Revista Antioquia

Fernando González

1936 – 1945

Antioquia 11 / 1939

Pregón del contenido
Notas del editor

De nuevo Antioquia, la revista de Fernando González, en manos de sus antiguos lectores, fieles amigos y enemigos del gran humorista, que ansiosamente buscan cada novedad del maestro antioqueño. Para comodidad de ellos, anunciaré siempre aquí el contenido de cada número.

Linderos

«El que no obedece a sus linderos, se frustra y su vida es como entre paréntesis», me dijo F. G. al sentarse a la máquina para escribir este admirable ensayo filosófico.

Después de prolongado silencio editorial, F. G. lanza un manifiesto a sus lectores. Quiere que ellos conozcan el estado de su alma al iniciar esta segunda etapa de Antioquia, expresando a qué lo determina su personalidad; ha querido reconocer y acatar voluntariamente su vocación, a saber: «amar la verdad o desnudez».

Hablando de «Linderos», F. G. me dijo: «Cada ser está limitado en su manifestación; puede realizar aquellas cosas que le son posibles dadas su forma orgánica, la especie a que pertenece, etc., y nada más. Todo ser que acate la determinación que le dio la vida al nacer, cumple su destino».

F. G. sostiene en «Linderos» que la cultura es método para desnudarse de accesorios hasta llegar a encontrarse a sí mismo. Hallamos en este ensayo interrogantes que son latigazos, como este: «¿Qué hay en Colombia culturalmente? Ni un solo instituto, ni una sola publicación que tenga la cultura como fin. En nuestras universidades los nombramientos de directores y profesores se hacen por intrigas políticas».

Panoramas

Es una sección fija de la revista, dividida en dos parcelas: la nacional y la internacional.

F. G. es enemigo de Eduardo Santos y así lo ha hecho patente en libros y periódicos. En el «Panorama de la vida nacional» F. G. afirma que «es admirable el hecho de ver a nuestros enemigos, los seres que creíamos más distanciados de nosotros, trabajen bien. No es gracia hallar lo bueno en los amigos»…, etc.

Y con este espíritu F. G. hace un análisis del mensaje presidencial del 20 de julio de 1939 al Congreso de la República.

El «Panorama de la vida internacional» es un denso artículo de polémica religiosa, escrito, según F. G.: «con la plena libertad que nos da Cristo».

F. G., que se confiesa católico, habla de la situación actual de su Iglesia, en el tinglado europeo. Este ensayo del filósofo y humorista católico despertará los más variados comentarios y creará encendidas polémicas.

Aguafuertes

En los dos artículos anteriores los lectores se toparon nuevamente con la paradoja gonzaliana que el gran humorista ratifica confesándose como «anarquista cristiano» y «conservador de izquierda»…

En cambio, en esta otra sección, los antiguos lectores del genial escritor hallarán una nueva modalidad literaria en la trayectoria ascendente del maestro.

Hablando de sus «aguafuertes», F. G. me dijo: «Pretender rivalizar con los genios honra al pretendiente, pues lo primero es hacer cosas buenas y lo segundo saber apreciarlas». En efecto, sus «aguafuertes» son esfuerzos para imitar a Goya, realizando cuadros, con palabras tal como el maestro español los produjera con líneas y mediastintas.

Podríamos llamar a esta modalidad literaria de F. G., «cirugía con anestesia». Son cuadros de costumbres, vigorosamente esbozados por el gran humorista antioqueño.

En el aguafuerte «Cía. Antioqueña del Parque», F. G. irrespeta, se burla, pero no hiere. Pinta sencillamente rincones desconocidos para el gran público y también para los que habitan en ellos.

Pinta… Y es que F. G. ha sostenido siempre que uno de los fines para que los hombres nacen, viven y se reproducen, es para que los artistas los pinten.

En efecto, F. G. dice que «nacemos para beber café por la mañana, con cigarrillo Pielroja, y para que los artistas nos pinten; y en estos dos actos se realiza el deber de amar a Dios sobre todas las cosas».

En el segundo aguafuerte, «La Muchacha», de una pincelada, F. G. logra bellamente el cuadro de una tragedia sexual que todos habremos de vivir en determinada época.

Es la visión admirable del instante en que el hombre principia a padecer, cuando un incidente callejero le hace realizar que envejece…

Pequeña biografía

En este ensayo F. G. me dijo que deseaba, en primer lugar, hacer tentativa de lo que debe ser la Historia, ahora cuando el desarrollo de la biología y la psicología hacen imposible aquel concepto de que la historia es la narración de los hechos de generales y reyes. Según él, la historia verdadera es la descripción genética de las sociedades, de cuyo conjunto resultará la del universo humano.

Ahondando en este concepto, me dijo que la descripción de don Tomasito y del comisionista Morgan, de Medellín, era tan importante para la historia humana como la biografía de Julio César; y agregó que Lorita, a quien, entre paréntesis, considera como al primer poeta de por aquí, definió esto de que tratamos cuando dijo: «El universo también está en mi patria».

«Aprendan los pseudo-nacionalistas a tener orgullo humano; aprendan de José Ignacio Lora V., quien al describir el valle del Aburrá definió magistralmente lo que es nacionalismo: “El universo también está en mi patria”», agregó F. G.

De esta verdad tan grande y consoladora deduce el maestro que sus temas, don Polidoro, Elías, la Feria de Ganado, Aniceto, etc., son como los de Homero: Aquiles, Néstor, Helena. La diferencia está en la bondad del artista; pero los temas tienen todos la misma alma divina: «El artista bueno es un dios creador».

La primavera

Tuvo como segundo fin al escribir esa pequeña historia, mostrar el secreto del gran arte, a saber: consonar el tema con el estilo; hacer jugar la escritura, la música, arquitectura y pintura en armonía. «He bregado, me dijo F. G., por enseñar aquí que cada tema tiene una música y un dejo propios que se materializan en el estilo».

Como cuarto fin, y el que considera más importante, F. G. desea expresar lo que más ama de un modo ligero, porque «lo que pesa no es amable». Lo que más ama es la república de Antioquia y quiere mostrar cómo son prometedoras sus gentes, pero mostrarlo en estilo de bailarín. «Las cosas serias, dilas con alas de paloma, es el primer deber estético», agregó Fernando González.

Me dijo F. G. a propósito de este estudio anatómico de los gatos, las señoritas y sus propios instintos, que había querido imitar los métodos de los naturalistas, aplicándolos al arte literario.

Se nota aquí principalmente el juego musical del estilo, de las palabras y la malicia nostálgica con el tema: «El secreto del estilo literario, y también de las otras artes, está en la música».

Me explicó F. G. que su único orgullo después del general de ser tan hijo de Dios como el Papa y el rector de los jesuitas, era el de ser el primero que en Suramérica había nacido con la conciencia de la música cósmica; que él sabía la música de sus temas.

Sostiene F. G. que en La Primavera dice cosas trascendentales y que no lo parecen.

La Primavera la escribió, pues, para dentro de algún tiempo, para cuando «mi sombra no oculte mis pensamientos» (Pensamientos de un viejo).

«Vamos a ver quién sabe leer, que no se lee en el mismo tono, y en el mismo lugar y en las mismas circunstancias un escrito colombiano y La Primavera…», me dijo F. G.

Y agregó que había querido dedicar ese libro a Leonardo, pero que ya había sido demasiado con lo de Goya.

Se trata en esta novela, del autor, de una gata, de la primavera y de unas señoritas; nadie se casa ni se muere.

Es la segunda parte de El remordimiento.

* * *

He aquí un pequeño boceto del contenido de Antioquia, la revista de Fernando González que para solaz de amigos y bilis de enemigos ha querido seguir publicando regularmente el genial humorista de la montaña.

Alfonso Esse Hernández

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Linderos

No decir nunca una mentira continuará siendo lema de estas publicaciones; entiéndase por mentira lo que no vive en el autor. Por ejemplo, si en su conciencia algo aparece como negro y dice que es moreno, miente.

Estas publicaciones tienen pues la finalidad de manifestarnos; serán objetivaciones. Por ejemplo, los anuncios, que en esta nueva etapa se van a publicar, no influirán para nada en lo que se escribiere aquí; no somos comerciantes. Tampoco influirán deseo de fama, alabanza o censura; el arte no es otra cosa que manifestación de la conciencia; es divino. Quien escribe para conseguir dinero, se llama comerciante; si honores, político; si para convencer, sofista; si para propagar doctrina u otra cosa, propagandista, etc. Quien escribe por exigencia de su espíritu, para manifestarse, así como pare el animal, es artista, vive divinamente. Dios se manifiesta en todo; la actividad divina es la manifestación: Deus sive natura.

En Colombia no alcanzamos a ver manifestación; el arte no existe por aquí. Los unos, como Baldomero Sanín Cano, escriben en periódicos políticos para congraciarse con el poder; su fin es la manutención o la comodidad; los otros, como López de Mesa, por vanidad femenina; parecen mujeres pintadas.

Cáigase el mundo social sobre mí, pero me manifiesto: en esta frase podemos resumir el estado de conciencia que caracteriza al artista y que anhelamos para Antioquia.

Se compondrán estas publicaciones de descripciones de la vida colombiana (aguafuertes, en recuerdo de Goya), de ensayos, notas y de ninguna ira, porque el que razona ni llora ni ríe; en fin, aquí encontrarán todo lo que vive un cuarentón aferrado a la libertad que le da Cristo en su cruz.

Sólo la verdad reina dentro del hombre; ninguno tiene imperio sobre otro sino en virtud del miedo. Somos pues anarquistas sumisos a la conciencia únicamente.

Ésta nos dice que podemos beneficiar a los jóvenes, mostrándoles el camino de la libertad, ahora cuando el mundo se somete a dictaduras, azotes del espíritu, como Mussolini, Hitler, Stalin y Franco. En tal sentido, esta revista será de acción.

Del libertinaje, abuso de la falta de disciplina interior, nace la tiranía; el camino es Cristo, es decir, el orgullo que tiene origen en la conciencia de la divinidad.

El fin exterior de estas publicaciones es bregar por mostrarle vivamente a la juventud que la cultura consiste en la adquisición de la inocencia, en desnudarse. Adán y Eva se vistieron apenas pecaron; la humanidad camina penosamente desde entonces a la reconquista de la inocencia. El nudismo corporal, aberración que algunos quieren implantar, es recuerdo confuso de la vida paradisiaca. El cielo o culminación vital consiste en la plenitud del acto que somos. La vergüenza es consecuencia del pecado y la literatura suramericana es vergonzosa.

Como se trata de un programa cultural, diremos en qué consiste la cultura:

En no temer;
En no avergonzarse;
En someterse a la Ley.

Quien llegó a esta meta, es inocente, anarquista, porque vive en la verdad, y no muere.

El camino para llegar es el ejercicio; ejercitarse en la verdad. Las instituciones donde se practica esto socialmente, se llaman escuelas o universidades.

Las universidades y escuelas en Colombia no lo son sino de nombre, pues no hay ejercicios, no se practica sino que se aprenden lecciones aprisa. Los jóvenes van sólo por certificados para empleos públicos; los maestros, a ganar el sueldo.

Las manifestaciones todas de una sociedad son índices del estado de sus escuelas. Por ejemplo, en Bogotá, si una persona sale para Europa a pasear, dicen: «Salió a visitar los centros culturales del exterior». Dicen: «… guarda cama por quebrantos de salud», en lugar de está enfermo, etc.

Las maneras de expresión indican la conciencia de los pueblos.

De arte literario, entendiendo por ello manifestación inmediata del autor, causada por plenitud, sin finalidades aparentes, no tenemos en la actualidad sino algunas poesías de León de Greiff.

Elementales son las siguientes distinciones: los que escriben en periódicos, todos los que hoy llaman «escritores» en Colombia, como Sanín Cano, López de Mesa, Germán Arciniegas, son en verdad periodistas y su fin es ganar dinero y honores políticos; nada tienen que ver con la cultura. Los que se emborrachan para hacer versos, son borrachos y no poetas; confunden los vicios que han tenido algunos grandes hombres con la poesía.

¿Qué hay en Colombia, culturalmente? Ni un solo instituto, ni una sola publicación que tengan la cultura como fin. En nuestras universidades los nombramientos de directores y profesores se hacen por intrigas políticas.

La Universidad Católica Bolivariana es reacción contra los colegios liberales.

Los seminarios, sobre todo el de Medellín, tienen por objeto formar sacerdotes y no sirven para seglares; los que allí estudian salen con cierta especial deficiencia sexual, cierto modo femenino de tratar a los hombres.

El único lugar en Colombia en donde nuestra juventud recibe disciplinas varoniles, con grandes deficiencias, eso sí, es en los colegios de jesuitas. El jesuita es varonil, realista, posee el orgullo cristiano y practica plenamente el celibato. Las deficiencias jesuíticas proceden de Roma, no de Ignacio ni de España. Todos hemos observado que el jesuita es generalmente varonil y de continente digno: desprecia enfermedades y muerte; enferma y muere en silencio. Al dulzarrón y manoseador, generalmente lo expulsan. Tienen grandes defectos, pero que proceden de Roma y no de Cristo. San Ignacio, duro y varonil, no tuvo un ápice de la falsedad romana.

Así pues, en Colombia apenas si en los colegios de jesuitas hay algo de cultura.

Esta revista es jesuita, es decir, cristiana, pero nada tiene que ver con la política de Roma, aliada del fascismo.

Somos libres, queremos decir, sujetos a la ley; la política humana del papado, del Papa instigador de las conquistas de Etiopía, Albania y España, es de cobarde nacionalismo. El Papa no representa a Cristo sino en cuanto sea cristiano; en cuanto vaya tras Mussolini, se parece a Franco.

No decir una mentira aunque nuestra vida se acorte.

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Aguafuertes

Cía. Antioqueña del Parque

En aquella asamblea de accionistas el centro era don Tilín; aunque no estaba allí, era el centro del cuadro; no estaba físicamente, pero iba a renunciar a la presidencia e iban a nombrar a Curruquete…

¡Don Tilín…! Entre el montón de hombres gordos y de enflaquecidos por el desaforamiento topamos con don Gabriel y nos dijo:

—Sí; Tilín renuncia; allá está abajo, muy triste; se le salen las lágrimas; no pudimos que no renunciara…, pero ya le inventamos un puesto honorífico para que no nos abandone…

Don Gabriel es un enflaquecido, ulcerado duodenal, uno a la carrera, a la carrera, como si el dinero se fuera a acabar en el Parque de Berrío. Pero el centro, ya lo dijimos, era don Tilín. No lo veíamos…

¿Cómo es? Es de un pelo castaño muerto, liso y escaso en cabecita puntuda; es menudo al parecer, pero sus ropas son de gordo y todo él silencioso; ama ocultarse; su oficina es en un rincón y nadie sabe nada de él con seguridad. Se hace el muerto; su pelo es de muerto, y su juego parece de muerto, y camina como muerto, y es el que más ha resucitado, siete veces ha resucitado y sido dueño de la finca, y en esa reunión de accionistas renunciaba a cuatro mil pesos mensuales, con aguinaldo de cuatro mil pesos, pues sólo vive el que parece muerto.

Curruquete se movía entre ese montón desaforado, dejándose saludar, pues apenas tiene treinta años y ya va a ganar cuatro mil pesos y, si se le entrare una nigua, irá a Rochester.

¿Cómo es eso? ¿Cómo es el secreto de su éxito? Dicen que es porque tiene tres, pero un soldado del general Miaja alegó que tenía tres, para librarse de la guerra, y Miaja lo mandó al médico, y el soldado puso el racimo en la mesa, y el médico examinó y

—Chico, ¡aquí no hay sino dos…!

—Pero… ¿verdá, doctor, que parecen tres…?

Lo único que veíamos del nuevo presidente eran las nalgas, altas, y parecían, efectivamente, que fueran tres.

Lo demás era borroso, era el fondo del cuadro: gordos deformados y otros enflaquecidos por el ansia, que giraban en torno de don Tilín, que no estaba allí, y de Curruquete, que parecía que fueran tres.

¡Gente verraca…! Al salir, vimos a uno, venido de Bogotá, pero manizaleño, don Rafael, parado al pie del ascensor y la gente corría a saludarlo: estaba de pies, las piernas separadas, firme, coloradote, cuadrado y bolsón, y dizque viene en los febreros a llevarse doscientos mil pesos de dividendos y que no tiene sino hijas que son madres en el… Sacre Coeur… ¡Gente verraca!

Al salir, Arango Vélez nos dijo: Efectivamente, aquí parece que tuvieran tres, pero en el fondo no tienen sino una.

* * *

Había en el estrado en donde se movía Curruquete un montón de hojas anuncios, que iban cogiendo ansiosamente los accionistas, apenas acabó la asamblea. Fuimos por una y decía:

¡Caballeros…!

«En la Casa de Ejercicios de San Vicente, del próximo martes 11 del presente mes al domingo 16, se tendrá una tanda de ejercicios espirituales para caballeros, por el sistema nocturno.

Para informes dirigirse a la Sombrerería París de don Enrique R. Restrepo y Cía., teléfono N° 1-4-2.

Revista Antioquia

¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si al fin pierde su alma?».

¡Gente verraca: ganan por punta y punta como en la Lotería Manizales!

¡Han hecho del Cielo una Nacional del Carare: mangada en El Poblado y mangada en el cielo!

Mediten en la redacción: «tanda de ejercicios para caballeros», es de campesino astuto; «por el sistema nocturno» es de gerente de Carare. La cita de Kempis es de infinita maldad astuta; se puede traducir así: vengan, señores accionistas, a restituir por nuestro conducto parte de lo que han cogido y… tendrán mangada en el paraíso. ¿Y eso de avisar la sombrerería a un mismo tiempo que el cielo…?

¡Gente marrana, que sí tiene tres, pero que se las van a quemar en el infierno con petróleo de Carare!

La muchacha

Al salir de la asamblea de accionistas, envejecidos de pensar en dividendos, una muchacha, llenísima, en ese punto en que la vida fisiológica culmina, labios gruesos, rojos, prognatas y todo el cuerpo tendiente, pasó por la otra acera y dijo a su amiga, luego de morder un banano a medio pelar y mirándonos maliciosamente:

¡Ganas les doy, plátano, no!

¿De qué sirven las ganas juguetonas sin el plátano, la vaina sin la espada? Toda esa gente de la presidencia y de los dividendos se va yendo para Rochester y la muchacha

¡Ganas les da, pero plátano no…!

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Pequeña biografía de la república
de Antioquia para los niños

Nos ganaron en la votación porque había muchos marranos del Parque de Berrío y un señor llamado Manuel María…; además, un español, Perea, exclamó: «¡Esta gente es muy honrada…!».

—Honrada será tu agüela.

Entonces oímos una voz que nos ordenaba abandonar el petróleo y pintarlos, darles la eternidad efímera del arte.

(Tomado de la narración de la asamblea general de accionistas de la Sociedad Nal. del Carare.)

* * *

Se trata del juicio de apeo o deslinde de la habilidad comercial y la estafa; y es tan difícil, que va a tener que venir El Putas a fallarlo.

I. Don Polidoro

En los tiempos de Polidoro comenzó la industria antioqueña.

Acabamos de ver a don Polo retratado en la revista Estampa de Bogotá: de pies, recostado a enorme escritorio financista, una pierna sobre una silla y debajo tiene la pendejada, es decir, una leyenda salida de su boca, que reza:

«Hay que moralizar el comercio».

II. La gente de Medellín

¡Gente verraca la de Medellín! Cómo no, si es que don Polidoro ¡dizque está de presidente de la Asamblea de Negocios de la Capital!

En los tiempos de Polidoro comenzó la industria antioqueña y principió a levantarse el comisionista Triquitraque…

El comisionista de Medellín es de teléfono mugroso, si es para valores industriales y dólares negros, y de pies olorosos, por el mucho caminar, si es para fincas raíces. Ambos son cafeómanos.

III. Retrato de Polidoro

Polidoro es redondo y compuesto todo él de cosas redondas: redondo es el vientrecito, que siempre va adelante, como llamándolo; lo hala el vientre; redondas son las piernas, y la cabecita es redonda y como algo asustada, y sus ojos son redondos, cubiertos ya por vidrios grandes y circulares y el conjunto es redondo: hagamos de cuenta que es un vientre con patas y cabeza y que por debajo tiene la pendejada, que es como una casa de corozos debajo del vientre:

«Hay que moralizar el comercio».

IV. Don Elías

En esos tiempos de Polidoro, el as de los comisionistas de teléfono, el astutísimo, no era Triquitraque sino don Elías y, sin embargo, don Polo disparó su tiro, queremos decir que le ganó, así como la Pilarica le da por detrás a San José de la Montaña para hacer milagros. Oigan:

Triquitraque (niño aún) —Le vendo, don Polo, mil acciones de la compañía de tejidos del Camellón…

Don Polo —Hombre, yo no te las compro sino que te las vendo. Escucha: vas donde Elías y le dices: tengo mil acciones de Camellón para la venta, a plazo; don Polo, el gerente, quiere comprar quinientas de ellas…

Hízolo así Triquitraque, y Elías, viendo que el Gerente estaba comprando, las compró, pero… a los quince días se fue para la capital a la bolsa de la capital.

Algunos historiadores sostienen que el gerente era don Elías, y don Polo, el comisionista, pero da lo mismo. Ambos se acusan en el caso que hemos narrado y tampoco se ha podido averiguar de quién sea la razón…

V. La psicología antioqueña

Ahora, por ejemplo, nos contó Roberto que acababa de llegar de Bogotá; que allá es rector de la Escuela Nacional de Comercio y que vino con unos discípulos…

—¿Y qué enseñas tú…?

—Hombre, una materia muy interesante: la psicología de los negocios…

—¡Aquí no te resulta eso, la psicología, hombre Roberto…! Don Polo, Elías, Triquitraque y Tomasito… pues ve y cómprales acciones de Carare o Coltejer, ¡con tu psicología…! ¡Te friegan en un santiamén…! Envía al primero de tu clase, que ya me lo figuro rosadito y pendejo, alma bogotana, envíalo a la Feria de Ganado de Medellín a que compre una «vaca adelantada», o un «atado» o un «marrano en pie», aplicando tu psicología, y verás que allí le roban el hueco del culo, que es lo único que posee el bogotano.

VI. La Feria

¡Gente verraca esta de Medellín! Nosotros fuimos… Nosotros fuimos a la Feria de Ganado a comparar tres vacas…

En el corral de las paridas, que es el primer curso, se nos acercó don Aniceto: ¿Esa…? Esa, dijo, ¡está mal ubrada…! ¡Le arreglaron las tetas para traerla!

Otro envigadeño descalzo, Rodolfo, se nos fue acercando y, poniendo la palma de la mano a un lado de su boca, haciendo mampara, nos susurró: ¿Esa? ¿Esa de Aniceto…? ¡Da más leche una ladilla parida…! ¡Mire aquélla…! ¡Aquélla es la suya, mi dotor…!

Pasamos al corral de las «vacas adelantadas», que es el segundo curso, con don Perucho, técnico… ¡Éste es el rey de la Feria! Hay que verlo cuando se para detrás de una vaca adelantada, y abre las piernas, cojón, y le mete la mano en la ubre, y hala, y se le viene a uno y le dice solemnemente, estirando la palma de la mano: ¡Adelantada…!

—¿Cómo así…?

—Esta gomita, ¡mi dotor…! Cuando están preñadas echan esta gomita…

Y así fue como nos vinimos con tres «vacas adelantadas» y resultó que más preñados estábamos nosotros de la buena suerte. Nos aplicaron «la máquina», «la psicología de los negocios», ¡oh Rector de la Escuela Nacional de Comercio de la Capital!

VII. Los cuernos

¡Apostamos a que sus maestros no los han llevado a la Feria de Medellín! No tenemos pedagogos; allá está la verdadera universidad antioqueña; de sus corrales salieron nuestros grandes hombres, Pepe Sierra, don Luis Escobar y su hijo Jorge, «técnico y experto», Rubén Uribe y su papá don Lino; a la sombra de los carboneros del redondel han planeado sus obras Pedro Nel Ospina y su hermano don Tulio…

¿Cuál fue más verraco? Una vez echaron a la cara y sello a ver cuál se ganaba y… la moneda desapareció.

¿Dónde, sino allí, se graduaron don Luis y don Paulino Londoño? Los graduaron en el corral de las «paridas»; comenzaron arreando del corral a El Poblado las vacas que otros compraban y… ¡ahora son del redondel!

¿No han penetrado ustedes al redondel de la Feria, al sanctasanctórum, al redondel de los carboneros lindísimos en donde se negocia el ganado gordo? Ahí es el último curso; a ese lugar santo no se llega sino a fuerza de haber ganado en acciones, minas, coños, vacas y marranos en pie.

Del Parque de Berrío se pasa al redondel; ahí están don Luis y su hijo don Arturo, don Bernardo, Rubén y su papá don Lino, los Vélez, etc.

Don Bernardo tiene quince mil cuernos. Casi todos ellos son barrigones, lozanos y huelen a matrimonio descobijado, que es el olor del yaraguá; son como avisos ambulantes de su oficio de engordar cuernos; son como marranos en pie.

—¿Cómo va la feria, don Secundo…?

—¡A veintidós…!

—¿Barata, eh…?

—¡Es que esta gente no aguanta un ayuno…!

—¿Cómo así?

—Pues que mañana es día de abstinencia de carne…

VII. Los judíos

En la República de Antioquia, hijos míos, rige una psicología secreta y racial. Por ejemplo, a los judíos que llegaron hace poco los dedicaron aquí a… tenorios. Las antioqueñas les roban la energía: «No des, hijo mío, tu energía a las mujeres» (Salomón). Pues resulta que si un pobre judío huérfano está consiguiendo platica en el Parque… aparece una antioqueña… y los casan… Cantemos a la raza, así:

IX. El Putas

¡Antioquia! ¡Pueblo sorprendente que vende acciones, vacas adelantadas, atados, marranos en pie, minas y coños! Aquí va a nacer algo raro, aquí es indudable que va a nacer El Putas, redentor de Suramérica.

X. Fábrica de Tejidos de Camellón

Comenzó la industria antioqueña cuando don Polidoro fundó la sociedad anónima de Tejidos de Camellón…

¿Y cómo era eso? Era en Itagüí, y la gerencia en el Parque de Berrío y tomaban dinero a mutuo, con interés, para… repartir dividendos y poder así vendernos las acciones… Afortunadamente que entonces nosotros éramos niños, que si no, nos hubieran vendido de esas acciones, a plazo, financiadas por don Tomás… ¡Gente verraca, padre del Putas!

XI. Se va Polidoro

Polidoro se fue, pasando por la bella Manizales, a la Capital, y ahora salió retratado en Estampa: es el verraco de Guaca de Bogotá y dice, tintineando la tríada, es decir, las tres:

«Hay que moralizar el comercio».

(Continuará).

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Panoramas

Vida internacional

Lo más grave y de fatales consecuencias es la unión de la Iglesia con la política italiana; ningún suceso puede igualarla en este siglo.

El cardenal Pacelli —hoy Pío XII— fue el que arregló con Mussolini; por dinero y comodidades enajenó la independencia del Obispo de Roma.

Mientras el Papa estuvo de prisionero voluntario en San Pedro, prisión que era grito espiritual de que la Iglesia no habitaba en ninguna nación sino en el Centro del Mundo, el catolicismo fue universal; pero desde el tratado de Letrán, la Iglesia es italiana; fue gran prevaricato; el dinero de la compraventa lo invirtieron en acciones de compañías de acero y dizque se perdió.

Afortunadamente para nosotros, los cristianos católicos, la Iglesia de Cristo no perecerá, a pesar de los Pedros; padecerá pero no perecerá.

El cardenal Pacelli fue elegido Papa por la Roma de Mussolini y a ella le sirve: ¿con qué palabras o con qué actos ha consolado y defendido a los pobres cristianos de Etiopía? Recibió con mucha pompa y bendijo a los conquistadores de España. Ni una palabra suya que disguste a Hitler, azote del cristianismo y aliado de Roma; y, por último, Pío XII acaba de levantar la excomunión y de bendecir a Maurras y a Daudet, Silvios Villegas de París.

Los cristianos católicos sufrimos amargamente: nuestros curas parecen secretarios del fascismo: gritan y amenazan como endemoniados. Aquí, en Colombia, padecemos más, porque nuestro pueblo es ignorante y confunde al sacerdote con la divinidad.

Hay un modo de conocer en dónde está Cristo. Donde haya agresión, coacción externa, guerra exterior al hombre, violencia o disimulo, no está Cristo. En la guerra española, Cristo estaba con los heridos, con los pecadores de ambos bandos; Jesucristo jamás acompaña la violencia, ni siquiera la legítima defensa; Él no ataca sino que llama en el interior del hombre; no bendice ejércitos: es amor infinito; no busca al que tenga la razón sino al que sufre; habita entre los extraviados, con los doloridos y pecadores, llevando la Cruz. La única guerra cristiana es la que el Señor mete dentro de nosotros mismos.

En fin, persuadíos de que de ninguna guerra exterior al hombre es coautor el Cristo; ninguna violencia exterior es cristiana; no lo son los insultos de la acción católica ni lo es ninguna palabra airada. Ningún engaño ni astucia pertenecen al Cristo.

Es preciso no escandalizarnos, a pesar de todo: hubo Pedro, escogido porque borraba con lágrimas quemantes sus reniegos, y hubo libidinosos y simoníacos, pues sólo el Señor es bueno.

El evangelio de Cristo es para todos, rojos y fascistas, rusos e italianos. No somos buenos los unos y malos los otros, sino que todos somos ladrones y prevaricadores que tenemos ganas de ser felices; todos somos ladrones, sobre todo los de las juntas directivas.

Debe haber sacerdotes en ambos ejércitos, pues su misión es dar ejemplo de lo que trasciende los tiempos y las modas, opiniones y odios. ¿No es universal la Iglesia?

¿Por qué tan patones? ¿Por qué sois tan ásperos, tan olorosos a marrano crudo, oh sacerdotes que nos llegáis de España a fundar falanges nacionalistas, a escandalizar a un pueblo inocente? ¡Huelen a verraco furioso estos padrecitos Muñoz Berrío y Henao Botero que nos llegan educados en la Roma imperial!

La Iglesia no puede aliarse con ningún interés terrenal, con ningún partido, pues ¿no deja entonces de ser universal? ¡Pues si Cristo vino a causa de nosotros los pecadores, los rojos! ¡Él es nuestro padre! Cuando vivió aquí ¿no era con las putas, publicanos y leprosos con quienes habitaba? ¿No escogió precisamente para cabeza al cabezón de Pedro, viudo, temeroso y llorón? ¡Si Cristo hubiera venido para amigo de los fascistas, pues entonces sería Starace!

¡No faltaba más, oh sacerdotes patones que nos llegáis de España, sino que el Cristo hubiera venido a matarnos a los que tenemos sed y hambre, al pobre Azaña y a nosotros los anarquistas!

El gobierno colombiano debía hacer algo para que no se nos vinieran más sacerdotes franquistas, que mejor es diez judíos perseguidos, compatriotas de la Virgen, que medio franciscano perseguidor…

¡Qué horrible que ya llega el día en que nos van a caer encima, para enfilarnos, estos fantasmas de pesadilla que azotan con la Cruz, remangadas las faldas olorosas a gitano descalzo!

Jóvenes de la república de Antioquia: alertad vuestra inteligencia; mirad y veréis que pretenden hacer de vosotros sacristanes enojados. ¡Huid de falanges y cultivad la inteligencia!

Vida nacional

El hombre inteligente titubea; en eso se distingue de los brutos.

También es verdad que la gran alegría para el hombre inteligente es contemplar las buenas obras de sus enemigos.

Por consiguiente, señores, diremos que el mensaje del actual presidente de Colombia al Congreso de 1939 es como la aurora suramericana.

Lo que habíamos soñado en Los negroides, El remordimiento, Mi Simón Bolívar, etc., lo hemos leído ahí, repetido por quien puede hacerlo realidad, y ello es:

Que América es teatro nuevo y para nosotros, los americanos; que los yanquis son nuestros primos hermanos y que nuestro sino es ir juntos; que defenderemos el Canal de Panamá; que no se permitirá inmigración de rezagos europeos; que introduciremos apenas la sangre vasca que necesitemos para nuestro tipo futuro; que no amamos la paz, tal como la predicaban, en el sentido de silencio y quietud; que somos católicos pero no monaguillos.

Tal mensaje, de 20 de julio de 1939, es el primero en que una nación suramericana se auto-expresa en algo.

La Scadta y la Saco se unirán y serán empresa nacional; tendremos amistad con Venezuela, madre de Colombia.

Reciba el pueblo colombiano las felicitaciones de la revista Antioquia.

Lo malo es que el ministro de educación es Alfonso Araújo, un pasador de hombres.

Lo malo es que para Antioquia nombran gobernadores incapaces; pueda ser que el próximo no sea sacado de esa manada de borrachos que están prostituyendo a nuestro pueblo.

Nos alegra, pues, el poder afirmar que el actual presidente de Colombia ha cogido nuevamente el pensamiento bolivariano.

— o o o —

Una novela
La primavera [I]

I

¡La primavera! En marzo el sol está muy corrido ya para el norte; casi llega al Castillo de If. En diciembre se ponía por allá al sur; formaba un pequeño arco sobre La Madraga.

Ayer las mujeres estaban bellas, casi, casi sin ropas de lana. Hasta las viejas estaban bellas: seca la piel, rosada, ágiles; en la plaza castellana vi a una, jorobada, y estaba hasta muy bella.

Pero todos andan alocados de alegría, como preguntando con actitudes y miradas: ¿dónde arrojo esta alegría? Se percibe pues a la muerte.

Desde el 12 comenzaron a renovarse algunos arbustos; en el Parque Borelí vi unos que estaban como cubiertos de copos de nieve, y eran hojillas que comenzaban. Desde el seis o el siete las plantas que sirven para bordear las eras, y que no botan las hojas, comenzaron a empujar, a echar cogollos.

Salomé está intranquila desde el primero. Ayer estaban unos seis gatos con ella, mirándose, yendo y viniendo; la entré y los gatos maullaron ansiosamente, con fiero sonido: no era miau sino meooo, meooo.

Salomé no sabe aún de qué se trata; anda asustada y atraída. Ayer se subió a una banca, en el corredor del jardín, y el gato negro de la señora Rousseau le pasaba por debajo; ella brincaba, y sacaba las uñas y alborotaba la cola. Tiene miedo, y no sabe, pero está atraída.

El primer efecto de la primavera es un deseo de irse, de salir, de viajar, de amar…

En marzo caen aguaceros para remojar la tierra y preparar la savia; el sol se acerca y atrae todo, jugos y anhelos; la Tierra, como Salomé a su gato, le va presentando su hemisferio, inocente pero irresistiblemente atraída.

¡Virgen María, líbrame de estas pasiones impetuosas mías y de Salomé; deseo ser hombre controlado; no me dejes!

II

Ayer estuvo nublado y llovió. Almorzamos con los Nicolaides. Él contó acerca de los bajos fondos de Marsella, fumaderos de opio, y putería. Dizque acompañó a Vasconcelos por allá, y que las mujeres, vestidas con tuniquitas, medio ocultas en los portones, como arañas, le quitaron el sombrero a Vasconcelos y se entraron con él, llamándolo. Nos pareció exquisito que esas putas jugaran con ese filósofo indio.

Nicolaides contó muy sabroso de Nueva York: cómo bajó a la peluquería del hotel y a todo decía yes, y lo afeitaron, lavaron, arreglaron uñas de pies y manos… «Me refregaron de un lodo, un pegote que olía a aceite, y luego me lavaron y perfumaron. Vi por allá un sombrero, descintado, girando entre una columna de cristal, recibiendo chorros de vapores… Era el mío». Que en ésas llegó el cónsul de Ecuador y le dijo: «Fue que le hicieron el complet…».

Nos contó cómo las muchachas caen en la calle y nadie las recoge:

Si usted se para a darles campo en un corredor o escalera, ellas se paran también, creyendo que a usted se le perdió algo… De pronto ven ustedes que las muchachas se alzan las faldas y sacan de debajo de las ligas el portamonedas. Si ustedes piden pollo, se los llevan entero. Pedí lengua (tongue) y nos llevaron una, larga, enorme… Yo veía venir por allá el carrito y decía entre mí: ¿Quién será la fiera que se va a comer todo eso, con flores? Parecía un ramillete: lechugas, papas, etc. ¡Pues era nuestra lengua…! Hay que decir: a quarter of chicken; tongue for two… ¡Son brutos!

Llegué al tercer piso; creía que allí era suficientemente alto para mí; al otro día, al quinto; acabé en el ciento veinte. Por allá veía unos tubos por donde circulaban paquetes… Era la ropa sucia… Cada cuarto tiene una ventanilla misteriosa y es para eso; y la ropa vuelve por ahí, nueva. ¡Muy brutos…!

Contando así, se peyó el cónsul Nicolaides, por la risa, y reímos aún más, pero con discreción que aumentaba el goce.

III

Idos los Nicolaides, llegó la señorita Babí y nos contó de la joven Taylor, dieciséis años, tan admirablemente bella: es jinete, hija de coronel inglés en la India, pero su madre quiere jugar a los caballos en Marsella; poseen nueve y los cuidan ellos, la vieja, la señorita y el joven.

Anteayer fuimos a ver trabajar a la muchacha, rubia, belleza salvaje, hermosa potranca: embetunar los cascos, hacer la mezcla de avena, acariciarlos… La potranca le mordía el cuello, la besaba, le mordiscaba las manos. Tienen un potro bravío que casi no se deja manejar: montólo la vieja en el Parque Borelí: se enojó… «¡Tenlo, madre!», gritaba la hija; pero como aquélla temía, la joven se abrió de brazos y lo atajó; quedó dominado. Estaba más bella que Salomé.

Me siento triste, dominado por ella, irresistiblemente atraído, invocando a la Virgen para que me dé la posesión de mí mismo. Yo soy el gato negro de la señora Rousseau.

IV

Anoche oímos desde el comedor gritos de gatos: eran ocho que estaban en el dintel de la puerta de la cocina al jardín, sentados sobre los rabos, con Salomé. Huyeron… Quedó Salomé, fijos los ojos en los fugitivos, sentada como esfinge. Desde la puerta veíamos los ojos de los amantes, allá, entre las plantas; la luz de la cocina reflejaba en sus ojos y eran dieciséis estrellas, brillantes, como almas desnudas; no se veían entre el manto negro de la noche sino los dieciséis puntos magníficos. ¡Cuánta electricidad!

Entré a Salomé… Se frotaba contra las patas de las sillas y de pronto bajaba la columna vertebral, estirándola en espasmos. Estaba rijosa. ¡La pobre! ¿Sería ya poseída? ¿Los gritos que oí…? La examiné y tenía húmedo el sexo.

¿Por qué me atrae? Se me sublevó toda la carne; ahora comprendo que tengo celos; que les arrojo piedras a los gatos y… que van dirigidas a los posibles amantes de la señorita Taylor. No quiero que Salomé deje de ser virgen, que nadie ni nada pierda la virginidad; este deseo ¿será por la señorita Taylor?

Tuve celos y me subían imágenes sensuales. Me fui a la iglesia de calle Paraíso a rogarle a la Virgen que me libre de las pasiones elementales; que me libre de este tormento de amar todo, mujeres, viajes, ciencia, arte, sin tener capacidad. Que no ame, puesto que envejezco, y moriré y las cosas bellas seguirán naciendo, sucediéndose. Ansia de morir, porque no pueden ser nuestras la Taylor, Salomé, los viajes, las estatuas, todo.

V

El día, bello y seco: todos andan bellamente, hasta los tuertos, bizcos y cojos, hasta el hermafrodita morfinómano que se para en el almacén A las damas de Francia, a pedir limosna, haciéndose el que vende lápices: se para en una puerta, quieto como un faquir, pálido, doblado para adelante, implorando. No habla. Dizque es invertido. Tiene cara de marfil y barba judía, joven.

Vine a este cafecito del Puerto Viejo a escribir. No ceso de admirarme de no tener amigos.

Desde el primero de marzo hace gran deseo de viajar, de irse a ver, a pensar y un ansia enloquecedora de amar; las desconocidas son las que atraen; es amor por lo bello que está regado en el mundo.

VI

Viento que destempla; este mistral despeina el aura nerviosa.

Salomé dormía en la cama de al lado; de vez en vez se lamía el sexo; toda la vitalidad se fue hacia allí: es la tiranía de la especie, que sacrifica al individuo. ¡Bestia en celo!

Me inducía: la cogí, compadecido, para acariciarla, y me arañó. Está nerviosa; quiso morderme; huele a celo.

Se fue apresuradamente y allí, en el jardín, la esperaba el gato negro de la señora Rousseau. ¡Qué escena salvaje! Toní asistió también y estamos nerviosos: fue saliendo y se fue derecho al encuentro del gato; éste huyó. Tal ansia devoradora había en los ojos de la hembra virgen, que el macho se espantó. Salomé brincó el cerco, siguiéndolo; entonces el Rousseau se fue viniendo por un lado, como a cogerla por detrás. Ella brincó a volverse, y se acostó, desesperada, a revolcarse en la arena. El Rousseau le brincó encima y la mordió en la cabeza, sujetándola, pero sin poder castigarla; quiso hacerlo, pero ella gritó y ambos brincaron lejos. Repitieron eso varias veces; imploraba el castigo divino y amenazaba a un mismo tiempo.

Se aparecieron otros tres gatos negros; observé entonces que el Rousseau tenía un pelado en el rabo y sentí repugnancia.

Entré a Salomé, y allá la dejé encerrada en una alacena, mientras venía a escribir mis notas al cafecito del Puerto Viejo.

VII

Uno de los gatos mirones olía luego los sitios en donde ella se había revolcado.

¡Se me olvidaba!: en cierto momento Salomé vino bajo la banca que hay al pie del plátano, a revolcarse allí, atormentada, implorante. Un gato negro, que no era el de la señora Rousseau, se trepó a la banca, y ella se solivió entonces, y estiró las patas delanteras y se agarró a uno de los tablones, como lamentándose e implorando al infinito. ¡Pobre animal! Es arrastrada como va; no lo quiere, pero la impulsa el deseo; necesidad ciega, divina necesidad.

Ahora estoy paseándome por las calles, bregando por recuperarme. El filósofo, decía Giordano Bruno, tiene a la Tierra por patria; y aun al cielo, agregamos. También afirmaba de sí mismo que era hijo del Sol y de la Tierra. En realidad, nuestra encarnación se efectúa condicionada por los dos astros: el calor solar fecunda a la Tierra; ésta va presentando sus polos a la caricia del macho, así como Salomé, determinada por fuerzas ineludibles.

El recuerdo de Giordano nos consuela; sus palabras nos calientan más que muchacha; su recuerdo nos sirve para vengarnos de que se marchiten las Toníes y las Taylor. En la librería Flamarión vimos a una así, como Salomé, y podemos afirmar que nos calienta más Giordano Bruno, a pesar de que aquélla hasta nos hizo sufrir de gusto ansioso. Las muchachas más bien causan dolor; amor doloroso. Tenemos treinta y ocho años y sufrimos mucho aún a causa de los frutos terrestres, tan tibios, tan pasajeros, tan desfachatados. El refugio es indudablemente el espíritu… ¡Caramba: sigue la Tierra produciendo muchachas prietas y nosotros vamos descomponiéndonos! ¡Qué envidia de la especie!

VIII

Recorrí las calles, aterrado. No quiero, no soporto que Salomé sea de ése de la señora Rousseau que tiene el rabo con una peladura. ¡No lo quiero! No puedo pensar sino en esto. Giordano Bruno ha desaparecido.

Vimos a los hombres, que miraban a las mujeres igual a como se miran los gatos. Uno que estaba recostado a la verja de la Plaza de la Bolsa miró de un modo tan animal a la que iba delante de nosotros, que nos dieron ganas de tirarle piedras.

En calle Paraíso vimos el almacén de flores: las unas, moradas, morado hondo, como la muerte. Ya sabemos, a los treinta y ocho años, a qué huele la vida: a celo; es el mismo olor, allá en el fondo, que tienen los cadáveres. Hay un principio de cadáver en el niño y en el botón; en el polen hay ya un futuro muerto. Todos somos futuros muertos, hijos del Sol y de la Tierra; vamos haciéndonos cadáveres a medida que perfumamos, sonreímos, lloramos y amamos. En ese almacén estaba la especie, peor que Mussolini. Maldito tiempo, definido por Aristóteles: ¡La sucesión de las cosas!

Había hortensias, claveles, rosas y espigas casi negras. ¡Qué olor a vida, a individuos que marchan amando, al cementerio!

Pero recordamos que aquella mujer única de calle Paraíso olía muy bueno: su aliento nos pareció delicioso, pero siempre había en él un remoto indicio de cadaverina; ese indicio llegaba a la pituitaria cuando ella callaba y nosotros rumiábamos.

En esa floristería, repentinamente salió un grito patriótico de nuestras entrañas: que la verdadera carne es negra, dura y prieta y se halla en Buenaventura, orillas del tibio Océano… ¡Aquellas muchachas negras de la patria lejana…!

IX

Me iré a casa porque estoy preocupado de que mis hijos le abran la puerta a Salomé.

Hace locura de irse para Niza, Canes, Mentón, por allá, a ver, a ir viendo, pero… ¿cómo abandonar a Salomé?

Entramos a la iglesia a pedirle a la Virgen María que nos libre del alma fisiológica, que no nos deje ir con ansia de volver, que no nos deje caer en útero, una primavera, de aquí a mil años, en algún jardín público, al mediodía sobre la yerbas o en la noche tibia bajo las mantas…

¡Terribles los ojos de mis futuros padres! ¡No me dejes reencarnar, Virgen del Perpetuo Socorro! ¡No permitas que vuelva a la carne organizada!

X

Voy a recordar bien la escena: pues el Rousseau se montó sobre Salomé, anonadada ya sobre la tierra; parado, le mordía la cabeza, sujetándola; esperaba a que ella tuviera que levantar la columna vertebral a causa de los espasmos. No mordía fuerte; era caricia sujetadora, esperaba para herirla. Pero no era tiempo aún; la entré.

Comprendimos que esta ley inexorable del amor nos va subyugando poco a poco, así como el sol obliga a la Tierra a irle presentando sus polos para herirla. ¡Igual a Salomé! Todo lo existente está sujeto a la ley del amor. Un inmenso gato obliga también al sistema solar a ir levantando la columna vertebral, para fecundarlo, y Cristo nos fecunda también para que paramos en la cama mortuoria.

XI

Sensaciones que nos suben involuntariamente para convertirse en imágenes a medida que el sol se acerca a Europa: que Toní tiene los pechos erectados, puntudos y separados; hieren la tela de la blusa. Ella tiene los ojos afelpados. Hija de alemán y de alsaciana: del padre tiene piel blanca, rosada y nariz judía; de la madre, miembros cortos, macizos. ¡Pura fisiología!

Salomé y yo estamos tentados; caeremos irresistible e involuntariamente.

¡Sólo Dios! ¡Sólo la idea de belleza! Lo que tenemos aquí, en Jerusalén y en Buenaventura son amagos divinos que nos vienen de más lejos, de mucho más lejos que la luz de los soles que gastan mil años de luz para aparecer aquí, durante las noches, como ojos de gatos en celo en la oscuridad del jardín.

Mañana leeré aquella página en donde Alcibíades cuenta de la castidad de Sócrates y aquélla de Jenofonte en que dice: «Nadie como él se alejaba tan fácilmente de los seres bellos que amaba».

¡Cógeme, pues! ¡Arrúllame, madre mía!

Esta noche Salomé quería salir a todo trance; casi hablaba; casi pedía que le abrieran. Afuera maullaba el Rousseau, llamándola. Ramiro (ocho años) comentó: «Eso fue que el amigo le dijo que si no iba le pegaría».

XII

Me levanté a las cinco para abrirle la puerta a Salomé. Muy frío el día. Salí y ahí apareció inmediatamente el Rousseau, en el zócalo. La coloqué en la mesita en donde bebo el café servido por la Toní. Apenas percibió al gato, fuerza ciega la hacía doblar el espinazo; comenzó a revolcarse y se bajó: el gato se le echó encima, teniéndole la cabeza contra el suelo; el rabo de la gata se movía agilísimo como serpiente; el macho se rebullía, abajándose, buscando…: cuando llegó, Salomé dio un berrido y brincaron lejos; subieron al zócalo y, en esas, Pató, el perrazo de los Babí, se vino ladrando furiosamente y observé que huían como dieciocho gatos que estaban ocultos, atisbando…

Salomé se trepó al plátano de la señora Lionel y allí se estuvo con movimientos agilísimos e involuntarios de celo, sobándose contra las ramas. El amante se paseaba al pie del árbol, mirándola, llamándola quejumbrosamente.

Subí al balcón del baño, para ver… ¡Nada! No quería bajar y yo estaba enervado, con temor de que me vieran Toní y los niños.

Desde el balcón observé que el Rousseau se hizo el que se iba y que Salomé lo miró angustiada. ¿De suerte que esto que llamamos amor es fatalidad, algo que en nosotros le huye y algo que en nosotros le busca?

Luego, Salomé bajó del árbol, y se fueron yendo juntos, y están entre las plantas de los cercos de la señora Rousseau y no puedo ver nada. Hace hora y media que están allá; no me atrevo a ir a ver, porque pueden abrir y preguntarme qué hago ahí, en su predio…

La filosofía es muy difícil; cuando estamos en observación atenta de un fenómeno, buscando el noúmeno, la gente dice que somos locos o lúbricos; ¿qué podemos hacer, si la Taylor y Salomé tienen escondido el noúmeno? Todo lo hemos sacrificado a la filosofía; ella es nuestra amante y si no fuera por su culpa seríamos «hombres importantes» en la patria lejana y tan pendeja. ¿O seremos locos, hombres lúbricos? Los parientes y los lanudos de Bogotá nos hacen dudar; tanto nos lo han repetido, que ya estamos dudando y… por eso no fuimos capaces de ir a ver al jardín de la señora Rousseau.

Cada diez minutos se escucha un chillido de Salomé. En todas las cercas, sobre todos los muros del gran predio de los Babí hay gatos en acecho; tenemos envidia. ¿Será la filosofía una envidia, una venganza, un subterfugio, un sucedáneo? Todos los filósofos hemos sido feos, desilusionados y pobres. ¿Será la filosofía un sustituto para impotentes y desposeídos? Eso del espíritu, de la esencia, ¿será invención a que nos conduce la envidia, como diciendo tácitamente: allá gozaremos nosotros, los mirones, y vosotros, los que yacéis con la gata, no?; ¿vosotros desapareceréis con la muerte y nosotros tendremos celo eterno al lado de la eterna Salomé? ¡Qué horribles dudas!

Lo cierto del caso es que yo creo que hasta ahora no ha pasado nada, que Salomé está allá aterrada, implorante, sin poder huir, sujeta por el instinto, pero que no se deja…

Estoy airado porque no puedo ver; Toní anda por ahí atisbando a ver qué atisbo yo; la cocinera Gina anda renegando. Creo que estas mujeres temen que toda esta filosofía me excite y me haga ir con alguna otra por ahí, bajo una cerca del Parque; porque todos censuramos a los que se van por ahí y… todos nos vamos yendo apenas el sol calienta. Parece que el amor es función que nadie aprueba en los demás; escupimos la fruta para morderla nosotros.

XIII

Oigo que acaban de abrir la puerta de la cocina de la señora Rousseau y estoy airado porque ellos van a ver lo que he estado atisbando hace días.

Se me suspendieron las funciones fisiológicas con la intensidad de la observación; anoche deliré y tengo las extremidades frías. Enervado. ¡Es duro esto de atisbar por dentro y por fuera, cuaderno en mano, para ir anotando cualquier movimiento de los gatos, de la cocinera, de la niñera y de mi alma encarnada…! Dentro de poco todos seremos una partida de gatos preñados, pelados, porque el hombre después del coito es animal triste.

XIV

Salomé me seguía anoche, implorando para que le abriera. La Toní comentó: ¡Será que tiene una cita…! Esta maldita muchacha también está en rijo: brusca con los niños. Todos estamos alocados; hay tempestad eléctrica en el barrio y en toda Europa; muchos se han enloquecido en París, según informa el Pequeño Marsellés. Así dizque es en todas las primaveras. La señora Babí nos decía hoy que la primavera es terrible en sus comienzos.

¡La señora Rousseau va a ver mucho más que yo de este idilio felino!

Ayer había muchas parejas en automóvil: ella echada sobre él, caída sobre él, aterrada y subyugada. ¡Qué brutos los que matan a las muchachas cuando las encuentran aterradas sobre otro gato!

Se van en los automóviles y los detienen por ahí, en los caminos, en las sombras suaves, y se dan a hacer lo que hace ahora Salomé, pero sin la fatal belleza del instinto inocente: el hombre es gesticulante; el hombre es corrompido; carece de inocencia.

Acabo de entrar a Salomé y encerrarla; los amantes andan por allá, maullando, corriendo, buscándola.

Toní está con los ojos muy afelpados. La señorita Babí me pregunta por qué miro a los gatos, por qué digo que quiero irme a viajar. Me dice que no puedo irme solo, que todavía dizque estoy convaleciente.

Entré a Salomé para que los actos no sucedan sin mi presencia y para tener tiempo de anotar.

Ya hay muchos pajarillos; un pío, pío constante. Voy a releer aquella página de Platón acerca de la castidad de Sócrates…

XV

La señora Rousseau es delgada; la vi una vez en el granero y tenía el cuello curtido, aire de dureza y agilidad; anteayer la vi paseando por la playa, a las siete de la noche, muy puesta, bellísima; iba con uno: ¿será el marido, que ya vendría de pasear por Argelia?, o ¿será un gato? Presiento que dentro de poco todos seremos gatos preñados, animales tristes.

XVI

Los Lionel son jóvenes y tienen un hijo de tres años que ha engordado con el aire de aquí; parece noruego, dijo Nicolaides. Son parisienses.

El señor Lionel, veintinueve años, floreciente, dizque no come, para no engordar más. Sale a las ocho de la mañana por su automóvil al garaje del jardín y entre el abrigo se mueve su cuerpo lozano como el pavón.

La señora Babí opina que debe ser muy simple; lo llama «grosse pupée» (muñeco gordo). Sí, los gordos son almas manizaleñas.

La vieja Babí es alocada y un genio de personalidad; tiene tabaco en la vejiga. Domina al Babí, que come y vive en la calle, huyendo de la fiera. Pero a la hija no la domina; es ella misma reencarnada antes de morir. ¡Qué genio, qué inteligencia y personalidad hirientes!

La señorita Babí va siempre con Pató y, por las noches, con Robert, en el autico de Robert y el pobre bobo suda por ella. Robert es un excremento humano al lado de su novia. No se casan aún, a pesar de que son hijos únicos de ricos, porque quieren dinero propio, no depender de nadie.

Robert trabaja en un banco, con novecientos francos mensuales. Su papá le regaló autico para pasear a la Babí; ésta lo tiraniza y lo mima: le saca ron, bebidas calientes de ron, en invierno; lo lleva y lo trae. El otro día les dimos una invitación para la inauguración del bar La Canebiere y comieron y bebieron tanto (era gratis), que Robert tuvo un ataque de cursos a la vuelta, y ella lo bajó en brazos a orillas del arroyo de Bonneveine y le ayudó a vomitar, etc. Madame —le decía a mi mujer— c’etait terrible: il rendait partout. Imaginez vous! Je croyait qu’il allait mourir, etc.

Los Babí son dueños de la finca en donde están nuestra casa, la de Lionel, los Rousseau y el cottage que ellos ocupan, en el fondo, con el perro Pató.

Ya casi estoy seguro de que la señorita Babí le da a probar a Robert, pues es muy sabia, muy natural y dice: «Su madre quiere que él me abulte para que tengamos que casarnos ya… ¡Figúrese usted, señora…!».

XVII

Mediodía: creo que Salomé quedó ya satisfecha; no se ve por ahí a ninguno de los amantes, y ahora la saqué y estuvo tranquila; se revolcó en el jardín y defecó señorialmente, con pudor, sin apresuramientos; hasta muy púdica que estaba: miraba para el zócalo por donde suele aparecer el Rousseau, con tanta inquietud que comprendí que sentía vergüenza de que su amante viniera y pudiera verla haciendo esas cosas.

XVIII

Domingo. Salomé indudablemente está satisfecha ya, pues esta mañana, al sacarla, no estaban allí los pretendientes ansiosos; sólo había uno, feo y flaco, de la casa de los griegos, y Salomé lo paró en seco cuando él pretendió acercarse. Pensé que ese desgraciado era un filósofo; le grité que se entregara a la filosofía. Una bella dijo al repugnante Juan Jacobo: Lasciate le donne e studiate le matematiche!

El gato griego se fue yendo desilusionado y humillado; no sé bien por qué sentí odio por la vida.

Luego, Salomé cogió para el cercado del jardín de la señora Rousseau, al mismo lugar en donde sucedieron ayer sus amores, y allá está sola y tranquila; de vez en vez escarba en la tierra y orina.

¿En qué piensa? ¿Espera al amante? Lo cierto del caso es que ha estado muy simpática, jugando anoche con su rabo, persiguiendo su cola, así: voltea a mirar su rabo y lo acecha con maña, para que no huya; repentinamente se lanza a cogerlo, y el rabo gira y ella da tres vueltas, persiguiéndolo.

Recuerdo muy bien que aquellas muchachas se volvían púdicas también, prueba evidente de que es instinto ciego el que nos arrastra a esas cosas.

Salomé comió muy bien; tiene aún resabios de ansia, pero… ya es madre niña, juguetona; sus entrañas llevan la eternidad efímera de la especie, la eternidad gatuna en el Parque Borelí.

XIX

El coito gatuno se efectúa así: ella, anonadada por el deseo llegado a la cúspide, pues «el amor más arde mientras más se atiza», se echa a revolcarse, desesperada; él se le viene por detrás y la agarra de la cabeza; sus patas traseras apoyadas firmemente, encima de ella, cubriéndola; ambos rabos se mueven eléctricos; a ella, el deseo le causa espasmos vertebrales que la obligan a levantarse; él atisba el instante y la hiere; ella chilla y él brinca lejos. Rápido y repetido.

XX

¡Gran mistral! Los canarios, que creíamos machos, desde ayer están desesperados, bregando por hacer nido. Blanche, la buena cocinera que sustituye a Gina, a quien se la llevó un gato, nos lo hizo notar. Por eso era por lo que reñían y se besaban; se arrancaban mutuamente las plumas y picoteaban las varillas de la jaula. Ayer vimos que traían y llevaban un migajón de pan. Blanche les puso hoy algodón y una cajita.

¡Por todas partes la primavera! Me parece que la hembra es el canario que ganó Ramiro en el bazar de la Punta Roja, cuando fuimos con la señorita Babí, Pató, Robert y el automóvil de Robert; Robert le pasaba centavos a la Babí, uno por uno, para que jugara a la ruleta… Yo juraría que ella también le ha dado a probar a él, del mismo modo, poco a poco; son muy metódicos.

XXI

La hembra se echa sobre los copos de algodón y anida: rebulle su cuerpecito, entreabriendo las alas temblorosas y levanta el pico, vibrando, implorando un castigo… que no llega, pues Blanche afirma que el otro es el monsieur, pero parece que es hembra también…

XXII

Fui a la misa de la iglesia de la calle Paraíso, a pedirle muchas cosas a la Virgen María, así: que yo estiraría mi brazo —la voluntad— y que ella me llevaría para donde ella quisiera…

«Hágase tu voluntad». Esto me lo enseñó la hermana Belén, en Envigado.

Las cuatro viejas brujas que negocian con los taburetes en la iglesia de calle Paraíso son antros de misterios: la una es redonda en las caderas, igual adelante que atrás, como las hermanas de la Presentación; es bajita y la cabeza se hunde en los hombros. La otra es de hombros chorreados. Las dos llevan delantales abrigos, de hilo negro, largos hasta abajo de las rodillas, en donde, en los bordes, tienen los grandes bolsillos llenos de centavos: cada rato meten ahí las manos para tocar los tesoros. Acabada una misa, corren a amontonar los taburetes, y luego, al comenzar otra, a revenderlos, y entretanto el cura sale con el rey de los sacristanes adelante, y con un señor viejo atrás, y un joven más atrás, parecido a los de la juventud católica de Medellín, pero menos barroso.

El viejo lleva una bandeja y el joven una alcancía; hay pues tres limosneros: el rey de los sacristanes —así lo puso Ramiro— va abriendo el camino y recibiéndole al cura los platados de dinero, apenas los repleta.

Hoy, el rey de los sacristanes no tenía báculo ni uniforme: iba de levita negra y con un gran collar de que pendía una lámina dorada, como la chapa de un baúl, una de esas condecoraciones que dan en Roma… Iba en cabeza; iba humilde así, sin uniforme. En Medellín sería un éxito poner a Chano Ochoa o a Enrique Mejía de reyes de los sacristanes. ¡Cómo irían de bellos!

En la iglesia pensé acerca de mi proyecto de ir por Palestina este año, solo, poco a poco, en busca de Jesús; también iré a Grecia, Egipto y la India: por allá están los orígenes.

XXIII

Salomé anda con el Rousseau, pero no se deja; ama su compañía apenas; diálogo mudo. Ella es la que lo busca ahora. El Rousseau es viejo, camina a lo viejo, pero Salomé lo prefirió al gato de los Lionel, que es más valiente y brusco. Que sirva este misterio de la afinidad para consuelo de los que envejecemos.

XXIV

Salomé está bajo las plantas, desde las seis, con su amante, y de vez en cuando se oyen de nuevo sus berridos.

Los canarios fabrican su nido en una canastica que trajo Blanche. El macho (?) es el más afanado en la obra; la hembra está redondita, con sus huevos dentro; ¡cómo trabajan bien!

Hoy había ya florecillas en el jardín, y el arbusto de los Lionel echó dos renuevos.

Los obreros están trepados en los plátanos de la avenida del Prado, cortando ramas, haciéndoles el tocado primaveral.

Penetraré hondo en esto de la primavera y el amor: voy a releer aquella página de Jenofonte.

Me ha nacido esta idea: que hace grandes obras el que se una a la voluntad divina y rechace las tentaciones, es decir, el que obedezca. Esto es evidente para el que haya leído la historia, observado y vivido treinta y nueve años. No hacen nada los que son egoístas y siguen sus vagos deseos, sin amor. El secreto consiste en hallar aquello que nos subyugará como el Rousseau a Salomé.

XXV

Marzo 20. —Día nublado, ventarrón de borrasca.

Pienso en muchas cosas, pero sobre todo en Dios. Oigo que me está llamando como el Rousseau a Salomé: me llama en los ojos afelpados de Toní, en el continente americano, en los viajes, y siento que no me resuelvo a obedecer. Somos como la canaria: imploramos una vocación, un castigo… que no viene.

XXVI

Salomé salió; a poco la vi entrar y al Rousseau que estaba ahí en la puerta: le huye pues; ya está consumado el sacrificio en aras de la especie; Salomé volvió a poco y se sentó sobre el rabo, como esfinge, hasta que el amante se fue.

Habíamos anotado que las mujeres cuando ya no aman no se acuerdan; se enojan cuando se les recuerda. Sucede, parece, que la hembra ama inconscientemente, doblegada por instinto elemental: de ahí que sean púdicas de oído y de palabra y tan activas; en amor, la hembra obra y el macho habla. ¡Aquella amiga a quien quisimos recordarle y nos paró en seco como Salomé al gato griego…!

Ido el Rousseau, Salomé salió mañosamente y defecó bajo el plátano, con mucho pudor: atisbaba a las tapias a ver si la estaban mirando los gatos; luego se fue muy despacio, como gran señora.

XXVII

Los canarios terminaron su nido. Estamos resueltos a seguir la voz íntima, a pesar de las tentaciones y contra ellas; y cuando oigamos la voz claramente, no seremos tentados.

Nuestra muerte será la justificación o condenación de nuestra vida, porque sólo puede morir bien el que se haya realizado; la muerte es puerta que hay en la mitad del camino.

Todo lo nuestro es de ellos. La señorita Babí no está de acuerdo con este comunismo y nos irritamos; le dije que estaba decidido a morir desnudo; a suprimir odio y amor, instintos animales. Ella repuso: «El que es carajo al cielo no va; lo friegan aquí, lo friegan allá». Le repliqué que eso era de Hermanos Cristianos; que también los primos, tíos, tías y abuelos de Jesucristo le aconsejarían que siguiera en la carpintería de San José; y si hubiese oído esas voces, le habría dejado a la Virgen unos tres mil pesos.

La Babí enmudeció y nos alegramos; pero apenas ella enmudeció sentimos que ella tenía razón. No somos aún capaces de abandonar los tres mil pesos.

Pero indudablemente, puta Babí, que el bienestar es una cosa y la gloria o beatitud es otra que se halla después de que el sol se pone. Pero no somos capaces, puta Babí, puta Toní y puta Salomé.

(Continuará).

— o o o —

Notas

Ensayo de moral

¿Delinquirá determinado hombre en determinado caso?

Es cuestión de mecánica anímica. Se diferencia ésta de la física únicamente en que se trata de fuerzas morales, llamadas motivos, los cuales aparecen en lo que se llama «alma» y no están sujetos a apreciación directa de los sentidos sino a apreciación indicial; además, el «alma» es complejo inasible, cambiante, sucesivo, continuo.

Para saber si Pedro robará en determinado caso, para saberlo seguramente, es preciso que el apreciador tenga la suma total de los motivos de Pedro en el instante mismo de la tentación y que conozca perfectamente a ese Pedro: condiciones que no es posible tener, porque el «alma» es sucesiva continua y el hombre es producto cósmico.

Para saber si Pedro robará, para saberlo probablemente, es preciso estudiar sus motivos constantes y los accidentales. No hay aparato de mensura; el medidor es la inteligencia, factor anímico también, variable.

Podemos enumerar los siguientes motivos por los cuales no delinque el hombre, o mejor, no viola los mandamientos de su ambiente:

1. Porque tiene conciencia de eternidad.

2. Porque siente que su futuro es hijo del presente (principio de la conciencia de eternidad).

3. Porque le repugna el acto amoral: herencia de nobleza (es cierto sentido de armonía).

4. Por temor a las consecuencias sociales del acto.

Los que tienen conciencia de eternidad son los más dignos de confianza; son honrados hasta en la soledad. Lo mismo, en menor escala, se dirá de los que están en el segundo grupo.

Los que poseen el tercer motivo son gente muy apreciable, alta en la escala humana, y su resistencia a la tentación está en razón directa del mayor peso del asco sobre la tentación.

Los del cuarto motivo, almas comerciantes, delinquirán siempre que estén seguros de que «nadie lo sabrá».

* * *

Los del primero y segundo motivo se hallan en la esfera de la santidad y, si delinquieren, será por pérdida momentánea de su conciencia de eternidad.

Observación: la conciencia de eternidad destruye el cuarto motivo, es decir, al hombre no le importa ya el qué dirán.

Hay, pues, honrados mundanamente y honrados en la eternidad.

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Pero sucede que no hay hombres de motivación simple: todos somos santos, músicos, comerciantes y animales sociales.

Por eso hay que ser casuistas y estudiar a cada hombre en cada tentación.

* * *

Aplicando lo anterior a nuestra experiencia del comercio e industria de Medellín, pues hace años que experimentamos en tales casos, diremos así:

Los miembros de las juntas directivas de sociedades anónimas en Colombia están colocados en situación que les ofrece gran oportunidad de abusar; padecen tentaciones tan atroces, que da hasta lástima al pensar en la cantidad de energía nerviosa que deben gastar para resistirlas.

Los miembros de la directiva de compañía industrial que maneje en absoluto secreto los hechos referentes a exploración y explotación, como sucede en la Sociedad Nacional del Carare ¿resistirán a la tentación…?

Lo más humano es que usen de la oportunidad que ese secreto les ofrece para ejecutar negocios de especulación en que la ganancia es segura.

Para que no lo hicieran, sería preciso que tuvieran muy desarrollada la conciencia de eternidad, y resulta que los santos están alejados del comercio…

Lo que podría detener a tales señores sería el motivo tercero o el cuarto: el tercero no, siendo el oficio de tales señores, desde la niñez, la ganancia comercial; es de suponer que no lo tengan muy desarrollado. El cuarto no actúa, pues la situación de secreto les garantiza que «nadie lo sabrá».

De toda esta teología moral concluiremos que es necesario legislar acerca de sociedades anónimas; necesidad muy apremiante, pues el mundo se encamina a la sociedad anónima en todas sus actividades y en ella es en donde pululan los peligrosos, los hombres-chimbo.

Para terminar, diremos que en mecánica física se llega siempre a proposición netamente afirmativa o negativa; en la anímica, nunca. ¡Es tal la inseguridad en los estudios morales, que en el número anterior de esta revista tuvimos que confesar que bien podría suceder que Alfonso López fuera honrado…!

Harold B. Maynham

Murió «el míster». Fue el primero que vino; fue el creador de la noción de «míster» entre los medellinenses; aquí se llamaba Mayaján, y lo que Mayaján hacía era «elegante».

Harold B. Mayaján era en Medellín «el míster»; pero no el yanqui sino el de Londres. La diferencia consiste en que el yanqui es un peón cuya gracia es la generosidad con las señoritas putas y con los ministros de Estado, los cuales son pequeña variante de aquéllas. El míster de Londres es limpio, anguloso, despacioso, serio, cojón y fumador de pipa.

Era generoso. El padre Domingo A. Henao, de la Veracruz, dijo en una plática:

«Amados hermanos míos: se nos llega la Semana Santa… ¡Ya «el míster» me trajo cien canaletes…! ¡Y «el míster» es un muleto en religión…! ¡Y estos lambeladrillos del Parque de Berrío no sueltan el chimboooo…! ¡No hay con qué pagarle a Ramón Mesa, que es el que toca el melodioooo…! ¡Si no aflojan el chimbooo, celebraremos la fiestecitaaa con tiple y guitarraaa…! Todas las monjas de Medellín tienen órganos muy bonitosss… y los jesuitas tienen un órganooo muy grandeee. Y aquí, yo no tengo sino un melodioo que toca Ramón Mesaa…».

Mayaján era tan «míster» que desde el día en que llegó nació en Medellín el complejo de nociones que se expresa con esa palabra: polo, pipa, caminar mesurado, seriedad, etc.

Tanto influyó en nuestra gente, que oigan a Gelo Londoño, en el corral de las vacas paridas, en la Feria, el día en que hace veinte años llegaron de estudiar en Londres sus sobrinos Heliodoro y Ricardo, hijos de don Luis:

—¿Dizque llegaron ya, hombre Gelo, tus sobrinos Heliodoro y Ricardo…?

—Sí, ¡ole…! ¡Y sabé que a su lado Mayaján es un pichón de míster!

Aurelio Mejía, gobernador de Antioquia

¡Este sí va a durar! En los últimos años tuvimos de gobernadores a ingenieros que no habían hecho fortuna y que carecían de aprendizaje.

Aurelio Mejía es menudo y, si bien es cierto que estudió en la Escuela de Derecho de nuestra Universidad, su verdadero grado lo obtuvo en la Feria, en los tres corrales y el redondel.

En lo anterior queda dicho que conoce a los hombres y que le sobra para gobernador de Antioquia.

¡Nadie sabe la cantidad de inteligencia y de astucia que se necesita para negociar un becerro!

Apostamos doble a sencillo a que Aurelio Mejía dura en la Gobernación los tres años que le faltan al periodo presidencial.

Nuestro gran poeta José Ignacio Lora V. predijo hace años el triunfo de Aurelio Mejía. Venía del Guarzo hacia Medellín, durante su viaje sentimental por el valle y sus cordilleras, y a orillas de la quebrada de El Retiro se encontró con el astuto Aurelio Mejía, convertido en hormiga luchadora:

«Pero meditabundo, yo en camino,
en una tragedia me fijé:
la araña peleaba con la hormiga,
segura de hacerla su ambrosía
con pescozones, coces de sus ancas…
Pero la hormiguita más sagaz
se deslizaba y al fin déjala sin zancas
y ágil se le monta… ¡y se reía!».

En el Guarzo, tierra de Aurelio, es en donde paren las vacas y de allá las traen con las «ubres arregladas» a la Feria.

Así como los anteriores gobernadores salieron de una sociedad de ingenieros que hace contratos leoninos con el Gobierno, éste salió del corral de las vacas paridas. Ahora sí tenemos Gobernador; es la hormiga que va a dejar «sin zancas» a la araña. ¡Que no se rebulla mucho, pues…!

Admiramos a Aurelio; sabe hacer sus cosas y sólo el uno por mil de los hombres las sabe hacer. Indudablemente que es el mejor del «equipo» liberal de Antioquia.

Esta alabanza sincera tiene por objeto solicitarle que vivifique la Universidad; si lo hiciere, no habrá vivido en vano; y es obra fácil para hombre cuyo lema es: «Con paciencia y saliva un elefante se come una hormiga».

Mírenlo: menudo, carimenudo y cabezón: es el hombre para vivificar la Universidad. Este menudo bilioso le ha puesto los puntos sobre las íes a su carrera: es capaz de crearnos un centro de investigaciones lentas, paulatinas, que tengan por lema «de grano en grano llena la gallina el buche», y de acabar con la vanidad.

Oiga, Aurelio: por allí hay uno que quiere ser rector de la Universidad; dice que sería capaz de poner a los jóvenes en el camino de la realidad y que no cobraría nada.

Agosto de 1939

Fernando González

Fuente:

Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, marzo de 1997. Introducción por Alberto Aguirre.

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Revista Antioquia - (1936 - 1945)

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Ultima revisión en diciembre 25 de 2014