Efectivamente, halagados los demás por la ganancia de diez que está obteniendo el de la máquina, la aplicarán ellos también y resulta que al fin todo el trigo se produce con un trabajo de diez, y que sólo se puede cambiar por trabajos equivalentes, pues ninguno querrá dar por el trigo un esfuerzo mayor del que él necesita para producirlo.

¿Qué resulta pues? Que la ayuda de las máquinas y de las fuerzas de la naturaleza se hace gratuita. Que la electricidad, el vapor, la fuerza hidráulica, la fuerza del viento etc., etc., son propiedad común. Res comunis omnium. Resulta que el valor es el trabajo encerrado en las riquezas; que cada uno tiene según su esfuerzo, como desean algunos socialistas. Podemos exclamar con Leonardo de Vinci: «O giustizia di te, Primo motore! O entupenda necessita!» (4).

Esa gratuidad de las fuerzas de la naturaleza es la causa de que hoy un par de medias valga treinta centavos, mientras que Isabel de Inglaterra saltaba de alegría al saber que le venía de Francia un par de medias de seda.

El progreso es, pues, el levantamiento general de la humanidad, pero no la igualdad de los individuos: esto último es contra el orden de las leyes. Un obrero de hoy tiene más satisfacciones que un rico de Tiro, pero entre un remero y un rico de Tiro hay la misma diferencia que entre un obrero y un rico de Francia.

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(4) «¡Oh, tú, justicia, Primer motor! ¡Oh, estupenda necesidad!». —(N. del E.)

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Capítulo ix

Definición de la
división del trabajo

La división del trabajo es la descomposición de él en partes más o menos simples; el trabajo es la humana actividad aplicada a la producción de cosas útiles, y como aquélla es sucesiva, claro es que puede descomponerse en partes. En cada tarea parcelaria se ocupa una categoría particular de obreros, y resulta así mucho más productivo el trabajo.

La causa de la división del trabajo es la misma que impulsa al hombre a reunirse en sociedad con sus semejantes: la imposibilidad de que cada individuo aislado atienda a la satisfacción de sus necesidades. Platón parte de este hecho para exponer el desenvolvimiento y la teoría de su República. En el coloquio ii dice:

Sócrates.—Así, la necesidad de una cosa, habiendo obligado al hombre a juntarse a otro hombre, y otra necesidad a otro hombre más, la multiplicidad de necesidades ha reunido en una misma habitación a muchos hombres, con la idea de ayudarse unos a otros.

Más adelante agrega: «Nuestras necesidades forman la sociedad».

Este hecho natural es la base de la Economía Política; de él se desprenden como consecuencias necesarias los demás fenómenos económicos: el cambio, el comercio, la moneda, la circulación fiduciaria… Efectivamente, si cada individuo se dedica a producir aquello para lo que está mejor dotado por la naturaleza, es claro que dará a otro el exceso de sus productos a cambio de los que él necesita y que otros producen; de allí también la profesión de comerciante y la necesidad de un valorímetro. La división del trabajo es una necesidad natural, que da origen a la sociedad, y es la base de la Economía Política.

Sócrates.—Porque reflexiono que nosotros no nacemos con los mismos talentos, aunque sí con grandes y numerosas necesidades, y que uno tiene más disposición para hacer una cosa y otro para hacer otra.

Adimanto.—Soy de vuestro parecer.

Sócrates.—Decidme, pues, ¿irían mejor las cosas si uno solo tuviese muchos oficios o si cada uno se limitase al suyo?

Partiendo del hecho de la división del trabajo, Platón llega a consecuencias muy avanzadas para su época:

Sócrates.—Pues casi es imposible edificar una ciudad en un suelo de donde pueda sacarse todo lo necesario para su subsistencia sin valerse de transportes.

Adimanto.—La razón os sobra, Maestro.

Sócrates.—No basta, pues, a cada uno trabajar para sí y sus conciudadanos, sino que será preciso que trabaje para los extranjeros de quienes necesita.

Adimanto.—Exactamente.

Sócrates.—Pero en la misma ciudad, ¿cómo nuestros ciudadanos se darán parte unos a otros de sus trabajos, habiendo sido esta la principal razón que hubo para edificar la ciudad?

Adimanto.—Es claro que vendiendo y comprando.

Sócrates.—Según esto, aún nos es necesario un mercado y una moneda que facilite la permuta en el comercio.

Y siguiendo de tal manera, paso a paso, las consecuencias de su principio, llega Platón a establecer la manera natural como se forman los comerciantes, la industria de transportes, los detallistas, los jornaleros y hasta los artistas, aunque respecto de estos se muestra bastante severo.

Es imposible encontrar sociedad alguna, por primitiva que sea, en donde no haya habido alguna división del trabajo, pues el objeto de la asociación es la ayuda recíproca. Este hecho primitivo y natural es el origen del desarrollo de la personalidad humana.

El desmenuzamiento de las tareas ha evolucionado gradualmente, desde los pueblos primitivos donde era muy imperfecta, hasta la división maravillosa de hoy: en Londres, por ejemplo, en la profesión de relojero, se cuentan 102 tareas diferentes, y los americanos del norte dividen la hechura de un reloj en 400 partes. En los tiempos antiguos, el sacerdote era médico, abogado y juez; hoy es asombrosa la especialización en las profesiones. Se puede medir el adelanto de un pueblo por la desmenuzación del trabajo.

Así como la diversidad de aptitudes en los individuos es la causa próxima de la división de las actividades, así mismo hay una división regional e internacional del trabajo, causada por la influencia del clima y la naturaleza del suelo. La naturaleza no ha esparcido en todas partes el hierro, la hulla, el algodón, la viña, el café, etc. etc. He aquí pues, cómo las mismas causas que llevan a los individuos a asociarse, llevan también a los pueblos a asociarse y dividirse el trabajo. Son leyes naturales y necesarias. Mediante esas leyes los pueblos han pasado de un exclusivismo casi completo a un cosmopolitismo asombroso. Puede decirse hoy que el mundo forma un solo pueblo.

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Capítulo x

Consecuencias generales
de la división del trabajo

Como he repetido tantas veces, la división del trabajo es un hecho natural primitivo; de él emanan consecuencias importantísimas: se asocian los hombres para perfeccionarse, y dividen entre ellos las tareas; de ahí nace el cambio y el trato entre los individuos y entre los pueblos; de ahí toma origen la unidad de religión, la unidad relativa de leyes, la unidad de conciencia. El Derecho Internacional tiene su origen en la división del trabajo.

Leyes naturales que rigen la división del trabajo

  1. Existe en donde quiera que haya sociedad.
  2. Se perfecciona a medida que la población es más densa.
  3. Aumenta a medida que aumentan las vías de comunicación.
  4. La gran división sólo es posible donde haya una gran abundancia de capitales.

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Capítulo xi

De cómo la división del
trabajo acaba con el fanatismo

Este fenómeno económico de la división del trabajo, hace que los hombres y los pueblos de los más remotos climas, estén en constante trato, dependencia y solidaridad. El comercio y los transportes acercan a los hombres de los más remotos países. Hoy puede decirse que el mundo es muy pequeño. Examinando lo que rodea y consume cada individuo se ve que está en unión con todos sus semejantes. De ese trato y solidaridad viene el que las inteligencias se suavicen y las conciencias se hagan flexibles. La división del trabajo destruye todo fanatismo; el más pequeño perfeccionamiento de las máquinas acaba con millares de hogueras religiosas. Puede esperarse que la navegación aérea traiga como consecuencia la unificación religiosa. ¿Cuál es la causa de que ya no se queme a los investigadores? ¿Cuál es la causa de la identidad de formas de gobierno, de la identidad de legislaciones y de la existencia del Derecho Internacional? ¿Cuál si no el alejamiento del resto del mundo es la causa de este nuestro fanatismo nacional? Con razón decía uno de nuestros fanáticos: la capital debía trasladarse a las selvas del Sur, para alejarla de las orillas del mar. (Res comunis omnium).

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Capítulo xii

De cómo la división del
trabajo hace difíciles las guerras

No solo se puede hacer reposar toda la Economía Política en la división del trabajo, como hace Adam Smith, sino que con su auxilio se pueden explicar muchos fenómenos sociales. Estando unidos económicamente todos los pueblos, y resultando de esa unión una comunidad de conciencia y de derecho, claro es que se hacen difíciles las guerras: en primer lugar, porque la vida de un pueblo depende de sus relaciones con los demás; y en segundo lugar porque la comunidad de conciencia y de derecho da a las injusticias internacionales una sanción eficacísima: la simpática. En los tiempos antiguos bien podían despedazarse entre ellos los bárbaros de la Europa Central: a Atenas no llegaría la más mínima noticia. Hoy no es así: la vida de un pueblo depende de las de los otros pueblos; la prosperidad de una nación, depende de lo próspero que sea el mundo todo.

Las fronteras se están borrando lentamente

A nuestros descendientes les parecerá un absurdo el regionalismo y dirán: somos ciudadanos de la tierra. La patria es aquel lugar en donde tiene uno sus recuerdos, sus intereses; aquel lugar en donde otros hombres tienen las mismas creencias y los mismos ideales que uno; aquel lugar donde otros hombres se parecen a uno psíquica y físicamente. Pues bien, hoy, debido a la división del trabajo y a sus consecuencias, el comercio y los transportes, un hombre tiene sus recuerdos y sus intereses en toda la tierra; unos mismos van siendo las creencias y los ideales para toda la humanidad; van desapareciendo las razas, se va unificando todo, el mundo se va empequeñeciendo y dentro de poco los hombres serán ciudadanos de la tierra.

¿Por qué es imposible la neutralidad hoy día? ¿Por qué fue una guerra universal la que acaba de sacudir los cimientos del mundo? ¿Cuál es la causa de la Liga de las Naciones? Repito que la división del trabajo es un hecho natural primitivo que explica muchos fenómenos sociales.

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Capítulo xiii

Del aumento de la producción
por la división del trabajo

Aumenta la producción por las razones siguientes:

1.ª Porque desarrolla la habilidad profesional: los músculos como el espíritu se pliegan fácilmente a una tarea uniforme; los movimientos que se repiten constantemente llegan a ser mecánicos, y a tener un grado extraordinario de rapidez.

2.ª Porque ahorra pérdidas de tiempo al trabajador, pues no hay que cambiar de sitio ni de herramientas, ni de oficio.

3.ª Porque disminuye el aprendizaje.

4.ª Porque así pueden sustituir las máquinas a la mano del hombre: para poder emplear las máquinas es preciso que el trabajo esté dividido hasta tal punto que las tareas se hayan hecho muy sencillas, uniformes y susceptibles de una repetición constante.

5.ª Porque se emplea a cada uno según sus facultades y no se desperdician brazos.

La división regional e internacional del trabajo aumenta la producción porque cada región puede entregarse a producir aquello que le sea más fácil y menos costoso. Así aumenta el producto en la Humanidad y disminuye el esfuerzo.

La división hereditaria del trabajo aumenta la producción porque las cualidades, talentos y aficiones se heredan.

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Capítulo xiv

Críticas que se hacen
a la división del trabajo

1.ª La división regional del trabajo hace terribles las crisis

Porque esas regiones entregadas a un solo ramo de la producción se ven de un momento a otro privadas del pan a consecuencia de un accidente natural. Estas crisis, aunque perjudiciales, tienen la ventaja de aumentar la previsión y el ahorro. No hay cosa en la tierra que no tenga sus inconvenientes y ventajas según el modo como se considere.

2.ª Deteriora moral y físicamente al trabajador

Dicen que el obrero entregado a una tarea parcelaria, acaba por ser un autómata y un inconsciente; que haciéndose mecánica la actividad ya no exige ninguna cerebración.

Es preciso no ser romántico en estos problemas, y abarcarlos en su conjunto. La división del trabajo aumenta la producción, aumenta las necesidades, agrandando por lo tanto la personalidad; si no aumenta los ocios es porque el hombre es un ser perfectible, y cuando alcanza una satisfacción se encuentra con su personalidad aumentada con una necesidad más. Precisamente el concepto de progreso está encerrado en esta ley: las necesidades tienen un mínimum fijo y un máximum indefinido. Para convencerse de que la división del trabajo ennoblece al hombre, basta comparar un obrero de Europa, en donde existe la gran división del trabajo, con uno de nuestros pequeños industriales. ¿Cuál es más hombre? ¿Cuál es más apto para la lucha? Y también aumenta los ocios; solo que ese no es el único ideal; el aumento de producción debe dedicarse a tres objetos: ahorro, consumo y ocios.

3.ª El trabajador es colocado en una gran dependencia de las circunstancias: crisis, cambio de moda, etc., etc.

Estas críticas son hechas por miopes, por observadores de detalles, por hombres poco comprensivos: el ahorro, la previsión, todas esas cualidades que desarrolla en el hombre el progreso, es decir, el aumento de producción, son remedios para esos males accidentales. Además, algunas desventajas tiene que tener la vida para que sea agradable: si el hombre estuviera asegurado contra todos los accidentes y dolores, no tendría estímulo ninguno para procurarse la felicidad. Precisamente el trabajo no es sino una reacción proporcional al sufrimiento que ocasionan las necesidades. Si se pudiese organizar una sociedad de la que se descartase toda contingencia adversa, permanecería estacionaria. Porque el hombre es imperfecto, es dinámico; porque sufre, reacciona; porque no tiene asegurado el porvenir, ahorra.

4.ª La división industrial del trabajo daña a veces la división natural de las ocupaciones

Por ejemplo, sustrayendo la mujer a su casa y a sus hijos para arrojarla en las fábricas.

Eso no es cierto en absoluto; las que así lo hacen es porque lo necesitan; cuando una mujer va a la fábrica es porque los motivos que tiene para ello vencen a los motivos que la retienen en la casa. Son males inevitables, y que existen en mayor número allí en donde no hay división del trabajo. La mayor producción en una sociedad disminuye esos males. Y argumentando a lo Ginebra: es así que la división del trabajo aumenta la producción; luego disminuye esos males. Estos no provienen de la división del trabajo, y el Gobierno no puede suprimirlos a menos que pudiese aumentar la riqueza, cosa imposible porque esta depende del mayor trabajo de los asociados. La prueba de ello está en que en los países en donde se han dado leyes que reglamentan el trabajo de las mujeres y de los niños, esas leyes han sido eludidas. A este propósito dice Cimbali:

Non si vedranno cosi facilmente gli effeti delle legge sul lavoro delle donne e dei fanciulli perchè troppo facilmente eluse. Ma il Soldi a dimostrato che dove essa è stata rigorosamente applicata, le donne per eluderla si sonno acconciate a sobbarcarsi a labori più faticosi e meno retribuiti perchè meno sorvegliati (5).

Para terminar este capítulo resumiré la sinrazón de estas críticas: la división del trabajo aumenta la producción; esto nadie lo niega. He aquí pues que se disminuyen los esfuerzos, se vive más satisfecha y ampliamente, se es más feliz. Se preguntará: ¿por qué no se ha disminuido realmente el esfuerzo? Porque el hombre es perfectible, y su mayor producción la emplea en extender más su conciencia, en hacerse más hombre, en aumentar sus necesidades, en acrecer su personalidad. Si el hombre no se hubiera agrandado, y tuviese hoy sólo las necesidades del hombre primitivo, no tendría que trabajar sino pocas horas. Pero se han aumentado enormemente las necesidades, el hombre se ha hecho más complicado. Esa es la causa de que el trabajo de hoy sea tan rudo como antes. Por ser imperfecto es dinámico el hombre, y por ser indefinidamente perfectible será eternamente dinámico. En este sentido es muy verdadera la frase bíblica: ganarás siempre el pan con el sudor de tu frente.

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(5) «No se verán fácilmente los efectos de la ley en el trabajo de la mujer y de los niños porque es fácilmente eludida. Pero Soldi ha demostrado que donde la ley ha sido aplicada rigurosamente, las mujeres con tal de evitarla se han sometido a trabajos más fatigosos y menos retribuidos con tal de evitar el ser vigiladas». —(N. del E.)

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Capítulo xv

La evolución de los
organismos no es otra cosa
que la división del trabajo

El paso de lo homogéneo a lo heterogéneo, mediante la diferente exposición a las fuerzas exteriores, es lo que constituye la evolución de los organismos. Según esto, la materia amorfa de los organismos inferiores, en los cuales no hay especialización ninguna, va organizándose en sistemas diferentes, cada uno de los cuales cumple sus funciones especiales. Esta ley del paso de lo homogéneo a lo heterogéneo, explica suficientemente la diferenciación de funciones en los organismos, la diferencia de razas, la diferencia de aptitudes, la formación del lenguaje, y Laplace fundó en ella la astronomía. Esa diferente exposición a las fuerzas exteriores no es otra cosa que las necesidades diferentes en las distintas condiciones de vida.

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Capítulo xvi

De cómo el Estado está
sometido a la misma
ley de la evolución

Pues bien, la ley del paso de lo homogéneo a lo heterogéneo es también el proceso de las sociedades. Los pueblos parten de lo simple a lo múltiple, y su actividad, antes acumulada en uno o varios individuos (reyes o sacerdotes), la van recobrando poco a poco para ejercerla los individuos que componen la sociedad. En las sociedades primitivas el Estado absorbía todas las funciones de la vida social. El Estado en esas sociedades corresponde en la escala evolutiva al hematococus polar. Remontándonos a las épocas más antiguas de la historia vemos que en esos tiempos, ya muy adelantados, el rey era sacerdote, médico, profeta, juez, etc., etc. Lo mismo sucede en las tribus salvajes. El poder absoluto era necesario para defender la sociedad de las fuerzas centrípetas que tendían a disolverla. Las sociedades de hoy presentan un grado de especialización muy grande: las funciones están bastante divididas, pero el Estado aún conserva un poderío inmenso. Con este principio de la especialización de las actividades directivas de la sociedad, se hace luminoso el aforismo ya tan viejo, en fuerza de repetirse, de que todas las formas de gobierno son buenas para su época.

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Capítulo xvii

Previas estas explicaciones,
se entenderá fácilmente el sentido
en que soy partidario de
la Escuela Liberal

La necesidad de gobierno es proporcional al grado de civilización. El pueblo en donde menos necesidad haya de gobernar será el más civilizado. La máxima, dejad hacer, dejad pasar los acontecimientos, dejad obrar las leyes de la naturaleza, es el ideal al cual tienden las sociedades. El anarquismo, que es la supresión de todo gobierno, es un ideal hermoso, pero muy lejano aún de nuestra época. El anarquismo tiene una base científica, y no es otra cosa que los principios de la escuela liberal llevados a la exageración. Podemos afirmar que la intervención del gobierno en el movimiento de la vida social de hoy, debe ser lo más débil posible. Ya el representante del pueblo no es el privilegiado que conversa con los dioses, y que tiene secretos poderosísimos para hacer venir la desgracia o la felicidad a los hombres; hoy los gobernantes son hombres como todos, sujetos a engaños y generalmente representantes de las pasiones más exageradas. Las sociedades han salido ya de la menor edad; son capaces de ejercer muchas de las funciones que antes tenía el representante divino. Eso de querer intervenir los representantes en todos los fenómenos sociales es una pretensión descaminada. Las leyes naturales rigen la vida actual y las leyes humanas no son otra cosa que obstáculos, cuando van en oposición con aquéllas, como sucede generalmente. El papel del Estado debe reducirse a la administración de justicia y a la conservación del orden interior y exterior; y puede afirmarse que vendrá un tiempo en que esto no sea necesario, en que sea una realidad la anarquía. Para proteger estas afirmaciones cito algunas frases de Herbert Spencer, una de las mentalidades más altas de los tiempos modernos:

Aunque las transformaciones del suelo en superficie productiva de alimentos, provista de cercados, y cubierta de viviendas, se ha realizado por hombres que trabajan para su provecho personal, el Estado cree ser el autor de todo.

Y más adelante agrega:

Muchos ignoran las leyes del desenvolvimiento, y no reconocen un orden natural en los cambios por los que pasa la sociedad.

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Capítulo xviii

De cómo yo no soy iconoclasta

Muchos dirán que estas teorías son anárquicas; otros dirán que la escuela liberal es una antigüedad histórica. A los primeros les contestaré que ya en Colombia la juventud ha roto las cadenas de la Edad Media; que pueblos en que la juventud no piensa, por miedo al error y a la duda, están destinados a ser colonias; los pueblos madres han abierto sus fronteras a todos los vientos, porque saben que la verdad no se encadena y que evoluciona como los organismos. En fin, yo sé que en Colombia todavía hay una fermentación de fanatismo, debido a los sedimentos negroides de que está depurándose la raza.

A los que digan que la escuela liberal es una antigüedad, les contestaré que los principios más modernos de la filosofía, la protegen; que el Socialismo de Estado, tan en auge ahora, no es sino una mistificación alemana, una forma de militarismo, una consecuencia de los grandes gastos que han hecho los estados europeos para sostener los armamentos. La prueba de ello está en que sólo los pensadores oficiales de Alemania han sido los propagadores del Socialismo de Estado.

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Síntesis

En la materia amorfa de que se formaron todos los mundos estaba latente el devenir de la tierra; en el primer movimiento estaban encerrados todos los movimientos sucesivos. ¡Ridícula pretensión creer que el más infeliz ciudadano puede cambiar los destinos humanos! ¡Y aun esa ridícula pretensión estaba en la materia amorfa! La misma armonía que reina en el movimiento de los cuerpos celestes, reina en los fenómenos económicos. ¿No es más científico esto que las teorías socialistas y que creer que un Ministro del Tesoro puede modificar las leyes económicas?

Fin

Fernando González

Fuente:

González, Fernando. Una tesis. Imprenta Editorial, Medellín, abril de 1919.

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Una tesis - El derecho a no obedecer - 1919

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Última revisión en abril 2 de 2019