Revista Antioquia

Fernando González

1936 – 1945

Antioquia 5 / 1936

De política

I

Deseamos penetrar hondamente en esto de Quico gobernador. Procederemos cautelosamente, para que ninguna proposición sea oscura o dudosa. Creemos que así quedarán explicados el caos social en que vive Antioquia, los sucesos sangrientos ocurridos en Medellín el 8 de agosto de 1936, etc.

Quico era el más “simpático” de los que estudiábamos en “la escuela de derecho” por ahí en 1917. Reía y sonreía siempre, sobre todo cuando estaba con “blancos”; si conversaba con los Gartner, injertos de alemán, elefantinos, se moría de risa y de simpatía.

¿Qué significa esto? ¿Qué proposición general, qué idea madre podemos deducir de esta “simpatía”? La siguiente:

El mulato quiere ser blanco. ¿Por qué? Porque los valores morales, religiosos, estéticos, etc., han sido impuestos por la raza blanca. Físicamente, lo blanco es lo menos pesado.

Con esta idea madre vamos a explicar “la carrera” de Quico y lo sucedido durante su gobernación. Pero, antes, narraremos alguna anécdota que compruebe la idea madre:

A los cuatro años de llegado Quico a “la escuela”, procedente de un pueblo minero y de familia humilde pero honrada, siendo ya muy amigo de los Gartner, estos lo hallaron un día, al anochecer, derramándose un frasco de perfume en el estómago; preguntáronle qué significaba eso, y contestó: “Es porque tengo cita con una señora”. Hecha la averiguación, resultó que Quico creía que era “una señora” “porque estaba calzada” y creía que era necesario perfumarse el estómago para cita con señoras.

¡Ahí está! ¡Ahí está la psicología! En el mulato hay tendencia al ascenso, de la cual carece el blanco, que no tiene superior.

El día en que se asoció con Jorge Gartner fue una fiesta para su corazón: “Gartner y Cardona Santa, abogados”. Cuando colocaron esa tabla en la ventana de la oficina, Quico se creyó alemán.

Comenzaron a trabajar. La subconciencia dirigía a nuestro héroe: como las minas son de yanquis y los yanquis beben whisky, la oficina se especializó en minería y cambió el aguardiente. Quico, al recibir a un peón yanqui, enriquecido aquí, estaba en su gloria: contaba chistes: ¿Un whisky? Yes. ¿Otro whisky? Yes

De pronto vino el auge minero y se enriqueció. Aquí hemos terminado el primer capítulo, la explicación de la fuerza psicológica que hizo enriquecer a Quico y que lo tiene unido a injertos alemanes y a los peones yanquis.

II

¿Por qué es “liberal” Quico? Si fuera cierto que el mulato desea parecerse a los “blancos” ¿no es evidente que sería conservador? No; aquí entra otro factor: el mulato, en cuanto tiene sangre vencida, odia. Liberalismo colombiano es odio, deseos de venganza. El mulato aspira a que lo tengan por blanco, pero odia a los blancos que se opusieron a su ascenso o que lo dominaron ancestralmente. El mulato tiene un complejo que lo impulsa a imitar, a hacerse el blanco, y, al mismo tiempo, a vengarse de los blancos. El que sea psicólogo sagaz no me negará estas verdades. Es evidente que liberalismo, en Colombia, es odio de las castas dominadas. Los liberales son mestizos o zambos. El negro puro no; ha sido tan vejado, que ya acepta la esclavitud. Es cierto que hay “blancos” en el liberalismo, pero es muy fácil explicar su presencia allí: unos, como sucede en las familias de Restrepos y de Uribes, es por negociantes: durante las guerras civiles, los paterfamilias de ellos repartían a sus hijos en los dos bandos, “para evitar las contribuciones de guerra”; otros, abajados por los vicios. Pero, en general, los liberales han sido mulatos y mestizos, y los conservadores, blancos de la colonia.

Quico no lo sabe, no tiene conciencia de ello pero subconscientemente es llevado a sofisticar, de modo que pueda tranquilamente vengarse de Carlos Vásquez, Enrique Mejía, Jesús López y demás dueños de almacenes y gobernaciones durante el régimen conservador.

Por eso, Quico, inconscientemente, permitió el ocho de agosto que la policía y los comunistas abalearan a los conservadores. Ignoro si será verdad, pero me contaron que respondió a quienes solicitaban que sacara el ejército para impedir los incendios y homicidios: “¿Que saque el ejército para defender El Colombiano…?”.

III

El mulato es un enredo. Como en Europa no tienen mulato propiamente dicho, allá es muy fácil la psicología. Creemos que con las ideas madres que hemos expuesto todo queda explicado. Por ejemplo:

Quico nombró jefe de policía al injerto de alemán, Fabio Gartner, lento, incapaz de mando, unas veces senador por el departamento de Caldas y otras funcionario en Antioquia. Es de familia que tiene dos patrias, y dos departamentos para ejercer empleos: Alemania, para la lentitud; Colombia, para legislar; Caldas, para devengar, y Antioquia, para cuando se les acaba el con qué en Riosucio.

Quico nombró secretario de gobierno a un negro chocoano. ¿A que nadie sabe por qué? ¡Aquí no hay psicólogos! Pues para que dijeran que él es blanco, por el contraste.

IV

¡Ese Olaya es muy inteligente!: cuando nombró a Quico para ministro de gobierno, durante cuatro días, luego de posesionarlo, le decía: “En el Senado necesitan a Su Excelencia…”. Desde entonces, cuando Quico va a pronunciar el nombre de Olaya, se perfuma el estómago.

Son bobos los que buscan “culpa”. ¿Quién tuvo la culpa? Tal pregunta no la hace un hombre que haya olido siquiera las ideas generales. Lo que deben hacer es buscar la explicación de las cosas.

Quico es el gobernador liberal porque es el mulato más ambicioso del partido de gobierno y también el más simpático. Y dado Quico de gobernador, el jefe de policía tenía que ser Gartner, y dados ambos y existiendo un gobierno de partido, era necesario que si los conservadores salían en procesión, los mataran. ¿Está explicado o no?

Cae una manzana: el filósofo no se apasiona, no dice: la culpa es de fulano o de zutano. ¿Por qué cayó la manzana? ¡Esa sí es una pregunta racional!

¿Quico tiene la culpa? ¿La tiene Gartner? No; siendo Quico y Gartner tales como son y siendo liberales y conservadores tales como son, era natural que mataran a dos conservadores. En el universo no hay sino fuerzas en juego, así como en una mesa de billar. ¿O es que creen que las carambolas suceden sin razón suficiente?

De nosotros sabemos decir que desde el día en que Quico llegó a “la escuela”, y lo vimos “tan simpático”, y desde ese momento en que se derramó en el estómago el frasco de perfume, supimos que nombraría a Gartner para jefe de policía y que ésta asesinaría al hijo de Pedro Celestino… Podemos ser de malas para los empleos pero no para la psicología…

V

También es evidente otra cosa: que le faltan dos años de presidencia a Alfonso López; que odia a los conservadores; que su esencia es “gobierno de partido” (odio); que Laureano Gómez es jefe indiscutido de la oposición y que su esencia es odio a López; por consiguiente, en estos dos años se arruinará Colombia, política, social y económicamente.

Los que estén negociando en la creencia de mejoramiento económico, se engañan por mitad de la barba. El rico juicioso, guarde oro: ¡es el único negocio!

Hasta hoy ha impedido que estalle una revolución lo que llaman intereses creados; los conservadores ricos, temen. Pero se está acercando el instante en que el mismo interés de los ricos estará en la revolución.

Estoy seguro de que Colombia se ahogará en sangre durante esta borrachera de Alfonso López. ¡Carajo con el hombre tan funesto!

VI

En cuanto a los godos, abaleados en su procesión del ocho de agosto último, dan muchas ganas de reír. ¿Pero cómo son tan carajos que hacen procesiones inermes, ahora cuando hay gobierno de partido? ¿Para qué hicieron esa procesión? El hombre se distingue de los animales en que posee la facultad de imaginar antes de obrar: primero se hace el trazo o plan mental y luego se ejecuta de acuerdo con la ley de causalidad.

¡Hagan un programa, chicos! Por ejemplo: crear decurias; las decurias formarán centurias, etc. Las decurias se armarán cautelosamente; parten a Nariño cautelosamente también y… una frontera, una costa, el ejército colombiano compuesto de seis mil hombres nada más, campesinos godos todos ellos, pues a los liberales los sueltan. ¡Facilísimo, chicos! ¿Pero eso de que J. esté escribiendo “con sangre de su corteza cerebral”, según dice, a causa de una pedrada que le dieron en las nalgas el ocho de agosto…? ¡No sean brutos, chicos…!

Una vez que den el berrido en Nariño… yo les juro que Quico se esconde debajo de las faldas de doña Canducha. Pun, pun, pun: tres disparos, y la república liberal quedará preñada de pánico…

¡No sigan escribiendo, que ustedes no saben! Hace diez años que Colombia vive de nuestra literatura; puede ser mala pero de ella vive.

¡Quico se esconderá!: un día, en Bogotá, durante la última noche de su fracasado ministerio de la gobernación, salió de juerga con Fernando Isaza y con Estanislao Zuleta… Eran las tres de la mañana y el avión saldría para Medellín a las cinco y media…; Estanislao mira a Quico y ve que ha olvidado la correa de los calzones por ahí, no se sabe dónde…; el automóvil corre en ese momento por la carretera de Chapinero…

—Mira, Quico, botaste la correa y ahora, en el campo de aterrizaje, te matará Canducha…

—Quico se puso pálido… Pero el whisky le dio valor… Sacó el revólver, hizo dos disparos, mientras gritaba; “¡Sáquenme a Canducha p’acabar con ella…!”.

¿Díganme si Quico será capaz de atajar a tres hombres bien verracos que bajen armados por el camino de Las Palmas, a tomarse a Medellín…?

Si a nosotros no nos diera tanta risa de estos godos que tienen la corteza cerebral en las nalgas, podríamos organizarles eso tan fácil…

Pero ¿cómo podríamos gastar nuestra energía con estos bobos? Una gente a quien le asesinan un hijo, en la boba procesión esa, y que, en lugar de vengarlo, le pone un telegrama al paralítico Laureano Gómez, así: “Sacrifiqué un hijo a la causa. ¡Viva el partido conservador!”. No, chicos: aquí seguirán gobernando Enrique Olaya y Teresita, Eduardo y Lorencita, y Quico y Canducha… Ustedes son unas pelotas… ¡Muy brutos! Ustedes son una gente que tiene la corteza cerebral en las nalgas, como los de El Colombiano.

¡Gente bruta esta colombiana! Últimamente, para una crítica acerca del bello estilo peído de Luisito Cano, hemos estado hojeando algunos folletos oficiales y sólo hemos encontrado telegramas así: “Enrique, Teresita. —Bogotá—. Hoy hablamos Liga Naciones; Leticia será nuestra. Eduardo, Lorencita”. “Eduardo, Lorencita. Lecolombia. —París—. Nos tomamos Güepi. Enrique, Teresita”.

VII

No les organizaremos nada a los godos, pues hasta estamos enamorados de López y de Quico a causa del proyecto de suprimir estas cotorras que llaman radiodifusoras colombianas. ¡Qué vergüenza estas radiodifusoras que avisan y avisan purgantes! En este momento oímos: “Las doce, hora Higueronia; Higueronia en el aire con su programa… O. K. Gómez Plata: ¿ignora usted que donde le vendieron ese dolor de cabeza venden también O. K. Gómez Plata, infalible para los guayabos…? Ahora una noticia: Indalecio Prieto publica en París Soír…”. (Pronunciado tal como se escribe).

¡Monopolicen, por Dios, la radiodifusoras!

“En Colombia no hay sino lombricientos”. Así nos escribe desde Barcelona un aficionado a la radiodifusión.

Para comprobar que no se puede amar a la patria, hoy, vamos a hacernos al lado de la radio y a copiar, durante cinco minutos, lo que gritan para todo el universo:

“¡Programa Forzán! ¡Da vigor! En las convalecencias, el Forzán es mágico; alabado por los consumidores y recetado por los médicos… Reconstituyente para niños, jóvenes y ancianos…”. Y finaliza el programa de Forzán con el fox “Los virtuosos”…, etc., etc. “Cuando las mujeres están mejor calzadas es cuando van dando los peores pasos, pero el peor de todos es no comprar Laxina, el mejor purgante, porque Laxina no tiene olor, ni sabor, ni volumen, no exige dieta, etc…. Ahora, Laxina ofrece a ustedes una grabación…”.

Entre Alfonso López gobernando, y estas “laxinas” radiodifundiendo “la cultura”, y Juan Duque, el hijo del chofer de Carolina, dirigiendo la instrucción pública, y Fabio Gartner enseñando a la policía… ¡Pues no quedará nada…!

VIII

¡Pero lo que se perdieron!: pues que inauguraron “la escuela complementaria”, en Sabaneta, fracción de Envigado, y echó un discurso Clodomiro, el de la Universidad. Dijo: “Afirman que yo estoy descatolizando la Universidad… ¡Es falso! Yo sólo pido que me dejen trabajar”…

Conocimos a Clodomiro cuando éramos jueces; es el doctor maná: sabe a lo que quieran; es vasija de la comunidad. Es la pereza encarnada; desde que fue ministro de Carlosé, vive con las manos en los bolsillos de los calzones… jugando con los aguacates. ¡Déjenlo trabajar!

IX

Bueno, pero ¿qué somos, políticamente?

Somos anarquistas. El objeto de la vida es disciplinarse hasta no necesitar gobierno. Un filósofo está por encima de las leyes.

Creemos que el gobierno es medio para conducir a los hombres al anarquismo, o sea, al paraíso. Para eso deben ser las escuelas, leyes, caminos y casas disciplinarias.

Por consiguiente, el primitivo necesita que lo gobiernen mucho. Suramérica necesita gobiernos muy fuertes. Colombia, por ejemplo, tiene negros esclavos, mestizos y zambos falsos; no tiene un solo hombre capaz de vivir honesta, musicalmente, sin el diablo y la pena de muerte.

Desde que publicamos Una tesis, expusimos que éramos anarquistas (como ideal) y amigos de gobiernos fuertes. El pueblo colombiano no se puede gobernar a sí mismo. Es un niño. No puede usar de sociedades anónimas porque se las roba; de la radio, porque anuncia groserías; del avión, porque se mata, etc.

Somos anarquistas porque el hombre culto no necesita que otro lo gobierne, y derechistas, porque a la libertad se llega por la disciplina.

Somos, pues, anarquistas y derechistas: Mussolini y Hitler son azotes divinos.

Personalmente vivimos en la anarquía. Hemos conseguido la buena conciencia; decimos todo lo que pensamos y hacemos todo lo que sentimos; para nosotros no existe el gobierno sino como tema para escribir. Nadie nos importa ni se cruza en nuestro camino. No tememos, no odiamos y amamos la Vida por sobre todas las cosas.

El ideal del hombre es ser como rosa abierta, que no tiene nada oculto; ser desvergonzados, por inocencia y no por odio.

Pero ¿los colombianos? Si no presionan a un Enrique Santos, tuerto malísimo, pues ejecuta alguna barbaridad, por ejemplo, estupra. Los que gobiernan hoy a Colombia y los que hacen oposición son “riberanos” del estupro alevoso.

X

Los juegos olímpicos de Berlín: la raza española obtuvo únicamente la medalla de oro en la prueba de matar gente.

Un suramericano, Sabala, en la prueba de las carreras, llegó con mucha ventaja a la mitad de la pista y luego llegó último al final. Somos pueblos de alquiler, que, como las mulas ídem, salen corriendo y llegan peyendo.

XI

¡Esta gente iberoamericana tan desordenada! En la Península matan gente con fruición, y por aquí, estos paisitos andan desarticulados, entrematándose también, muy brutos, gobernados por unos borrachos crapulosos.

En realidad, el mundo es teatro en donde nos representamos tales como somos por dentro.

XII

¡Sí que nos ha hecho progresar el “gobierno liberal”, con la pelotera esa del ocho de agosto!

Todos nos estamos reventando de pasiones malsanas; parece que muy pronto competiremos con España en la prueba olímpica de matar gente. Hasta nosotros, que no dizque tenemos qué ver con las dos hordas, llegan olas pasionales…: hoy estábamos en el café de Suso y pasó Quico en su automóvil oficial; nos saludó y sentimos repugnancia; nos pareció tan cincuentón, tan gordón aflojado, tan feo. ¡Pobre Quico! Es víctima del medio social: si no tolera que su policía dispare, se enoja el Presidente, y si no le dura la gobernación ¿cómo se blanqueará? Todos somos víctimas de la determinación; no somos libres. ¡Pobre Quico; ya está aviejado, aflojado, y la gana de ser gobernador…! Desde que lo es, tiene una sonrisa de mujer parida.

¡Maldita sea! Desde que mataron al hijo de Pedro Celestino estamos aborreciendo a Quico y, bien pensado, Quico no tuvo la culpa: dados sus ancestros, su niñez, su juventud; dados todos sus “complejos”, Quico tenía que permitir esa matanza. En las tragedias griegas está descrita la fatalidad, que impera sobre los mismos dioses.

XIII

¡Qué tan terrible será la vanidad y qué tan horrible será la pasión partidarista, que llega un hombre a untarse de sangre humana y luego se saborea, sonríe y cuenta el cuento a su modo, y sigue creyendo que puede saludar a los viejos condiscípulos…!

La Macbeth tenía conciencia; no dormía y se lavaba las manos. Los zambos y mestizos suramericanos le ganan a cualquiera para esto de matar gente.

Admitimos muy bien que por conseguir un bienestar para la patria o la sociedad, un hombre sea cruel pero con repugnancia. Por ejemplo, Bolívar al fusilar a Piar. ¿Pero esto de que gocen los “liberales” asesinando godos, o viceversa? Santander y López son gente muy baja. ¿Para qué romper vidrios, apedrear habitaciones, matar muchachos?

Desde que tenemos conciencia de la vida política, por ahí desde 1910, nunca, hasta estos gobernadores “liberales”, habíamos oído que la autoridad se llamara descaradamente “de partido” y asesinara. Estos “liberales” siempre son más sucios que los godos, ladrones apenas. ¡Pobres godos!: están “escribiendo con sangre de la corteza cerebral”…

XIV

¡Es muy claro! Si los conservadores tenían su manifestación para el ocho de agosto, el deber de Quico y del Gartner era hacerles respetar su procesión. ¿Cómo es que no sienten que sobre ellos ha caído sangre humana? ¿Cómo están así, tranquilos? ¡Son paquidermos!

Si fuéramos Quico, regalaríamos la mina a los deudos de los dos asesinados por la policía y retornaríamos al lejano pueblo a los menesteres de los antepasados; y si fuéramos Gartner, nos iríamos para Riosucio a mirar el cerro. Pero ellos tienen el remordimiento más resguardado que un coco la pulpa. Ignoran la existencia de un ojo que llaman conciencia; no saben que tengan más ojo que el del culo.

Observación. El cruce de suramericanos con alemanes es pésimo: resultan hombres burdos, desgarbados, lentos, elefantinos, alocados de las nalgas.

XV

La clasificación en “males” y en “bienes” la hacemos siempre con nuestra conciencia limitada. Son apreciaciones. “Bien” y “mal” no existen; hay vida únicamente. Para comprobarlo, daremos un ejemplo vivido: hasta hoy mirábamos como “un mal” el no habernos quedado en 1934 en Barcelona; todos los parientes y amigos han estado acordes en que debíamos habernos quedado allá, y todos hemos considerado que nuestro retorno a Colombia fue un “mal” causado por nuestro carácter rebelde. Pues bien, ahora, con la revolución española, a todos nos parece que el retorno a Colombia fue “un bien”.

Lo mismo sucede con muertes, accidentes, loterías, etc. Conocimos una vieja cuyo hijo se ganó el gordo de la lotería de Medellín; afirmaba ella que era “un bien” que le hizo la Virgen porque le encendió una vela. Luego, el hijo se volvió jugador y ahora la familia sufre mucho. La vieja duda ya de que haya sido la Virgen…

“Bueno” y “malo” son adjetivación prematura.

Hemos pensado que la abuela materna de Marco Fidel Suárez debió pensar que Dios la castigaba con “un mal”, cuando su hija resultó preñada del señor Barrientos; luego, cuando Suárez fue honrado, debió creer que fue “una bendición” del cielo aquella preñez cogida orillas de la quebrada; más tarde, cuando Suárez fue desgraciado, etc….

Considerando todo esto, señores, hemos resuelto seguir muy cautos en esta revista y emitir pocos juicios. Los viejos son generalmente cautos, y creemos que es porque sus opiniones les han fracasado con demasiada frecuencia. Toda opinión debe ser provisional.

Hoy, 13 de agosto de 1936, en un amanecer liviano que parece una gloria y al pie de una raíz de la ceiba del puente de la Ayurá, ceiba cuyo tronco semeja el de una muchacha “en cinta”, hemos resuelto comunicar a nuestros lectores que los juicios anteriores sobre el gobernador Quico y el asesinato del hijo de Pedro Celestino, nos intranquilizan: ¡de pronto va y esa gobernación mulata de Quico y ese asesinato acaban de madurar a Alfonso López para el sepulcro, para “el fúnebre banquete”, como dice Luisito Cano, y entonces resultará que todo fue “un bien”!

¡Carajo si es difícil la filosofía…!

XVI

Lo más difícil que hay en la vida es ser inteligente. Anoten bien señores que el Congreso colombiano “dio un voto de aplauso” al gobierno izquierdista de Azaña; ahora, al mes, el Congreso está furibundo con este señor porque han asesinado a varios colombianos; la legación española está custodiada, en Bogotá.

Lo más difícil de todo es ser inteligente. Difícil es escribir, manifestar el pensamiento por medio de la escritura con los únicos vocablos apropiados; pero mucho más lo es ejecutar el acto o la inhibición que en cada circunstancia ha de producir el resultado apetecido. Esto último es como jugar billar, pero un billar en que la mesa es la vida y las bolas son las reacciones.

Don Pepe Sierra dividía la inteligencia en “buena” y en “mala”; aquélla era la última que describimos antes, y ésta, la inteligencia para escribir.

Ahora bien, existe otra inteligencia, mucho más escasa que “la buena” de don Pepe Sierra, y es aquélla que poseen los que emiten juicios que duran siquiera un año sin que la vida los refute.

Esta inteligencia la tienen pocos: son los profetas. Por ejemplo, Simón Bolívar emitió juicios para doscientos o trescientos años.

Nosotros estamos muy intranquilos, pues quizá Quico va y resulta “el mejor gobernador de Antioquia” porque haga madurar a Alfonso López para el sepulcro y haga nacer repugnancia por las maneras mulatas.

Por ejemplo: si va y Antioquia vomita por tener en la “instrucción política” a Juan Duque y a los inspectores borrachos y putos que hoy “examinan” a las maestras ¿no será Quico el mejor gobernador de Antioquia…?

La filosofía es arte difícil, sobre todo aquélla que consiste en emitir juicios sobre los acontecimientos sociales. Otro ejemplo: pensábamos aconsejar a López que cambiara a Quico por Arredondo… Y si va y éste transa ¿no se eternizarán los inspectores, así como la blenorragia cuando no se le ataca con un remedio violento?

¡Es muy difícil juzgar! El gobierno debía reglamentar el ejercicio de la filosofía. ¿Cómo le permiten ejercer a Emilio Jaramillo, que juzga con el canal colédoco?

Aquí no se puede vivir; de la abogacía nos hizo retirar el que la ejerciera Gregorio Agudelo, y ahora vamos a tener que abandonar la vida filósofa porque ese Emilio Jaramillo se metió a hacer gestos. Francamente que todo lo prostituyen…

* * *

Definamos qué es para nosotros inteligencia: es la posesión consciente de su individualidad y de los nexos que tiene con el universo. Es la conciencia.

Esta es infinita potencialmente. La vida individual es una limitación de ella. En cada instante estamos sometidos a una causalidad, alindados, y por eso decimos “yo”. El secreto para ser inteligente consiste en libertarse de la individualidad mediante la comprensión. Es una verdad bellísima. ¡Ojo!

Con la idea anterior resulta que un individuo consciente sabe que él hace parte de Quico, que todos somos Quico, que “Quico gobernador” es un producto social; que todos asesinamos al hijo de Pedro Celestino. Esto quiere decir que somos solidarios y que el individuo existe aparentemente. Por eso, Gandhi ayuna cuando hay un homicidio en la India.

¡Cómo es difícil la filosofía! Anoten que mediante ese arte hemos llegado a comprobar que todos somos Quico y asesinos del hijo de Pedro Celestino. ¡Y que tal es la pasión política, que a pesar de esta prueba evidente de que somos solidarios, nos resistimos a aceptar que tengamos la más mínima parte en la fea existencia de Alfonso López! Y, sin embargo, así es: todos los colombianos engendramos a Alfonso López. Dada nuestra vida de borrachos, de godos ladrones, somos causantes de Alfonso López…

— o o o —

Crítica literaria

I

“El bello estilo” de Luisito Cano

Sólo hay un estilo verdadero y consiste en decir lo que uno piensa. Y como sólo hay una palabra propia para cada cosa, resulta que sólo hay un estilo. En él están escritos los libros dignos de lectura.

Hay también otros estilos falsos, entre ellos “el bello estilo” y “el estilo de matones de café”.

Ahora vamos a tratar del “bello estilo”.

El origen de éste fue Cicerón; de él lo tomaron los italianos; de estos pasó a España y de aquí a las Américas, en donde culminó, pues los americanos son híbridos, o sea, falsos. Podemos llamarlo también estilo suramericano.

Cicerón fue un gran autor que, a causa de la oratoria, tenía un gran defecto: la longitud sonora de los periodos. Tan gran artífice de periodos fue Cicerón, que Italia ha vivido imitándolo y, como todo imitador, sólo logra copiar el defecto.

Con su dominio en Italia, los españoles se contagiaron, y poco a poco fueron desapareciendo los ingenios de la Península. Desde Castelar, en España toda la literatura es suramericana.

Pero este estilo, al llegar a Suramérica, cayó como semilla de hongo en boñiga. Efectivamente, hemos comprobado que el suramericano es falso por causas biológicas e históricas. (Véase nuestro libro Los negroides).

La característica esencial de ese estilo es la gran longitud de los periodos, con cláusulas entre comas, a veces más largas que la proposición principal, adjetivos antes y después de cada sustantivo, de modo que no hay ninguna idea, sino un ruido como el de la música africana. Se llaman periodos bimembres, trimembres, quadrimembres, plurimembres.

Es el único estilo que se ha usado en las Américas, y los héroes de él, en Colombia, hoy, son Luisito Cano, en el periodismo, Olaya Herrera, en la oratoria, y los magistrados, en el foro.

Al final del estudio daremos algunos ejemplos tomados de estos “autores” y de otros.

Son de la naturaleza pero no esencial del estilo suramericano, las imágenes tomadas de la mitología, o de la historia. Como ejemplo, lo siguiente de un magistrado de Medellín:

“Nada hay intangible en las Instituciones jurídicas de los pueblos, pues sobre la vida del derecho no impera el manto de Tanit, sino el sello de la humanidad y de la vida”.

Es de su naturaleza el dar muestras de erudición o de virtud: hipocresía. Véase a Eduardo Santos.

Los que escriben en estilo suramericano son falsos: ni hablan ni piensan así. Rodó, que fue gran escritor en estilo suramericano, es “una gloria”. Tales autores son como la gente primitiva, que se visten los domingos y durante la semana están sucios.

De ahí que para escribir se encierren y sufran mucho, pues ejecutan acto contra naturaleza. Por ejemplo, Luisito Cano dizque se encierra durante cuatro horas para escribir un editorial, y Gabriel, su hermano, dizque oye unos berridos y va, creyendo que están capando a un marrano, y… es Luisito que tiene atrancada una cláusula acerca de Olaya Herrera, una cláusula plurimembre.

Lo curioso para el psicólogo es que a estos escritores peinados los castiga la vida: Rodó murió de mugre, en Italia; Luisito Cano babea al interlocutor desde abajo, pues es bajísimo, y los poetas de Medellín y Bogotá tienen mugre, caspa, dientes postizos y eructan groserías sobre las mujeres que pasan por las puertas en donde ellos se paran dizque “a esperar la musa”.

En España, el típico de los escritores peinados es Ortega y Gasset.

Ejemplos tomados de Luisito Gano

Hemos comprado tres Espectadores para tomar los ejemplos de los editoriales que allí escribe Luisito, el hijo que hizo en Sabaneta, fracción de Envigado, don Fidel Cano.

Primer ejemplo:

El abundante raudal de lágrimas con que amargaron ayer el vino de su mesa los anfitriones del fúnebre banquete organizado para celebrar el cincuentenario y la muerte de la constitución del ochenta y seis (86), no será suficiente por sí solo para modificar en ningún sentido la realidad de que ese estatuto continúa rigiendo al país con las modificaciones que éste mismo le ha impuesto en un constante y metódico proceso de adaptación.

Es un párrafo que tiene setenta y dos palabras. ¿Qué dice? La mente más ágil gasta cuatro minutos para “sacar” la idea; dice: la Constitución del 86 ha sido apenas modificada, adaptándola.

Un hombre normal gasta nueve palabras; Luisito gasta setenta y dos. ¿Por qué? Por esas imágenes tan lindas: “El abundante raudal de lágrimas con que amargaron el vino de su mesa los anfitriones del fúnebre banquete”…, etc.

Sabaneta es tierra despaciosa para el amor, y Luisito fue hecho en Sabaneta por don Fidel y no le sacó nada al viejo sino a Mateo Villegas, el más inteligente de la familia.

Segundo ejemplo:

Expedida a raíz de una transformación política profunda, conservó sin embargo muchas de las disposiciones de la carta del 63, que fue el pretexto de la reacción, y no toleró sino con carácter transitorio la subordinación de las garantías ciudadanas a la voluntad irresponsable del poder ejecutivo, dejando expedito desde entonces el camino que siguieron sin dificultad los constituyentes de 1910 y de 1936 para depurarla de sus naturales exageraciones, hasta hacer de ella una auténtica constitución liberal, no intolerable para el criterio ilustrado y sensato del partido conservador.

¡Esto es plurimembre!

Aquí tenemos una cláusula de cien palabras con seis comas, para decir: la Constitución del 86 es evolución de la del 63 y ha sido acomodada a los tiempos.

Pero Luisito es un hongo tirapedos y cree que es muy lindo meter proposiciones incidentales más largas que la principal.

Tercer ejemplo:

El liberalismo sabía que era necesaria la transformación pero necesitaba un director que le indicase precisamente el sentido de ella, concretando las aspiraciones colectivas y dándole forma en realizaciones jurídicas a un gran movimiento que era ante todo un gran sentimiento, en el que se mezclaban toda clase de fermentos vitales, de sanas ambiciones, de programas contradictorios y de ideas que en más de un caso histórico han desfigurado las revoluciones y las han convertido en caóticos episodios de violencia y desorden.

Noventa y una palabras para decir: el liberalismo sabía que era necesaria una transformación, pero necesitaba un hombre que la expresase y ejecutase. Pero Luisito cree que no es bonito sino poniendo colas tales como eso de “gran movimiento que era ante todo un gran sentimiento, en el que se mezclaban toda clase de fermentos vitales”, etc.

Preguntamos al lector: ¿seremos groseros al llamar a esto “bello estilo peído”?

Luisito escribe así: primero: porque en Colombia somos primitivos; segundo: porque la única educación que recibió (valiosa en realidad) fue la lectura de los editoriales de su padre, y quiere imitarlos. Luisito no estuvo siquiera en escuela pública. ¡Admiraos!: hoy es uno de los gerentes de Colombia. ¡También resultó diplomático! ¡Qué patria tan caraja! ¡El heredero del talento de Mateo Villegas, diplomático…!

Ejemplo tomado de la Crónica Judicial de Medellín:

En jugoso memorial, 27 de septiembre próximo pasado, redargüido por el diestro patrono judicial de la parte ejecutada, solicita el doctor Gabriel Botero Díaz, apoderado del ejecutante, reposición y revocatoria del auto del 19 del dicho mes que resolvió la apelación interpuesta por el demandante contra la providencia de primer grado dictada por el señor juez I del Circuito de Medellín, en este reñidísimo juicio de apremio ejecutivo, en el cual las dos partes han librado una justa judicial tozuda y donosa.

Esta cláusula parece que dijera mucho y no dice nada. Los pobres montañeros se deben quedar boquiabiertos con esta literatura en papel sellado, costeado por ellos. Este párrafo, bien examinado, dice únicamente que Gabriel Botero pide revocatoria de un auto, y en sesenta palabras no pudo decir cuál.

Nuestro pueblo se pasa de imbécil. ¿Cómo se tolera que escriban “librando una justa judicial tozuda y donosa”?

Otros ejemplos:

En la misma Crónica Judicial encontramos que los “doctores” Campo Elías Aguirre y Bernardo Ceballos Uribe absuelven a un tal Félix Tabares que desvirgó a la impúber María Dolores Nohavá con un dedo de la mano derecha… Y lo absuelven porque fue con el dedo y no con el pene. Para cometer ese delito, los tales magistrados gastan unas siete mil palabras disputando acerca del dedo y del pene. ¡Son unos fariseos! ¡Sepan, señores magistrados, que hay hombres que son todo pene; hasta el corazón!

De suerte que Colombia está prostituida: por todas partes reina el estilo hipócrita en los escritos y en las intenciones. Los jueces son rábulas ensoberbecidos por los vicios y la ignorancia. Lean la Crónica Judicial y verán que siempre que hay salvamentos de voto, se trata de liberalismo o conservatismo. Uno de los magistrados dice lo siguiente en la “Crónica”, al salvar el voto porque la mayoría liberal de la Sala absuelve a un reo liberal: “De mí sé decir que me siento superior a los dictados del Sectarismo y capacitado para aplicar la ley sin que para nada influyan en mi ánimo las ideas políticas que profesen los que la infrinjan”. ¡Es muy raro!: los magistrados liberales absolvieron al liberal y el magistrado conservador salvó el voto. Desde aquí les gritamos: el tribunal que hay en Antioquia fue nombrado por intrigas políticas; los magistrados son pajes de Pedro Claver Aguirre. Jamás en Antioquia se habían visto las cosas que se leen hoy en la Crónica Judicial. No hay justicia: hay persecución; hay una subconciencia perversa.

Pero sigamos con nuestro “bello estilo”.

En cuanto a ejemplos tomados del “Salvador de la Patria”, o sea, del invertido Olaya Herrera, sentimos profundamente no poseer ningún documento, pues la cocinera, que es olayista, se lleva todo lo que ha dado a luz este grande hombre. Pero sabemos de memoria los cablegramas que se cruzaron en 1934, así:

Eduardo, Lorencita. Lecolombia. París:

Siento verdadera complacencia al comunicarles a ustedes, que son causantes en bello porcentaje de nuestros triunfos, pues El Tiempo es piedra angular patria, que anoche nuestros ejércitos, después de tremenda resistencia por parte enemigo, quien dejó campo sembrado cadáveres insepultos, tomáronse Tarapacá, después intenso bombardeo buques ustedes compraron, y que bandera tricolor tremola sobre la altura. Firmado: Enrique, Teresita.

Enrique, Teresita. Bogotá:

Todo débese únicamente esfuerzos infatigables ustedes, primer varón y primera dama país, pues reconocemos que nosotros nada valemos, apenas somos humildes servidores patria. ¡Hurra! Eduardo. Lorencita.

Estos son estilo y almas peídas.

Cojamos al azar un periódico colombiano. Lean. Se trata de biografía de Sebastián de Belalcázar:

Pero el embrión de su poderío germinó siempre en su alma cuando pensó, al morir Atahualpa, en la posibilidad de conquistar en el fabuloso reino de Quito los grandes tesoros que estaban ocultos según el rumor, que no era más que el verdadero subconsciente de los conquistadores que habían hecho la rapiña en Coque, en la isla Puna, y luego lo habían consumado a todo su sabor y satisfacción con los tesoros robados a Atahualpa en eso que la historia llama el precio del rescate ofrecido por el mismo Inca aprehendido entre las marañas y redes de lo que se llama el derecho de conquista, a la cual agregaban, como jinete sobre chúcaro y piafante caballo, la otra conquista, la invocada por los soldados, conquista del reino de los cielos, bandera de cambiantes que les hizo ver en el aire a San Miguel Arcángel y a Santiago Apóstol protegiendo a los españoles y en agresiva pugna contra los incas.

Esta cláusula tiene ciento cuarenta palabras y hay un premio de cien pesos para el que diga qué quiso expresar el autor. Éste pertenece a las Academias colombianas de la Historia y de la Lengua.

El negocio que mató a España fue este de las Américas. Creó aquí al mestizo y al mulato; así le dio un golpe mortal al idioma y al espíritu ibérico. En todo caso, al leer a Luisito Cano, a los magistrados de los tribunales, a Enrique y Teresita y esta biografía de Belalcázar, se avergüenza uno de ser de por acá.

Cojamos al azar otro periódico colombiano, para persuadirnos de que los frutos de la “instrucción pública” tienen gusanos. Derechas, periódico bogotano; un editorial de Manuel Serrano Blanco; dice:

Se acabó aquél ambiente de humildad artesana, de contextura artística, de noble bucólica, de fabril empeño, de hidalga honradez que fuera la base, razón y fin de la vida ibérica; ante esas virtudes se habían rendido todas las edades y todos los príncipes de mayor alcurnia material y mental; ante ellas discurrieron los guerreros de acerada silueta, los santos de carne magra y espíritu sutil, los sabios de pupila desvelada y los líricos y místicos, que ya cantaron el bello carmín de doña Elvira, ya se solazaron ante los deliquios celestiales o se regodearon en las hazañas del Cid o en las nubes humeantes de cierto caudillo bárbaro y genial.

¡Esto es el colmo! Los colombianos no tienen sino viento.

El estilo

Llamo estilo la manera de manifestarse. Hay estilo para montar a caballo, para comer, para caminar, para escribir.

El verdadero estilo consiste en manifestarse naturalmente.

De suerte que cada hombre debe usar y perfeccionar su estilo, aquél para el cual nació. Todo hombre debe cultivar su jardín.

En Colombia nadie tiene estilo porque desde la colonia se ha enseñado a escribir por modelo; ha habido imitadores de los clásicos, de los románticos, de los modernistas, etc.

El pedagogo ayuda al hombre a encontrarse a sí mismo. En retórica, le enseña a cuidar y embellecer sus maneras propias.

Sócrates no se cansaba de repetir que era dirigido por “su demonio”, con lo cual quería enseñar que cada uno debe atender a su propio espíritu y obedecerle, o no será nadie sino un disfrazado.

Con las ideas anteriores hemos llegado al problema de León de Greiff.

León de Greiff

Uno de los pocos poetas entre los que hoy versifican en Colombia es León de Greiff, pero sólo en los poemas que ha publicado en Bogotá desde que se fue de Medellín en 1931.

En nuestro concepto, sus producciones anteriores valen muy poco. En ellas era el joven amigo de novedades verbales; carecía de “espíritu”.

En Bogotá apareció en él un “demonio” de honda melancolía, rumiador de anhelos fracasados. Sí; la sugestión que tienen algunos poemas suyos publicados en Bogotá, proviene del fracaso rotundo del poeta en sus instintos fundamentales: Primero. Quiso desde niño viajar y no ha viajado sino al puente Bolombolo, sobre el río Cauca, es decir, al solar de la casa, y también a la inmunda Bogotá. Segundo. Quiso ser amado por “mujeres raras y nórdicas” y sólo el aguardiente le daba la ilusión de que ellas son la negra pesetera, sifilítica y alcohólica de Bolombolo. Así llegó a los cuarenta años, comenzó a echar barriga y compuso sus versos en que habla de marineros que se embarcan y parten. León se queja así: “No quedó un mal leño para el viaje”. ¡Bello grito!

En algunos de sus poemas llamados “relatos” tiene intimidad con la conciencia humana. Desde este punto de vista es quizá el primer poeta que aparece por aquí.

Hace poco le enviamos a un amigo francés un libro de versos de un colombiano y nos contestó que era ilegible. Casi lo mismo puede afirmarse de la obra de León anterior a 1930. Respecto de los poemas que ha publicado en El Tiempo y en algunas revistas, en Bogotá, son tan perdurables como puede serlo obra literaria. En ellos hay un espíritu que a todos nos hace guiños.

El León de hoy es simbólico, nos despierta ciertas quejas, nos aviva ciertas heridas que todos llevamos ocultas.

Nos deleita este poeta porque comprueba una tesis que nos ha sido cara: que la verdadera poesía nace del sufrimiento; que “los buenos poemas” son quejas que lanza en nombre de todos un pobre ser barbón y ebrio cuyos anhelos no se realizaron. León amó desde la niñez a la “gloria”, al “amor”, a los “viajes”, a la “singularidad”, y nada de eso tuvo… Ahora va a tener “la gloria”, la cual no es sino mierda, y tendrá también viajes y amores, pero cuando su vientre tiene ya cuatro arrugas de grasa, como cuatro alforjones y cuando el olfato (sentido de la vejez) le impida amar.

(Continuará en el próximo número con Ciro Mendía y otros).

— o o o —

Don Benjamín,
jesuita predicador [IV]

Segunda parte

(Continuación. Véanse Nros. 2, 3 y 4)

Capítulo XX
La vocación. El seminarista Carmelito. Entrenamientos en la sacristía.

Al cumplir dieciocho años, don Benjamín giraba ya sus ojos agudos del mismo modo beato que el padre Luis Javier Muñoz. Ya se entrenaba en los movimientos lentos y solemnes del ceremonial.

Durante las vacaciones del seminario pidió permiso al padre Acosta para encerrarse en la sacristía con el seminarista Carmelito a ejercitarse.

Carmelito era un montañero; en vacaciones iba descalzo y de ruana; pertenecía al grupo de Barrera, y era tímido y bruto.

—Vamos a ver, Carmelito; voy a enseñarle a dar la bendición con la custodia.

Entonces, don Benjamín sacaba de un cajón la gran custodia y de otro sacaba amito, estola, capa pluvial y velo humeral…

—Tome, Carmelito, póngase mis botines, porque así, de alpargatas, hasta profanación es… ¡Póngase el amito! ¡Quítese la ruana!

—¡No, Benjamincito, por Dios! No, Benjamincito, usted primero y después yo…

—Bueno, Carmelito, fíjese bien… Mire cómo me quito el saco, me pongo el amito, el alba, la sobrepelliz… ¡Fíjese bien…! Ahora vienen la casulla y la estola; luego, la capa pluvial… ¡Traiga acá el incensario…! Mire cómo incienso, pausadamente, con la mesura y reposo bellos del rito… ¡Póngame ahora el velo humeral, Carmelito! ¿No ve…? ¡Fíjese bien, Carmelito…! Vea cómo me acerco lentamente…; mire cómo trepo una rodilla sobre la piedra del ara, decorosamente… Observe ahora cómo se bendice: hay que girar el cuerpo reposadamente, así…; los ojos elevados y fijos en la divina Hostia, de izquierda a derecha, oiga bien, de izquierda a derecha, y vea, ¡vea el modo de bendecir! No hay sino un modo, Carmelito; todo, hasta el parpadeo, está previsto… ¡Todo es solemne…! Ahora, Carmelito, vístase usted y hágalo… ¡Póngase mis botines!

Decididamente, don Benjamín nació para príncipe de la Iglesia; es la vocación más completa, más impetuosa; el suyo es el único error que hemos visto en la trama lógica de la vida. ¿Por qué no es prelado? Si algún día Colombia nos vuelve al consulado en Marsella, allá se ordenará don Benjamín y Colombia tendrá su primer cardenal. Pero ¡apuren, que la juventud pasa!

Capítulo XXI
El padre Acosta y los «grandes hombres». El tuerto Napoleón Fonnegra y el general Marín. Don Luciano Fonnegra, profesor de economía, y Esteban Jaramillo.

El padre Acosta no era propiamente de la Marinilla; pero es lo mismo: nació en El Carmen.

Se vanagloriaba de tener amistad con los «grandes hombres»: Marceliano Vélez, Rafael Reyes, Pedro Nel Ospina… Como no había ferrocarril, los «grandes hombres» almorzaban o pernoctaban en su casa y él les daba café con aguardiente.

De Reyes consiguió el puente sobre el río Aburrá; lo hizo el ingeniero José María Villa; está en uno de los lugares más hermosos de la Tierra.

Del general Marceliano Vélez, nuestro paisano, consiguió la libertad del tuerto Napoleón Fonnegra, peor que Barrabás, según decían las viejas sitieñas, pero esto merece capítulo aparte.

El tuerto Napoleón Fonnegra

Estaba preso en las bóvedas de Cartagena y lo iban a fusilar por orden de Aristides Fernández, ministro de guerra. Marceliano Vélez iba como jefe de las fuerzas del Atlántico y pernoctó en la casona cural. Don Fructuoso Hernández y el general Vélez poseían haciendas en Amalfi; pues entre Acosta y don Fructuoso obtuvieron la vida y la libertad del tuerto…

¿Por qué lo iban a fusilar? Porque era tan malo el Coronel (Marín lo hizo coronel) que, una vez, en el Tolima, se topó con la recua de un su hermano conservador, hizo arrojar por un rodadero las cargas de café, fusilar a los arrieros y se llevó las mulas. Porque la última guerra civil, la que llaman «de los tres años», fue para robar mulas, así: en el Tolima, el general liberal era Marín y el conservador era Pompilio; cuando Marín había recogido bastantes mulas, le avisaba a Pompilio; éste «lo atacaba» y «derrotaba» y vendía las mulas, y viceversa; así fue como duró tres años «la guerra por la libertad».

Dicen los viejos sitieños que Napoleón Fonnegra fue el de las maldades de Marín; que éste era muy clemente y muy bruto. En todo caso, al Coronel lo cogieron preso y el resto ya lo saben, pero no saben lo mejor, a saber:

Don Luciano Fonnegra

Lo mejor es que el Coronel era hijo de don Luciano Fonnegra, que usaba capa española y que fue el primer colombiano que dio clases de economía… Sí; daba clases particulares a viejos y a jóvenes… Pero, antes, describámoslo: capa española; usaba de un rapé blancuzco y de él obsequiaba de vez en vez parsimoniosamente; sarmentoso y alto; se paraba en la plaza, el brazo derecho separado del cuerpo y apoyado en un bastón, y miraba, atisbaba, haciendo sombra sobre sus ojos con las manos en forma de alero sobre ellos… ¡Si parece que lo vemos! Español muy blanco y noble, gente blanca que se acabó por aquí…

Era muy cicatero y su pasión era dar clases de economía. Desde Abejorral vino un joven a aprender con él y sucedió lo siguiente:

El joven se llamaba Esteban Jaramillo, muy leído y práctico en economía. Llega la hora de la primera clase; es de noche: entra don Luciano al hotel, a la habitación del joven abejorraleño…; ya va a principiar, cuando… el joven apaga la vela, diciendo: «Empecemos, don Luciano, por apagar la vela, es decir, por economizar…».

Como ven los lectores, ya era un sabio; comenzaba enseñando economía a su maestro… Pero éste no se inmuta; le da la clase en el oscuro, imperturbable, desarrollando estos principios: Primero. Para conseguir dinero son precisos un acto y una inhibición: el acto es coger el dinero, y la inhibición, no gastarlo. Segundo. El dinero se coge de dos maneras, trabajando y robando; la primera es más lenta, etc.

Termina la clase: el Esteban Jaramillo enciende la vela nuevamente, para despedir al viejo, y queda anonadado: contempla a don Luciano sentado en el suelo, a culo limpio, con los calzones caídos en rastra…

—Oiga joven, dice don Luciano, en el oscuro se pueden economizar calzones…

Así fue como don Luciano hizo un sabio de Esteban Jaramillo. ¡Esa sí era gente que sabía! ¡Admírense ahora de que Esteban Jaramillo haya sido ministro de hacienda toda su vida y admírense de que sus maniobras las haya hecho siempre en el oscuro y de que no tenga casa propia, etc.!

Capítulo XXII
Los «blancos». El negro Francisco Rodríguez. Monseñor Cayzedo y el padre Acosta. Jesús María Mejía. Román Gómez.

Ya dijimos que el padre Acosta respetaba mucho a los «nobles»; era un campesino que sentía atávicamente admiración y respeto por ellos. Algún negro hubo en sus lejanos antepasados y de él heredó «el complejo del esclavo».

La comprensión es la que nos liberta; por más que un hombre se afilie al comunismo y al anarquismo; por más que las leyes reconozcan la igualdad entre los hombres, un vil seguirá vil, un esclavo, esclavo y un peón, peón. La libertad nunca viene de afuera; es centrífuga y los únicos medios para adquirirla son las disciplinas.

Lo que sucede hoy en el mundo es catástrofe nacida de que quieren «imponer la justicia», como si ésta no fuera como todo, que está sujeto a las leyes del nacimiento: preñez, gestación y parto.

La anarquía es el ideal del hombre: no necesitar que lo gobiernen; pero ninguna ley expedida por autoridades, ningún gobierno puede hacer justos, es decir, musicales, a los que odian. Únicamente la meditación nos liberta de las trabas.

Los españoles que ahora asesinan a los «curas» son los mismos «curas» que antaño quemaban a los herejes. En los corazones de los españoles ha existido siempre el fanatismo.

La prueba está en que Rusia apenas logró cambiar al zar Nicolás por el dictador Stalin. Mientras haya odio, amor, egoísmo, unos mandarán y otros obedecerán; unos robarán y otros serán robados.

En el mundo visible de hoy sólo vemos un anarquista, o sea, un hombre que no necesita de gobiernos: Gandhi. Debe haber algunos otros, pero los periodistas no los conocen y por eso no publican los retratos.

Por ejemplo, si los conservadores colombianos triunfaran sobre los liberales, tendríamos que a Quico lo reemplazaría Alejandro Ángel, y Laureano, así, hemipléjico, reemplazaría a López; en lugar de asesinar al hijo de Pedro Celestino, asesinarían al hijo del que hoy es policía, etc.

En todo caso, el inocente padre Acosta sentía un respeto místico por «los blancos». Decía al monaguillo:

«Mijo, los que no somos del todo nobles no debemos beber agua en vaso al “algo” (lo que hoy llaman “té”) sino que debemos ir a la poceta».

«Vea, mijo, yo, por lo Acosta, soy mucha gente, pero por lo Quintero no tanto; usted, por lo Fernández, es mucha gente, pero por lo Correa no tanto».

«Al único negro a quien le echo el brazo y me siento honrado es al negro Francisco Rodríguez» (sacerdote de La Ceja).

Efectivamente, este negro era lumbrera del clero. Cuando iba al Sitio, a predicar, lo sentaban y lo rodeaban los tres clérigos, Acosta, Hernández y Múnera, como discípulos… Monopolizaba la palabra; lo interrumpían de vez en cuando con risitas aprobatorias, con preguntas, etc. Los adoctrinaba…

Otra cosa: que solamente al negro Rodríguez y a «los padres» les ayudaba a revestir. Pero tampoco a cualquier jesuita; únicamente a los padres graves, Arjona, Silva, Figueroa, Cáceres, Legarra, etc.

«Sáqueles, mijo, el alba de punto, el ornamento mejor», etc.

Monseñor Cayzedo acabó con este perfecto cura de la Marinilla; acabó con el comentador de Planas; dio golpe mortal a la divina Andrea; terminó con los amores de las yeguas mejores del Aburrá; con toda la vieja clerecía acabó el señor Cayzedo. Veamos cómo le quitó el curato en propiedad:

Envió a Joel Gómez portador de oficio en que lo nombraba cura excusador y con una carta en que le decía al padre Acosta que ya estaba muy viejo y que debía descansar…

Desde que llegó Joel, Acosta no pudo disponer de nada…; pero no murió de tristeza, como aquel otro grande hombre amable y nalgón, Jesús María Mejía, de Envigado, que se murió de melancolía apenas Cayzedo le quitó el curato en propiedad. A Mejía no le valió el amor desinteresado de nuestra vieja prima Susana Arango, que fue para él bastón de hombre anciano: murió flaco y triste; no así Acosta: las Isazas le hicieron un curato en propiedad dentro de sus nobles corazones y murió casi alegre, como lo veremos más adelante.

Román Gómez

El padre Acosta era íntimo y admirador de Román Gómez, así como lo es todo el viejo clero de la Marinilla. Si monseñor Cayzedo y los cachivacheros del parque de Berrío no hubieran hundido a este político, el gran partido conservador tendría aún sus vírgenes, mejores que el sueño, sus empleos de $800.oo, sus mulas y todo el presupuesto.

Los lectores hábiles habrán maliciado que nosotros tenemos un 7% de conservadores. Es verdad, y es a causa de las vírgenes que tenía el partido conservador. Nos chupamos el dedo al recordarlas, al recordar a la sobrina del cura de Aguadas que nos llevó una postrera: eran vírgenes implorantes y temerosas a un mismo tiempo; implorantes, por la salud plena, y temerosas, por el diablo. Es cierto que el partido liberal también posee vírgenes, pero carecen de susto, esencial en el amor perfecto. Las vírgenes liberales son más bien acometedoras… Es cuestión de gustos; a nosotros nos agradan más las virginidades del régimen caído. Por lo demás, somos tan conservadores como liberales; para nosotros lo mismo es Quico gobernador que Jiménez gobernador; pero, en cuanto a muchachas, el partido conservador le da por el culo al liberal. No se enojen, que no las preferimos en virtuosidad sino en agrado. Mejor dicho, y hay que explicarlo mucho porque pueden enojarse, es para eso de la cama para lo que somos godos.

El padre Acosta la iba muy bien con liberales y conservadores; sólo era intransigente en cuanto a Román Gómez. Una vez fue Cayzedo a visitar al cura Joel e invitaron a Acosta al gran almuerzo. Comían y hablaban; comenzaron la conversación política, que nunca falta en reunión eclesiástica desde el emperador Constantino… Cayzedo habló mal de Román Gómez; contradíjole Acosta valerosamente; entonces se expresó así Monseñor:

«Yo he tratado de hundir a este hombrecito por todos los modos posibles: lo he golpeado por aquí, y nada: lo he golpeado por allí, y nada… Es como los muñecos patas de plomo, que siempre caen parados».

Monseñor Cayzedo no sabe por qué. Porque Román fue en su primera juventud negociante de mulas, en Marinilla, Rionegro y Medellín, y la mejor escuela para aprender el arte político colombiano es una cuna en Marinilla, tierra roja y estéril, y la feria de mulas. Un mulero antioqueño gasta veinte kilos más de inteligencia al comprar o vender un malicioso híbrido, que Cicerón al componer una de sus carajadas periódicas.

Capítulo XXIII
Jesús Tobón Quintero, monaguillo. El padre Salomón de J. Correal, envigadeño. Canto a Envigado. Un político apacible.

Tobón Quintero, monaguillo

¿Ignoraban que la cuna de este hombre que ha dado su corazón al mar, a «la carretera al mar», se meció cabe los somníferos carboneros de La Tasajera, alias El Sitio? Allá fue donde aprendió a escribir con estilo sitieño, es decir, semejante al remanso que hay bajo el puente; también es de allí su liberalismo, un liberalismo suave, de seminario…

Porque el otro monaguillo era Tobón Quintero, y ambos querían ser curas.

Juntos sintieron un sobresalto de la vocación cuando fue al Sitio a predicar el padre Salomón Correal, envigadeño.

El padre Salomón, de Envigado

No se ponía bonete, para lucir la calvicie, que era muy elegante, en entradas. Hacían juego con ella el estolón, el roquete de punto y los zapatos con hebillas. Voz melosa, palabra fácil; gran retórico dulzarrón.

Los dos monaguillos se prendaron de Salomón envigadeño y se juraron ser clérigos…

Pero ¿qué hacer, tan pobres?

«Vamos a ver si el padre Salomón nos lleva con él», propuso Tobón Quintero.

Pero ¿dónde hablarle? No se atrevían a hacerlo en la casa cural; resolvieron salir a la entrada del pueblo a esperarlo, el día en que partiera.

Llegó el día anhelado. Venía muy bello, sobre potranca envigadeña, Salomón de J. Correal. Repentinamente le salen al camino dos niños, o sea, don Benjamín y Jesús Tobón Quintero, mitad sagrados y mitad profanos, queremos decir que parecían salteadores, por salir de los matorrales de una zanja, por el apresuramiento y porque agarraron a la yegua por el freno, y mitad sagrados porque se hincaron, juntaron las manos palma contra palma y miraron enamoradamente al padre Salomón…

—¡Reverendo padre…!

—A ver hijitos, ¿qué pasa…?

—Pues nosotros, reverendo padre, que tenemos muchas ganas de ser sacerdotes como usted y no podemos ir al seminario porque somos muy pobres… ¿Nos lleva con usted…?

—¡Oíd, hijitos…! Seguid muy comulgadorcitos, muy sumisos al señor Cura, y esperad un tiempo para ver si la vocación se afirma, pues ésta es, hijos míos, muchas veces, como los aguaceros tropicales… ¿No habéis visto, hijitos, esos aguaceros que caen repentinamente cuando hace sol, una de cuyas gotas moja todo un ladrillo, que parece que se va a inundar la tierra… y nada? Puede que así sea el ímpetu caritativo que tenéis, hijos míos… Así, pues, seguid muy comulgadorcitos, que, si la cosa siguiere, yo volveré por vosotros. Grabad bien estos versos envigadeños:

«Lloviendo y haciendo sol
son las horas del Señor…».

Los monaguillos quedaron muy consolados.

¡Y cuánta razón tuvo este Salomón de Envigado!, pues ahí tenéis, queridos lectores, a don Benjamín, que ya lo prebó, y a Tobón Quintero, que lo prebó también, y que perdió «la gracia» y propugna por la reforma del Concordato: es liberal verraquísimo para «carreteras al mar»…

Al considerar la capacidad intuitiva de este padre Salomón, cantemos a Envigado.

Canto a Envigado

¡Tú, patria nuestra, eres amable y propicia para la intuición! Arrullaste con tus vientecillos palmeños la cuna de Salomón de J. Correal; le diste el fuego santo para las siete palabras al cura Jesús María Mejía, que lloraba al pensar en morirse, en abandonar a nuestra prima Susana y al mono Barrera, y en que no podría volver a Tierra Santa y a Manizales, a recordarte, por allá, llorando… Era llorón, poeta llorón…

¡Envigado, cuna del metafísico y reverendo padre Rafael María Garcés, autor de silogismos misteriosos como tus carrieles; cuna de Cosiaca, el mayor ingenio y el mejor bebedor de aguardiente…!

¿Dó se meció la cuna del rabino José Félix de Restrepo? ¡Pues a orillas de tu arroyuelo La Doctora…! ¿Dónde hicieron al hombre que más escupe, Luisito Cano? Allí también…

¡Tú le diste al doctor Manuelito el amor por los árboles y a Marceliano Vélez una mirada de águila, inútil por cierto…!

¡Envigado, cuna del mejor cantor, o sea, del Mocho, y media cuna nuestra, pues no queremos agraviar a Itagüí…!

Un político apacible

El padre Acosta era político apacible; tanto fue así, que era amigo de los Santamarías y muchas veces fue a celebrar fiestas a la bella finca de estos en los llanos de Niquía. Los curas de la Marinilla son apenas copartidarios del goce, el santo goce sobre la Tierra.

Capítulo XXIV
Amores soberbios de un Hermano Cristiano con la Candelaria. Peligros del sacerdote con las muchachas. De cómo la muchacha lleva en sí a «la culebra». De cómo la mujer no se acuerda.

El Hermano Cristiano

Pero ¿qué hubo de la Candelaria? ¿Cúyos fueron sus ímpetus soberbios que llegaban hasta el cielo como himno a la vida?

Parece que le correspondió quemarse en esa llama santa a un francés (toujours de la chance!), a un Hermano Cristiano oriundo de Tolón.

Resulta que el padre Acosta quería mucho a esta comunidad, a la cual podríamos llamar eclesiásticamente hermafrodita, pues ni son sacerdotes ni «civiles». Los introdujo a Copacabana a dirigir un colegio, y parece que en ese clima suave, pletórico, incitador, muchos de ellos cayeron en el vicio griego a que son tan propincuos en virtud de la situación indefinida que ocupan, mitad sagrada y mitad profana, como el poema ídem que hizo Antonio José Restrepo a petición de un sacristán de Titiribí:

Señor mío Jesucristo,
Dios y hombre verdadero,
tengo más sebo…, etc.

Pero no cayó en tal vicio el hermano portero: cayó en los brazos de la Candelaria, la cual lo enflaqueció de tal modo que se le olvidó la aritmética, los cien mil (100.000) problemas bellísimos de la aritmética de los Hermanos Cristianos, y hubo que enviarlo a Medellín a que recogiera tuétano.

¿No conocen ustedes los problemas tan bellos de la citada aritmética?: «Si un tonel lleno de agua tiene cien metros, y un ratón que está en el fondo comienza a subir a razón de dos centímetros y cuarto ¿en cuánto tiempo se ahoga?»…

Sigamos. En la portería fueron esos amores, y cuentan los viejos que durante dos meses el aire embalsamado de El Sitio se pobló de semillas aladas, de olores deliciosos y de cantos: guamos, carboneros, toches, silgas, mayos, ceibas, balsos, se unieron para celebrar el sacrificio de la potranca mejor del Aburrá.

Peligros del sacerdote con la muchacha

¡Ahí está el tropiezo! ¡Ahí está Satanás! No está en soberbia, ira, gula, etc., pecadillos fáciles de evitar. El diablo está en la muchacha. Vamos a probarlo con ejemplos.

Primero.—Una muchacha Betancur enamoró a un Hermano Cristiano. Se retiró éste de la Comunidad, instado por ella, para cumplir su amor, y… la muchacha ya no quiso…

Segundo.—Al Hermano Jayer le sucedió lo mismo.

Tercero.—El padre Selvanegra, jesuita maestrillo, era profesor de canto en Bucaramanga. Formó un coro polifónico… Allí, él e Isabel se enamoraron locamente… Con mucha dignidad fue donde el Superior y le narró sus cuitas… Se retiró de la Compañía e Isabel ya no lo quiso. Entonces se dejó crecer la barba, despechado…

¡Era el diablo! En estos ejemplos vemos, queridos lectores del clero, que se trata del «enemigo», disfrazado de señorita, pues aparece muy evidente que ellas tientan, urgen, se mueren de las ganas, hasta que os hacen salir de las comunidades, y, luego, ¡no te conozco…!

Siempre la muchacha lleva en sí la culebra. Las leyes de la herencia nos prueban a priori que las muchachas son como su madre Eva, y la historia nos muestra que urgen, se demoran, nos hacen cometer barbaridades y ¡nada! Son ten-ta-do-ras. Buscan la valla; el instinto (la culebra) les hace buscar el mandamiento para infringirlo. Apenas ven una sotana, la atacan, la destruyen, y, cuando aparecen los calzones, se van…

Y lo peor es que no se acuerdan de nada: la mujer olvida todo en amor. Recordamos que fuimos tentados por una; nos enamoró; hicimos diabluras; luego, nos olvidó; la perseguimos, enamorados aún… ¿Y sabéis…? Una vez en que le reclamamos, en que le recordamos las diabluras que nos unían, nos miró sorprendida: no se acordaba…; se creía virgen aún. Todas las mujeres son vírgenes, desde Eva.

(Continuará).

— o o o —

Panorama de la
vida colombiana

I. Pláticas acerca de exámenes particular y general

Hay una innovación; la llaman pláticas acerca de exámenes general y particular. Durante ellas cuentan historias “muy raras”. Oímos la siguiente:

En Alemania, un sacerdote católico escribió en un libro la siguiente proposición: “Lutero está en los infiernos”.

Los protestantes se asustaron. “Esto nos perjudica mucho”, decían. Resolvieron vengarse. Invitaron al sacerdote católico a un banquete. El sacerdote católico fue; lo recibieron muy bien; sentáronse a la mesa y cuál no sería la sorpresa del santo sacerdote al levantar la servilleta y ver en su plato un revólver y una tarjeta que rezaba: “Usted ha dicho que Lutero está en los infiernos; nos prueba eso, o se suicida o lo ultimamos”.

Nuestro “santo” se acongojó; pidió un momento para recogerse; se hincó de rodillas y comenzó a exclamar mentalmente, con infinita fe: ¡La prueba, oh Dios mío! ¡La prueba…! ¡La prueba…!”.

De pronto tocan a la puerta; abren; es Lutero; se dirige a sus amigos y les pregunta: “¿Me reconocéis? ¿Sí? Pues bien, sabed que estoy en los infiernos…”.

Si con estos cuentos es con lo que van a triunfar los conservadores, el triunfo está más lejano e indeseable que un ministerio de la guerra para nosotros.

II. El General, empecinado…

El General está empecinado; no habla sino de la guerra en España, derechas, izquierdas, contagio mental y emotivo. Antes odiaba a la radio; hoy es un técnico en “La Voz de Panamá”, “La Voz de Alemania en castellano”, megaciclos, quilociclos, etc. Si le preguntamos por “los padres”, no adelanta; hasta gozó ayer porque le dijimos que Francisco Franco Bahamonde era un verraco…

III. Un izquierdista

En la Oficina de Registro todos son derechistas, es decir, franquistas, menos uno, Patas de V, que comentaba así el asesinato de los siete seminaristas en Barcelona: “¡Pues hombre, don Fernando, claro que tenían que matarlos, pues entraron a Barcelona gritando que viviera Laureano Gómez!”.

Aquiles

En el Tribunal, el magistrado Aquiles dice: “¡A esto se lo llevó el diablo…! Ni los unos ceden ni los otros tampoco…; y luego, Serrano Blanco que se puso a decir eso de que no teníamos vírgenes…”.

—Pero doctor, eso fue después de que los atacaron…

—¡No, hombre! ¡Eso de decirles putas a las vírgenes es muy grave…! Lo cierto es que a esto se lo va a llevar el diablo; ni los unos ni los otros ceden.

El doctor Libardo

Según nos cuenta el conductor del tren, Libardo es liberal pero burgués. Opina que el gobierno debía prohibir las manifestaciones, pues ellas son para matarse. Dice que si el gobierno permitió la manifestación del ocho de agosto, debió hacerla respetar. Comenta así: “Ese monigote de Quico no sirve”.

Le contamos a Patas de V lo que opina Libardo y dijo:

“¡Ese no es jefe…! ¡Burgueses verracos que lo que quieren es el triunfo de los capitalistas…! Vea, don Fernando, lo que conviene, si no fuera por el lado malo de la cosa, es matanza e incendio”.

El doctor Abundio

Jacinto Salazar, el mejor abogado antioqueño, desdentado hace tiempos a pesar de los progresos odontológicos, díjonos:

—¿Sabe, don Fernando, sabe usted de mis últimas observaciones…? ¿Sabe usted por qué no se ha cortado los bigotes y la barba el doctor Abundio…?

—¿De qué se trata, Jacinto?

—Pues, hombre doctor, ¡de la moza de Abundio…!

—¿De la Ramona? Yo sé que tiene muchas mozas… ¿Se trata, por ventura, de la Ramona, aquélla poderosa, pompeyana, capaz de abastecer a un ejército por el sistema del trique…?

—¡No, don Fernando! Fue que lo cogí ayer con la barrendera y averigüé así por qué no ha querido cortarse los bigotazos…!

—¡Échele, Jacinto!

—Oiga: son las siete o son las doce…; la calle, desierta; sale y atisba…; llámala, a la barrendera carirredonda…; entran…; coloca el biombo de modo de ver y no ser vistos…, y, cuando llegan al punto neurálgico, como dice un magistrado, comienza él a resoplar así: “¡Uuuuff, uuuuff, uuuuff…!” y hala de los bigotazos, y entonces es cuando piensa en los problemas jurídicos, pues es magistrado liberal… Pero vea:

Los agarra (los bigotazos) empuñándolos con las manos hacia dentro y los recorre del centro a la periferia, halando y haciendo ese ruido fiero: “¡Uuuuff, uuuuff!”…

Por eso, termina Jacinto, no ha querido afeitarse los bigotes, a pesar de la moda.

—Bueno, Jacinto, ¿y es que hay mucha corrupción sexual en Medellín?

—Está chota; parecen unos desaforados; el gobierno se ha reducido a eso; los inspectores y juntas técnicas de la instrucción pública acabaron ya con las maestras; colocan en primera categoría a la que se deja “examinar”; la gobernación, el palacio que nos hizo un belga, se convirtió en cateadero de minas de veta. Basta decirle que los bogotanos encuentran ya en Medellín el paraíso de Venus. Por todas partes encuentra usted automóviles oficiales detenidos en los remansos de las carreteras “haciendo liberalismo”. Medellín, con cien mil habitantes, tiene unas quince mil rameras inscritas. El noventa por ciento de la población está sifilítico. Pero eso les gusta mucho: al tratar en el Congreso acerca de certificado prenupcial, un doctor Rico y los demás médicos liberales sostuvieron que la sífilis es un gran bien; que toda genialidad se debe a la sífilis; que Miguel Ángel, Leonardo, etc., fueron hijos del treponema. Sostuvieron que en Colombia lo que hacía falta era sífilis y liberalismo, etc.

—Entonces, Jacinto, Colombia es el infierno…

—Indudablemente, don Fernando. Por donde comenzó la humanidad, por el sexo, por ahí se va a acabar, y Colombia apareció para ello, para ser la cuna del fin. Piense usted, piense que ahora imitaremos lo de “frentes populares”… En Europa no es tan grave eso porque todos son iguales más o menos; pero aquí, en donde hay castas, aquí, la patria de este animal amigo de la sífilis, o sea, la patria del triétnico liberal… ¡Medite usted!

—Dígame, Jacinto, ¿es verdad que los inspectores de la instrucción pública y los de las juntas técnicas son borrachos y pervertidos?

—Entre ellos hay excepciones en cuanto a borrachos y lo otro; en cuanto a sacos de odios políticos, todos lo son. Entre los maestros y maestras todavía hay gente muy digna, pero día por día los van prostituyendo: al que se presenta dignamente, le rebajan el sueldo. Hay maestros de quince años de servicios, padres de familia, dignísimos, a quienes han señalado ahora cuarenta pesos de sueldo. La instrucción pública en Colombia tiene por fin ahora corromper a todos los hombres, fortaleciendo así al liberalismo.

—¿Y por qué serán tan desaforados los colombianos en eso del sexo?

—Pues hombre, porque las tres razas buscan el equilibrio, tienden a formar un tipo, y al acabarse el freno religioso, el miedo al diablo, corren a acostarse, como si la cosa se fuera a acabar.

—¿De suerte que usted cree que esta revolución universal hoy, se manifestará en Suramérica en forma sexual?

—Para mí es evidente. Observe usted que desde hace cinco años lo que más le interesa al “Congreso” es honrar al hijo natural. Rompen las vallas de la familia porque un pueblo carece de estabilidad cuando tiene blancos, negros, indios e híbridos; la institución de la familia es una valla para la mezcla. En el fondo de todo hay una necesidad biológica, pero, como carecemos de gobierno, la sífilis, la blenorragia, Alfonso López y la imitación arrasarán esto antes de que podamos adquirir el equilibrio biológico.

—Muy bien, Jacinto, usted es un biólogo y un sociólogo. Dígame ¿en cuál colegio puede colocar un padre a sus hijos?

—¡No lo hay! Llévelos a la Universidad y se los corrompen; llévelos donde los Hermanos Cristianos y sólo aprenden los cien mil problemas inverosímiles de la aritmética francesa; además, esos Hermanos, que ni son sacerdotes ni civiles, son peligrosos; llévelos donde los jesuitas y resulta que los jesuitas ya no enseñan; consiguieron maestros seculares, godísimos, llenos de odio también. En el seminario no puede estudiar sino el que vaya a ser clérigo, pues la educación clerical no sirve sino para clérigos; los otros salen de allí con modos que no son propios para vida civil: mitad sagrados y mitad profanos.

¿Quiere usted educar a sus hijos como varones? Téngalos en su casa.

—Bien, Jacinto, me ha convencido usted de que la necesidad inmediata del género humano es que Mussolini suelte sus pájaros metálicos hacia Suramérica, la Sodoma de hoy.

Con el coronel Putumayo

Es el coronel a quien Plinio retiró del ejército. Lo llaman Putumayo por su afición a las cocineras.

Lo hallé en un café de Medellín, conspirando.

—¿Qué me cuenta, Coronel?

—Que en Medellín no se puede conspirar porque no sueltan la plata. Mis copartidarios de aquí lo que lamentan es la pérdida del presupuesto nada más. Quieren que hagamos revolución, pero no suministran el dinero. La revolución no estallará hasta que los ofendan en las alcancías.

—Entonces ¿qué hacer?

—Esperar en las parcas. Hay muchos que están maduros para la muerte. En Colombia, el fruto humano se pudre en las ramas del gobierno; parece que aquí no hubiera parcas.

—¿No tiene usted alguna esperanza fuera de ésa, tan mística y tan vaga?

—¡Sí la tengo!: el triunfo de Francisco Franco Bahamonde. La batalla final entre el Duque y Stalin se acerca. Si aquél triunfare, como lo esperamos, el contagio emotivo vendrá y mi espada no quedará virgen.

—¡Esa palabra, Coronel! Ahí está lo que debieron contestar al Serrano Blanco, que sí hay vírgenes, que hay ocho mil espadas vírgenes, virginidades que son ocho mil pecados mortales, dada la corrupción en que vivimos. ¿Para qué es la espada, Coronel? ¿Para tenoriar? Ahí viene Olaya Herrera y verá que se los va a comer a todos ustedes, a los ocho mil cargaespadas; ya se comió a Bónitto…

—¡No friegue, hombre don Fernando! ¿No ve usted que los curas no ayudan? Carean apenas; quieren sacar las castañas con la mano ajena… Yo hasta me estoy volviendo izquierdista…

—¿Entonces usted conspira en el café únicamente y porque le quitaron el sueldo?

—¡Claro! Toda guerra es económica…

Ahí tienen Alfonso López y Plinio Mendoza la psicología de estos militares retirados a quienes tanto temen. Aún no es tiempo; pueden beber tranquilamente; el coronel Putumayo no se “alzará”. Beban tranquilos, que en Colombia los gobernantes no se mueren sino de bobos. Aquí sólo matan en las montoneras, cuando la policía dispara al aire. Del “palacio de la carrera” salen siempre los expresidentes con sonrisa de mujeres paridas. Nunca han matado a un bobo. Este es un país “muy civilista,” educado por Eduardo Lorencita.

Encuesta con el doctor Cepillo

Cepillo es cónyuge de “los buenos principios”. Habla en voz confidencial y sus ojillos se mueven como los de animal temeroso. Es un “nuevo gordo”, con lo cual significamos que nació para flaco pero que se engordó. Trágico es esto, pues la grasa ignora en él las leyes de la colocación: a un gordo per se la grasa se le coloca en las nalgas y mamilas, mientras que a Cepillo le ha formado dos arrugas en el occipucio. Tan hipócrita es que tiene un empleo de mil pesos: es uno de esos godos que hacen todo debajo de la cobija.

—Bueno, doctor Cepillo ¿qué opina usted de todos los acontecimientos?

—Pues, gracias a Dios, ahí vamos… ¡Pero sí que estuvo grave eso de los juegos olímpicos en Alemania…! ¡Ni una medalla…! Yo creía que Teresita y Jonás entrarían en las eliminatorias de la felicidad conyugal… El gobierno gastó mucho para enviar a los negros costeños y a un italiano…; afortunadamente, el Italiano nos salvó de la vergüenza: en la prueba de brincar quedó último…; los suramericanos, muy mal… Los mejores fueron de Italia y Alemania, e indudablemente es porque tienen ideal; tienen conductores a quienes ofrecer sus triunfos. La juventud necesita símbolos… ¡Piense usted en un colombiano, ecuatoriano o peruano que hubiera obtenido una medalla y que recibiera felicitación de Alfonso López, Federico Páez u Óscar Benavides! Alfonso López se rodeó de borrachos y de maricas; sus siete u ocho ministros (ignoro el número) son jóvenes crapulosos, conocidos en el país sólo a causa de la radio, así como el purgante Higueronia… Venga, pongamos la radio y oirá:

“¡Un minuto de atención para una cosa que interesa a su salud! ¡El 90% de los colombianos sufre anemia tropical y guayabos! Después de beber whisky, tome una pastilla de Quitadol y quedará como nuevo. Quitadol se presenta en forma de pastillas azucaradas que no se pegan a la garganta. ¡Las siete en punto, hora Higueronia! —¡En el Congreso!; pasó en primer debate un proyecto sobre defensa del idioma; otro, que honra la memoria de Julio Buche”, etc.

—Carajo, doctor Cepillo ¿qué hacer?

—No sé… Por ahí dicen que Óscar Benavides, Federico Páez y Alfonso López dizque están maduros para el fúnebre banquete… ¡Pueda ser que tomando los purgantes que anuncian ahora, aparezca uno que sacuda el árbol, porque están maduritos…!

Envigado, agosto 19 de 1936.

— o o o —

Panorama de la
vida en el exterior

I. Los pájaros del Conductor

Llegó la hora definitiva. El orden vencerá. ¡Gloria a Mussolini! ¡Cuán dudosos y contradictorios aparecen al lado del Conductor los gabinetes y parlamentos! El Duce es realista: ayer, 18 de agosto, luego de ordenar que sus pájaros metálicos estuvieran listos en Nápoles, fue a trabajar durante una hora en un campo de trigo. El nuevo Atila, mucho más soberbio que Atila, el hombre que no bebe, ni fuma ni putea, no dejará ancianos, mujeres ni infantes en el gran lupanar.

Parece que será una necesidad cruel, para conservar cosas mejores, la destrucción de París, centro hoy de los gobiernos de la canalla. Esos franceses tan carnales, tan cicateros, tan caseros, tan egoístas, están ya demasiado cargantes.

¡Llegó el momento! ¡Suelta, oh Conductor, tus pájaros metálicos, preñados de hermosos huevos, porque llegó el día de raer!

Dos pueblos, Italia y Alemania, que tienen una mística, que tienen juventudes educadas en la sugestión del sacrificio y la gloria; ante ellos ¿cuántas horas resistirán un pueblo, hoy egoísta y sin ideal, como Francia, y un pueblo de ladrones honorables, como Inglaterra?

León Blum estaba muy bien para dar conferencias a las señoras, pero no para mandar en 1936. Sir Anthony Eden sabe apenas de corbatas y de amor a una paz de saciados.

La hora llegó en España. Nadie puede detener ya al destino. Si el Conductor retrocede, perecerá.

¡Suelta ya tus pájaros, que la hora ha llegado! No importa que sea contra Francia. El destino lo exige. ¡Suéltalos o pereces!

En cuanto a los paisitos de Suramérica, aún tienen algún tiempo para sus oscuros editoriales; luego desaparecerán; Luisito Cano morirá en la creencia de que sabía escribir: es la suerte de los bobos.

II. Nuestra revolución

En estos días en que la humanidad hierve en Europa y Asia, produciendo mitos y hombres enérgicos (caracteres), Suramérica es lo que siempre ha sido: burócratas aperezados, militares sin vitalidad, clero avariento y hasta hereje. Todo el continente se compone de la plebe más baja del mundo.

No existe un solo colombiano, por ejemplo, que no crea que a la Virgen se le cambia el gordo de la lotería por una vela de sebo; las señoras que aquí llaman virtuosas están dedicadas a contratos leoninos con la Virgen: le proponen permutar la salud del marido sifilítico por un plátano verde entregado a un pordiosero. Examinamos a varios de los representantes al congreso sindicalista que se reunió en Medellín hace poco y encontramos en todos ellos el odio como móvil; todo el que no tiene casa es ruso; primero encendieron velas de sebo a la Virgen, para eso del gordo de la lotería, y, como no les salió, hablan de violencia.

No hay un solo colombiano que viva en el plano anarquista. Todos necesitan del cura o de Mussolini. Y como cada pueblo tiene un dictador a su alcance, en Colombia tendremos a Olaya Herrera.

¡Qué países estos! El jefe derechista, el gran conspirador, general Amadeo Rodríguez, está escondido debajo de algunas enaguas o de una sotana.

III. El campo de batalla

Mussolini es frío e inteligente; para él la guerra es un medio; la crueldad, un medio. Posee a su pueblo; ha formado a su juventud, creándole complejos, científicamente. Es el único hombre “providencial”, o, en otros términos, “azote divino”. Las condiciones esenciales del “azote divino” son las siguientes:

Una finalidad neta.

Sentirse llamado (vocación).

Sacrificarlo todo al triunfo.

El único hombre que reúne hoy estas condiciones es Mussolini, quizá en grado mayor que Atila, Napoleón y Alejandro. Les gana en frialdad a los dos últimos. El pueblo de Atila era desordenado. Además, Mussolini representa la filosofía nietzscheana en acción; tiene a su servicio, y lo utiliza admirablemente, todo el conocimiento moderno de las reacciones humanas. De ahí que haya gastado doce años en educar a su pueblo para “su obra”.

Francia va al acaso; sus hombres de gobierno son aficionados a varias cosas; libros, música, oratoria… Francia carece de unidad sentimental.

Alemania, organizada con los sistemas de Mussolini, forma un ejército invencible en su marcha, así como la lava de un volcán.

¿Inglaterra? Ni un solo hombre distinguido se ve por allá; quiere comprar la paz, como los emperadores de Bizancio.

Creemos que muy pronto, en estos diez meses venideros, veremos algo más interesante que Napoleón, Alarico o Atila.

¡Pero no aquí, en Colombia! Aquí sólo le veremos las mamilas al pajecito del Conductor, al eunuco Olaya Herrera.

Envigado, agosto 21 de 1936.

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¡Olé!

¡Olé! Tú la chicuela de los ojos bellidos,
hoyuelos picaruelos y pelo a la garzón,
la de las finas manos y de los pies garridos
que bajo de tus briches aprietas tu bridón.

Tú la de blancos dientes, pequeños y pulidos
que ágil como una ardilla bailas el charleston,
o bates la raqueta, niña de los teñidos
labios, mejillas y ojos con tintas del Opón.

¡Olé! ¡Olé! Chicuela, la de los grandes ojos,
de las ojeras cárdenas y de los labios rojos,
no hay quién corra parejas con tu gracia y tu sal.

Celosas y envidiosas están de ti las chicas
y, agudicas debajo de tu brial, tus teticas
parece que quisieran horadar tu brial.

Juan Julio de Ludueña

Fernando González

Fuente:

Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, marzo de 1997. Introducción por Alberto Aguirre.

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Revista Antioquia - (1936 - 1945)

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Ultima revisión en abril 2 de 2014