Salomé

Fernando González

1934

Marzo 14

(Marsella, 1934)

Ayer a las doce acabé Mi compadre. Me encerré dos meses y medio, forzándome, y luego fue muy agradable el trabajo.

Esta mañana desperté con la sensación de Dios y de que pronto me iré del cuerpo. Medité sabrosamente.

Pensé en escribir mis confesiones para aligerarme. Siento mi niñez, juventud y edad madura.

El día es una gloria: seco, tibio, resplandeciente. Aun los viejos están bellos… Pero yo percibo la muerte en la primavera. Me gusta la esperanza que hay en el invierno. Lo bueno es la promesa y en el verano hay promesa de muerte.

Me llegó carta de Alfonso con malas noticias de Bogotá, con insultos de El Tiempo y me dio un ataque de odio. Fui a la iglesia de rue Paradis a pedirle a la Virgen que me cure y que me saque pronto de las pasiones.

He caminado todo el día. Veo a la muerte en las mujeres tan bellas y en los árboles que echan renuevos. No me agrada la alegría.

Voy a observar el llegar de la primavera.

* * *

Marzo 15

(Marsella, 1934)

Ayer y anoche, a pesar del bello día, casi me mata la ola de odio y de malas pasiones que me vino de Colombia. Estoy deshecho; mi cerebro está adolorido. Siento que me envían odio de allá. Hoy me voy a poner en defensa.

Colombia es país de malas pasiones. Ninguna ciudad tan vil como Bogotá.

Hasta Margarita anda alocada. Ella recibe también las vibraciones.

¡La primavera! En marzo, el sol está ya muy corrido para el norte; casi llega al Castillo de If. En diciembre, se ponía por allá al sur y salía al sur; hacía un pequeño arco sobre la Madraga.

Ayer, las mujeres estaban bellas, casi, casi sin ropa de lana. ¡Hasta las viejas estaban bellas!: seca la piel, rosada, ágiles. En plaza Castellana vi una, jorobada, y estaba hasta muy bella.

Pero todos andan alocados de alegría, como preguntando con sus actitudes y miradas: ¿dónde arrojo esta alegría? Se percibe, pues, a la muerte.

Desde el 12 comenzaron algunos arbustos a renovarse. En parque Borely vi unos que estaban como con aura blanca, como cubiertos de copos de nieve, y eran hojillas que comenzaban. Desde el 6 o el 7 las plantas que sirven para bordear las eras y que no botan las hojas, comenzaron a empujar, a echar cogollos.

Salomé está intranquila desde el primero. Ayer estaban unos seis gatos con ella, mirándose, yendo y viniendo. La entré, y los gatos maullaban ansiosamente, con sonido fiero; no era miau sino meoo, meoo.

Salomé no sabe aún de qué se trata. Anda asustada y atraída. Ayer subió a una banca, en el corredor del jardín y el gato negro de madame Rousseau le pasaba por debajo; ella brincaba y sacaba las uñas y alborotaba la cola. Tiene miedo, y no sabe y está atraída.

El primer efecto de la primavera es un deseo de irse, de salir, de viajar, de amar…

En marzo caen aguaceros para remojar la tierra y preparar la savia. El sol se acerca, poderoso rey, y atrae para arriba todo, jugos, ideas, anhelos, agua. La Tierra, como Salomé a su gato, le va presentando su hemisferio, inocente pero irresistiblemente atraída.

¡Virgen María, líbrame de las pasiones impetuosas mías y de Salomé; deseo ser hombre controlado; no me dejes!

* * *

Marzo 16

Ayer estuvo nublado y llovió. Almorzamos con los Nicolaides. Él contó acerca de los bajos fondos de Marsella, fumaderos de opio y putería. Dizque acompañó a Vasconcelos por allá y que las mujeres, vestidas con tuniquitas, medio ocultas en los portones, como arañas, le quitaron el sombrero a Vasconcelos y se entraron con él, llamándolo. Nos pareció exquisito que estas putas jugaran con ese filósofo indio.

Nicolaides contó muy sabroso de Nueva York: cómo bajó a la peluquería del hotel y a todo decía yes, y lo afeitaron, lavaron, arreglaron uñas de pies y manos… “Me refregaron de un lodo, un pegote que olía a aceite, y luego me lavaron y me perfumaron. Vi por allá un sombrero, descintado, girando entre una columna de cristal, recibiendo chorros de vapores… Era el mío”. Que en esas llegó el cónsul del Ecuador y le dijo: “Fue que le hicieron el complet…”.

Nos contó cómo las muchachas caen en la calle y nadie las recoge: “Si usted para a darles campo en un corredor o escalera, ellas se paran también, creyendo que a usted se le perdió algo… De pronto ven ustedes que las muchachas se alzan las faldas y sacan de debajo de las ligas el porta monedas. Si ustedes piden pollo, se lo llevan entero. Pedí lengua (tongue) y nos llevaron una larga, enorme… yo veía venir por allá el carrito y decía entre mí: ¿quién será la fiera que se va a comer todo eso, con flores?, parecía un ramillete: lechugas, papas, etc… ¡Era nuestra lengua! Hay que decir: a quarter of chicken; tongue for two… ¡Son brutos!

Llegué al tercer piso; creía que allí era suficientemente alto para mí; al otro día, al quinto; acabé en el ciento veinte. Por allá veía unos tubos por donde circulaban paquetes… Era la ropa sucia… Cada cuarto tiene una ventanilla misteriosa y es para eso; y la ropa vuelve por ahí, nueva. ¡Muy brutos!”.

Contando así, se peyó el cónsul Nicolaides, por la risa, y todos reímos aún más, pero con una discreción que aumentaba el goce.

* * *

Idos los Nicolaides, llegó la señorita Babí y nos contó de la joven Taylor, dieciséis años, tan admirablemente bella: es jinete, hija del coronel inglés en la India, pero su madre quiere jugar a los caballos en Marsella; poseen nueve y los cuidan ellos, la vieja, la señorita y el joven Taylor.

Anteayer fuimos a ver trabajar a la muchacha, rubia, belleza salvaje, hermosa potranca: embetunar los cascos, hacer la mezcla de avena, acariciarlos… La potranca le mordía el cuello, la besaba, le mordiscaba las manos… Hay un potro bravío que casi no se deja manejar; montolo la vieja en el parque Borely: se enojó… “¡Tenlo, madre!”, gritaba la hija; pero aquella temía, y la joven se abrió de brazos y lo atajó: quedó dominado. Estaba más bella que Salomé.

Me siento triste, dominado por ella, irresistiblemente atraído, invocando a la Virgen, para que me dé la posesión de mí mismo. Yo soy el gato negro de madame Rousseau.

* * *

Anoche oímos desde el comedor gritos de gatos: eran ocho que estaban en el dintel de la puerta de la cocina al jardín, sentados sobre los rabos, con Salomé. Huyeron… Quedó Salomé, fijos los ojos en los fugitivos, sentada como esfinge… Desde la puerta veíamos los ojos de los amantes, allá, entre las plantas. La luz de la cocina reflejaba en sus ojos y eran dieciséis estrellas, brillantes, como almas desnudas; no se veían sobre el manto negro de la noche sino dieciséis puntos magníficos. ¡Cuánta electricidad!

Entré a Salomé… Se frotaba contra las patas de las sillas y de pronto bajaba la columna vertebral, estirándola en espasmos… Estaba rijosa. ¡La pobre! ¿Sería ya poseída? ¿Los gritos que oí?… La examiné y tenía húmedo el sexo.

¿Por qué me airé? Se me sublevó toda la carne; ahora comprendo que tengo celos; que les arrojo piedras a los gatos… y que van dirigidas a los posibles amantes de la señorita Taylor. No quiero que Salomé deje de ser virgen, que nadie ni nada deje la virginidad; este deseo ¿será por la señorita Taylor?

Tuve celos y me subían imágenes sensuales. Me fui a la iglesia de rue Paradis, a rogarle a la Virgen que me libre de las pasiones elementales; que me libre de este tormento de amar todo, mujeres, viajes, ciencia, arte, sin tener capacidad. Que no ame, puesto que envejezco, y moriré y las cosas bellas seguirán naciendo, sucediéndose. Ansia de morir, porque no puede ser mía la Taylor, Salomé, los viajes, las estatuas, todo.

No obtuve consuelo, y entonces pensé, me detuve a pensar en la imagen de una jofaina que vi hace días, de Toní, la virgen niñera, toda sexo. ¡Tan bella y esta visión nos aleja!… Dormí tranquilo. Pero estoy alejado de Dios (la posesión de mí mismo); la primavera me induce.

* * *

El día bello y seco: todos andan bellamente, hasta los tuertos, bizcos y cojos, hasta el hermafrodita morfinómano que se para en el almacén Aux Dames de France, a pedir limosna, haciéndose el que vende lápices: se para en una puerta, quieto como un faquir, pálido, doblado para adelante, implorando… No habla. Dizque es invertido y morfinómano. Tiene cara de marfil y barba judía, joven.

Vine a este cafecito del Puerto Viejo a escribir. No ceso de admirarme de no tener amigos.

Desde el primero de marzo hace gran deseo de viajar, de irse a ver, a pensar y un ansia enloquecedora de amar; las desconocidas son las que atraen; es amor por lo bello que está regado en el mundo.

* * *

Viento que destempla; este mistral despeina el aura nerviosa.

Salomé dormía en la cama de al lado; de vez en vez se lamía el sexo; toda la vitalidad se fue hacia allí: es la tiranía de la especie, que sacrifica al individuo. ¡Bestia en celo!

Me inducía: la cogí, compadecido, para acariciarla, y me arañó. Está nerviosa; quiso morderme; huele a celo.

Se fue apresuradamente y allí, en el jardín, la esperaba el gato negro de madame Rousseau. ¡Qué escena salvaje! Toní asistió también y estamos nerviosos: fue saliendo y se fue derecho al encuentro del gato; éste huyó. Tal ansia devoradora había en los ojos de la hembra virgen, que el macho se espantó. Salomé brincó el cerco, siguiéndolo; entonces el Rousseau se fue viniendo por un lado, como a cogerla por detrás. Ella brincó a volverse, y se acostó, desesperada, a revolcarse en la arena. El Rousseau le brincó encima y la mordió en la cabeza, sujetándola, pero sin poder castigarla; quiso hacerlo, pero ella gritó y ambos brincaron lejos. Repitieron eso varias veces; imploraba el castigo divino y amenazaba al mismo tiempo.

Se aparecieron otros tres gatos negros; observé entonces que el Rousseau tenía un pelado en el rabo y sentí repugnancia.

Entré a Salomé, y allá la dejé encerrada en una alacena, mientras me venía a escribir mis notas al cafecito del Puerto Viejo.

* * *

Uno de los gatos mirones olía luego los sitios en donde ella se había revolcado.

¡Se me olvidaba!: en cierto momento Salomé vino bajo la banca que hay al pie del plátano a revolcarse allí, atormentada, implorante. Un gato negro, otro que no era el de la señora Rousseau, se trepó a la banca, ella se solivió entonces, y estiró las patas delanteras y se agarró a uno de los tablones, como lamentándose e implorando al infinito. ¡Pobre animal! Es arrastrada como va, no lo quiere, pero la impulsa el deseo; necesidad ciega, divina necesidad.

Ahora estoy paseándome por las calles, bregando por recuperarme. El filósofo, decía Giordano Bruno, tiene a la Tierra por patria; y aun al cielo, agrego yo. También afirmaba de sí mismo que era hijo del Sol y de la Tierra. En realidad, nuestra encarnación se efectúa condicionada por estos dos astros: el calor solar fecunda a la Tierra; ésta va presentando sus polos a la caricia del macho, así como Salomé, determinada por fuerzas ineludibles.

El recuerdo de Giordano me consuela; sus palabras me calientan más que muchacha; su recuerdo me sirve para vengarme de que se marchiten las Toníes y las Taylor. En la librería Flamarión vi a una así, como Salomé, y puedo afirmar que me calienta más Giordano Bruno, a pesar de que aquélla hasta me hizo sufrir de gusto ansioso. Las muchachas más bien causan dolor; amor doloroso. Tengo treinta y ocho años y sufro mucho aún a causa de los frutos terrestres, tan tibios, tan pasajeros, tan desfachatados. El refugio es indudablemente el espíritu… ¡Caramba: sigue la Tierra produciendo muchachas prietas y nosotros vamos descomponiéndonos! ¡Qué envidia de la especie!

* * *

Las cinco. — Recorrí las calles, aterrado. No quiero, no soporto que Salomé sea de ése de madame Rousseau que tiene el rabo con una peladura. ¡No lo quiero! No puedo pensar sino en esto. Giordano Bruno ha desaparecido.

Vi a los hombres, que miraban a las mujeres igual a como se miran los gatos. Uno que estaba recostado a la verja de la plaza de la Bolsa miró de un modo tan animal a la que iba delante de mí, que me dieron ganas de tirarle piedras.

En la calle Paraíso vi el almacén de flores: las unas, moradas, morado hondo, como la muerte. Ya sé, a los treinta y ocho años, a qué huele la vida: a celo; es el mismo olor, allá en el fondo, que tienen los cadáveres. Hay un principio de cadáver en el niño y en el botón; en el polen hay ya un futuro muerto. Todos somos futuros muertos, hijos del Sol y de la Tierra; vamos haciéndonos cadáveres a medida que perfumamos, sonreímos, lloramos y amamos. En ese almacén estaba la especie, peor que Mussolini. Maldito tiempo, definido por Aristóteles: ¡la sucesión de las cosas!

Había hortensias, claveles, rosas y unas espigas casi negras. ¡Qué olor a vida, a individuos que marchan, amando, al cementerio!

Pero recordé que aquella mujer única de la calle Paraíso olía muy bueno; su aliento me pareció delicioso, pero siempre había en él un remoto indicio de cadaverina; ese indicio llegaba a la pituitaria cuando ella callaba y yo rumiaba.

En esa floristería, repentinamente salió un grito patriótico de mis entrañas: que la verdadera carne es negra, dura y prieta y se halla en Buenaventura, a orillas del tibio océano… ¡Aquellas muchachas negras de la patria lejana!…

* * *

Me iré a casa porque estoy preocupado de que mis hijos le abran la puerta a Salomé.

Hace locura de irse a Niza, Cannes, Menton, por allá, a ver, a ir viendo, pero… ¿cómo abandonar a Salomé?

Entré a la iglesia a pedirle a la Virgen María que me libre del alma fisiológica, que no me deje ir con ansia de volver, que no me deje caer en útero, una primavera, de aquí a mil años, en algún jardín público, al mediodía sobre la yerba o en la noche tibia bajo las mantas…

¡Terribles los ojos de mis futuros padres! ¡No me dejes reencarnar, Virgen del Perpetuo Socorro! ¡No permitas que vuelva a la carne organizada!

* * *

Voy a recordar bien la escena: pues el Rousseau se montó sobre Salomé, anonadada ya sobre la tierra; parado, le mordía la cabeza, sujetándola; esperaba a que ella tuviera que levantar la columna vertebral a causa de los espasmos. No mordía fuerte; era caricia sujetadora, esperaba para herirla. Pero no era tiempo aún; la entré.

Comprendí que esta ley inexorable del amor nos va subyugando poco a poco, así como el Sol obliga a la Tierra a irle presentando sus polos para herirla. ¡Igual a Salomé! Todo lo existente está sujeto a la ley del amor. Un inmenso gato obliga también al sistema solar a ir levantando la columna vertebral, para herirlo.

* * *

Sensaciones que me suben involuntariamente para convertirse en imágenes a medida que el sol se acerca a Europa: que Toní tiene los pechos erectados, puntudos y separados; hieren la tela de la blusa. Ella tiene los ojos afelpados. Hija de alemán y de alsaciana: del padre tiene piel blanca, rosada y nariz judía; de la madre, los cortos miembros, robustos, macizos, ¡pura fisiología!

Salomé y yo estamos tentados; caeremos irresistible e involuntariamente.

¡Sólo Dios! ¡Sólo la idea de belleza! Lo que tenemos aquí, en Jerusalén y en Buenaventura son amagos divinos que nos vienen de más lejos, de mucho más lejos que la luz de los soles que gastan mil años de luz para aparecer aquí, durante las noches, como ojos de gatos en celo en la oscuridad del jardín.

Mañana leeré aquella página en donde Alcibíades cuenta de la castidad de Sócrates y aquella de Jenofonte en que dice: “Nadie como él se alejaba tan fácilmente de los seres bellos que amaba”.

¡Cógeme, pues! ¡Arrúllame, madre mía!

Esta noche Salomé quería salir a todo trance; casi hablaba; casi pedía que le abrieran. Afuera maullaba el Rousseau, llamándola. Ramiro (ocho años) comentó: “Eso fue que el amigo le dijo que si no iba le pegaría”.

* * *

Marzo 17

Me levanté a las cinco para abrirle la puerta a Salomé. Muy frío el día. Salí y ahí apareció inmediatamente el Rousseau, en el zócalo. La coloqué en la mesita en donde bebo el café servido por la Toní. Apenas percibió al gato, fuerza ciega la hacía doblar el espinazo; comenzó a revolcarse y se bajó: el gato se le echó encima, teniéndole la cabeza contra el suelo; el rabo de la gata se movía agilísimo como serpiente; el macho se rebullía, abajándose, buscando…: cuando llegó, Salomé dio un berrido y brincaron lejos; subieron al zócalo y, en esas, Pató, el perrazo de los Babí, se vino ladrando furiosamente y observé que huían como dieciocho gatos que estaban ocultos, atisbando…

Salomé se trepó al plátano de madame Lionel y allí se estuvo con movimientos agilísimos e involuntarios de celo, sobándose contra las ramas. El amante se paseaba al pie del árbol, mirándola, llamándola quejumbrosamente.

Subí al balcón del baño, para ver… ¡Nada! No quería bajar y yo estaba enervado, con temor de que me vieran Toní y los niños.

Desde el balcón observé que el Rousseau se hizo el que se iba y que Salomé lo miró angustiada. ¿De suerte que esto que llamamos amor es una fatalidad, algo que en nosotros le huye y algo que en nosotros le busca?

Luego, Salomé bajó del árbol, y se fueron yendo juntos, y están entre las plantas de los cercos de madame Rousseau y no puedo ver nada. Hace hora y media que están allá; no me atrevo a ir a ver, porque pueden abrir y preguntarme qué hago ahí, en su predio…

La filosofía es muy difícil; cuando estamos en observación atenta de un fenómeno, buscando el noúmeno, la gente dice que somos locos o lúbricos; ¿qué podemos hacer, si la Taylor y Salomé tienen escondido el noúmeno? Todo lo he sacrificado a la filosofía; ella es mi amante y si no fuera por su culpa sería “un hombre importante” en mi patria lejana y tan pendeja. ¿O seré “un loco”, “un hombre lúbrico”? Los parientes de Bogotá me hacen dudar; tanto me lo han repetido, que ya estoy dudando… Por eso no fui capaz de ir a ver al jardín de madame Rousseau.

Cada diez minutos se escucha un chillido de Salomé. En todas las cercas, sobre todos los muros del gran predio de los Babí hay gatos en acecho; tenemos envidia. ¿Será la filosofía una envidia, una venganza, un subterfugio, un sucedáneo? Todos los filósofos hemos sido feos, desilusionados y pobres… ¿Será la filosofía un sustituto para impotentes y desposeídos? Eso del espíritu, de la esencia, ¿será invención a que nos conduce la envidia?, como diciendo tácitamente: allá gozaremos nosotros, los mirones, y vosotros, los que yacéis con la gata, no; vosotros desapareceréis con la muerte y nosotros tendremos celo eterno al lado de la eterna Salomé. ¡Qué horribles dudas!

Lo cierto del caso es que yo creo que hasta ahora no ha pasado nada, que Salomé está allá aterrada, implorante, sin poder huir, sujeta por el instinto, pero que no se deja…

Estoy airado porque no puedo ver; Toní anda por ahí atisbando a ver qué atisbo yo; la cocinera Gina anda renegando. Creo que todas estas mujeres temen que toda esta filosofía me excite y me haga ir con alguna otra por ahí, bajo una cerca del parque; porque todos censuramos a los que van por ahí y… todos nos vamos yendo apenas el sol calienta. Parece que el amor es función que nadie aprueba en los demás; escupimos la fruta para morderla nosotros.

Oigo que acaban de abrir la puerta de la cocina de madame Rousseau y estoy airado porque ellos van a ver lo que he estado atisbando hace días.

Se me suspendieron las funciones fisiológicas con la intensidad de la observación; anoche deliré y tengo las extremidades frías. Enervado. ¡Es duro esto de atisbar por dentro y por fuera, cuaderno en mano, para ir anotando cualquier movimiento de los gatos, de la cocinera, de la niñera y de mi alma encarnada!… Dentro de poco todos seremos una partida de gatos preñados, pelados, porque el hombre después del coito es animal triste.

* * *

Salomé me seguía anoche, implorando que le abriera. La Toní dijo: “¡Será que tiene una cita!”… Esta maldita muchacha también está en rijo: brusca con los niños. Todos estamos alocados; hay una tempestad eléctrica en el barrio y en toda Europa; muchos se han enloquecido en París, según informa el Pequeño Marsellés. Así dizque es en todas las primaveras. La señora Babí nos decía hoy que la primavera es terrible en sus comienzos.

¡La señora Rousseau va a ver mucho más que yo de este idilio felino!

Ayer había ya muchas parejas en automóvil: ella echada sobre él; caída sobre él, aterrada y subyugada. ¡Qué brutos los que matan a las muchachas cuando las encuentran aterradas sobre otro gato!

Se van en los automóviles y los detienen por ahí, en los caminos, en las sombras suaves, y se dan a hacer lo que hace ahora Salomé, pero sin la fatal belleza del instinto inocente: el hombre es gesticulante; el hombre es corrompido; carece de inocencia.

Acabo de entrar a Salomé y encerrarla; los amantes andan por allá, maullando, corriendo, buscándola.

Toní está con los ojos muy afelpados. La señorita Babí me pregunta por qué miro a los gatos, por qué digo que quiero irme a viajar. Me dice que no puedo irme solo, que todavía dizque estoy convaleciente.

Entré a Salomé para que los actos no sucedan sin mi presencia y para tener tiempo de anotar.

Ya hay muchos pajarillos; un pío, pío constante. Voy a releer aquella página de Platón acerca de la castidad de Sócrates…

* * *

Madame Rousseau es delgada; la vi una vez en el granero y tenía el cuello curtido, aire de dureza y agilidad; anteayer la vi paseando por la playa, a las siete de la noche, muy puesta, bellísima; iba con uno: será el marido, que ya vendría de pasear por Argelia, o ¿será un gato? Presiento que dentro de poco todos seremos gatos preñados, animales tristes.

* * *

Los Lionel son jóvenes y tienen un hijo de tres años que ha engordado con el aire de aquí: “Parece noruego”, dijo Nicolaides. Son parisienses.

El señor Lionel, veintinueve años, floreciente, dizque no come, para no engordar más. Sale a las ocho de la mañana por su automóvil al garaje del jardín y entre el abrigo se mueve su cuerpo lozano como el pavón.

Madame Babí opina que debe ser muy simple; lo llama grosse poupé (muñeco gordo). Sí, los gordos son almas manizaleñas.

La vieja Babí es alocada y un genio de personalidad; tiene tabaco en la vejiga. Domina al Babí, que come y vive en la calle, huyendo de la fiera. Pero a la hija no la domina; es ella misma reencarnada antes de morir. ¡Qué genio, qué inteligencia y personalidad hirientes!

La señora Babí va siempre con Pató y, por las noches, con Robert, en el autico de Robert y el pobre bobo suda por ella. Robert es un excremento humano al lado de su novia. No se casan aún, a pesar de que son hijos únicos de ricos, porque quieren dinero propio, no depender de nadie.

Robert trabaja en un banco, con novecientos francos mensuales. Su papá le regaló autico para pasear a la Babí; ésta lo tiraniza y lo mima: le saca ron, bebidas calientes de ron, en invierno; lo lleva y lo trae. El otro día les dimos una invitación para la inauguración del bar La Canebiere y comieron y bebieron tanto (era gratis), que Robert tuvo un ataque de cursos a la vuelta, y ella lo bajó en brazos a orillas del arroyo de Bonneveine y le ayudó a vomitar, etc. Madame —le decía a mi mujer—, c’était terrible; il rendait partout. Imaginez-vous! Je croyait qu’il allait mourir, etc.

Los Babí son dueños de la finca en donde están nuestra casa, la de Lionel, los Rousseau y el cottage que ellos ocupan, en el fondo, con el perro Pató.

Ya casi estoy seguro de que la señorita Babí le da a probar a Robert, pues es muy sabia, muy natural y dice: “Su madre quiere que él me abulte para que tengamos que casarnos ya… Figurez-vous, madame!”.

* * *

Mediodía: creo que Salomé quedó ya satisfecha; no se ve por ahí a ninguno de los amantes, y ahora la saqué y estuvo tranquila; se revolcó en el jardín y defecó señorialmente, con pudor, sin apresuramientos; hasta muy púdica que estaba: miraba para el zócalo por donde suele aparecer el Rousseau, con tanta inquietud que comprendí que sentía vergüenza de que su amante viniera y pudiera verla haciendo esas cosas.

* * *

Marzo 18

Domingo. Salomé indudablemente está satisfecha ya, pues esta mañana, al sacarla, no estaban allí los pretendientes ansiosos; sólo había uno, feo y flaco, de la casa de los griegos, y Salomé lo paró en seco cuando él pretendió acercarse. Pensé que ese desgraciado era un filósofo; le grité que se entregara a la filosofía. Una bella dijo al repugnante Juan Jacobo: ¡Lasciate le donne e studiate le matematiche!

El gato griego se fue yendo desilusionado y humillado; no sé bien por qué sentí odio por la vida.

Luego, Salomé cogió para el cercado del jardín de madame Rousseau, al mismo lugar en donde sucedieron ayer sus amores, y allá está sola y tranquila; de vez en vez escarba la tierra y orina.

¿En qué piensa? ¿Espera al amante? Lo cierto del caso es que ha estado muy simpática, jugando anoche con su rabo, persiguiendo su cola, así: voltea a mirar su rabo y lo acecha con maña, para que no huya; repentinamente se le lanza a cogerlo, y el rabo gira y ella da tres vueltas, persiguiéndolo.

Recuerdo muy bien que aquellas muchachas se volvían púdicas también, prueba evidente de que es instinto ciego el que nos arrastra a esas cosas.

Salomé comió muy bien; tiene aún resabios de ansia, pero… ya es madre niña, juguetona; sus entrañas llevan la eternidad efímera de la especie, la eternidad gatuna en el parque Borely.

* * *

El coito gatuno se efectúa así: ella, anonadada por el deseo llegado a la cúspide, pues “el amor más arde mientras más se atiza”, se echa a revolcarse, desesperada; él se le viene por detrás y la agarra de la cabeza; sus patas traseras apoyadas firmemente, encima de ella, cubriéndola; ambos rabos se mueven eléctricos; a ella, el deseo le causa espasmos vertebrales que la obligan a levantarse; él atisba el instante y la hiere; ella chilla y él brinca lejos. Rápido y repetido.

* * *

¡Gran mistral! Los canarios, que yo creía machos, desde ayer están desesperados, bregando por hacer nido. Blanche, la buena cocinera que sustituye a Gina, a quien se la llevó un gato, nos lo hizo notar. Por eso era por lo que reñían y se besaban; se arrancaban mutuamente las plumas y picoteaban las varillas de la jaula. Ayer vimos que traían y llevaban un migajón de pan. Blanche les puso hoy algodón y una cajita.

¡Por todas partes la primavera! Me parece que la hembra es el canario que ganó Ramiro en el bazar de la Punta Roja, cuando fuimos con la señorita Babí, Pató, Robert y el automóvil de Robert; Robert le pasaba centavos a la Babí, uno por uno, para que jugara a la ruleta… Yo juraría que ella también le ha dado a probar a él, del mismo modo, poco a poco; son muy metódicos.

* * *

La hembra se echa sobre los copos de algodón y anida: rebulle su cuerpecito entreabriendo las alas temblorosas y levanta el pico, vibrando, implorando un castigo… que no llega, pues Blanche afirma que el otro es el monsieur, pero parece que es hembra también…

* * *

Fui a la misa de la iglesia de la calle Paraíso, a pedirle muchas cosas a la Virgen María, así: que yo estiraría mi brazo —la voluntad— y que ella me llevara para donde quisiera…

“Hágase tu voluntad”. Esto me lo enseñó la hermana Belén, en Envigado.

Las cuatro viejas brujas que negocian con los taburetes en la iglesia de la calle Paraíso son antros de misterios: la una es redonda en las caderas, igual adelante que atrás, como las hermanas de la Presentación; es bajita y la cabeza se hunde en los hombros. Otra es de hombros chorreados. Las dos llevan delantales abrigos, de hilo negro, largos hasta abajo de las rodillas, en donde, en los bordes, tienen grandes bolsillos llenos de centavos: cada rato meten ahí las manos para tocar los tesoros. Acabada una misa, corren a amontonar los taburetes, y luego, al comenzar otra, a revenderlos, y entretanto el cura sale con el rey de los sacristanes adelante, y con un señor viejo atrás, y un joven más atrás, parecido a los de la juventud católica de Medellín, pero menos barroso.

El viejo lleva una bandeja y el joven una alcancía; hay, pues, tres limosneros: el rey de los sacristanes —así lo puso Ramiro— va abriendo el camino y recibiéndole al cura los platados de dinero, apenas los repleta.

Hoy el rey de los sacristanes no tenía báculo ni uniforme; iba de levita negra y con un gran collar del que pendía una lámina dorada, como la chapa de un baúl, una de esas condecoraciones que dan en Roma… Iba en cabeza; iba humilde así, sin uniforme. En Medellín sería un éxito poner a Chano Ochoa o a Enrique Mejía de reyes de los sacristanes. ¡Cómo irían de bellos!

En la iglesia pensé acerca de mi proyecto de ir por Palestina este año, solo, en busca de Jesús; también iré a Grecia, Egipto y la India. Por allá están los orígenes.

* * *

Marzo 19

Salomé anda con el Rousseau, pero no se deja; ama su compañía, diálogo mudo. Ella es la que lo busca ahora. El Rousseau es viejo, camina a lo viejo, pero Salomé lo prefirió al gato de los Lionel, que es más valiente y brusco. Que sirva este misterio de la afinidad para consuelo de los que envejecemos.

* * *

Salomé está bajo las plantas, desde las seis, con su amante, y de vez en cuando se oyen sus berridos.

Los canarios fabrican su nido en una canastica que llevó Blanche. El macho (?) es el más afanoso en la obra; la hembra está redondita, con sus huevos dentro; ¡cómo trabajan bien!

Hoy había ya florecillas en el jardín y el arbusto de los Lionel echó dos renuevos.

Los obreros están trepados en los plátanos de la avenida del Prado, cortando ramas, haciéndoles el tocado primaveral.

Voy a penetrar hondo en esto de la primavera y el amor. Voy a releer aquella página de Jenofonte.

Me ha nacido esta idea: que hace grandes obras el que se una a la voluntad divina y rechace las tentaciones, es decir, el que obedezca. Esto es evidente para el que haya leído la historia, observado y vivido treinta y nueve años. No hacen nada los que son egoístas y siguen sus vagos deseos, sin amor. El secreto consiste en hallar aquello que nos subyugará como el Rousseau a Salomé.

* * *

Marzo 20

Día nublado, ventarrón de borrasca.

Pienso en muchas cosas, pero sobre todo en Dios. Oigo que me está llamando como el Rousseau a Salomé: me llama en los ojos afelpados de Toní, en el continente americano, en los viajes, y siento que no me resuelvo a obedecer. Soy como la canaria; imploro una vocación, un castigo… que no viene.

* * *

Salomé salió; a poco la vi entrar y al Rousseau que estaba ahí en la puerta: le huye pues; ya está consumado el sacrificio en aras de la especie. Salomé volvió a poco y se sentó sobre el rabo, como esfinge, hasta que el amante se fue.

Había anotado que las mujeres cuando ya no aman no se acuerdan; se enojan cuando se les recuerda. También los animales, también las gatas. Sucede, parece, que la hembra ama inconscientemente, doblegada por instinto elemental: de ahí que sean púdicas de oído y de palabra y tan activas; en amor la hembra obra y el macho habla. Aquella amiga a quien quise recordarle y me paró en seco ¡como Salomé al gato griego!…

Ido el Rousseau, Salomé salió mañosamente y defecó bajo el plátano; con mucho pudor. Atisbaba a las tapias a ver si la estaban mirando los gatos; luego se fue muy despacio, como gran señora.

* * *

Los canarios terminaron ya su nido. Estoy resuelto a seguir la voz íntima, a pesar de las tentaciones y contra ellas; y cuando oiga la voz claramente, no seré tentado.

* * *

Nuestra muerte será la justificación o condenación de nuestra vida, porque sólo puede morir bien el que se haya realizado; la muerte es puerta que hay en la mitad del camino. Todo lo mío es de ellos. La señorita Babí no está de acuerdo con este comunismo y nos irritamos; le dije que estaba decidido a morir desnudo; a suprimir odio y amor, instintos animales. Ella repuso: “El que es carajo al cielo no va; lo friegan aquí, lo friegan allá”. Le repliqué que eso era de Hermanos Cristianos; que también los primos, tíos, tías y abuelos de Jesucristo le aconsejarían que siguiera en la carpintería de San José; y si hubiese oído esas voces, le habría dejado a la Virgen unos tres mil pesos.

La Babí enmudeció y me alegré; pero apenas enmudeció sentí que ella tenía razón. No soy capaz aún de abandonar los tres mil pesos.

Pero indudablemente, puta Babí, que el bienestar es una cosa y la gloria o beatitud es otra que se halla después de que el sol se pone. Pero no soy capaz, puta Babí, puta Toní y puta Salomé.

* * *

Me vine al café del Puerto Viejo, mientras Berenguela hace las compras, llena su bolsa de hule, que luego hemos de llevar juntos, turnándonos, hasta la casa. ¿Cómo dejarla a ella para irme al lago? Ella es el lago, quizás…. Quizás está en nosotros.

* * *

Me atajaron las ideas en la avenida del Prado. Son muchas y muchos anhelos: buscar a Dios, por allá en Oriente; estudiar la física, química, y penetrar hondo en las leyes todas de la naturaleza. Por todas partes me atisba y llama el amor. Ansia de darme. Deseo de entregarme a la belleza. Como la canaria, estoy para rebullir mi cuerpo, implorante. ¡Ven Señor de los ejércitos y mándame en campaña!

Mi sueño, el que me atajó y me sentó en esta banca, es ir a Colombia y organizar la juventud en un gran amor, en espíritu de sacrificio. La juventud es sacrificio, como Salomé. Si no tiene quién la conduzca a la gloria, cae en el vicio. Esa es la causa de la prostitución: falta de conductores.

* * *

Los ojos me causan impresiones hondas. En ellos veo dioses. ¡Qué cosa tan suprema son los ojos! Es por donde más se asoma la inteligencia. Son los órganos más delicados y perfectos.

* * *

Marzo 21

Hoy comienza astronómicamente la primavera. A las ocho de la mañana puso un huevo la canaria y Salomé anda satisfecha; desde que abro la puerta va saliendo con aires de señora púdica a dormir bajo las plantas, ¡cualquiera diría que no ha hecho nada!

En la avenida del Prado, bajo los plátanos, que ya tiemblan y van a retoñar, oigo dentro de mí el galope de los deseos que ya conozco; entonces le digo al Señor: ¡cógeme y sácame como espada de su vaina!

Pues esta mañana bajé muy temprano y la Toní me sirvió el café en la mesita trípode, al lado del plátano, y tenía una terrible pugnacidad en las caderas y los ojos afelpados. Salomé fue saliendo, despacio, y meó señorialmente bajo el plátano, atisbando para las tapias, con vergüenza de que la vieran los amantes. Miré a la Toní, mientras se retiraba, y le dije al Señor: ¡sácame consumido, que no quiero volver a la Tierra, lugar de ilusiones!

¿Y dónde está eso que llaman materia? La carne son células, seres vivos; en todas partes está el huevo. Un huevo fue lo que enloqueció a Salomé, y otro huevo es lo que dilata las caderas de Toní, y le abrillanta los ojos y erecta los pechos, y otro es lo que me incita a observar. ¿En dónde está el cadáver, pues, la materia? ¡Metempsicosis de la energía, nada más!…

En Europa, el sucederse de las estaciones hace apreciar mucho la existencia; en el trópico se confunden morir y nacer; carecemos allá de reloj vital. La civilización, desde hace siglos, desde antes de los tiempos históricos, es mediterránea. ¿Por qué? Porque así lo determina el sol: se aleja del mar Mediterráneo y vuelve a poco; hay renacimiento cada año, y no se aleja demasiado, no se enfría demasiado la Tierra. Es el marido sabio que se va y retorna. En el trópico, nos enervamos.

La luz pesa hoy; la primavera es más fuerte que todo; la Tierra es poseída: larvas y semillas esponjan la capa vegetal; ahora huele a tierra removida; todo se esponja, eclosiona…

Somos terrenales, carne organizada: la Toní anda con un olor a carne limpia, a surco.

Las parejas, dentro de los automóviles, estaban hoy enloquecidas.

El marido de la señora Rousseau se fue para Argelia, se alejó como el sol, pero otro vino a calentarla.

La tía de Toní, que tanto nos la recomendó y que era una viuda de alemán, muy tranquila, anda ahora alborotada con un novio, un funcionario francés; no se separan y ya ella no piensa en la sobrina, que está en peligro. Todos estamos en peligro: llegará el verano y todos estaremos preñados.

* * *

Aparecieron cuatro huevos en el nido de los canarios. La cocinera Blanche dice que son hembras, que les hace falta un monsieur... La Toní, con sus ojos afelpados, sus caderas pugnaces y con sus pechos erectados llama a un monsieur; Salomé anda con el suyo; la señora Rousseau tiene dos; a Gina se la llevó un gato italiano; la tía de Toní se pasea con un funcionario francés y dentro de poco comenzaremos a ver en el jardín a las babosas, ajuntadas por las cabezas… Esto es una fatalidad.

En la iglesia de la calle Paraíso predicaba hoy un sacerdote que vino de Oriente y nos decía que Jesucristo es el Monsieur de nuestras almas y que su lecho de amor es la cruz. El predicador se parecía mucho a Aquileo Calle: hablaba con mucha seriedad y todo lo subrayaba con un gesto.

* * *

Estoy triste porque va a llegar mi reemplazo, Efraín del Valle Recuero. Es triste porque a los treinta y nueve años debo comenzar otra cosa. Hay desorden en la carrera consular y diplomática. No hay cuadros sociales en Colombia. Vivimos inseguramente.

* * *

Amo la vida porque es una oportunidad.

* * *

Guiado por la voluntad divina, yo haré todo y pasaré por todo. Tomaré los remedios más repugnantes para librarme de la existencia, tan variada, tan llevadora y traedora, que nos encadena: hay en ella muchos segundos, muchos acontecimientos, días, noches, primaveras e inviernos; muchos ojos y tentaciones; mucha alegría y tristeza; muerte y vida. Es un girar, un retorno inacabable, con iguales ilusiones pasajeras…

Está para llegar el nuevo cónsul y me siento ofendido, irritado. ¡Líbrame, Señor, de odiar! Olas de odio me invaden y me avergüenzan. Hay lamentaciones involuntarias dentro de mí. Son puntos esos a quienes mis instintos ciegos odian. Son fenómenos; todo es natural; todo sucede según orden y medida. Quiero amar todo. Oiga: me desprecio en cuanto odio. En mí hay un ser vil que odia.

Tengo ansia de madre. ¿A quién pediré el almuerzo en platos limpios? ¿A quién diré mis odios y no reaccionará? ¿Con quién podré ser irracional como débil bestezuela? La madre y la patria son retratos de Dios. “Oiga, mamá: aborrezco a muchos; son perversos, etc…”. Ella me cubre y me dice: “Sí, cálmate pues…”.

Me desesperan los reproches que suben en mí contra mi patria a quien amo tanto. ¡Y casi no la puedo amar, porque allá viven esos animales que se parecen al hombre apenas en la corrupción!

Nada tan horrible como los compañeros de patria. Nos hacen sufrir mucho. Yo tengo vergüenza de mi patria cuando leo los periódicos de allá. ¿Cómo no odiarlos, si me hacen avergonzar de mi patria?

En realidad, per se, la patria es ilusión, pero en la relatividad es el suelo de que nos nutrimos para levantarnos y florecer en los espacios. Hay que ser patriotas (terrenales), para llegar a celícolas.

¡Líbrame, Señor, de Olaya Herrera, Santos y El Tiempo! Haz que me sean indiferentes.

* * *

Ya he visto dos mariposas por aquí, como pétalos animados. Cantan las aves parecidamente al mayo.

* * *

¡Un triunfo! Ya varias veces estaba en mi conciencia esta pregunta; pero ahora la formulé, ahora salió más bella que el huevo de la canaria. Es mi parto. De pronto me pregunté: ¿por millones aceptarías dar un poco de tu progreso espiritual o detenerte? No. Un no clarísimo, evidente como el huevo. ¿Y por todos los millones? No. Fue como un derramarse de preguntas. ¿Qué pides? Espíritu a cambio de todo, riquezas, triunfos, amores, alegrías. ¿Nada prefieres al espíritu? Nada. Oye bien: vas a sufrir mucho… Pues echa acá; trae el plato y trae el don.

Desenfúndame, quema mi carne, arranca mis dientes, enceniza mis cabellos, arrúgame, pero dame tus pechos, belleza escondida.

Esto fue a las diez en punto.

* * *

Yo estoy chillando bajo los plátanos de la avenida del Prado, en Marsella, así como Salomé en el jardín de madame Rousseau. Nos castigan. Mi gato es un ángel bello que hiere mi alma con dardo agudo que me causa dolor y me estremece de presentimientos.

* * *

El consulado me lo quitaron porque publiqué El hermafrodita dormido, pero ignoro cómo sería el proceso. Sospecho apenas. Me avergüenza que en Colombia los actos buenos produzcan efectos malos: hay perversión en las reacciones; no reaccionan como la gente normal.

* * *

Voy a cumplir treinta y nueve años y no tengo sino tres amigos: Auguste Bréal, Juan Vicente Gómez y Teresa de la Parra. Con ellos siento a Dios. No son pocos, tres en treinta y nueve años; Aristóteles dijo “que no tenía amigos, que no los había”.

* * *

Tres años en Europa y no he encontrado sino un amigo: no he visto a Dios sino en los parques, el mar, el cielo y las obras griegas; en Leonardo, Miguelángel, Rembrandt, Murillo, los maestros de la pintura, en una palabra. También en Mario Rutelli, pero no lo conozco a él. En Roma fue en donde más vi a Dios. Por lo demás no hay sino hijos de puta: Herriot, Tardieu, Boncourt, León Daudet, Maurras, Hitler, Mussolini, Benes, etc.

* * *

Va para un año que no cohabito. La última vez me causó un espanto horrible que me inhibe aún. Me parecía haber caído en una letrina.

* * *

Las gaviotas marinas están en el laguito del parque Borely y vuelan bajo el sol, altas, curvas las alas cuando se asustan. Las niñeras andan por aquí, con su vestido azul oscuro y jóvenes de calzones bombachos van detrás de ellas. Claro que yo, como Gina, siento los mismos fenómenos:

Ayer había unos ahí al frente haciendo el amor (así dijo en la primavera pasada).

—¿Y usted qué siente, Gina?

—Lo mismo que todos; ¡claro!

Era una italiana virgen, impetuosa, franca.

* * *

Al ver a las jóvenes me pongo en rijo. Voy solo por el parque, volando y cayendo como ave herida, ave inhábil.

* * *

Respecto de la música, es simbólica, como todo arte y cosa aparente. El olor de ésta que pasó me recuerda el olor de muchas en celo. El bisbiseo de los pajarillos es caricias, imploros, lenguaje, y nos recuerda la soledad en los bosques y enramadas. Por eso, la música es el arte inferior: tiene valor en cuanto el sonido está asociado a complejos, a instantes vividos. Yo que no oí música en mi niñez, no entiendo otra que la de las aves, el viento, la selva y los instrumentos de cuerda.

* * *

Las quince. —La luz pesa; se siente el peso de tanta luz. Siento lo difícil de permanecer impasible. La primavera es más fuerte que todos nosotros: la Tierra es poseída; larvas y semillas esponjan la capa vegetal; olía muy sabroso esta mañana la tierra removida; todo se esponja e invoca el castigo; todo eclosiona. Los deseos corren como potros airados.

No pude dormir la siesta. Todo me llama. Trabajé en las facturas y me voy a caminar, al ayuntamiento, con imágenes, ideas, con la primavera.

Estoy triste por mis hijos que también están dentro de la evolución, esclavos del acercarse del Sol.

No quiero irme de Europa sin estudiar bien esto de las estaciones. Salomé no ha venido en el día; está allá, bajo las plantas de madame Rousseau.

La señorita Babí iba ayer para una reunión de damas realistas; está de moda el futuro rey. Los pueblos se echan como aves en celo, llamando dictadores. Estos son de la primavera.

* * *

Somos terrenales, organismos, carne organizada. Oigo las llamadas de la carne. Quisiera ir por la Costa Azul, por Suiza, por todas partes con todos los amores.

* * *

Oigo un silencio aterrador, silencio que hierve. La civilización, arte y ciencia, es mediterránea, porque hoy, en nuestra edad, el Sol lo determina: se aleja un poco y vuelve; hay renacimiento cada año. En el trópico nos enervamos. Aquí el Sol es marido sabio que se aleja y vuelve. Aquí hasta los viejos renacen.

* * *

Los automóviles, parejas dentro de ellos, estaban locos hoy.

* * *

Marzo 22

Bello día. Amanecí con la conciencia de mi pasado. ¡Un cinematógrafo! Pasan escenas de mi juventud y niñez. Recordé a los Bónittos, a Bogotá (la amo mucho en el fondo de mi corazón), Vallejo, Aquilino Villegas, etc.

* * *

La canaria, cuando está poniendo da unos griticos menudos, temblorosos. Es un llanto, una queja y un imploro.

* * *

Anoche olvidé encerrar a Salomé y durmió allá en nuestra habitación. No ha comido desde ayer. Ahora salió en busca del amante, sin comer. Había dos gatos esperándola, y ella, muy digna (la dignidad no es sino satisfacción), se sentó bajo el plátano… No se atrevía a defecar con esos inoportunos mirándola desde las tapias… Ya se fue para debajo de las plantas de madame Rousseau.

* * *

La herida del consulado me duele; a cada instante recuerdo que fui quitado, que va a venir otro. Salió el Sol a las seis menos cinco minutos: trece horas y pico el día.

* * *

He deseado que el nuevo cónsul sea detenido por algo, que no pueda venir. Pero, al mismo tiempo, me he puesto en manos del Señor. Que se cumpla la voluntad.

* * *

Hoy vi que el gato de los griegos teme y huye del Rousseau… Yo estaba equivocado; ya me admiraba que Salomé no prefiriera al más valiente, como sucede siempre en la naturaleza.

* * *

En el café del Puerto Viejo, a las once. —El libanés que fue con su pasaporte se me entregó en alma y cuerpo. Me dijo que me esperaba en Santa Marta con Berenguela; que él pagaba la mitad del pasaje. Me acariciaba. Es porque mi alma está ahora desnuda y fecunda. Espero muchos bienes de esta plenitud de mi existencia en esta primavera.

El ambiente está lleno de vida. Me marcho.

* * *

Ante la Virgen, en la calle Paraíso. —Bendice mi voluntad. Te presento mi persona. Eres el centro del universo que está tibio. En ti poseo todo. Hago el silencio y me doy a ti. ¡Bendíceme! Siento que no soy puro; hay muchas callejuelas en mí, mucha escoria. No soy para poner un huevo, como la canaria, porque soy tentado múltiple. ¡Lávame! ¡Condúceme! Soy hechura. ¡Saca mi alma y ofrécela como estrella a tu Hijo!

La Virgen está velada porque es Cuaresma.

* * *

Marzo 23

He vivido desde anteayer quebrado por la luz. Mi sistema nervioso vibra y queda herido. ¡Es demasiado pensar y amar! Amor a la belleza que me sonríe tras las cosas animadas y ¿qué no es animado?

Me desperté desde las cuatro, adolorido. Sobre todo, el hemisferio cerebral izquierdo trabaja mucho: la pierna y el brazo derechos me duelen.

La mañana es una gloria. Voy a hacer ejercicios de apaciguamiento.

* * *

Bajo los plátanos aún sin retoños de la avenida del Prado a las nueve y media. —La mañana con aire tan fresco, con tanto sol, con luz tanta que hasta duele. Los patos marinos (como palomas blancas, un poco más grandes y que nadan) revoloteaban ahora en la desembocadura del Hubeaun; ráfagas frías entre tibieza me acariciaban el rostro. ¡Duele esta primavera!

Mucho bisbiseo de pájaros; es un silencio lleno de ruidos.

Toní me miró ahora implorante y casi desfallezco. Está con el aura irresistible de los dieciocho años en fines de marzo.

¡Ansias! De irme como los ciclistas, por allá, por todos los caminos, con alguien para conversar y apoyarme. Pero no puedo. La familia me lo impide. Tenemos muchas, muchas limitaciones. La filosofía es el arte de librarse de la primavera mediante la meditación ordenadora. Comprendiendo nos libertamos de los instintos e inquietudes. Las ideas madres nos permiten gozar de todos los fenómenos. A Toní la castigaré mediante una idea madre. Quiero ser filósofo, nada más que filósofo. Virtud, comprensión, conciencia de las leyes: eso te pido, Virgen mía.

Salomé durmió tranquila y se fue esta mañana para allá donde el Rousseau.

Tienen tres huevos los canarios. ¿Serán hembras?

* * *

Hice ejercicios de recuperación fisiológica desde las cuatro en que desperté y estoy mejor. Defequé dos veces y siento dolor agradable en el hígado, dolor de salud.

Me placen estos carritos con que entrenan los caballos en el parque Borely. Son dos ruedas ligeras y una tabla para sentarse el auriga. Ágiles, alertas. ¡Van tan hermosos los aurigas! ¡Un conjunto armonioso! ¡La idea de ligereza nada más!

¡Y los carritos de los mutilados de la guerra! Los manejan con las manos y corren por aquí, por las avenidas. Siempre están en grupo los mutilados, comentando la política…

¡Y los carritos de los lecheros! ¡Esos caballos que entienden la voz de la hermosa lechera italiana! ¡Si ésta no tuviera esas medias de lana, tan gruesas!

En el verano pasado vi un carrito tirado por un perro: ¡iba como un rayo!

* * *

Asisto a mi renacer. Como Salomé, tengo impulso; como las niñeras, estoy proclive al abrazo. Como todos, soy carne que sufre la caricia del sol que se avecina. Pero me objetivo: ¡he ahí la filosofía!

* * *

Curioso el olor de las mujeres dispuestas: lo percibo a treinta metros.

* * *

Ayer estuve muy excitado pensando en una carta manifiesto a Alfonso López. Voy a escribirla.

* * *

En el laguito del parque Borely me acaba de decir un guardián: “Estos son patos salvajes: el gris es la hembra; el de colores es el macho; los otros son gaviotas (mouettes), pájaros marinos que vienen aquí huyendo del mal tiempo en la mar”.

* * *

La florecilla blanca de corazón de pétalos amarillos es la primera que aparece; es una especie de margarita.

* * *

Las tardes son demasiado frescas y nerviosas. Hoy, además, está nublado. Tengo dolor de cabeza y desarreglos de vientre. Me dan picadas en el cerebro.

* * *

Todas las tardes, a las seis y media, oigo el Radio periódico de Francia, mientras me entristece la mirada implorante de Toní, de quien me separa la filosofía: “Fisonomía del día, por fulano; crónica de política interior por…; relación de política exterior por…; de cine; intelectual; esportiva; noticias del día…”. La muchacha que anuncia cada parte tiene una voz agradable; Toní está en todas partes.

Cuando dice: Veuillez écouter maintenant… me parece que todo en la Tierra se está acabando sin que yo lo goce.

Me gusta mucho “la improvisación de monsieur Jean Pergolá” y “la charla de monsieur George Lion”.

* * *

Marzo 24

Día lloviznoso. Llamó la señora de Auguste Bréal a decirme que éste escribe desde París, en donde está de paseo, que el primero de mayo saldrá una crítica suya sobre El hermafrodita dormido en la Nouvelle Revue Française y que el director de ésta, Jean Paulhan, desea publicar el libro, traducido por Bréal. Estoy muy contento, excitado.

* * *

Me vine a causa de la humedad. Hay árboles con hojas. Es como un milagro. Ya enteramente cubiertos. Los plátanos apenas comienzan; tienen los botones alargados, sin abrir aún. ¡Cuán tímidas las hojillas de otros! En las rosas ya aparecen, pero todavía se ven las ramas: es el futuro follaje que dará sombra a los últimos coitos del verano.

Estas lluvias son precisas para remojar la tierra.

¡Qué feos hombres, mujeres y niños en los días grises, caminando por las aceras mojadas, arrojando chilguetes al pisar!

* * *

Entré a ofrecerle a la Virgen todos mis actos. Están pintando la hornacina en donde está, velada por causa de la Cuaresma. Hay una cruz de haces estrellados; es azul la pintura y hay unos santos…, no sé. Del techo cuelgan de hilos invisibles unos ángeles que son cabezas y alas. No miré bien.

* * *

Hoy dizque vienen unos persas para visa de pasaportes.

* * *

Las seis. —Día gris, sin ningún buen sentimiento. Malos sentimientos. Estuve odioso, antipático con el marsellés ese de la Trasatlántica que trajo a los persas. Fue que se me pareció a Chautemps, a Daladier, a toda esa trinca de podridos come-ajos. Pero estuve odiosísimo; debí parecerles igual a los empleados de policía, o de correos o de aduana. ¡Qué podredumbre somos los funcionarios! A ratos tengo un corazón de funcionario.

Salomé no ha aparecido por aquí. Sus amores van larguísimos. Anoche la examiné: ya no está virgen; ya es cosa usada. No se deja examinar; quiere morderme, pero aún me respeta.

Con esta alma baja que tengo hoy me refugié en el trabajo. Debo enviar las cuentas. Quizá no venga el nuevo cónsul, y quizá me quedaré y, sobre todo, hay que cumplir el deber hasta el último día.

* * *

Estoy al lado de la radio e imploro a la Virgen para que me preserve todos los días, sobre todo en estos grises en que el alma está dormilando, enteramente retraída como los moluscos.

Carne obtusa, dura caparazón,
¡cómo nos cubres en estos días grises!
¿Qué sentiría el Chautemps come-ajos?
“¡Qué cónsul tan bruto, qué alma tan obtusa!”,
estará pensando el vil funcionario.

¡Venid, Virgen, estrella matutina,
deja caer tu luz, tápame con ella!
Que no chille mi corazón de tierra;
hoy únicamente soy el vestido…

No me juzgues, querido
Chautemps,
fue que encontraste sólo mi cuerpo;
la estrella estaba escondida,
una muchacha ¡que si la vieras!

Si la vieras nos amaríamos;
estoy seguro; no aguantarías su sonrisa,
querido Chautemps… No quedamos sino cadáveres
cuando la muchacha se va a sus quehaceres…

Perdona, querido Chautemps.
¡Qué tal que las almas se fueran para siempre!
¿A qué oleríamos?; nos asesinaríamos,
pues tú olías mal esta mañana
y yo parecía un suicida.

¡Alló! ¡Alló! Ici Paris station

Trece horas treinta y un minutos durará el día de mañana.

* * *

Marzo 25

Otro día gris. Sueños desagradables.

* * *

Iglesia. ¡Deliciosos instantes! Antes había escrito a J. acerca de Dios. Cuando alzaron tuve una sensación agradable; los ojos cerrados y sentía, ¿veía? un espacio muy grande. Habló un fraile flaco y barbudo, barba negra. Accionaba muy bien, con unos inclinados de cabezas varoniles y místicos. ¡Nada de flores retóricas! Hablaba de la cruz y de heroísmo. Nada de placer sino dolor. Me gustó mucho. Habló dos veces, en dos misas.

Luego en Canebiere, en el café, con Nicolaides, el griego que es más judío que Matusalén: su mujer es ecuatoriana, vale la pena, buena, hacendosa. Él se casó porque era rica y quizá porque la amaba. Habla siempre de cositas.

Los transeúntes estaban todos feos y tristes con ese gran peso del agua atmosférica y con la humedad de los pies. Feas las mujeres. No son ellas las hermosas sino el sol y la sequedad atmosférica; la belleza consiste en el deseo.

¡Qué duros y egoístas estamos hoy! Oí radio, recé… Tengo vida espiritual puesto que no puedo leer… Pienso, pienso de seguido. Cada día tengo menos gusto por la lectura. ¡Y qué tal será la solidaridad, la comunicación ambiente, que pienso lo que piensan los otros, medito los problemas de que tratan en los libros que no leo! Giordano Bruno se adelantó a Einstein; Giordano sostenía la unidad.

Por ejemplo, he observado que mientras juzgan a un reo y cuando lo condenan a la guillotina, todos sufrimos su pena; apenas le cortan la cabeza, dejamos de sufrir, así como él dejó de sufrir. Era, pues, una simpatía, una participación. Somos solidarios. Hay atmósfera sensitiva. Los días tristes, ciertos días negros… ¿provendrá en mucho el estado triste de sufrimientos que tienen lugar en otros puntos de la Tierra y de que no tenemos conocimiento consciente? Así, todo acto es común al género humano; toda emoción es de todos, todo heroísmo, ídem, etc. ¿Será el universo un solo ser? ¿La separación será por incapacidad de percibir la unidad? ¿Nos parecerá que hay multiplicidad por falta de conciencia? Los astros todos, atmósferas y éteres ¿no serán aspectos de un solo ser?

La Tierra puede muy bien chocar con otro cuerpo, así como hay perturbaciones en los órganos del cuerpo.

Ley: el universo es uno, inmenso organismo.

Ley: los seres son parte de uno solo.

La voluntad consciente es casi nada en el devenir.

Con la ejecución de un reo, toda la humanidad sufre más o menos.

En todo dolor somos partícipes; lo mismo en toda alegría, heroísmo, superación.

Hay una atmósfera física; otra emotiva, otra mental y otra espiritual.

Cuando Mussolini me echó de Italia estaba estudiando a los filósofos del Renacimiento, a los quemados por la Iglesia, y en éstos, precisamente, hay mucho para lo que no estamos preparados. Giordano Bruno fue muy lejos.

* * *

Cógeme y dispón. Hágase tu voluntad. Llévame a tu reino. No me dejes vencer por deseos de dinero y honores. Dame y dame espíritu.

* * *

Marzo 26

Día bello, pero húmedo aún. Estoy muy nervioso, hemipléjico.

Los árboles tienen sus renuevos, ya en hojillas, menos los plátanos, cuyos botones, cubiertos por capazón de color seco, no se perciben aún como novedad. Son los últimos en retoñar.

Por allá me ofreció tarjetas un joven. Le respondí que no, me dio remordimiento y miré a llamarlo, ya iba lejos. Cuando viene el sentimiento, generalmente es tarde ya.

Entré donde la Virgen para ofrecerme.

* * *

¡Son dos canarias! Esta mañana amanecieron con seis huevitos, uno de ellos reventado, pegado al pecho de la buena mamá. La llamo así porque la otra, la que me regaló sor Dionisia y que creíamos el macho, apenas es una diletante. Blanche va a cambiarla por un canario flauta.

* * *

Salomé anda por aquí, porque hacen pescado hoy.

* * *

Decididamente resolví elevarme a atisbar a Dios desde mi casa de carne: instintos. No renegaré de ellos; son instrumentos de elevación. Los objetivaré y aprovecharé. Sólo me importa la belleza.

* * *

Le escribí a don Benjamín acerca de la muerte de Julia. Ella son todas, es la muchacha. Esos seres de Viaje a pie no pueden morir: son eternos.

* * *

¡Qué cortos los años medidos así por estaciones! ¡Qué corta la vida cuando se está sano! ¡Qué fácil cumplir nuestro destino al adquirir conciencia del paso del tiempo, del sucederse de los fenómenos! ¿No explicará esto en mucho la inutilidad de las vidas en el trópico? ¡Como allá se cree uno eterno, nada hace!

Mi destino es la plenitud.

* * *

Tengo tristeza de irme de estas tierras medidas por las estaciones. Hasta ahora no había percibido bien esta felicidad; ¡como estuve enfermo!

* * *

Todos los árboles, excepto los plátanos, están retoñados. El mundo está recién nacido, y todos, León Daudet, etc., dicen que se irán en Pascua…

Todo mundo está inquieto. ¿En dónde arrojamos esta felicidad? En el invierno aparecen los libros, que no son otra cosa que sensualidad trasmutada; los cuadros, los descubrimientos científicos: es la gravidez…

* * *

Voy solo, piensa que piensa, por estas avenidas. Creo que seremos unos tres, los únicos que vamos solos, esperando… ¿qué?

Ya hay mesitas afuera de los cafés, en la avenida. La gente quiere quitarse ya el abrigo. El primero de abril estaremos ligeros.

¡Fueron los Santos! Acaban de enviarme del consulado de Italia, visado, el pasaporte de Berenguela y los hijos, para ir a Roma. No fue Mussolini. ¡Claro! Fueron esos traidores. Estoy furioso; ahora venía insultándolos, haciéndoles el proceso; me sorprendí a mí mismo muy excitado.

Pueda ser que la Virgen, aquella de hermana Belén, resuelva que ese del Valle Recuero no llegue. Deseo quedarme otros dos años en estas avenidas.

* * *

El único que anda por aquí, en plaza Castellana, solo, buscando un no sé qué que llamo Dios, soy yo. Siento orgullo. Los otros buscan también, pero se dejan caer en las vulvas.

* * *

La feria en plaza Collart: barracas con ruletas, juegos, carros eléctricos, trenes, autos que se chocan, etc.

Contemplé al manco “que arroja llamas por la boca”, y al chino que cicatriza la cinta cortada en dos partes, y que introduce en la tacita bocabajo los paqueticos rojos…

El manco se quejaba del poco dinero recibido del honorable público. Le arrojé dos francos y dijo: Voilà un millonaire. ¡Merci, monsieur!

Por aquí se atolondra uno con tanta musiquilla, gritos y gente.

Iba pensando que sólo puedo ofrecer a lo sumo treinta primaveras, o veinte, pues a los sesenta o setenta ya ni lo serán, a cambio de espíritu. ¡Qué pocas primaveras faltan para tener que abandonar la carne organizada, tibia, y eso poniendo el máximum!…

* * *

Encontré seis huevos en el nido de los canarios, más uno que destriparon anoche. Luego son hembras. Nunca ponen más de cuatro. Tal indicio, unido a los otros me hizo que les quitara los huevos… Pues allá está echada, calentando los huevos que ya no existen. Irresistiblemente es llevada a calentar, así como nosotros a buscar a las muchachas o a escribir libros. Son impulsos de la especie. Todo esto me facilita la renuncia a las veinte primaveras que dije. ¡Fácil renuncia!

Salomé está satisfecha. Pasa los días por allá en donde perdió la virginidad, pero tiene aspecto honesto. A las veinte la llamo en voz alta y viene. Me respeta porque está satisfecha.

Renuncio a las pocas primaveras
a cambio de belleza interior:
es el mejor negocio que he hecho
en treinta y nueve años de trajinar.

* * *

Lo cierto del caso es que la primavera es repentina. Ya pasó el latigazo. Ahora seguirá, pero no con esa novedad de la mañana en que Salomé estiraba el sexo como doblegada su columna vertebral por un dios invisible.

Hoy fue día de sol, pero había gran presión atmosférica. La filosofía es más fácil en atmósferas secas, ligeras. ¿Qué tendrá Roma? Atmósfera para la filosofía de la carne, arte y heroísmo.

* * *

Marzo 27

Mañana brumosa. Nervios irritados.

Ando por aquí, en el Puerto Viejo, buscándome, porque estamos muy perdidos. Por ejemplo, me piden limosna, y no siento nada y digo no; luego oigo a mi alma, miro y el pordiosero va lejos. Otro ejemplo: llega uno, me inquieta, le respondo agriamente; luego siento a mi alma y ya era tarde: el espíritu del otro se había retraído.

Ahora tengo ansia de rever a Génova y Roma, Florencia, Nápoles y Venecia. ¡Me parecen tan bellas mis aventuras de allá!, pero ya es tarde… Fui antipático con mi hermano Jorge que coleccionaba llaves de todos los hoteles de Europa y que se retrataba en todas las partes hermosas. ¡Buscaba lo mismo que yo busco! No me di en el instante preciso y ya se fueron todos. ¿Dónde encontrarnos? En Aix-en-Provence, en el casino, la señorita Babí jugaba centavos que le pasaba temblorosa y discretamente Robert…, y yo me irrité; luego comprendí que ahí estaba el océano del alma humana y fui a darme, con lágrimas, y ya se habían ido en el autico, con Pató… ¡Qué hijos de puta somos!

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Acabo de salir de la iglesia con la sensación evidente de que es Dios quien obra. Me di todo, absolutamente todo, con los míos. Voy renunciado y ebrio por la calle Paraíso.

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Las cuatro. —Se ha dañado esta primavera por aquí en Marsella. Hay humedad. Lo bueno sería ir a conocer los campos: vivir en granjas; asistir a la resurrección, a los cultivos y a las costumbres. La verdadera vida de los países está en los campos y sus bregas. Las ciudades son todas semejantes.

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Anteayer compré una revista Photomonde que tenía en la portada una gran cabezota del loco Mussolini. Desde lejos me agradó.

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En la radio, esta noche, al oír la crónica dello sport desprecié grandemente al pueblo italiano. En realidad, hay decaimiento en el hombre actual: merecen dictaduras; aman dictaduras. Superior el Renacimiento. Somos muy pocos los hombres libres que no queremos tener patrias.

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Marzo 28

Estoy irritable. La digestión mal. Día húmedo. Ya los canarios pusieron y les quité los huevos; Salomé está ya inocente como niña juguetona: la hembra nunca se acuerda; es inocente. En la inocencia nos ganan los animales. Lo único que consiguieron esos que se dejaron ir al primer golpe primaveral, fue un poco de aversión a la vida. Porque es curioso: la satisfacción de las pasiones fisiológicas produce aversión.

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Lo peor es que estoy irritable, locamente irritable. Los miembros del lado derecho me fastidian; el hemisferio cerebral izquierdo está seco; todo ese lado derecho del cuerpo y el izquierdo de la cara están mal, locos…

Ayer en el parque Borely, al ver el letrero de yerba que dice: 1934, tal visión se mezcló a la de hace un año: 1933. ¡Fue ayer! ¡Cómo pasan los días! Sentí el olor de la muerte. Inmediatamente pasó un taxi, y allá dentro alcancé a ver un viejo de barbas, y pensé que así, dentro de poco, quizá vendría yo a deshacer los pasos, sin poder sentir la primavera, sin tener nada para un sacrificio.

Debo sacrificarme pronto, porque dentro de poco no tendré nada para ofrecer.

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León Daudet escribe como mi primo don Eliseo Arango González. También les pone apodos a sus enemigos. ¡Es muy gracioso encontrar por aquí tipos parecidos a los de la América del Sur!

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Sí. He meditado y quizá tenga razón al decir que la escultura me atrae más que las otras artes porque soy un primitivo sensual. Pero me defiendo así: mis verdaderos sentidos son ojos, tacto y olfato.

La escultura imita a Dios, haciendo hombres y animales. La pintura apenas, apenas si logra dar remota idea de los colores y de los espacios. Es casi imposible; arte dificilísima… Mejor que todas las artes es la vida; mujeres y hombres, que estatuas; visiones, que cuadros; sonidos, que música compuesta; conversación, que escritura; pensamientos, que discursos; vidas, que novelas.

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Estoy ofendido, rumia que rumia. Me sucede así siempre que recibo cartas de Colombia; que en El Tiempo se refieren a mí a propósito de un folleto de un Arias, y además, me hablan de mercancías. Creen que los libros me han enriquecido.

Día terrible, con el sistema nervioso quebrado. No desean sino el dinero, corren tras él. Definitivamente, no hay amigos.

¡Qué raro! Tengo gran deseo de rever mi Italia, sobre todo a Génova, y apenas hace un año que me vine de allá…; y de la patria hace tres años que estoy completamente ausente, y no tengo deseo de volver; ni el más mínimo deseo. Esos lugares se alejaron definitivamente de mí. Cada día amo más esta soledad de Europa, los cafés, mis paseos, mi agria soledad.

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Salomé está muy satisfecha; ídem los canarios.

La tía de Toní está enamorada de un señor viudo que la lleva de paseo y a comer, por ahí, por las avenidas. ¡Qué repugnante primavera!

La tía de Toní es de cincuenta años, viuda hace seis meses, de un judío alemán industrial… ¡Y está estirando la columna vertebral como Salomé! ¡Repugnante primavera!

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Dando es facilísimo manejar a los hombres y encontrarlos muy buenos.

Nadie da; todos esperan que les den.

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Me tiene loco de entusiasmo aquello de que los protones atraen a los electrones y se repelen entre sí; que los átomos están compuestos en virtud de tal atracción y que así aparece la forma material; que electricidad, magnetismo, amor, etc… Recuerdo a Santa Teresa, que los caracteres contrarios se atraen y que tenemos los defectos de nuestras virtudes.

De suerte que la tía de Toní es ahora electrones atraídos por los protones del viudo rico; no era que el Rousseau y los otros olieran el celo de Salomé: es la inducción. Una hembra en celo, induce. Mientras inducimos, enamoramos. Por eso, los nerviosos no servimos para el amor; hay que esperar el efecto de la inducción, y no podemos…

Las flores que venden ahora en plaza Prefectura son electrones y protones, incendio de su atracción recíproca.

Entré a la iglesia a pedirle a la Virgen tranquilidad, conformidad, obediencia y sobre todo mucha luz: quiero saber.

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Inducción: es evidente; lo he experimentado; lo experimento con Toní.

Esto lo estaba escribiendo en un café de plaza Castellana, cuando he aquí que pasó madame Rousseau. Hace días quería observarla. Me vine en el mismo tranvía. Uno, lucio, que leía un periódico, la miraba inducido.

Ella tiene los mismos movimientos de Salomé; echa para adelante el vientre, con un desgonce muy raro e impertinente. Es delgada y morena.

La señorita Babí, en el parque, me contó que la florecilla primera en aparecer se llama paquerette y que es margarita salvaje; que los enamorados le preguntan a sus pétalos, arrancándolos: Est-ce qu’il m’aime? Beaucoup…, trop…, un peu…, eperdument…, pas du tout. Me dijo que la otra, la amarilla, se llama pisse-en lit y que la comen para depurativo. Me contó que madame Taylor se fue al bulevar de Vagues, aquí cerca, a una bella quinta. También me habló de realistas, del affaire (Stavisky) y de perturbaciones (troubles). Mefiez-vous, M. González; il parait… etc.

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Lo más admirable es la cantidad de electrones que desprende madame Rousseau.

La Babí no. Es tan amorfa como su perro Pató que parece un hombre vicioso. Perro gordón, pesado, que habla con los ojos, de pelo rojizo. Es habituado como perro de mujeres viejas y metódicas, y como los franceses… Despierta a una misma hora, pasea por los mismos lugares, come determinadas cosas. Es muy glotón y sufre por ello, vomita. Es el retrato vivo de un rentista, de un burgués. Su egoísmo es fenomenal. La señorita Babí me contó que las perras no lo quieren. Yo creo que Robert, Pató y la señorita Babí son menage a trois: para los tres es el automóvil; los paseos son para los tres; todo para los tres.

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Mi hijo Álvaro comenzó a leer cuentos esta primavera. Tiene ya aspecto de hombre. Lee y lee hasta durante las comidas. Este paso de las edades me intranquiliza.

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La herida del consulado me está doliendo mucho ahora a las cuatro. Me suben olas de odio.

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Voy con los ojos muy abiertos y calofríos en la columna vertebral en busca de la belleza. En todo caso, yo dije: “A cambio de todo acércame a ti”.

Si no hubiera nada, ni Dios ni belleza, ¡qué horrible!

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Estoy aquí en la playa, en el café del gran mutilado de la guerra, Pata de Palo, ante el mar, suspendido en la luz y en las interrogaciones. Me avergüenza que me vean escribir. Al frente, en el pretil que bordea la playa, hay muchachas. Presiento a Dios apenas. Siento luz y ansias, tristeza de morir. Me alegra mucho eso de los protones y electrones. Tengo que profundizar en física. Las mujeres saben mucho poner una pierna sobre otra; sus piernas son como manos en sabiduría. ¿Qué hace el hombre en el mundo? Hambre, amor y muerte: es el resumen.

Hambre: trabajo, invenciones, etc.

Amor: trabajo, arte, belleza.

Muerte: remordimientos, religión, filosofía, ciencia, etc.

Pero los tres motivos se mezclan y son la causa de todas las acciones humanas. Según predomine uno de ellos en la mezcla, así es la vida del individuo. Las muchachas montan una pierna sobre otra y yo filosofo, porque ellas tienen más amor y yo más miedo.

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La mujer, su sentado, conversación, etc., me interesan tanto como la muerte y el hambre. De ahí que yo sea un gran amante que no se ha determinado ni puede hacerlo. Yo las sigo, yo las persigo y las contemplo. Sufro y gozo mucho a causa de la mujer. Esas que están sentadas allá contra la mar, contra las gaviotas y las barcas que pasan, me arrojan electrones. Me conmueven. Pero más aún la que vi hoy en la calle Paraíso, tan desenvuelta, tan lanzada que me dije: “Esa es más que para mí: me trataría de para abajo; es como para el lozano garboso que veo en el tranvía con los guantes nuevos en una mano”.

Me cuenta Nicolaides que en Estados Unidos las muchachas se sientan con las piernas a un lado, algo a un lado, de modo que no se ve sino una sola pierna, y que parecen garzas, o sea, una sola pierna… Sí; ese sentado es anonadador; yo lo he visto en cine; arroja, eyacula electrones.

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La primavera tiene sobresaltos o empujes. Hoy es uno. La gente está martirizada. En el parque Borely hay muchas florecillas y los plátanos comenzaron a abrir sus yemas.

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He venido piensa que piensa… El sol se va a poner en horizonte plomizo y hay un resplandor-estela rojo en la mar. Me descubro y alabo a Dios; cada vez aumenta más mi humildad; siento más y más que soy hechura; nada sé ni del pasado, ni del presente, ni del futuro; apenas capto un poco, poquísimo de mi presente. El espíritu me llevará de la mano, porque soy hechura, ajuntamiento de óvulo y espermatozoo, copulación de elementos positivo y negativo en una noche iluminada u oscura. “La noche —dice Miguelángel— es más bella que el día, porque el hombre, el mejor fruto de la Tierra, es hecho nocturnamente”.

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Marzo 30

Parece que el día será bello. ¡Hoy sí que voy a caminar e interrogar! Ya amanece a las cinco; desde las cuatro y media se incendia el cielo.

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Cogieron tres pobres diablos de los bajos de Marsella y de Niza para inculparlos del asesinato del consejero Prince, el que sabía acerca del negocio del Stavisky… Los cogió el inspector Bony.

Desde que leí la información, sentí un golpe. ¡Qué maldad! ¿Quién indemnizará a esos hombres?

Los pueblos han llegado a la sima de la corrupción. Dictaduras, a causa de la bajeza humana; las repúblicas andan podridas. Ningún pueblo merece la libertad. Libertà va cercando ch’e si cara… Dante. Como en la Edad Media, sólo unos pocos amamos la libertad, la del pensador.

Lo curioso de la policía francesa son los indicadores. Cada inspector tiene bandidos a quienes protege y que le ayudan a descubrir delitos. Son medios tan feos como los delitos.

Carbone, uno de los sindicados, le dio un puntapié al fotógrafo que le arrancó el periódico con que se tapaba el rostro…, y luego dijo: Il est honteux de vivre maintenant en France. Messieurs les journalistes, votre devoir est de dire que nous sommes de victimes, qu’on fait une scène avec nous.

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Las trepadoras amanecieron con retoños. Los plátanos son los últimos en retoñar y en despojarse en otoño.

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Muy bello día, pero me metí al Banco Lionés a cobrar un cheque rayado y allí me revolvieron las pasiones. ¡Qué groseros son todos los funcionarios en esta Europa saturada de humanidad! Insistían en que el cobro debía hacerlo por conducto del banco donde tuviera depósito, porque era cheque rayado… Con el coupe-file y diciendo que no tenía cuenta en ningún banco, amenazando con devolver el cheque a la casa remisora, lo pagaron, después de escenas y demoras. Pero lo bueno sucedió con el último cajero, trompón horrible, adornado con medallas. Un déspota anónimo como todo funcionario europeo. Me pagó dejando cinco francos para él. Reclamé.

N’avez pas regardé votre cheque, quand meme?…

Oui, cinc cents francs…

En France, mon cher, personne ne travaille pour rien…

Premierement, je ne suis pas “votre cher”, etc…

En general, seres bajísimos estos europeos; nacieron a pesar de sus padres; son productos de equivocaciones en la evitación de la fecundación. Cuando niños, fueron en sus casas menos que el perro de madame. Luego, el vicio sexual, el servicio militar, la competencia en el trabajo, la multitud que no cabe… No han tenido un segundo de ocio para mirar al cielo ¡Falta de humanidad! Maquinismo y apretujamiento han hundido a Europa en barbarie peor que la Edad Media. Seres egoístas. Propina, tesoro, renta, dictaduras de Mussolinis, o de multitud anónima en las democracias, vicio y vicio. La cultura tan llevada y traída no existe sino en hombres solitarios como Auguste Bréal, Roux, Mario Rutelli. Estos sabios discípulos de Pasteur y estos artistas de las “villas” sombreadas de plátanos son la sal de la humanidad. ¡Viva, pues, Europa, porque en América no hay sino monos! ¡Y gloria al pueblo judío, porque él salvó y salva al género humano! Casi todos los grandes hombres tienen sangre judía.

Yo sí tengo cuenta en un banco, pero quise experimentar.

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En plaza Castellana. Día bellísimo, seco, brillante, pero piensa que piensa en ese cajero del Crédito Lionés… En France, mon cher, personne ne travaille pour rien. Verdad redonda. Por eso subsisten. Es la distintiva del francés-pueblo. Los germanos a veces se enloquecen por un sueño; son infantiles. Este cajero me dañó el día primaveral. ¡Tan feo y repugnante! En France, mon cher, les femmes n’aiment pour rien. Se venden. También el que persigue a la tía de Toní quiere cogerle la herencia del judío alemán. Lean los anuncios de matrimonios: cópula de dineros. Pero hay ángeles. Francia posee ángeles que salvan al género humano.

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Los pueblos no tienen virtudes ni vicios; son concreciones de maneras de reaccionar. Los hombres tienen un fondo igual a todos; se dividen en naciones por peculiaridades accesorias en la relación.

Los de Suramérica no tienen carácter propio; son vagos, van a la deriva de Europa. Para formar nacionalidades allá sería preciso verdaderos genios, y no hay sino monos. Las comunicaciones y el intercambio tan fáciles hoy hacen imposible que Suramérica llegue a ser algo original. Habría que prohibir la inmigración, etc.

Difícil diferenciar las nacionalidades europeas. Para ello hay que experimentar mucho y andar con atención.

La francesa se pone la falda, en primavera y verano, sobre las carnes. Eso gasta la energía de los hombres. Hay mucha incitación para fabricar niños, y no caben; luego evitación y conquista de Suramérica. África está ocupada ya. Se debilitará Estados Unidos y desapareceremos nosotros, los monos: es irremediable.

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Pienso en partir por ahí el diez a estudiar a fondo la primavera, Francia y España; Palestina, Egipto y Grecia, serán en el otoño o en el año entrante.

También intento ir a estudiar a los nórdicos. Profundizar el francés, inglés e italiano, física y química, botánica… Muchas cosas me atraen. Estoy ocupadísimo. Como no cohabito, estoy lleno de trabajos, de amor y de capacidad.

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Llegaron los dibujos para mi libro sobre Gómez. ¡Una maravilla! Obras de arte, sobre todo los dos sombrerones. ¡Qué bien! Es un delirio el que me causaron.

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Marzo 31

Parece bueno el día. Los plátanos ya tienen hojillas. También hay babosas en el jardín. Comienza el calor; ninguno lleva bufanda y la mayoría anda sin abrigo. Todo quiere ser fecundado. Al abrir la puerta esta mañana, la que da al jardín, la canaria amarilla se medio echó, y temblando toda ella, vibrando el plumaje miraba y llamaba a la otra con griticos desesperados… La pobre cree que es un macho. Viven riñendo.

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El martes pasado, por la noche llamé a Bréal, que llegó de París…

¿Qué me importa que traduzcan mis libros? ¡Nada! Lo que es buscar honores, traducciones, propiedades, etc., eso está más lejos de mi alma que Bogotá.

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Lo que yo deseo para mis libros es que vivan su vida sin mí y que me alegren al releerlos.

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Ya nada, nada me gusta como la soledad. No puedo soportar ninguna compañía.

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Han llegado ya cartas para el nuevo cónsul, y estoy más tranquilo con su llegada.

Lo mejor es que las alabanzas comienzan a disgustarme; se parecen mucho al coito en que dejan un gran dolor. En ambos casos es como si uno metiera las manos en letrinas; porque con quien nos alaba ya perdemos la libertad; nos sentimos cohibidos delante de él, como obligados a aparecer alabables. Somos esclavos de los alabadores… Creo que es por eso por lo que no he podido visitar a ninguno de mis amigos en Europa. Así sucede también con las mujeres de quienes nos sentimos atraídos, que ya no hacemos nada natural delante de ellas; se mira uno los zapatos y la camisa para ver que estén bien. Recuerdo que anteayer, sólo al sentirme en el carro del tranvía con madame Rousseau noté que me había puesto dos zapatos diferentes. ¡Qué buena es la libertad! Hace año y medio que no compro ropa y que no me miro. Garçon, ¡un café nature!… Pasan y pasan gentes y yo soy perfectamente libre.

Dios ha de librarme de toda esclavitud, de admiradores y de mujeres. Me dicen que termine Mi Simón Bolívar; lo terminaré cuando me dé la gana, y de un modo que disguste al pueblo, a ese que huele a antropotoxina.

Los garzones me gustan mucho porque gozan con la propina, y porque están familiarizados, gritan: ¡Dos cremas! ¡Un café nature! ¡Un pernaud! También me gusta la gente que no me conoce. No he avisado a nadie que soy cónsul y hace año y medio que estoy en Marsella. Ni los colegas lo saben; sólo Nicolaides. En las aduanas dejo que me abran el equipaje.

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¡Qué mundo de miseria es Europa! ¿Y qué me dice usted de América? Esos tres que atormentan y que encarcelaron son pobres destinados a velar por los grandes asesinos del Consejero Prince. Europa tiene a Pasteur y asesinos; a Bonaparte y garzones: América tiene monos inmundos, monos carentes de inocencia. Sólo Bolívar se destaca allá, y era español… ¡Es muy triste!

Estoy casi epiléptico en el cafecito del Puerto Viejo. Me atormenta lo que hacen con Carbone, con el barón de Lusatz y con Lidró…

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El nacimiento de la primavera está cumplido. ¡Cuán bello! Impudor son flores, hojas y ropas ligeras. En agosto todo estará preñado, serio y púdico, menos el hombre, que está pervertido.

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Un tal conde Keyserling y un tal Paul Valéry dizque tratan de la muerte del espíritu; que dicen que es hora de domadores y no de conductores espirituales. Otro dizque afirma que es otra Edad Media; que en 1900 terminó el Renacimiento.

¿Querían ser espíritu, con sus placeres y novelas? ¿Querían sentir a Dios, con esa prostitución? ¿Querían ser poetas, sin vivir la poesía? No, no ha muerto el espíritu, sino que no lo tienen. Es por dinero que Keyserling y Valéry dan conferencias y escriben; de ahí a ser maestro va una raya infinita.

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Mussolini triunfa porque es enviado del Espíritu; lo mismo Gómez y Hitler; son castigos enviados por el Espíritu, a causa de la prostitución en que se hundieron los pueblos.

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Seamos claros y severos, aun contra el pueblo francés, latino, refugio del espíritu. Ser vecino de Francia es muy difícil. Francia ofende; Francia es inaguantable también. Las frases de sus verduleras, sus propietarios, sus industriales y sus maestros, son de fatuidad que ofende a quien las recibe. Alemanes e italianos sufren mucho; la mitad de su actual mala conducta es reacción. No toda la culpa es de esos dos pueblos envilecidos, indignos de libertad.

España, al fin y al cabo está separada por los Pirineos. ¡Pero cuánto mal le ha hecho este vecino tan egoísta que ni siquiera sabe qué es España! En Francia no quieren saber nada, nada de los otros pueblos.

Si yo hubiera vivido de 1900 a 1919 en Francia, vivido la guerra, siendo italiano pobre y refugiado en Suiza, Francia y Alemania, sentiría quizá más heridas causadas por Francia de las que siente Mussolini.

Pero, sin embargo, el dominio menos ofensivo, menos duro, es el de Francia. Ante el dinero, su pueblo bajo se humaniza; ante la propina sonríe vivamente. Venden todo. ¡Menos los perros! Una madame no vende el perro.

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Ayer en la radio daban consejos a los automovilistas, “ruteros que van a lanzarse por los bellos caminos de Francia en estas pascuas primaverales”… ¡Qué envidia me dio! ¡Ir de aldea en aldea, en esas poderosas y elegantes máquinas! Este año, las carrocerías sugieren la rapidez, la agilidad.

Me contendré. Aquí arraigado y arraigados por mi voluntad todos los instintos.

Se preparan para mañana, Domingo de Pascua. Blanche compró un pollo para su fiesta. Todos se irán. Pero nadie, unas cuatro viejas apenas, celebraron la Semana Santa. Así es el mundo en 1934; se quedó con los placeres y no acepta el dolor. Por ende, es desgraciado: coitos, crímenes, robos, estupros, placer y placer…

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Hoy, en plaza Pierre Pegeot, le propuse a una vieja que me vendiera el perro; me miró con ojos asesinos y gritó: “¡Vean este cochino! ¡Pero vean este cochino!…”.

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El día ha sido lluvioso, color de pizarra. Resulta que en primavera siempre hay humedad en el ambiente; predicen el mismo tiempo para las otras regiones de Europa.

El 15 o el 16 podré salir para Barcelona, a despachar mi libro.

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Lo que ha sucedido con las ideas democráticas es que ya no conmueven. Cesaron de ser enérgicas. El hombre no puede estancarse en un lugar, idea, hábito; tiene que ir adelante, transformándose, como las plantas y los animales, como el reino mineral también. La sustancia es eterna, pero la forma es continua representación. Las ideas democráticas no producen ya virtud, no incitan al sacrificio.

Así, pues, no es que haya muerto el espíritu. Éste reina siempre, a cada segundo, sobre la vida. Pero el hombre necesita sacrificarse como Salomé, como madame Rousseau y las canarias. Ese fondo de la naturaleza humana es el que explotan algunos alemanes para sostener que la guerra es necesaria. Mussolini hace parte de éstos. Podríamos poner así tal doctrina: los niños se baten; también los animales; en química se trata de guerra. Ésta ha existido siempre. Se observa que el deseo de vencer es lo que llaman estímulo en los colegios, en las ciencias, en la industria, etc. La guerra es de la naturaleza humana; sin ella, el hombre degenera, no progresa.

Contestación. —¿Es de la naturaleza humana, de toda la naturaleza, la tendencia al sacrificio, a la superación, a resucitar sobre su propio cadáver, a convertir en cadáver lo que somos? Concedo. La lucha con pasiones, con dificultades, consigo mismo, ¿es natural al hombre? Concedo. ¿Es natural al hombre, necesaria, determinada forma de lucha, de guerra, por ejemplo, la que consiste en matarse mutuamente? No.

El instinto de lucha o guerra es lo natural; sus maneras son contemporáneas y determinadas por los cuadros sociales, por la evolución a que se haya llegado. Por ejemplo, en el Medioevo, cuando el feudalismo, la gente se dedicaba a soldados e iban a pelear aquí y allá, a sueldo, en donde los llamaran.

Luego tenemos los caballeros andantes, otra forma de guerra.

Luego tenemos a los misioneros, a los navegantes, a los del Instituto Rockefeller.

En los tiempos de la piedra y de las cavernas, el que tuviera los músculos míos y mis hábitos, no habría durado una hora.

Pasteur ¿no fue un guerrero?, ¿y Edison?, ¿todos estos sabios? Don Bosco, ¿qué fue?

Job fue tan soldado que definía la vida como milicia.

¿No fue el rey de los guerreros Jesús Cristo?

La guerra como matanza de hombres, cada vez nos repugna más. Aún podrá durar mucho, hay síntomas de retroceso, mucho tiempo si contamos con nuestra conciencia del tiempo, o sea que para nosotros, epifenómenos, cien o mil son mucho; pero siempre somos algo diferentes de hace dos mil años; cuando se iban, sin más ni más, a pelear.

En fin, es cuestión de maneras y de hábitos. No percibimos que el hombre se modifique, porque contamos apenas con cuatro mil años de historia, lo cual es como diez minutos para saber si una fiebre oscila.

Hay que pensar que el espíritu es el fruto mejor y que no se produce y madura en días sino en eones.

Todo nos está oculto por la muerte. No contamos sino con la manifestación formal; nos reímos de las mariposas que duran apenas un día: nacen, aman, se reproducen y mueren en un día; pero no su espíritu. Para muchos es motivo de pesimismo el que seamos guerreros. ¡Pues si esa es la prueba de que vamos! Esta guerra de Salomé con su gato y de la tía de Toní con su otro gato, es la prueba de que marchan, prueba del ascenso. Estemos alegres porque somos guerreros.

Lo malo está en los sofistas que predican el asesinato, apoyados en tan reconfortantes verdades. Arrojan a los niños unos contra otros, armados de puñales y fusiles, como lo vi en Italia y Alemania. Es forma retrógrada de la guerra, así como a veces una mujer para niños-perros; fascismo, nacional-socialismo son abortones en el camino de la libertad. Aquel país que produjo a Giordano Bruno y ese de Nietzsche, han retrocedido a épocas más bárbaras que las del año 1000.

* * *

Hoy dice Maurras: Ceux qui ont gouverné le peuple le plus spirituel du monde (France).

Si por espíritu se entiende ligero, amigo del placer, sí. Pero, ¿cómo puede tener más espíritu que España? ¿Una Teresa de Jesús? ¿Un Suárez? ¿Un Cervantes? ¿O que Italia? ¿Un Leonardo? ¿Un Francisco de Asís? ¿Un Miguelángel y mil otros? ¿Un Napoleón Bonaparte? ¿O que Inglaterra y Alemania? ¿Un Shakespeare, un Kant y un Nietzsche? ¿O que Rusia? ¿O que la India?, etc.

El espíritu no es de los pueblos sino del individuo. Mujer bella no tiene patria y grande hombre es “hijo del padre Sol y de la Tierra madre”.

* * *

Francia es el país más perfecto hoy. Ningún otro pueblo posee un tipo de humano así, terminado ya; un francés se parece a otro: tienen el eje de temporal a temporal muy dilatado; ésta es su principal característica somática; entre ellos no hay carilargos ni de esos que tienen la cabeza glandiforme. Tienen gran potencia craneana y los ojos separados por amplio espacio; miran rectamente y con seguridad; son de pequeña y maciza estatura y sobrios en todo. Las putas son casi todas extranjeras; los matrimonios tienen dos o tres hijos a lo sumo, pero muy bien hechos y muy cuidados. No he podido hallar contrahechos de nacimiento. En Italia y en España los ciegos, cojos y podridos pululan.

Si hay un pueblo perfecto, ese es Francia: su idioma está terminado ya, en el sentido de que ya tienen la manera mejor de expresar todo sentimiento y situación; su gramática es un producto acabado. En español o italiano, por ejemplo, la puntuación y el estilo son asuntos personales más bien: idiomas en formación. Y el amor, y la amistad y todas las cosas buenas humanas son productos acabados en Francia. ¿Creéis que sea posible allí un monstruo como Hitler? ¿Cómo podría serlo, si allí todo está medido? Allí nacen Descartes, el metódico; Pasteur, el trabajador; Fabre, el paciente, y unas mujeres buenas, positivas, que nos hacen sentir el calor humano; no es tierra para metafísicas, para suicidios y monstruosidades. Si ocurre un crimen, pues fue un griego o un italiano nacionalizados, o un ruso infantil o un craso alemán, choricero alemán. En Francia no se grita ni se abusa: usan de las cosas de la Tierra.

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Abril 1º

El 24 cumpliré treinta y nueve años.

Día bello. Pascua.

Anoche estaba triste por un motivo que me ataca frecuentemente: no estoy satisfecho de mí mismo. Nada malo visiblemente he hecho en esta primavera, pero tampoco nada bueno. No podría morir con tranquilidad.

Veintiuna primaveras puedo ofrecer, o sea, hasta los sesenta años. Las ofrecí al Espíritu con gran decisión y con voluntad humilde.

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Estoy contento por haber ofrecido mis primaveras. Deben estar bellos los caminos de toda Europa. El día no podía ser mejor, un poco nublado, pero de una tristeza que da gusto.

El fraile barbudo que acciona como Aquileo, el Registrador de Instrumentos Públicos de Medellín, habló acerca de aquella frase que le dijeron a Jesús Resucitado los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros”.

Jesucristo amaba mucho los caminos; todo su pensamiento se desarrolló en ellos. ¡Qué envidia de los dos niños púberes que iban ahora en bicicleta, vestidos de boy-scouts! Pero aquí, avenida del Prado, bajo los plátanos, está todo el amor y toda la belleza.

En la iglesia pensé que la doctrina del superhombre, la terrena, se conforma con la de Cristo, a saber: hay que vivir cada segundo en belleza, eternamente. Hacerlo todo muy bien. Ser eternos ya, aquí. Se puede muy bien; no es preciso ir. Dios está todo aquí.

* * *

Lo más curioso es que al final de la misa estaba impaciente por salir, por irme sin pagarles a las brujas los dos taburetes. Por eso salí antes del ite misa est. ¡Qué alegría que las brujas se quedaron sin los sueldos!

* * *

Se llevaron los Nicolaides la canaria que me regaló la hermana Dionisia en el hospital San José. Era la que parecía macho. La otra está chillando y nerviosa; sufre de ausencia. Elle demande un monsieur, dice la buena Blanche. ¡Ya comienza a deshacerse mi hogar marsellés!

* * *

Esta noche ante la radio medité en mi decisión de ofrecer estas quince primaveras que me restan.

Madame Rousseau anda muy elegante con un joven que no parece su marido, pues van tímidos y como a la guerra.

Salomé no ha venido hoy. Hace pascuas. Álvaro acaba de contarme que hoy estaba sentada en cojines en la ventana de madame Rousseau, con ella, muy satisfechas ambas.

* * *

Mañana debe venir el nuevo cónsul, pues ya ha tardado mucho. A ratos tengo esperanza de que no venga, que resuelvan enviarlo a otra parte. ¡Si apenas comienzo a estudiar y a darme cuenta!

Salomé anda por la casa de la señora Rousseau desde anteayer; esta mañana, cuando pasé hacia el mar, las vi a las dos, sentadas en la ventana, en cojines, sobre sus rabos, como esfinges. Me entré al parque Borely para atisbarlas desde detrás de unas plantas: permanecieron quietas en la ventana, aperezadas, pero se les notaba que era pereza de insaciables.

Lo cierto del caso es que lo mejor que hay en la vida es seguir a la gente por las calles. Por ejemplo, en esta primavera he aprendido muchas cosas, sobre todo secretos que no están en los libros, a saber:

El hombre y la mujer no coinciden al caminar, al mirar vitrinas, al comprar cosas en los almacenes, no coinciden en ningún acto. Basta observar una pareja que vaya caminando y se verá que el hombre está haciendo esfuerzos para acomodar sus pasos a los de ella. Cuando contemplan una vitrina, el hombre acaba primero que la mujer; casi en todo, el hombre acaba primero…

De esta observación me he valido para saber la clase de relaciones que tiene la pareja que me ocupo de seguir: cuando son matrimonio, el hombre va siempre un poco adelante, impaciente, y en las vitrinas lo vemos que se aleja y la llama. Si son enamorados que aún no han hecho nada, el hombre va pegado a la mujer, sujetando su paso: es el único momento en que coinciden… Después, el hombre comienza a alejarse, hasta que se llega a los matrimonios y antiguas uniones, en que la incompatibilidad para caminar juntos resulta evidente.

La mujer no sirve sino para tentar al hombre.

Salomé y la señora Rousseau sí se entienden: hace una hora que están sentadas, como esfinges incomprensibles, en la ventana, sin moverse, pero con gran capacidad.

El hombre con quien iba la señora Rousseau el otro día, no era el marido, pues iban muy juntos; creo que el marido no ha llegado aún de Argelia; no lo conozco; pero ese del otro día no era el marido… caminaba como pedigüeño. ¿Y qué diablos tienen de común Salomé y la señora Rousseau? ¿Por qué están allá sentadas, quietas, sobre los rabos, como esfinges?

También es verdad que cuando no son marido y mujer, ella tiene los ojos afelpados.

* * *

Abril 2

A la una de la tarde estaba durmiendo la siesta y me despertó un ruido en el gran patio de la propiedad de los Babí.

Estaban jugando a las bolas los amigos de madame Rousseau, tres: un marinero, de veinte años; otro, delgado, cabello ondeado, moreno; y el tercero, gordo, carón, en mangas de camisa, de chaleco.

¡Ese es el marido! ¡Mírenle ustedes los fondillos! ¡El marido está en mangas de camisa! Treinta años, cabizbajo, gordo…

El moreno, el del pelo ondeado, muy puesto, es el gato de la señora Rousseau, indudablemente. Ambos, el marido y el gato, tienen aspecto agotado.

¡Pobre marido! Se le conoce siempre en una especie de tristeza de agotado, tristeza resignada.

El marido entró a la casa por el sombrero.

El mancebo estaba muy bien vestido y de vez en vez miraba para los balcones de la casa. El marinero les ganaba en el juego de bolas; carecían de precisión las dos pobres víctimas de la señora Rousseau.

El marido gritó, al ir por el sombrero: ¡Dedé! Así llama a esa fiera primaveral, a esa Salomé sin inocencia.

Se oía que Dedé estaba fregando trastos y arreglando golosinas reconfortantes para su mozo. Salió al balcón durante un momento, pero no fue donde los jugadores. ¿Sería por no asistir al triunfo del casto marinero? Las mujeres tienen un instinto muy sutil.

Salomé está por allá también. El marido está muy cabizbajo. La señora ya no tiene el cuello curtido, como el día que la vi en el granero… Dizque no son ricos; que él comienza a trabajar, apenas.

El marinero, fornido, casto, era muy preciso con sus bolas; el más impreciso era el mozo.

Lo peor de la escena era el aspecto de marido que tenía aquel hombre.

* * *

¡Qué admirable son los ojos! Un hombre habituado a la observación lee muchas cosas en ellos, imágenes del alma. Me contaba ayer un médico, judío alemán expulsado de allá, que hay una escuela nueva que pretende conocer todas las enfermedades por medio del examen de los ojos. ¡Por lo menos, la actividad del alma, sus pasiones y virtudes sí que se conocen allí! Este marinero que jugaba a las bolas en el jardín de la señora Rousseau tenía los ojos abiertos como el mar; los del marido eran como una gran pesadumbre y los amantes delataban la traición en los suyos.

* * *

He oído música y nada siento. Ella es la más indirecta de las artes. No es verdad que exprese tristeza, alegría, ningún sentimiento. Puede, como todo símbolo, quedar unida a las escenas que acompaña, así como los lugares. Anoche escuché una berceuse y eso no arrulla; lo pretende a lo más. Quizá carezca en absoluto de las facultades correspondientes; lo cierto del caso es que me invita. Comprendo la voz, los tonos de ella, y me causan agrado, dulcedumbre, amor, etc. También el canto de las aves y los gritos de los animales; el trueno, el viento, los ríos. Las voces de la naturaleza. También me tocan los sonidos del tambor, del violín, etc., pero solos. El piano no. Esa es la música que no entiendo nada. Tampoco las orquestas. Me irritan mucho.

Lo mejor son los ojos. También la acción de las manos. Luego la mímica y las actitudes. ¿Será verdad que esas orquestas les dicen algo a los que las buscan? ¿Algo espiritual? ¿Será verdad que pueden tratar de Dios, del amor, de los sentimientos e ideas? Yo concibo que alguien pueda llorar al oír una música, pero a causa de asociaciones, pero no que ella, directamente, diga nada.

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Abril 3

Bello día-sol, tibieza.

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Hace dos noches que Salomé duerme donde madame Rousseau.

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Esta mañana oí un grito agudo de Salomé. Está con su gato allá debajo de las matas de madame Rousseau.

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Toní se fue ayer sin avisar. Parece la dueña de la casa. Es una germana-judío-francesa muy mala. Tiene los miembros cortos y la nariz judía. Parece que les pega a los niños al escondido. No le hemos hablado y allá quedó haciendo moños (bouder). Es una mujer que está nerviosa porque no puede entregarse al amor sino mediante contrato de matrimonio y ninguno lo quiere. Su familia busca un hombre de situación.

* * *

Qué vida estrecha la de los tres Babí. Egoístas, piensan y piensan en sus casas y en su dinero; en Pató y en salvarse de todo fastidio. El viejo está retirado de los negocios y se pasea, come en la calle, huye de las dos viejas. Éstas riñen y riñen. No se sabe cuál es más poderosa. Su perro es un monstruo del egoísmo. ¡Hasta dónde puede pervertir el hombre a los animales!

* * *

Aquí en Europa me he vuelto cicatero. Pienso hacerme a una renta para evitar que me aplasten. ¡Qué cantidad de miseria tienen aquí los pobres!

En Rusia ya dizque no vive sino el que trabaja. Es su doctrina. El fin del corazón. La contabilidad fría. Los números no se equivocan.

* * *

Acabo de recibir un cable: “Dólares invendidos llévolos”. Es de Alberto. De suerte que mis doscientos mil francos se irán en este negocio.

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Día bello. Que Dios disponga de nosotros.

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Ahora Berenguela va a tener un ataque de ira con este cable. Fue una fatalidad. Con ocho mil dólares no se monta un almacén.

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Entré ahora a ofrecerle todo a la Virgen. Que aceptara mi resto de juventud y que fecundara mi vida. Al volver encontré este cable. Es como llevado de la mano, pues le puse el 24 un cable en los términos mismos en que me dice que le conteste, en carta recibida ayer. Fue como si yo recibiera su pensamiento. Soy muy receptivo.

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Tengo cierta angustia.

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Abril 4

Ayer recibí visita de Bréal, pero antes habían llegado las pruebas de Mi compadre y una carta del nuevo cónsul en que me avisa que sale el 3 (ayer) en el Virgilio. Esto me tenía nervioso y recibí mal a don Augusto. Me sentía ausente. Va a traducir mi libro, se manifestó entusiasmado.

Trabajé hasta media noche, y hoy desde las cinco y treinta a las diez corrigiendo pruebas. ¡Magnífico libro!

Pero estoy nervioso. No tengo tiempo para meditar. La primavera pasa, me deja. Es una exhalación. Salomé está entregada a sus amores.

Ahora, al venir a las diez, el tranvía y un camión golpearon a una mujer joven. La vi cuando alguien la recogió, desvanecida o muerta, la cara ensangrentada y colgante, piernas colgantes. Eso es fastidioso porque nos pone un signo de “?” a los secretos divinos. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Será el acaso?

Hombres y mujeres andan juntándose, aún los viejos y viejas, aún aquellos que no tienen nada, las puras nadas para ofrecer un sacrificio a un ideal. ¡Cuán triste llegar a los sesenta años y aún estar sometido al acercamiento solar; recibir la llamada de los protones!

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He resuelto recibir muy bien al nuevo cónsul, llevarlo a casa, dejarlo instalado. Al fin y al cabo amo demasiado a mi patria. Pero ¡qué ofendido me siento! ¡Destituirme! Entonces, ¿quién merece un saludo? ¿No mereceré este rincón de olvido? Una herida que no sana. ¡Maldita sea!

* * *

Vino Caballero Villaveces a contarme que Josephine Cousin, con quien se casó el 28 de febrero, siendo yo padrino, con Margarita, se le fue. —J’ en ai assez, le dijo. Efectivamente, él no tiene nada. Lo van a echar de la pieza y del hotel en donde come. Me costó ciento cincuenta francos esta visita. Habló de suicidarse. La quiere; es celoso. Pero ¿qué iba ella a encontrar en él? Sexo, y para eso se necesita el dinero que paga flores, lujo, etc. Amor no podía encontrar en él, pues no tiene nada espiritual. Se fue en esta primavera, a gozar de su nombre de mujer casada. ¡Pobre joven que está sufriendo la embestida de un instinto elemental!

* * *

Yo sufro también, pero de una herida en la vanidad. El 20 de abril, en víspera de los treinta y nueve años, dejaré el consulado.

* * *

Estar sujeto a los sentimientos es una de las características del hombre. Todo ser está sometido al suceso y a los sucesos. Pero se llaman accidentes, es decir, no cambian el alma en sí misma. Parece que ésta no está sometida al tiempo. Primavera y otoño, alegrías y dolores son, según parece, transformación de los elementos orgánicos.

Todo cicatriza, o mejor, muere. El amor muere, el odio también, la alegría y el placer.

Por eso, más bien debía entristecerse el que va a lograr un deseo, pues es satisfacerlo.

El alma no puede definirse ni describirse porque es simple, eterna e inmutable.

Llegar a su propia alma es cosa dificilísima; lo más que han conseguido algunos es organizar, disciplinar sus reacciones.

La razón no hace parte del alma, pues ésta conoce directamente. La razón es una manifestación orgánica, sujeta al tiempo.

Nada de lo que hace o puede hacer el hombre es del alma, pues todo lo manifestado está sometido al tiempo; todo es de la hipóstasis.

Algunos santos han salido casi de sus cuerpos… pero cuando vuelven, ni pueden ni quieren contar.

¿Por qué hay el universo? ¿Para qué? Yo ignoro esto absolutamente. La contestación que más me alegra es para conocer, amar y servir a Dios. Creo que nadie sabe esto.

* * *

Deseo, Dios mío, saber para qué nací y cómo fue eso. Si fuere posible, ilumíname.

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Hoy, catorce horas y doce minutos del día, desde cinco y pico hasta seis y quince la puesta del sol.

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Abril 5

Día bello. El pensamiento es mi vicio. Pensamiento, cigarrillos y café. Me acuesto con el sistema nervioso quebrado.

Toní dizque dijo a Berenguela ayer: Lui (yo) il ne se mariera pas si vous mouriez; il est trop agé.

Ésta es otra herida, como la del consulado. ¿Pero si no tengo sino treinta y nueve años? ¿Si aún soy un niño que no sé para qué nací y cómo fue eso? Mi hijo Fernando (cuatro años) dice: Je ne sais lire; apprendez moi a lire. Así de niño soy yo. Nada sé. Virgen mía, ¡enséñame!

Salomé vino ayer temprano a dormir y me seguía, triste, seria, buscando mi cariño. ¿Estará desilusionada de la primavera, de su Rousseau y de sus coitos? ¿Cómo Josephine, la mujer del estudiante?

Ahora voy a comenzar a ver pobres hembras preñadas, asustadas de lo que hicieron, aterradas de haberse dado todas a la vida, a los gatos que ya andan buscando otras para fecundarlas. Ahora comienza a verse el sacrificio de las madres, el dolor de la preñez. Porque nada más egoísta, abandonador, que la primavera y las pasiones: van pistilos y estambres, protones y electrones, penes y vulvas, unidos, confundidos, obnubilados, con impudor fatal que se muestra; besos en calles y parques y teatros e iglesias. Y luego hay un abandono total: el macho es libertado y las hembras van enflaquecidas con el peso de nuevas vidas que vendrán a sufrir y a gozar la misma experiencia.

* * *

He gozado mucho por aquí en Europa. ¡Caramba! Aquí estoy en mi rincón del Puerto Viejo igual a una gaviota en la desembocadura del Hubeaum. —Me gusta la luz, la noche, el agua, el Sol, la Tierra; todo lo que hay sobre el haz de la Tierra y en el universo me deleita. Todo es símbolo. Ahora me iré, el 20 o el 1º de mayo, a España, y sufriré la aclimatación. Aquí ya estaba netamente habituado. Dejaré a Salomé, a la canaria, a madame Rousseau, a Mademoiselle Babí y los lugares de mi creación. Aquí compuse el Hermafrodita y escribí Mi Compadre y este librito acerca de la primavera. Ya no odio a Olaya y a los Santos sino un poquito. Por ejemplo, ya no me acuerdo de los Magistrados, que me arrojaron del juzgado de Medellín, en donde estaba tan aclimatado. Se me olvidaron hasta sus nombres. ¡Qué bien me hicieron! Fueron instrumentos divinos. Dios no quiere que me repose, que me estanque. Aquel pequeño me hizo un gran bien en Venezuela y hasta ayer yo creía que me había hecho un gran mal. Por su traición llegué a comprender a Mi Compadre y demoré mi obra para que madurara. ¡Tan bello ese libro!

* * *

Fui donde los Nicolaides y estaba únicamente la negrita Dolores; ¡la primavera! Ella no podía hablar porque el corazón le estrangulaba la garganta. Le dije: “Siéntese, pues, Doloritas, recíbame la visita”. Luego me vine y ella me miraba desde la puerta.

¡Pobres mujeres! Las molestan mucho los hombres. Hoy Toní ayudó a sacar los libros y el chofer le decía cosas y al irse nos dio la mano, para estrechar la de ella.

* * *

Cuatrocientos francos por empacarme seis cajas de libros. Es terrible la propiedad, en Europa sobre todo. Cada objeto es un amo.

* * *

Un cura viejo que montó en el tranvía lo sentí atraído por una hembra. Gocé mucho observando. Pruebas:

Que la miraba; que subió al mismo carro, a pesar de que el otro sacerdote no quería; se puso rojo. El cura se percibió de que lo observaba.

* * *

Quise retornar a la agencia en donde me empacaron los libros; fui esta mañana y esta tarde sin titubear; ahora no pude encontrarla. Estuve una hora buscando.

* * *

Abril 6

Desperté muy temprano, bastante enfermo a causa de tanto pensar, tanto café y cigarrillo. Tengo herido el sistema nervioso.

Encontré en el bolsillo de mi bata un papelito que dice J. V. A. Toní me ama, pues. ¡Es un consuelo! ¡Cuán halagada mi vanidad! Corrí a mostrarle a Berenguela. Es muy bueno que nos amen las muchachas, pues así nos convencemos de que las primaveras ofrecidas valen algo.

¡Me ama! ¡Qué dulce es el amor que nos tienen y qué amargo es amar al que no quiere! Ya miro a Salomé y a madame Rousseau desde arriba, de arriba para abajo. ¡Yo también, señoras! Yo también podría irme bajo los plátanos al delicioso juego de los ajuntamientos. Mi gata tiene veintiún años, pechos anhelantes, piel con un vello que envidiarían los duraznos. ¿Qué importa que me hayan quitado el consulado? Me aman las juventudes… Me siento hinchado de orgullo como un sapo, de ira…

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El jueves tengo que dar una conferencia en Les amis de la langue espagnola.

* * *

Nadie entiende esta tristeza fisiológica en que estoy. Hoy no voy a pensar sino a rehacerme en alegría fisiológica.

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Una absoluta necesidad la de rehacerme. No pensar hondo. Dedicarme a mis funciones fisiológicas únicamente y abandonar el café. Mis instintos tienen embolias que les he creado en estos tres meses de filosofía desenfrenada.

¡Paz! ¡Lentitud! Irrigación nerviosa normal. Mis vísceras funcionan bien; las cristalizaciones minerales que obstruyen mis glándulas se disuelven; las membranas son suavizadas por las secreciones mucosas. Las meninges se descongestionan; el hemisferio cerebral izquierdo se aduerme. ¡Qué delicia mi futuro! ¡Qué gloria mi organismo tibio!

* * *

Llovió desde la diez. Estuve arreglando papeles, sumido en una gran tristeza. Los sucesos del día no son para menos: noticias de casa pésimas: que el general Gómez se muere; que se mueren Titila y Domitila; que todos están en la miseria. Preparativos del viaje de Berenguela y los hijos. Mi alma está negra. No estoy satisfecho de mí mismo. Ni siquiera me interesa el libro que va a aparecer: Mi Compadre. Me fastidia tener ese compromiso de la conferencia.

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La vie intellectuelle sur Stendhal.

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Propos feminin.

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Abril 7

Estoy desocupando la casa y mi cuarto. A cada trasteo me admiro más y más de la cantidad de papeles y de objetos que uno va guardando y adquiriendo. Amos que nos retienen y atormentan. Adopté el principio siguiente: no retener sino lo indispensable.

Boté libros y periódicos, revistas y objetos viejos. Mi cuarto va adquiriendo apariencia de renovación.

* * *

También fisiológicamente me estoy rehaciendo. ¡Que entre la primavera a todos mis órganos! Suaves las meninges y las pleuras, las junturas de mis huesos. Esta otra mi casa de carne está muy sucia; muchas embolias impiden la circulación de fluidos y líquidos vitales.

Para ser sencillos y limpios se necesita mucho arte filosófico. Sobre todo no dejarse poseer.

Dos cajoncitos y un baúl formaron mi equipaje.

No volveré a guardar libros sino los esenciales; ideas, sino las esenciales; pasiones, sino las esenciales.

La sencilla limpieza en la conducta.

Intelectualmente no necesito sino este lápiz y una libreta.

Ahora aumenta mi admiración por el dinero. Es instrumento que desempeña todos los oficios y signo de todos los objetos apreciados. Con respecto al amor viene a ser como la capacidad de amar. Una vez invertido es como una manceba.

Respecto de las otras propiedades: las representa a todas; da un gran sentimiento de libertad y de poderío. Empleado, las riquezas nos retienen, humillan y abajan.

No quiero cosas sino la potencia de adquirirlas.

Porque valemos en cuanto somos libres y poderosos.

Compraré café, licores y cigarrillos, libros y cosas, para consumirlos y destruirlos, porque el objeto guardado es un amo.

Por ejemplo, mis libros deben ponerse a precios que se agoten, porque es una disminución un libro estancado en las librerías. Mi Compadre lo venderé a un peso.

* * *

Ayer tenía yo un alma muy vieja.

* * *

Tener libertad es el ideal durante la primavera. En las otras estaciones es facilísimo.

* * *

Debía establecerse la costumbre de tener casas amuebladas y adornadas con obras de arte y bibliotecas, para alquilar. El ideal sería que los viajeros no llevaran sino el vestido y las camisas.

* * *

Por ejemplo, este radio que tomé en arrendamiento, ahora se lo llevarán y yo quedaré libre.

* * *

En la compañía de vagones camas me ha engañado la muchacha de frente alta y abombada.

Desde hace tres días le pregunto por el precio para ir seis personas a Roma, en vagón cama desde Niza. Promete que mañana, que al mediodía, etc. El francés es un trabajador detestable; no se mueve sino a fuerza de propinas.

* * *

Cuatrocientos francos por empacarme ochocientos libros en seis cajas. Luego, las compañías marítimas no contestan, no dan informes. Van dos días de bregas. Al fin contestó el señor Cortada que vale mil doscientos francos. ¡Mucho más que los libros!

Tuve una crisis de odio contra Francia y contra los objetos que decimos poseer y que en realidad nos poseen. Resolví llevarlos a España y venderlos en Barcelona.

* * *

¡Muy bello y agradable el país de las rameras y de los garçones! Hasta las aves son aquí malignas.

* * *

Me detuvieron a almorzar los Nicolaides. A sus niños les regalé luego las bicicletas de mis hijos. ¡Qué alegría sentí cuando se las llevaron! Miraba a Nicolaides que luchaba por acomodarlas en el taxímetro. ¡Qué risa cuando se hirió una mano con los pedales! “Allá estás bueno, pensaba, con tus bicicletas; ya te cuestan treinta francos de taxímetro y una herida; ahora ocuparán toda tu casa y luego para llevarlas al parque, etc.”. ¡Qué risa me dio ver un hombre que hoy cumple treinta y siete años y que aún cree en la propiedad! ¿Y cuando se vaya para el Ecuador? Empacarlas, llevarlas, etc… Lo maté con este regalo, y lo peor es que anda agradecido.

Se llevó también la canaria. ¿Quién se llevará a Salomé? ¿Quién desea mis malos pensamientos? ¿Quién vendrá a despojarme, a libertarme?

La risa mayor es por los que tienen mancebas en esta primavera. ¿Cómo se librarán de ellas luego de preñadas o de envilecidas? Dormir con ellas, y luego pasearlas y oírlas y sentirlas.

¡Siempre hay mucho ser en la vida que no sabe nada de la filosofía y que se deja coger como ratón en trampa! Muchos lloran, se quejan y mueren porque no poseen.

Nosotros, libres, filósofos, andamos; lloramos siempre que un objeto o ser entra a nuestra casa. No amamos sino el dinero, que es potencia.

Nicolaides contó de su viaje a New York. Era muy rica su mujer y huérfana. Llevaban dos perros Lulú. En el hotel en New York se desocuparon en las alfombras. Al partir, se las incluyeron. Convinieron, luego de mucho disputar, en pagar a un dólar por mancha de cagada y las contaron despacio y eran ochenta y dos.

En el tren, los guardaron bajo los abrigos. Al pasar el visor, uno de ellos se asomó y ladró. Era en Francia.

Qu’est que c’est ça?

Un chien, oui, mais un petit chien.

N’importe pas; on doit pager quand même.

Casi lo deja el tren por comprar los billetes; le dejó cien francos al conductor y éste dijo:

N’importe pas que vous n’ayez pas pu acheter les billetes, cachez-les les petites beaux chiens.

El viaje de los perros costó hasta Ecuador 2.821 dólares.

* * *

Nicolaides se casó jovencito y su mujer era muy rica. Llevaron ochenta y seis cajas y los dos perros Lulú y cuatro sobrinos de Barcelona a París y de New York a Guayaquil. En New York los tuvieron un día sin desembarcar porque los sobrinos eran gente soltera, menor y de apellidos diferentes. Los tuvieron en la isla hasta que el cónsul fue y mostró su coupe-file y juró que eran sobrinos.

Una americana yanqui, vecina de pieza, rica, se robó un día uno de los perros y se encerró con él y dijo: no lo entrego; yo lo pago.

Pidieron dos mil dólares por él como para reír. La yanqui dijo que sí… ¡Y no se lo vendieron! Seres locos, muchos seres locos que ignoran qué cosa horrible es la propiedad.

* * *

Abril 8

Otro día de lluvia y van tres. ¡Cuán tristes! Ya me acuerdo que siempre, en todas las latitudes, he sufrido cuando el tiempo es húmedo y la atmósfera pesada.

* * *

No tengo ninguna idea, absolutamente ninguna.

* * *

Acabo de recibir carta del 6 en que me dicen que ese día no habían llegado las pruebas, también el proyecto de contrato, en el cual pescan para su costal: a mí me dan el veinticinco por ciento del producto neto y el diez por ciento de ellos se lo llevan del producto bruto, en mis ventas. Somos todos pedazos de carne animada. En ninguna parte hay facilidad para vivir. A las muchachas les persiguen sus cosas, como gatos terriblemente ansiosos y egoístas y al que tiene un chimbo lo persiguen igualmente.

Al que tiene unos francos, unas pesetas o liras es como la muchacha que tiene una virginidad. ¡Tan halagüeños todos, tan simpáticos, y apenas cogen lo que tenemos, huyen como el perro con el jamón entre los dientes!

Éste es un día completamente áspero, frío, pesado.

Voy a contestar un poco ásperamente a estos de la “Juventud”.

* * *

Desde ayer ni una sola idea noble me sostiene contra mi baja naturaleza. Únicamente que no gastaré mi dinero.

* * *

Con Nicolaides en carreras perdí diez francos. Conversaciones tristes entre Margarita y la señora Nicolaides: que los suegros Nicolaides le robaron todo y que ahora se les arrimaron y tiene que cocinar para ellos, platos especiales, y para la suegra, una hiena-judío-turca-búlgara, etc. ¿Qué será esa vieja? Tiene cara de marsupial. ¡Una mártir, una santa, esta señora del Ecuador! Ennoblece a América ¡Los griegos! ¡Los franceses! ¡Los alemanes! Son los azotes de la humanidad.

* * *

Necesito una idea que me sostenga el alma.

* * *

Qué triste. Acaba de iluminar el sol pálido del poniente el castillo de Bonneveine por entre nubes y lluvia. Estoy al lado de la radio. Anoche se adelantó en una hora el reloj. Son las siete y el sol se pone apenas. Monsieur Pergola improvisa su música (!!) en la radio. Estoy abandonado del calor de Dios. ¡No me dejes solo, Señor, que sin ti nada seré!

* * *

Le papotage de Monsieur George Lion. La sortie d’un atelier a Paris.

C’est sur le goût de françaises —Le chic est de Paris (!!!) Según él no hay elegancia sino en París.

Dios de los ejércitos, que pase éste mi anonadamiento sin que me hayas dejado de tu mano.

* * *

Abril 9

¡Miserable casa de la desconfianza! Día lluvioso, terriblemente frío.

Salomé durmió fuera. Anda con su amante, muy excitada, lo araña.

Pero no hay ánimos para nada. Ésta es la casa de la desconfianza.

* * *

Somos hijos de las plantas, de ellas y por ellas vivimos. Así es que tenemos que aceptar estas lluvias de abril que remojan la tierra para que renazcan las yerbas y revienten, también, los huevos de los animales.

* * *

Parece que Dios me quiera librar de mis penas de estos días.

* * *

La muchacha de frente abombada de los wagons-lit me dijo: Je ne pu pas te faire monsieur; pour ce soir sûrement. Eso, luego de hacerme esperar durante una hora. Entonces me quejé al director y el coupe-file produjo efecto. La riñó y me pasaron a otro empleado. Estoy feliz, feliz, feliz… Son demasiados disgustos y por fin comprendí que en Francia no valen sino los coupe-file.

* * *

Bajo los plátanos. La cagaron a causa de mi coupe-file. ¡Pero no crean! Es satisfacción aparente la que me dieron. En el fondo ese director se burla de mí. Los europeos carecen en absoluto del sentido humano: porque viven estrechos en ciudades, sin comunidad con la naturaleza y sus seres. No tienen relaciones con árboles, pájaros, fieras, ríos y montes, llanuras y montañas. Sus pinos son corrupción; sus jardines zoológicos son como los regimientos de negritos senegaleses. Estos dos niños que pasan en sus carros arrastrados por niñeras alemanas son futuros mutilados de guerra, futuros hombres de propina o de sindicatos. Al frente pasa un mutilado de guerra en su carro; luego uno de uniforme, con un carrito. Luego un viejo con su moza, discutiendo ásperamente. Unas rameras; unas demoiselles con los labios pintados y las cejas como pinceladas. Automóviles en que van el crimen y el estupro. Ahora, en bicicleta, todos ellos sindicados y pensando cómo ganar para vivir, para criar los hijos. Unos jóvenes con caras de criminales, corbatas rojas y el abrigo de primavera colgando del antebrazo apoyado en la cadera. Policías gordos, satisfechos, sindicados también —el que no tenga recursos aquí, se murió ya, ya—.

Lo peor son las mujeres de perro. ¿Esto es civilización? ¿Éstos son los que colonizan?

Una compañía de soldados negros; con ametralladoras, etc. Los están civilizando.

* * *

Las hojillas de las plantas tienen ya unos dos centímetros, y ya se ven como un reguero de frutas y ya comienzan a sombrear.

* * *

Abril 10

Hoy dizque guillotinaban a Sarret a las cinco y media en Aix en Provence.

Invoco al Señor de los ejércitos que me libre de todo mal.

* * *

Senda oscura. —Desde hace cuatro días se ha oscurecido mi alma. La cuestión ahora es no pensar sino en el bien—. ¡Adelante siempre! Día oscuro y triste. Voy a desprenderme de cinco mil francos en sacrificio a la generosidad, pero no si es la tacañería lo que me tiene anonadado.

* * *

Abril 11

La casa se convirtió en infierno. —Aquí termino mi diario de la primavera—.

Fernando González

Fuente:

Salomé / El remordimiento. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2008.

— o o o —

Salomé - 1934

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