Revista Antioquia

Fernando González

1936 – 1945

Antioquia 12 / 1939

Batintín
Pregón del contenido
Notas del editor

Un éxito de librería

No por esperado, el éxito absoluto de librería obtenido por Antioquia, la revista de Fernando González, nos ha dejado de causar alborozo. En menos de quince días la copiosa edición se agotó en todas las librerías y puestos de periódicos; y a pesar de haber dado oportuno aviso a nuestros amigos, por medio de dos potentes radioemisoras, el público continúa solicitando en nuestras oficinas de la Tipografía Pérez y otras librerías, el número 11 de la revista.

Hasta tal punto quisimos complacer al público que sólo tenemos en archivo cinco ejemplares. Y aún ahora, de todos los rincones de la República donde habita un antioqueño, nos están exigiendo remesa de ejemplares. En vista del favor creciente de los lectores, hemos doblado la edición. Ya estamos batiendo un récord de circulación en Antioquia. Pero aspiramos a alcanzar una tirada de ejemplares certificados de la cual nunca se haya tenido noticia en nuestro departamento.

Hoy por hoy, Antioquia, la revista de Fernando González, es sin disputa uno de los mejores vehículos de publicidad para los industriales, comerciantes y jefes de propaganda. Se ha colocado en primera línea; por derecho de conquista está al frente de todos los otros medios de publicidad, gracias a la extraordinaria difusión obtenida y a la seriedad indiscutible de nuestros anunciantes. El lector puede comprobar personalmente que Antioquia no acepta avisos sino de casas de una honorabilidad comprobada y una seriedad reconocida, porque no quiere contribuir a desvalijar a sus lectores con propaganda hecha a base de «bluff» por casas sin prestigio.

Como un aviso en una revista de la calidad y circulación de Antioquia es costoso ya que es una magnífica inversión, hemos querido que nuestro tiraje sea controlado por expertos de meridiana honorabilidad. Al efecto, los respetables y muy conocidos caballeros de esta sociedad, señores Darío Restrepo B., Fidel Correa, Federico Isaza y Jesús López R., fueron invitados por nosotros para que particularmente se dieran cuenta de lo copioso de nuestra edición. Dichos señores gentilmente visitaron nuestros talleres para verificar el tiraje de nuestra edición número 11.

Esta, número 12, ahora en circulación, tiene una cantidad de copias certificadas por otro grupo muy honorable de caballeros de esta ciudad. Y aunque, como dijimos arriba, el tiraje ha sido duplicado, esperamos que el público agote la edición en pocos días como lo hicieron con el número anterior, de lo cual estamos muy reconocidos.

El material de lectura de esta entrega se perfila como de una gran actualidad y de una gran sensación para los ciudadanos de la «república de Antioquia».

El maestro F. G. ha estado recibiendo los días después de la reaparición de Antioquia, una formidable cantidad de correspondencia —benévola y adversa, naturalmente— que le ha sido de gran utilidad como índice de orientación. De esta manera, el genial humorista de la montaña ha logrado captar los anhelos del lector, obteniendo de tal modo un material de lectura que colma plenamente las aspiraciones de amigos y enemigos del filósofo.

Deslinde

Parece un poco ingenuo advertir que el Editor no se hace solidario, en modo alguno, con todas las ideas expresadas por el Autor en esta revista. Pero es necesario dejarlo escrito.

Por otra parte, el Editor sabe que en esta diferencia reside el hecho de que F. G. sea un autor de solventada fama continental.

Pregón del contenido

En seguida, como ofrecimos en el número anterior, damos una ligerísima síntesis del contenido de Antioquia, la revista de Fernando González.

Estamos del todo convencidos de que esta entrega de Antioquia, la revista de Fernando González, dejará plenamente colmadas todas las aspiraciones de los lectores del genial humorista.

Esta edición de guerra, en papel un poco menos costoso para no darles la ganga a los ladrones acaparadores del mercado, trae para el lector asiduo de F. G. una agradable sorpresa: su contenido jugoso, chispeante, ¡terrible!

Pocas veces F. G. ha llegado a este límite de precisión en la búsqueda de su ideal literario. Y a fe que ha realizado cuadros de un valor definitivamente indiscutible. Basta hojear el ejemplar, para apreciarlo.

Observaciones de míster Flynn Bolys en Bogotá

¡Mr. Flynn Bolys! He aquí el personaje que hará época en los lectores antioqueños. Es un inglés de los Estados Unidos. Porque según el padre Domingo A. Henao, hay ingleses de Londres e ingleses de los Estados Unidos.

Y este Mr. Bolys, que es «técnico en hediondeces», resulta inesperadamente en Bogotá y escribe un libro sobre sus descubrimientos —en la materia de su especialidad— en la «Atenas» de los chibchas.

Naturalmente, F. G. obtiene el único ejemplar publicado y, desde esta entrega, principia a traducirlo para los lectores de Antioquia. Es imposible sintetizar aquí la forma interesante, agradable y graciosísima como Mr. Bolys realiza sus descubrimientos.

Por descontado queda el éxito absoluto entre los lectores de estas aventuras de Mr. Bolys en la ciudad de los bogotanos, escritas y comentadas en ese estilo fluido, original e inimitable del maestro de los humoristas colombianos, F. G.

Y mientras ustedes se entrevistan con el inolvidable Mr. Bolys, pasemos a otra cosa.

El pacto con el diablo

No podía faltar el diablo en esta entrega de Antioquia y… parece que está como en su casa, naturalmente.

El pacto con el diablo es tema universal; en todas las literaturas lo hallaremos. Cada país tiene su pacto, con características especiales, en las que se revelan sus tendencias, pasiones y hábitos propios. Podríamos afirmar, extremando el asunto, que bastaría conocer su Pacto con el diablo para poder juzgar a cualquier pueblo.

F. G. ha querido iniciar la creación de este tema en la literatura antioqueña. Sostiene F. G. que ninguna gente tan buena como la antioqueña para servir de material literario, sobre todo en este tema que nos ocupa. Dice F. G. que en todo lugar en donde existe el material para un arte, éste florece: en Italia y Grecia, la estatuaria; en las tierras frías y nubladas, la metafísica; la pintura en las tierras luminosas, etc. Así, es de admirar que en Antioquia no hay muchos artistas literarios, siendo nuestro pueblo muy original y rico en su actividad.

Es verdad que la novela y el cuento han sido afortunadamente cultivados en la república de Antioquia por Pacho Rendón, Tomás Carrasquilla y Samuel Velásquez; también es excelente Arias Trujillo, de Manizales. En el resto de lo que se llamaba Nueva Granada, y actualmente Colombia, no hay nada, a menos que se llame literatura a eso que sale de Bogotá.

Dice F. G.: «Antioquia es gran pueblo; todo gran pueblo posee literatura propia y en ésta, como tema en que pinta su alma, el Pacto con el diablo. Por eso he querido iniciar aquí este tema».

El Fausto de F. G. se llama don Chunga Londoño. Era necesario que fuese Londoño, porque F. G. sostiene que esa familia es la más antioqueña de todas.

El pacto de don Chunga con el diablo es muy antioqueño y las escenas son todas tomadas del Parque de Berrío.

F. G. desea ensayarse aquí para saber acerca de sus facultades creadoras, pues anhela dedicarse a la creación de mitos, para la república de Antioquia.

El mito, la creación de mitos es lo más alto en el arte. Platón no fue sino creador de mitos, y el creador excelso fue Homero. Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe fueron creadores de mitos.

Sostiene F. G. que una gran nacionalidad no aparece sin que la preceda el creador de mitos. Y como él cree que Antioquia será un gran pueblo histórico, desea consagrarse a los mitos, o por lo menos ser el iniciador. Esta revista ha estado dedicada a ello desde el primer número, pero la gente no ha entendido bien los altos fines que aquí se persiguen.

En este Pacto antioqueño con el diablo no se trata de juventud o sabiduría, sino de acciones, dinero, plazos, crisis, novenas y picardías.

La primera parte fue un éxito editorial. En esta segunda los cuadros son quizá más nítidos y atrevidos. Aparece un pueblo que no se puede confundir con nadie: áspero, anhelante, realista, «verraco», como diría F. G.

Dice el Maestro que en estos dibujos literarios se conoce el pulso del artista y su capacidad para vivir los temas hasta el punto de darlos a luz con dolor. Son formas literarias nuevas, netamente antioqueñas y tan personales que si las imitaren fracasarán.

Panoramas

El de la vida internacional es el concepto de un cristiano anarquista acerca de la actual guerra europea.

En cuanto al Panorama de la vida nacional, podemos afirmar que es el artículo de fondo de esta entrega. Aquí se revela F. G. con esa poderosa personalidad clarificadora de conceptos, que le ha dado fama internacional tan bien cimentada.

Sólo anticipamos al lector que F. G. da una visión completa y definida del tan traído y llevado tema de la descentralización, poniéndolo en su verdadero lugar.

Agradecimiento

Además del muy sincero que damos a los lectores por la acogida y benévolos conceptos dispensados al número 11 de Antioquia, la revista de Fernando González, hacemos patente nuestro sincero reconocimiento para los obreros: tipógrafos, impresores y fotograbadores, que en forma tan decidida han contribuido a nuestro éxito, con su colaboración muy valiosa.

Queremos que los lectores que admiran la nítida impresión y la confección casi perfecta de nuestra revista, sepan que a ello contribuyeron dichos amigos y compañeros nuestros.

En primer término la Tipografía Pérez, en cuyos magníficos talleres editamos el mensuario. Luego los talleres gráficos de El Colombiano que con su moderna maquinaria eléctrica han contribuido en la nítida presentación de nuestras cincografías. Y una muy especial mención a los Talles Gráficos de «Grisales Hermanos», que editan nuestras portadas.

A todas estas empresas y en especial a los señores, Gabriel Vélez, impresor, Víctor Gallego, armador, Guillermo Díez M. y Luis Velásquez M., linotipistas, Onofre Gómez, director del Fotograbado, y Raimundo Suárez, jefe de talleres de El Colombiano, damos las gracias cordialmente.

Regalos para los lectores

Para el número de Navidad, estamos preparando una serie de valiosísimos regalos, con el fin de repartirlos entre los lectores de Antioquia.

Repartiremos radios, relojes de pulsera, billetes de lotería, pasajes para viajes de turismo, etc., etc. No queriendo atrasar la salida del día prefijado, hemos preferido posponer la publicación del prospecto de los regalos para nuestros lectores hasta nuestro próximo número.

Por lo pronto principiamos en esta entrega a publicar un cupón, que usted, lector, debe cortar ahora mismo. Luego nos lo envía, bien por correo, o bien lo deja en un buzón especial que pondremos en la puerta de nuestras oficinas, Boyacá N° 51-18, veinte pasos abajo del Parque de Berrío.

Estos cupones serán numerados y en tiempo oportuno se depositarán en la Alcaldía con el fin de que en la fecha que anunciaremos previamente, se verifique en ese despacho la rifa de los regalos entre los lectores que hubieren enviado el cupón.

Y hasta el próximo mes, el último sábado.

Alfonso Esse Hernández

— o o o —

El pacto con el diablo

Es la historia de Chunga Londoño, una persona humilde, ignorante e infeliz, que vendió su alma al Diablo, se volvió personaje y llegó a ser de los del Parque.

Había en mi pueblo un herrero llamado Chunga Londoño. Tenía quince hijos. Una crisis en el país lo llevó a la miseria: no encontró trabajo; vendió hasta el ayunque; no podía dormir y, cuando lograba adormecerse, lo despertaban los pensamientos. Los hijos le pedían almuercito, y nada, casi desnudos.

Chunga desesperó y tomó la decisión de irse río abajo, y llegó a Dos Peñoles, en donde el río pasa en canalón, y allí hay una cascada, y dijo que se iba a tirar por ella, para acabar de una vez, y en ésas apareció un hombrecito muy feo, sentado en la punta de la roca y le dijo:

—¿Qué vas a hacer? Yo sé lo que te está pasando… ¿Qué me das y te salvo la situación?

—Un alma que tengo te la daría, y si tuviera cien almas te las daría también. ¿Cómo te llamas?

—Yo me llamo Cosafea…

Cosafea era bajito, no tenía más de media vara del culo a los jarretes, patitorcido y nuquigrueso, el tipo de hombre con quien no se deben tener negocios, según decía mi papá, porque todos son pícaros. Y dijo Cosafea, prosiguiendo:

—Yo sé lo que te está pasando. Si firmas un pacto conmigo, te haré cien favores, pero al centésimo morirás y me tendrás que dar el alma. Pero antes dime: ¿tienes algo de alemán?

—¿Alemán yo? ¡Miéntamela, más bien! Soy hijo de cristianos viejos…

—No es para que te enojes… Es que los alemanes no cumplen los pactos… ¿Te decides?

—¡Convenido! Hago el pacto. A los cien favores te daré el alma. Yo bien jodido y con quince hijos…, lo mismo se me da entregarte el alma ahora que a los cien favores.

—¡Firma este pergamino!

Lo leyó, y firmó y fue trato hecho. Una vez echadas las firmas, Cosafea le dio un puñetazo a la roca, que se abrió. Aquí queda el pergamino como en sagrario, dijo. Le dio otro puñetazo y se cerró.

—Ahora pídeme el primer favor…

—Que me gane la lotería…

—¡Trato hecho! Y oye bien: cuando me necesites para otro favor, no es sino que te tires tres pedos arreos, rezando el Padrenuestro al revés.

Se presentó un lotero, gritando que la lotería de Manizales gana por punta y punta. ¿Dónde están los tres pesos con cincuenta? Se acordó que tenía empeñado el fuey. Arregló con el prendero y compró el billete; ya la van a jugar, ya la están jugando, y la jugaron y se ganó el gordo de diez mil pesos. Compró casa, ropa y le dio de comer a los hijos.

El segundo favor sucedió así: que apenas echó los tres vientos arreos se le apareció Cosafea y le dijo que se parara en la esquina de don Paila, en el Parque de Berrío, a atisbar cuándo los Echavarrías flacos acababan de vender acciones de Coltejer y comenzaban a comprar nuevamente, y que entonces comprara todas las que pudiera, que eso era fijo, que de doce subirían a veintiocho… Y se tapó de plata.

A tiempo de esfumarse Cosafea, le gritó: ¡Y abre el ojo, hombre Chunga! Ábrele mucho el ojo a don Pedro Estrada, que es de la junta y parece que la Virgen del Carmen le sopla cuándo van a subir las acciones de Coltejer! Y se tapó de plata…

Y se tapó de plata, y había que verlo, parado en la esquina de don Paila, al lado del Gerente Ochoa, atisbando. El Gerente se atusaba los bigotes, caídos ya por los años, pues ya no lo tiene como cautín de latonero, y don Chunga atisbaba a los miembros, a los miembros de la Junta.

No hay como ser miembro, un miembro protuberante de Junta Directiva: se tapa uno sin hacer pacto, y salva el alma en una tanda nocturna de ejercicios para caballeros. Y si la Virgen del Carmen le sopla, entonces gana por punta y punta. ¡Gente verraca, padre del Putas!

El tercer favor fue con las minas: le dijo Cosafea que no era sino comprar acciones apenas estuvieran fundando una compañía en el Parque de Berrío, y que las vendiera apenas trajeran la maquinaria; que las minas están en el Parque… y se tapó de plata.

El cuarto favor fue que le dijo que vendiera acciones de Carare a plazo, que a don Tulio se le iba a torcer el taladro, porque esos así, muy morenitos, dizque lo sacan acalorado y se les tuerce, y que atisbara mucho al Miembro, al miembro de la Junta Directiva de Carare… y se tapó de plata.

El quinto favor fue con el Cacao, pues resulta que la señora Chunga se murió de rica, y entonces Cosafea le dijo: Ahora es el tiro, ahora te casas con una hijuela, y apenas se te muera, te casas con la otra hijuela, y, si se te muere, resucitas al causante y te casas con él. ¡Abre mucho el ojo, Chunga, que estás en el Parque de Berrío, cuna del Putas!

Y compró finca en El Poblado; lo veíamos conversando con don Alberto, en la puerta del almacén de los Echavarrías gordos, acerca de finanzas, acerca de si Cóndor traería maquinaria de estampados y de si las telas Fabricato compiten con el cordón de la castidad que fabrican en sus telares los franciscanos. Se regó por el Parque la noticia de que don Chunga era «muy tinoso». A las Chunguitas las invitaban al Club, a bregar por cogerles el cacao; dio mucha plata para la Universidad Católica Bolivariana, y eso era telefonearse a troche y moche con el señor Guntlach, del Banco Alemán Antioqueño, y con míster Mac Donald, del Banco inglés. Hasta don Marco, el que les maneja el chimbo a los del Parque, le sonreía con esa sonrisa dulce que tiene. ¿No han entrado ustedes al Banco de Bogotá a que don Marco les preste platica? ¡Pues entonces no saben lo que es malparir…!

Don Marco.—¿Para qué necesita usted ese dinero…?

El Cliente.—Lo necesito para una necesidad…

Don Marco.—Pues hay que preguntarle a la Junta…; es que la Superintendencia… Vuélvase por aquí dentro de un año, a ver…

Si el cliente entra con aplomo, si ya conoce a la gente antioqueña, el diálogo es así:

Don Marco.—¿Para qué la necesita…?

El Cliente.—Para limpiarme el culo…

Don Marco.—Si es para eso, vaya donde Augusto a que le hagan el documento…

Un joven de esa ilustre familia Londoño, que tanto lustre ha dado a la república de Antioquia en la arriería y que ha dado también dos místeres, Ricardo y el otro que actúa en Bogotá, nos dijo que el modo para que Marco prorrogara las obligaciones en el Banco era aparecérsele con un atado de billetes y decirle: ¡Vengo a pagar…! Y de dónde diablos el atado de billetes, preguntámosle. El de encima, contestó, lo es; los otros son papeles recortados…

En todo caso, don Chunga procedía así con Marco, a saber: primero aumentaba su depósito, y luego:

Don Marco.—¿Para qué son los treinta mil…?

Chunga.—Es para dejárselos a usted en depósito, porque me gusta tenerlo muy grande, pues aquí, mientras más grande, mejor.

Don Marco es como las muchachas, que no lo suelta sino cuando se pasó la necesidad.

El sexto favor fue que le dijo Cosafea que comprara vacas adelantadas a cuarenta pesos, y que apenas parieran las dejara sin ordeñar ocho días y las llevara a la feria con ubres tan grandes como el robo de Carare. ¿No han visto ustedes unas ubres que tienen en Carare? Dobló la plata.

Por fin llegó el centésimo favor, y lo fue demorando, demorando, porque se decía: Si lo pido, me jodo…

Y pasaron diez años… Nuestro hombre evitaba evacuar los vientos, por miedo de que le salieran tres arreos; eso era una lidia cuando iba al excusado: hacía pucheros, como las vírgenes, y muy despacio. Por eso se fue enfermando del estómago, pues el general Ospina, que fue un grandísimo pedorro, dijo a su ministro, Aquilino Villegas, una vez en que soltó uno muy grande: Perdone, Coronel, pero no hay cosa más dañina que retener los pedos: por eso es mala costumbre dormir con la mujer; en la cama debe haber libertad; los gases se enredan en las cobijas, etc. Como el difunto general Ospina decía estas cosas tartamudeando por entre los bigotazos, muy solemne, fue por lo que todos decían que sabía mucho, cuando él no sabía sino de atisbar fincas…

Tenemos pues que enfermó del vientre, y era un ardor por la noche, al lado del hígado, y el bicarbonato ya no le valía y se fue donde el médico. Éste lo mandó donde otro a que le examinara los meados, y nada; lo mandó donde el doctor Alonso, a que le examinara las sobras, y nada tampoco; y, por último, se lo mandó a Uribe Vélez, para que le retratara todo el tubo digestivo y la vesícula biliar; le hicieron beber unas mazamorras y tras, tras, tras, tras, los retratos de las tripas; al otro día le hicieron beber una purga alemana y… precisamente esa noche, sin quererlo, entredormido, se peyó, taque, taque, taque, los tres arreos… y apareció Cosafea, furioso, y le dijo: ¡Grandísimo alemán, creí que ya no me ibas a llamar…! Y le dio el centésimo favor, así:

—Compra acciones de Carare, a plazo, al Miembro… Tú no sabes quién es Miembro, nadie lo sabe sino yo, pues no decimos nada «porque el negocio de petróleo es muy competido». Te vas a tapar de plata. Compra muchas, a noventa días, y luego las financias y las financias en casa de don Tomás…

Aquí comenzó el martirio de Chunga. Compró cuarenta mil acciones a plazo, a cinco pesos, porque dizque ya iba a salir petróleo, porque la muchacha de allá dizque le dijo al novio que ya el taladro estaba muy hondo… Subían… subían… y luego bajaban.

Chunga comenzó en un ir y venir entre el comisionista Triquitraque y la casa de don Tomás… Se le fue acabando la platica.

Vamos a describir este martirio, que sólo en Colombia puede suceder, a causa de que nos gobiernan los pasadores de hombre y de que a la gente ladrona le perdonan muy barato en las tandas de ejercicios para caballeros, casa de San Vicente… ¡Lleven pronto allá, reverendos padres, a tanda nocturna, al Miembro y a don Tomasito, el que les financió las acciones de Carare a los pobres! El espíritu de mi amigo Jesús Moreno os pide que los llevéis pronto a tanda nocturna. ¿Cómo eran las andanzas de Chunga? Oigan:

—Me dicen, don Tomasito, que en esta sociedad del mutuo auxilio para los pobres, que usted gerencia, me prestarán una platica en acciones de Carare…

—Pues voy a serle franco, mi don Chunga… Aquí, desde que eso comenzó a caer, resolvimos que ya no financiamos Carare… Ya nos vamos a repartir la ganancia, nos vamos a liquidar. Pero… dígame, ¿a cómo le salen costando esas accioncitas?

—Pues vea, don Tomasito, a mí me las vendieron donde Triquitraque, sin decirme de quién eran, a cinco pesos con veinte centavos, con tres meses de plazo, pues me dijeron que en ese tiempo dizque saldría el petróleo, que ya, ya estaba para salir, pues el Miembro había sonreído en la última visita que hizo a los comisionistas. Con los plazos, me cuestan por ahí a seis pesos…

—¡Ave María, don Chunga…! Y dígame una cosita: ¿no podría darnos otros valores, como cuña de la financiación…?

—Explíqueme, don Tomasito…

—Vea, don Chunga: usted nos traspasa a nosotros un título por doscientas acciones de Coltejer, lo cual es la garantía de la operación…, y nos traspasa también un título por mil acciones de Carare: nosotros le damos el valor de éstas a $2 y firmamos una carta en que usted se obliga a tomarnos mil acciones de Carare a $2,30… ¡Eso es lo que llamamos financiar…! Pero vea, le voy a ser franco: ahora la sociedad ha encargado de las financiaciones a don Pedrito… Váyase a hablar con él…; usted lo encuentra, de fijo, donde Triquitraque o en la puerta del Banco, atisbando… Pero le digo una cosa, eso sí: no vaya a salir de ningún modo de esas acciones…; la cuestión es financiarlas…; aquí estamos para servirle…; vaya háblese con Pedrito… En la puerta del Banco, atisbando…, ¿oye?

Apenas comenzó a verse claro el robo, don Marco le dijo a Chunga: Usted está jodido, don Chunga; no puedo prestarle, porque la garantía ya no paga, no alcanza a pagar… Dígame: ¿no tiene accioncitas de tabaco…?

—¿Qué te pasa, mijo?

—¡Nada!

—Vamos a pasear…

—¡Nada!

Al fin les contó a la mujer y a los hijos, así: Es que me voy a morir…

—No… Aguárdese, mijo, y verá. Vamos a celebrarle una novena a la Virgen…

El hombre estaba triste que triste, sin dormir, amarillo y ya ni peía. Como los angelitos obtienen muchos favores, pusieron a un hijito de dos años a hacer la novena con ellos, arrodillados, para que pidiera que Cosafea no se llevara el alma del papá, que ya se había llevado la plata…

¡Pero nada! Chunga se murió así:

Cuando terminaron la novena, oyeron un huracán y pasó Cosafea envuelto en llamas, gritando: Aquí voy; ¡no te financio el alma! ¡El alma al sobis…!

¡El padre Piedrahíta les dijo que romper un pacto con el Diablo era cosa muy morlaca…!

En fin, Chunga se fue poniendo amarillo, amarillo, pobre, pobre, mientras que el Miembro de la junta se ponía lozano, lozano, rico, rico… Fuimos a visitarlo, y estaba boca arriba y no hacía sino pe… pe… pe… No pudo decir últimas palabras, sino que lo último que hizo fue los tres pedos arreos… y, cosa rara, ¡en ese momento salió petróleo en Carare!

— o o o —

Pequeña biografía de la república
de Antioquia para los niños [II]

(Continuación del número anterior)

XII. Acerca del Putas

La gente está impaciente… Hemos recibido muchas comunicaciones en que piden informes acerca del Putas.

Primeramente diremos que será culibajito, patitorcido, nuquigrueso, que no tendrá más de media vara del trasero a los jarretes y que, según unos profetas, nacerá de Luisito Cano y de la señorita Pajuela, dactilógrafa en la Liga de las Naciones. ¡Ahí está la gracia! Otros profetas, pero modernos, sostienen que nacerá de Marco Arango, abejorraleño, el que les maneja el chimbo a los del Parque de Berrío, y del amagamiento La Ayurá, en Envigado.

¡A lo mejor será que nos van a nacer dos Putas…!

Sabemos, en segundo lugar, que nacerá con la facultad para adivinar cuándo la compañía Coltejer va a emitir «acciones hijas», es decir, caerá parado en el Parque de Berrío. Masato, el poeta Masato de la plaza de mercado, refiriéndose a él, dijo.

El huevo nació parao
y el bollo cayó extendido…

XIII. Señales de su venida

El Miembro, el miembro de la Junta Directiva, comenzará a sentir los primeros remordimientos… Esteban Jaramillo comenzará a sacar la plata que tiene escondida, y don Tilín morirá y obtendrá que el diablo le financie el alma, con tres meses de plazo.

Marco el papá del Putas obtendrá el retiro y se entregará a jardinear y a silbarle al canario, por la mañana, en bata de baño, chasqueándole los dedos pulgar y medio de la mano derecha: fi.. fi… fu… fu… fo… fo… Luego, le nacerá el Putas y morirá…

—¿De qué murió Marco…?

—Pues del canario, ¡y de jardinear…!

El financista de Medellín se retira siempre a los sesenta años a su mangada, dizque a jardinear y a cuidar el canario, y a poco muere de un lodo que le tapa el canal colédoco.

XIV. Mahoma

Pues en los tiempos de Polidoro, como les dije, se levantó Mahoma, el comisionista: ancha nariz y ojillos astutos por debajo de un amago de cabeza. Todo el día está pegado a los teléfonos mugrosos o donde los Echavarrías gordos y los Echavarrías flacos, conversando de finanzas. Las bocinas de los teléfonos están desboquinetadas por el uso… ¿A cómo me da doscientas Coltejer, con hijas…?, y las aletas nasales se hinchan…

Estudió con don Pedrito; ahí, dando vueltas, de andarín en el Parque, vendiendo y comprando, cobrando y pagando, se graduó en la magia esa. Lo graduaron el señor Sitarz, del Banco, y el señor Hubard, del otro Banco, que le prestaban plata a uno para comprar acciones así: la pérdida para uno y la ganancia para ellos.

En la actualidad, Mahoma es comisionista de compra venta de acciones y también lee libros rosacruces, dizque para desarrollar la intuición, porque ya han venido dos príncipes tibetanos, grandes maestros, a enseñar eso, gratis: desarrollo de la intuición hasta recordar las existencias pasadas o hasta adivinar cuándo los de la Junta Directiva van a comenzar a vender acciones. Anteayer, algo bebido, me confesó Mahoma que él había sido en una de sus encarnaciones anteriores algo muy grande, como el robo de Carare; me confesó en voz queda, que él había sido… ¡el Putas!

¡No, hombre Mahoma! El Putas no ha nacido aún, es el que va a venir, es el Mesías del pueblo antioqueño y ya se sabe que nacerá de Luisito Cano y de la señorita Pajuela, de la Liga de las Naciones. Usted, Mahoma, no fue propiamente el Putas sino un Echavarría flaco.

XV. Los Echavarrías gordos

De los Echavarrías gordos sabemos que son discretos, menos cuando se quedan solos en grima, pues entonces se les alborota el contenido y escriben crónicas a troche y moche, en que figuran príncipes, y son galantes a diestra y siniestro, y les hacen a las muchachas el saludo a lo Casola, como el gerente Ochoa… Ellos son los reyes del Parque de Berrío, lozanos como pavones y huelen a telas nuevas; son los dueños de Fabricato, «la tela de los hilos perfectos».

XVI. Los Echavarrías flacos

Los Echavarrías flacos son como a la carrera, muy ambiciosos y nunca acaban, siempre están emitiendo acciones hijas, que les vende el comisionista Mahoma. Son los dueños de Coltejer, que no se sabe en qué va a parar. Les ayuda allí don Pedro Estrada, uno a quien la Virgen del Carmen le sopla cuáles acciones van a subir y cuáles a bajar. Con las telas Coltejer se hacen unos vestidos que compiten con el cordón de la castidad… Son tan tinosos en esa Compañía, que ya sacaron petróleo, primero que en Carare.

XVII. Mora Hermanos

En la historia de la industria antioqueña quedarán los nombres y las figuras de estos señores, Mora Hermanos, familia oriunda de Yarumal, como los fundadores de la verdadera sociedad anónima: hasta que ellos llegaron, no teníamos sino negocios anónimos; se tomaba dinero en mutuo para… repartir dividendos.

Sus fundaciones son: Tejidos Cóndor, Cementos del Nare, Arrocera Central, Cementos Argos, etc. Ellos iniciaron la moralización de la sociedad anónima y a ellos se debe en mucha parte la fe que les va teniendo nuestro pueblo.

Podemos dividir en dos periodos la historia de nuestras sociedades anónimas: a lo antiguo, al espíritu antiguo, de gamonales medellinenses, en que una sola familia hacía y deshacía, pertenece Coltejer. Hace poco, el gerente de Coltejer, doctor Restrepo Uribe, renunció a la gerencia porque la familia Echavarría quiere dirigir y a un mismo tiempo comprar y vender acciones, y ser agentes vendedores exclusivos de los productos. Alegaron los señores Echavarrías que ellos fundaron la fábrica, que poseen muchas acciones y que venden muchas telas. Pero queda en pie el hecho de que las acciones suben y bajan de doce a veintiocho pesos y que ellos y alguno de la Junta compran y venden acciones. Los que no somos de la Directiva no sabemos cuándo se debe comprar y cuándo vender: nos tiran desde la línea Maginot. Me atrevo a hacer este cargo porque es público y lo formuló el gerente en la Asamblea General de Accionistas. Para desvanecerlo no hay sino un medio: publicar los documentos referentes a un arbitramento que hubo para decidir si los miembros de la Directiva podían especular con las acciones y publicar del libro de inscripción de accionistas un extracto del movimiento de acciones a nombre de los de la Directiva y sus parientes. Mientras tanto, allí no hay seguridad.

La Compañía Colombiana de Tabaco ha logrado tapar el cobre, porque maneja un monopolio de hecho, pero en ella es donde está refugiado como en línea Maginot el gamonalismo hipócrita de Medellín. En virtud del monopolio de hecho, es un Estado dentro del Estado: le pone automóvil a la puerta a cualquier suplente de congresista que llega por aquí; le da a Plinio Mendoza, para su revista o para sus aventuras, avisos por miles de pesos; trafica con la caridad; todo lo compra y todo lo vende.

El capital de más porvenir y de mayor vitalidad en Antioquia es el de Mora Hermanos. Dotó la naturaleza a don Eliseo de la prudencia y a don Jesús de la impetuosidad; ninguno posee la egoencia de don Jesús ni la parsimonia de don Eliseo. En las sociedades en que estos señores intervienen, el inversionista está seguro de que se procede a la luz.

La egoencia de don Jesús nace de su éxito. Sabido es que éste engendra a su vez la seguridad y que la seguridad conduce al fracaso; pero ahí está don Eliseo, bueno para el consejo como Ulises.

Estos señores idearon un sistema genial para obtener el desarrollo de las empresas industriales: dar los dividendos en acciones nuevas. Es un modo de obligar al ahorro productivo. Desgraciadamente los especuladores se están aprovechando de este método, practicable sólo en empresas que no han llegado a completo desarrollo, para engañar al público y venderle acciones a precios ficticios.

Mora Hermanos son representativos de lo que vale en Antioquia, de la gente que se lo debe todo a su esfuerzo, de la gente segura, de ésa que forma a los grandes pueblos. Mora Hermanos es el capital más honorable, vital y patriota que hay por aquí.

En resumen: tenemos en la industria antioqueña a los Echavarrías gordos, vieja escuela del almacén del Parque de Berrío; a los flacos, que no se sabe a dónde irán a parar; a don Pedro Estrada, de las Juntas directivas y a quien la Virgen del Carmen le sopla el alza y la baja; a la Colombiana de Tabaco, línea Maginot, caridad con uñas, dueña del Congreso, viajeros con pasaporte diplomático, artillería pesada, Estado dentro del Estado, en cuya gerencia se turnan los que parece que tienen tres y, por último, a la verdadera energía popular, a lo que podríamos llamar verdadera Antioquia, Mora Hermanos.

XVIII. La vida es la Universidad

Grabadlo muy bien, hijos míos, que la vida es la verdadera Universidad; en el Parque es en donde se aprende a conocer a los hombres: mientras que en el colegio se distinguía Joaquín Luciano Palacio, medalla de excelencia, en el Parque estaba yente y viniente el comisionista Mahoma: aquél es hoy un viejo sordo y pendejo y Mahoma «intuye», casi podríamos decir que si no es el Putas, se le parece mucho. Y mientras que Pacho Pérez se aplastaba las nalgas donde los jesuitas, Pedro Estrada barría la oficina y examinaba el café pergamino, para ver si estaba seco, en la casa de los Londoños; aquél es ya un viejito de paraguas y a don Pedro le sopla la Virgen del Carmen en dónde debe comprar, y por cierto que le dice que compre tierra en las esquinas.

Fijad muy bien esto: que se aprende a caminar, caminando, a hablar, hablando, a encontrar, buscando, y a ser pendejo, leyendo. No leáis, investigad, buscad, vivid. La república de Antioquia fue grande cuando su escuela era la arriería, la Feria, la Plaza de Mercado y los pueblos. Allí se formaron Alejandro Ángel, Emilio Restrepo Paila, Pedro Estrada, Luis y Paulino Londoño, Bernardo Mora, etc. Ninguno de ellos aprendió a leer hasta que lo necesitó para saber cuánto le debían; primero aprendieron el lenguaje de las actitudes de los seres; por eso son astutos, saben lo que quiere cada cosa que se les presenta.

XIX. ¡Aguanta, chico, que ya sale el petróleo…!

Nos ganaron en la votación en esa asamblea extraordinaria de la Sociedad Nacional del Carare, pero no en la discusión, porque aquí hay mucho marrano y les vamos a ganar en la eternidad efímera del arte, pintándolos:

Nosotros dijimos que podían robar o que, al menos, debían padecer graves tentaciones; un español, Andrés Perea, replicó así: «¡Coño, esta gente es muy honrada!». ¡Honrada será tu agüela…! Entonces un Escobar, marrano viejo, dijo que felicitaba a esa gente, por honrada, y todos se levantaron, lo cual quiere decir que nos derrotaron. El español argumentó: «¡Aguanta, chico, que ya el petróleo se nos viene encima!».

Los unos eran entrecalvos, calvicie color de cuero de muerto, y los otros eran gordos desaforados; por último, los yanquis de la Troco eran tres y nos gustaron, porque no hablaban, pero atendían mucho y votaban; los yanquis, nuestros primos hermanos, tienen inocencia en la picardía; la ejercen en los negocios con la naturalidad del que orina con gana. Uno de ellos, cejón, ojihundido, moreno, atendía muy agradablemente y pensamos: ¡Este debe ser el Putas de la Troco…!

XX. Antioquia produce genios

La formación de un hombre actor es asunto largo y de práctica progresiva. Habréis visto, por ejemplo, al que se dobla sobre sí mismo, mete la cabeza, los hombros y los brazos por entre las piernas y camina… Pues comenzó agachándose como vosotros lo podéis hacer; pero se agachó metódica, diariamente, durante toda su vida. Ese que canta, o baila o habla celestialmente, principió como podéis comenzar ahora; este Mahoma que adivina qué acciones queréis vender y a cómo las daréis, principió de recadero de comisionista, y, así, todos los que nos causan admiración.

El secreto está en dedicarse al trabajo, a la vocación, venciendo obstáculos, aprendiendo de los fracasos, obedeciendo, humildes, al tiempo, padre de lo que se agranda y, sobre todo, venciendo las tentaciones de cambiar de actividad.

Por eso Antioquia produce genios en la Plaza de Mercado de Medellín, en la Feria y en el Parque de Berrío; en las escuelas y Universidad no ha producido ninguno.

La vida es la verdadera escuela; los libros son para consultar; ayudan en las dificultades que uno está venciendo en el oficio que practica. ¡Ay del hombre y del pueblo librescos! Nunca se ha hecho nada sino el que se puso a la obra desde temprano, y sólo el que actúa puede aprovechar de lo escrito acerca de su arte. Ayudantes del artista llamaremos a los libros.

XXI. Ahí tenéis a Marco…

¡Ahí tenéis a Marco, hijos míos…!; algún día iréis a casa de Marco a que os preste algún dinerito asegurado en «valores» y entonces sabréis lo que es un hombre bien simpático: lo graduaron en «el banco»; fue mandadero allí, fue secretario de don Luis Mejía Álvarez; desde niño, sus células todas viven las escenas bancarias, saben al vuelo el modo como entra «un cliente» a pedir prestado; sus células cogen al vuelo la situación económica del cliente; le adivinan a uno «el balance», y la necesidad y la intención. Es, hijos míos, en una palabra, el banquero del Parque de Berrío. Y no estudió nada, las puras nadas, si por estudiar se entiende pegar el culo a un taburete y hojear libros. Su estudio fue prestando y cobrando, multiplicando y restando y haciendo mala cara. ¡Y adivina, el maldito! Le adivina a uno cuándo está necesitado, y entonces no le presta, y cuándo está boyante, y entonces le presta mucho. En Europa vimos a gente que adivinaba si uno estaba casado, pero no pudimos ver uno solo que fuera como Marco, que le adivinara «el balance».

El banco de Marco fue antes de don Luis Mejía Álvarez, y éste tampoco «sabía» nada, pero había copiado un texto de economía política de Leroy Bauheu y publicádolo como suyo, y el banco creció lenta pero seguramente, porque su lema era no prestarle sino al que no necesitaba y porque Marco era el secretario.

Aprended, pues: Marco no cogió los libros, sino que se puso a observar a los clientes y ahora es capaz de adivinar el balance de don Pedro Estrada y de augurar con seis meses de anticipación cuántas acciones hijas van a repartir en Coltejer.

XXII. Nuestras escuelas no sirven

Nuestras escuelas no sirven, pero la vida antioqueña es una insuperable, mejor que cualquiera de cualquier tiempo o lugar.

Sacapotras, sangrero y perrero de los ventorrillos se llamaba a sí mismo Teofrasto Paracelso. Ambrosio Paré fundó la anatomía, escribió sus fundamentos después de aprenderlos de la vida en cocinas, campamentos y entre apestados. También Pasteur fue en el manejo donde aprendió. Miguel de Cervantes vivió a don Quijote letra por letra, posada por posada, camino por camino y aventura por aventura. Así como la mujer forma a su hijo de su propia sustancia, así tenemos que formar con nuestra vida nuestra sabiduría. No conocemos ningún actor bueno que se haya formado en libros.

Medio y ayuda es la Universidad; lugar de comprobaciones: si allí no vamos a verificar lo que ya hemos vivido sino a aprender lo que otros vivieron, no la llamemos Universidad.

Antioquia vive intensamente, pero carece de Universidad y de escuelas. Produce grandes hombres por docenas y ni uno solo ha sido universitario.

Cuán por debajo del pueblo antioqueño se hallan sus gobernantes salidos de las escuelas de Derecho, Minas y Medicina. Gobiernan a un pueblo de Echavarrías, Moras, Ángeles y Londoños unos doctorcitos cuyo oficio es casarse con ricas.

XXIII. ¡Mirad a Samuel…!

Efe Gómez le dijo a uno que se puso a estudiar Derecho en la Universidad, cuando ya estaba viejo y que lo invitó a su grado: «¿Para qué estudias eso, Samuel? ¿Para que se te olvide…?».

Deja la Universidad, Samuel, y paséate por el Parque, por la Feria y por la Plaza de Mercado, atisbando. Atisba a don Manuel María y a don Pedro Vásquez, «técnicos y expertos en terneros, gerencias y consejos», y verás cómo tu cerebro engorda. De paso, contempla al gerente Ochoa: cuando joven se atusaba los bigotazos con ambas manos, desde la mitad hacia los extremos, hacíale a las muchachas el saludo a lo Casola, tenía la virilidad, en los amaneceres, como cautín de latonero, mientras que ya viejo va al templo y ora… ¡Son muy tristes la vejez y el olvido! ¡No vayas a la Universidad, Samuel! Vete a la Plaza de Mercado, que allí encontrarás a Masato, el poeta antioqueño, que te recitará:

¡El huevo nació parao…!
¡El bollo cayó extendido…!

Deja esos libros, que tienes la vida delante y abierta. ¿Para qué lees la vida de César, si ahora, en tu ciudad, están viviendo muchas gentes y no hay artistas que las pinten? No creas que te haces más sabio leyendo que atisbando; nunca se ha oído decir que un lector haya encontrado o hecho algo, y sabemos que todo el que atisba, encuentra.

Callejea y practica tu arte; confronta tu obra y tu vida con las ajenas; para ello puedes consultar libros y nunca más.

Si te llama la anatomía, despelleja animales, córtalos y atísbales actitudes y movimientos. Si eres pintor, mira y mira, pinta y pinta. Si filósofo, anda siempre atisbando, en acecho. Si músico, escucha y practica los sonidos, combínalos. Uno solo es el método. ¡Oh experiencia, madre de las artes!

Y en lo que no sabemos, somos niños: en la Feria verás cómo matemáticos, médicos y abogados se humillan ante don Aniceto. Nos parecemos a Dios en lo que sabemos hacer. Tú, Samuel, porque no sabías nada entraste a la Universidad, creyendo, engañado, que allí se aprendía y… estudiaste para que se te olvidara…

Callejea, Samuel, practicando tu amor. El poeta Masato dice que «el huevo nace parao», es decir, el muchacho que crece en la Plaza, y que «el bollo cae extendido», o sea, el hijo de rico que va a la Universidad a aprender libros para que se le olviden.

XXIV. Los mulatos y las mulatas

Ya es muy escaso el hombre blanco en el Parque de Berrío; lo que abunda son mulatos y mulatas que a primera vista parecen bien proporcionados, pero que no resisten el menor manipuleo: «Al menor manipuleo huye su belleza o sólo queda la apariencia». Las mujeres de Medellín no resisten ya una desnudada.

Los mulatos son sensuales, sensualidad de atisbador, vanidosos y carentes de método vital. Este consiste en la constancia en los hábitos, en complejo casi invariable de tendencias, que conduce muy lejos y triunfalmente. La constancia vital se observa en las razas formadas, durante el periodo de madurez.

En Medellín, lo que había de raza era un residuo español que ha desaparecido ya; ahora tenemos un tipo formado por las sangres negra, blanca e india en proporciones desastrosas. Ese tipo colombiano podéis contemplarlo: son esos morenitos que ejercen el gobierno en los tres palacios: departamental, nacional y municipal. Su actividad se reduce a beber café y atisbar las piernas a las mujeres; llevan tres cosas en los bolsillos del chaleco: un condón, un quinto de lotería y un espejito. Es un tipo humano putísimo y sin método vital.

¡Meditad en que ese negrito de espejo de bolsillo, condón y quinto de lotería, está encargado de manejar, como gerente, la riqueza petrolífera, áurea, forestal y moral de la patria!

No insultéis a los yanquis; no tienen ellos la culpa de que ese negrito se les ofrezca en venta; el yanqui ha estado listo a tratar bien a Suramérica, pero estos pueblos exigen que los prostituya.

En eso del istmo de Panamá, los yanquis quisieron proceder bien, pero los colombianos, como las rameras, no aceptaron matrimonio y exigieron compraventa de la patria. Leed la historia de los esfuerzos hechos por los yanquis para que el canal se abriera en compañía.

Casarse con rica es la máxima aspiración del morenito: buscad y veréis que dirigen a la patria unos «casados con ricas». ¡Gente verraca!

Fin

— o o o —

Panoramas

Internacional

Ya estalló la guerra, tan preparada, entre Alemania e Italia, por una parte, e Inglaterra y Francia por la otra.

Mussolini hace el papel de cabrón: es la única ayuda que podía darle a Alemania. Esta nación, compuesta de gente pasiva, gente valerosa cuando tiene amo, ordenó a Mussolini que guardara su ejército teatral, emplumado, y que le ayudara como cabrón, papel en que es insuperable.

Los italianos sólo pueden guerrear contra los inermes etíopes y aprovecharse del parto de la reina Geraldina, atisbar la noche en que Geraldina iba a parir, para aplastar a Albania «heroicamente».

* * *

Mussolini y Hitler venían predicando y practicando la doctrina alemana de que la guerra hace parte de la naturaleza del hombre. Con Mussolini no discutiremos, porque se ha revelado como un fantoche, ha aceptado el papel de celestina.

Tal doctrina la fundamentan en el concepto genérico de guerra, a saber: que los niños y los animales se baten entre sí; que en química se trata de una lucha de atracciones y repulsiones; que la guerra ha existido siempre, que el deseo de vencer es lo que se llama estímulo en los colegios, en las ciencias, en las industrias, y que a ese estímulo se debe todo progreso. Por consiguiente, la guerra es de la naturaleza humana; sin ella no hay progreso.

Los cristianos contestamos así: ¿Es de la naturaleza humana, de toda naturaleza, la tendencia al sacrificio, a la superación, a resucitar de su propio cadáver, a convertir en cadáver lo que somos? O mejor: ¿Es propia de toda naturaleza la guerra en su sentido genérico de lucha? Concedemos. La lucha con las dificultades, con las pasiones, con el mundo interior y exterior ¿es natural al hombre? Concedemos. ¿Es natural al hombre determinada forma de lucha, de guerra, por ejemplo, la que consiste en matarse mutuamente, en destruir vidas y bienes? No.

El instinto de lucha es lo natural, o sea, la guerra en sentido genérico. Las especies de guerra son contemporáneas y determinadas por los cuadros sociales, por la evolución a que se haya llegado en la conciencia. Por ejemplo, en el medioevo la gente tenía el oficio de soldado e iban a pelear aquí y allá, a sueldo, en donde los llamaran.

Luego tenemos a los caballeros andantes, otra forma de guerra.

Luego tenemos a los misioneros, a los navegantes, a los del Instituto Rockefeller, otra especie de guerra.

En los tiempos de la piedra y las cavernas, el que tuviera los músculos de Gandhi no hubiera durado cinco minutos.

¿No fue un guerrero Pasteur? ¿Y Edison? Don Bosco, ¿qué diablos fue?

Job, el tentado y ulcerado, fue tan guerrero que como milicia definía la vida.

Y nuestro señor Jesús, el Cristo, ¿no fue el rey de los guerreros?

* * *

La guerra, señor Hitler, como matanza de hombres, cada vez nos repugna más. A usted le gusta, porque usted es invertido activo y su pueblo, que tiene grandes cualidades, tiene el defecto de la pasividad. Pueblo valiente, pero cuando se siente castigado por detrás.

* * *

La matanza humana, el primitivo concepto de guerra, aún podrá durar mucho, doscientos o mil años.

En fin, es cuestión de maneras y de hábitos. Hay que pensar en que el espíritu es el fruto mejor y que no madura en siglos sino en eones.

Todo nos está oculto por la muerte; no contamos sino con la manifestación formal, terrena; nos reímos de las mariposas que no duran sino un día: nacen, aman, se reproducen y mueren en uno o dos días; pero no su espíritu.

Para muchos es motivo de pesimismo el que seamos guerreros. ¡Pero ésa es la prueba de que vamos! Estemos alegres porque somos guerreros y midamos la conciencia por la forma de la guerra.

Lo malo está en el fanfarrón Mussolini, que predica el asesinato, apoyado en tan reconfortantes verdades. ¡Vean ustedes que haber instigado a la guerra y predicado la matanza, para luego dedicar al pueblo de Leonardo y de Rafael a desempeñar el papel de cabrón! ¡Arrojar a los niños unos contra otros, armados de puñales y fusiles, para luego salir con ésta que ha hecho! ¡Hombre y pueblo heroicos, conquistadores de aldeas en donde la reina está pariendo! Aquel país que produjo a Giordano Bruno, ha caído en la ruina moral.

Y el Papa le hace coro a Mussolini. Sus palabras últimas han sido: «¡Paz para Italia, paz para Europa, paz para el mundo!». ¿Por qué Italia primero? Es el papa italiano.

También le hace coro en eso de «paz justa», es decir, entregándole todo el mundo a Mussolini.

* * *

Nosotros, los cristianos católicos, esperamos el triunfo de Cristo y padecemos con todos los heridos y torturados. En ninguna guerra está Cristo como soldado.

Nacional

Los hechos son los siguientes: que Antioquia posee espíritu de patria; aquí es el único lugar de Suramérica en donde se manifiesta una raza humana. En primer lugar, examinaremos este concepto de raza, someramente, antes de enumerar los otros hechos y de sacar las consecuencias.

Se puede afirmar que en un lugar de la Tierra hay una raza humana, es decir, un núcleo humano que se expandirá, dándole nuevos matices a la manifestación del hombre en la Tierra, cuando en ese lugar geográfico habitan gentes que se distinguen de los demás por una tendencia común muy fuerte que impregna su lenguaje y sus hábitos, uniéndolos en momentos de peligro, para la defensa, e instigándolos siempre a la expansión y la conquista.

Si esto es así, en todo el haz del continente suramericano no hallaremos otra raza que la antioqueña. Nosotros hablamos nuestro idioma; hemos asimilado y recreado el castellano con nuestra propia sustancia. Nosotros tenemos un tipo de hombre y de mujer que se distingue en todas partes y que, a pesar de largas ausencias, no pierde sus características. Nosotros somos conquistadores y hemos poblado a Colombia, haciendo ciudades y plantíos de sus selvas; no hay aldea colombiana que no posea colonia nuestra, y esa colonia es casi creadora y dueña de la riqueza allí. Y, por sobre todo, el anhelo de mejorar, de superación, es innato en el antioqueño: ese anhelo es el metro único para medir la potencialidad creadora de la gente.

Ahora bien: la raza antioqueña le ha dado ya características de patria al occidente colombiano; en la conciencia de los habitantes del río Magdalena para el occidente está ya viva la república de Antioquia.

¿Por qué no la república de Colombia? A causa de Bogotá, que nos odia y nos teme. Tanto ha maltratado Bogotá al espíritu antioqueño, que para nosotros Colombia y Bogotá se confunden en un sentimiento de traumatismo espiritual. Bogotá, por su incomprensión, su pereza y su aislamiento dilapidador, por su histerismo de bebedora de café, ha logrado que el nombre de Colombia sea doloroso para los habitantes trabajadores del país. ¿Qué ha logrado aquella ciudad de tierra fría, frívola e invertida? Veamos:

Las manifestaciones constantes que en todo el occidente se hacen con el nombre de descentralización comprueban que todos los del occidente deseamos como supremo ideal el advenimiento de la república de Antioquia o república del Pacífico, con Medellín, Cartagena o Cali por capital. Nuestras multitudes acuden a esas manifestaciones con sentimientos alborozados de patria.

Sería hipócrita negar que por aquí no amamos la actual Colombia, capital Bogotá; no la sentimos; nuestros corazones no responden ya sino al himno antioqueño.

La capital y la dirección de Colombia son artificiales. Es un hecho de conciencia que nosotros no amamos a la Colombia de hoy, y sí, mucho a una Colombia que ya viene y que es la república de Antioquia o del Pacífico. La de hoy, la que está en leyes y en papeles, carece de existencia anímica y cordial. Hay pues una situación falsa que es necesario corregir para bien de la patria.

Reconozcamos públicamente el hecho de conciencia: Bogotá, con sus modos, ha logrado que nos sintamos antioqueños, que vivamos para Antioquia, en una palabra, que nuestro espacio anímico vital sea la república de Antioquia.

Y no podemos llegar a ese extremo. Es necesario que el espíritu bogotano bregue por comprender y que acepte nuestra exigencia mínima:

Como mínimum de exigencias, la federación.

Sabemos que en Bogotá, esos políticos cafeómanos tomarán a regionalismo nuestras crudas advertencias. Sepan que ayer no más un peón nos decía:

—Esos presidentes extranjeros que hemos tenido son muy malos…

—¿Qué presidentes extranjeros…?

—Pues… ¡ese López…!

¿Qué indica esto? Pues que el odio que profesan en Bogotá a todo lo antioqueño ha creado entre nosotros el sentimiento de extranjero. Bogotá y sus López harán nacer la república de Antioquia en el mapa.

Si no se accede a satisfacer pronto la necesidad de autonomía y de justicia que sienten los departamentos occidentales, el proceso parece que será el siguiente: Colombia se dividirá en dos, para luego unificarse en forma distinta a la actual.

Las debilidades, los titubeos y el retraso de Colombia proceden del error de haber establecido la capital en Bogotá, pueblo situado en cima y clima impropios bajo todo punto de vista, sobre todo impropio para capital, que quiere decir ciudad de todos, corazón de un país. Bogotá es aldea incomprensiva, aislada, costosa, lanuda y chocolatera; es clima proclive a los vicios contra natura.

Bolívar se opuso a que se cometiera ese magno error, pero lo obligaron a aceptar esa capital las circunstancias políticas de esos días difíciles.

En resumen: para poder evitar la separación del país en dos, es necesario que Bogotá acepte el hecho existente ya en los corazones, de la autonomía de los departamentos, para que la república se organice en forma de Estados federados.

Por ahora, nuestro deber es la salida al mar y un puerto en Urabá. Luego, la federación o la República del Pacífico. ¡Es fatalidad biológica!

— o o o —

Una novela
La primavera [II]

(Continuación)

XXVIII

Salomé anda por la casa de la señora Rousseau desde anteayer; esta mañana, cuando pasé hacia el mar, las vi a la dos, sentadas en la ventana, en cojines, sobre sus rabos, como esfinges. Me entré al parque Borelí para atisbarlas desde detrás de unas plantas: permanecieron quietas en la ventana, aperezadas, pero se les notaba que era pereza de insaciables.

Lo cierto del caso es que lo mejor que hay en la vida es seguir a la gente por las calles. Por ejemplo, en esta primavera he aprendido muchas cosas, sobre todo secretos que no están en libros, a saber:

El hombre y la mujer no coinciden al caminar, al mirar vitrinas, al comprar cosas en los almacenes, no coinciden en ningún acto. Basta observar una pareja que vaya caminando y se verá que el hombre está haciendo esfuerzo para acomodar sus pasos a los de ella. Cuando contemplan una vitrina, el hombre acaba primero que la mujer; casi en todo, el hombre acaba primero…

De esta observación me he valido para saber la clase de relaciones que tiene la pareja que me ocupo en seguir: cuando son matrimonio, el hombre va siempre un poco adelante, impaciente, y en las vitrinas lo vemos que se aleja y la llama. Si son enamorados que aún no han hecho nada, el hombre va pegado a la mujer, sujetando su paso: es el único momento en que coinciden… Después, el hombre comienza a alejarse, hasta que se llega a los matrimonios y antiguas uniones, en que la incompatibilidad para caminar juntos resulta evidente.

La mujer no sirve sino para tentar al hombre.

Salomé y la señora Rousseau sí se entienden: hace una hora que están sentadas, como esfinges incomprensibles, en la ventana, sin moverse, pero con gran capacidad.

El hombre con quien iba la señora Rousseau el otro día, no era el marido, pues iban muy juntos; creo que el marido no ha llegado aún de Argelia; no lo conozco; pero ese del otro día no era el marido…, caminaba como pedigüeño. ¿Y qué diablos tienen de común Salomé y la señora Rousseau? ¿Por qué están allá sentadas, quietas, sobre los rabos, como esfinges?

También es verdad que cuando no son marido y mujer, ella tiene los ojos afelpados.

XXIX

A la una de la tarde estaba durmiendo la siesta y me despertó un ruido en el gran patio de la propiedad de los Babí.

Estaban jugando a las bolas los amigos de la señora Rousseau, tres: un marinero, de veinte años; otro, delgado, cabello ondeado, moreno, y el tercero, gordo, carón, en mangas de camisa, de chaleco.

¡Este es el marido! ¡Mírenle ustedes los fondillos! ¡El marido está en mangas de camisa! Treinta años, cabizbajo, gordo…

El moreno, el del pelo ondeado, tan puesto, es el gato de la señora Rousseau, indudablemente. Ambos, el marido y el gato, tienen aspecto agotado.

¡Pobre marido! Se le conoce siempre en una especie de tristeza de agotado, tristeza resignada.

El marido entró a la casa por el sombrero.

El mancebo estaba muy bien vestido y de vez en vez miraba para los balcones de la casa. El marinero les ganaba en el juego de bolas; carecían de precisión las dos pobres víctimas de la señora Rousseau.

El marido gritó al ir por el sombrero: ¡Dedé…! Así llama a esa fiera primaveral, a esa Salomé sin inocencia.

Se oía que Dedé estaba fregando trastos y arreglando golosinas reconfortantes para su mozo. Salió al balcón durante un momento, pero no fue donde los jugadores. ¿Sería para no asistir al triunfo del casto marinero? Las mujeres tienen un instinto muy sutil.

Salomé está por allá también. El marido está muy cabizbajo. La señora ya no tiene el cuello curtido, como el día en que la vi en el granero… Dizque no son ricos; que él comienza a trabajar, apenas.

El marinero, fornido, casto, era muy preciso con sus bolas; el más impreciso era el mozo.

Lo peor de la escena era el aspecto de marido que tenía aquel hombre.

XXX

¡Qué admirables son los ojos! Un hombre habituado a la observación lee muchas cosas en ellos, imágenes del alma. Me contaba ayer un médico, judío alemán expulsado de allá, que hay una escuela nueva que pretende conocer todas las enfermedades por medio del examen de los ojos. ¡Por lo menos, la actividad del alma, sus pasiones y virtudes sí que se conocen allí! Este marinero que jugaba a las bolas en el jardín de la señora Rousseau tenía los ojos abiertos como el mar; los del marido eran como una gran pesadumbre y los amantes delataban la traición en los suyos.

Francia es el país más perfecto hoy. Ningún otro pueblo posee un tipo humano así, terminado ya; un francés se parece a otro, así como un turpial es igual a otro: tienen el eje de temporal a temporal muy dilatado; esta es su principal característica somática; entre ellos no hay carilargos ni de esos que tienen la cabeza glandiforme. Tienen gran potencia craneana y los ojos separados por amplio espacio; miran rectamente y con serenidad; son de pequeña y maciza estatura y sobrios en todo. Las putas son casi todas extranjeras; los matrimonios tienen dos o tres hijos a lo sumo, pero muy bien hechos y muy cuidados. No he podido hallar contrahechos de nacimiento. En Italia y en España los ciegos, cojos y podridos pululan.

Si hay pueblo perfecto, ese es Francia: su idioma está terminado ya, en el sentido de que ya tienen la manera mejor de expresar todo sentimiento y situación; su gramática es un producto acabado. En español o italiano, por ejemplo, la puntuación y el estilo son asuntos personales más bien: idiomas en formación. Y el amor, y la amistad y todas las cosas buenas humanas son productos acabados en Francia. ¿Creéis que sea posible allí un monstruo como Hitler? ¿Cómo podría serlo, si allí todo está medido? Allí nacen Descartes, el metódico, Pasteur, el trabajador, Fabre, el paciente y unas mujeres buenas, positivas, que nos hacen sentir el calor humano; no es tierra para metafísicas, para suicidios y monstruosidades. Si ocurre un crimen, pues fue un griego o italiano nacionalizados, o un ruso infantil o un craso alemán, choricero alemán. En Francia no se grita ni se abusa: usan de las cosas de la tierra.

(Continuará).

— o o o —

Notas

Míster Flynn Bolys, literato yanqui que dedicó treinta años a estudiar las hediondeces, escribió un libro muy grueso acerca de Bogotá, en el cual hay observaciones interesantes. Copiamos:

«Encontré en Bogotá unos establecimientos únicos en el mundo y que son índice de los modos, sentimientos, pasiones y hábitos de aquella gente inverosímil. Hay allí unos establecimientos a donde van los bogotanos a que les aplanchen los vestidos; pero lo raro es que al cliente le suministran un sobretodo para que se cubra mientras le aplanchan la ropa: lo sientan en un sillón y le encienden un cigarrillo…

Los habitantes parecen a primera vista muy elegantes y ricos; casi todos usan bastón de cayado… Pero en la realidad no tienen sino el vestido que llevan puesto y, por todo eso, la industria de los aplanchaderos que dije es muy productiva.

Observé que los artículos que más se venden en los almacenes para hombre son pecheras, puños de camisa y guardapolvos para los zapatos.

Esa gente que uno ve tan elegante a primera vista, es miserable en la realidad. Casi todos ellos viven de sueldos en ministerios y otras oficinas públicas. Sus ropas interiores son inmundas, pues la camisa les dura puesta durante varios meses, porque les basta con las pecheras que se cuelgan, para aparecer muy elegantes.

Como nuestro viaje tuvo lugar en los días en que celebraban un centenario, y había muchos visitantes, nos tocó dormir con un bogotano en la misma habitación, y así pudimos saber de la miseria de sus ropas íntimas y penetrar hondamente en los hedores de aquella ciudad curiosa entre todas, paraíso del olfato. Los bogotanos pueden definirse como despertadores de olor. En Bogotá, mientras dormía en la misma habitación con el hombre de la pechera colgada, se me ocurrió que la industria relojera no ha aprovechado hasta hoy sino el despertador de ruido, y resulta que uno se despierta por cualquier violencia en cualquiera de los cinco sentidos; y el más delicado es el olfato; se me ocurrió que podrían fabricar unas cajitas, adheridas al reloj, que se destaparan a determinada hora: se metía en ella un pedacito de camisa o calzoncillo de bogotano y… a las cinco, por ejemplo, se destapa la cajita y pum, el viajero despierta y vomita; tendríamos la ventaja de que era despertador y a un mismo tiempo, desopilador del hígado y cordón de castidad.

Agréguese a esta miseria el hecho de que es una ciudad situada a gran altura, en un páramo que tiene vientos traidores y, así, sus habitantes odian el agua o la temen, fuera de que no la hay tampoco. Tienen un poco de agua insuficiente que han logrado llevar de un amagamiento lejano.

Estos frío y amor a la apariencia son la columna vertebral de la psicología de aquella gente lanuda. Con esos hechos protuberantes en el olfato, el psicólogo se adentra por aquella ciudad como por su casa. Obsérvese, de paso, la potencialidad de la tesis que vengo sosteniendo hace treinta años, a saber: que el sentido del olfato es la mejor herramienta en psicología.

Estos frío y amor a la apariencia, repetimos, explican las costumbres y modos de la gente bogotana.

Como viven de empleos públicos, del Congreso, asambleas, ministerios, etc., conversan de política a todas horas, y hablan muy quedo, soplado, a causa de que no se lavan sino los mamones con el pañuelo envuelto en el dedo.

El frío hace que vivan en los cafés, aparentando, o que se paseen de arriba para abajo, yentes y vinientes, por una calle estrecha, mostrándose muy aplanchados… A esa callejuela la llaman Carrera Séptima.

Su esencia es el ser aparentadores: aparentan lujo, riqueza, simpatía, sabiduría, ingenio…; todo lo aparentan. Por ejemplo, un librero francés que llegó allí muy halagado por el cónsul colombiano en París, que le dijo que Bogotá dizque era la Atenas suramericana, me contó que a los libros le aplicaban el mismo sistema de las pecheras de camisa, es decir, que diariamente se paraban en la vitrina de la librería a leer los títulos de los libros y que luego se iban al periódico El Tiempo a escribir acerca de ellos o a citarlos…

Es gente que por dentro es ropa sucia, ignorancia e inconsistencia aterradoras. Son falsos, pues son aparentadores.

Me admiró mucho al principio el caso siguiente que me sucedió: resulta que varios de esos señoritos a quienes había atendido cuidadosamente en mi tierra, me preguntaron así al encontrarlos en la Carrera Séptima o callejuela que dijimos:

—¡Ala! ¿Por qué no te has dejado ver…?

Les contesté que ellos eran los que no habían aparecido por mi habitación, pero se hicieron de las nuevas y agregaban indefectiblemente:

—¡Déjate ver, ala!, para que vamos a comer a casa, presentarte a los “chinos”, a papá y mamá y llevarte a mi hacienda de La Sabana… ¡Déjate ver, ala…! Ahora te dejo, porque tengo una cita urgente con Eduardo… (Eduardo es el Presidente).

Le hacen creer a uno que son riquísimos, amigos del Presidente y, siempre, dejan caer dos o tres palabras y sonrisas que indiquen que son mozos de la Presidenta, y que el hermano es mancebo de la ministra.

Uno de esos tilindrines se atrevió a decirme que Alfonso XIII era hijo de un tal Carlos Holguín, que fue a España, de ministro.

Todos ellos, hombres y mujeres, se deleitan hablando y gloriándose de mancebías; para un bogotano no hay gloria como haber prostituido alguna señora principal.

Después de quince días de habitar entre ellos, de tanto oír de conquistas, citas, triunfos amorosos, acaba uno por creer que no hay señoras en el mundo, que la señora desapareció el día en que se fundó a Bogotá; todas ellas cayeron en brazos de esos señoritos lindos, de pechera, hipnotizadas por el hedor…

Aquí, en Baltimore, meditando en aquella gente, me admiro y dudo de que sea cierto que haya en el mundo tal ciudad. El difunto Roosevelt (Teodoro) tenía razón al decir que Suramérica está poblada por monos. Si no fuera por los días venturosos que viví entre el pueblo antioqueño, maldeciría de toda Suramérica.

No he podido hallar la razón para que los antioqueños no se hayan separado de Bogotá, la cual nada produce y consume y daña todos los recursos morales y económicos del territorio denominado Colombia.

Continuaré describiendo esa gente inverosímil.

Por los días de mi viaje, los periódicos de Bogotá estaban en gran polémica, insultando al Instituto Pasteur… ¿Por qué? Porque los bogotanos decían que un señor Lleras había descubierto el microbio de la lepra. Mandaron el cultivo al Instituto Pasteur, el cual contestó que no habían encontrado allí sino mugre de camisa. Entonces los periódicos insultaban; el Presidente ordenaba que le erigieran estatuas al Lleras: pensiones para la familia y su nombre para las calles…

Para definir esta gente no hallo sino una expresión que oí en Antioquia: gente tilindrina.

Por los días de mis observaciones, el as en Bogotá era un turco llamado Turbay Avinader. Decían en cafés, jugaderos, bolsas y costureros, en tono susurrado, que había sido mozo de tres presidentas y de quince ministras. Por eso lo tenían de Vicepresidente de la República y de ministro de relaciones exteriores. Fui a visitarlo, por mera curiosidad; le dije de los rumores que me llegaban acerca de su “notabilidad”, y contestóme así, sonriendo con suficiencia y como el que se deja calumniar:

“No lo crea, míster Flynn… ¡No tanto allá…! Es que mis copartidarios exageran…; mi amor es el gran partido liberal…”.

Y, no me lo van a creer, terminó dando tres berridos a su partido. En ese momento llegó una sirvientica y, casi arrodillada, le dijo:

“Excelencia, el excelentísimo señor Santos lo llama a su mercé…”.

Entonces, dirigiéndose a mí con sonrisa que invitaba a la calumnia, díjome:

“¡Vea, míster Flynn cómo Eduardo y Lorencita nos interrumpen la charla…! Así me sucede siempre… Pero… ¡déjese ver por aquí otra vez…!”.

Es gente aparentadora, mostradora. Cuando roban algún chimbo en un ministerio, se van de paseo a Europa. En diciembre hay lo que llaman allá “veraneo”, una temporada en tierra caliente. Pues las señoras que no tienen con qué, se esconden en la casa, la cierran con llave, para que crean que están veraneando, y se desnudan y asolean en los patios, para quemar la piel y que les crean que estuvieron en tierra caliente. La deshonra máxima en Bogotá no es ser puta sino ser pobre o parecer pobre.

En cuanto a prostitución, no la tienen como deshonrosa para la mujer, cuando es con diputados, ministros, congresistas, etc. Si fuere con algún conde, entonces la familia publica la noticia en El Tiempo.

El Tiempo es un diario de propiedad del Presidente de la República, y todo el que desee una concesión de hidrocarburos, o establecer alguna industria, paga allí mil pesos por un aviso y las puertas se le abren. La British Tobacco Company les paga actualmente como dos mil pesos mensuales, y está acabando con la empresa nacional llamada Colombiana de Tabaco.

Todo es falso allá y todo es robo. Hay algunos grandes capitales, formados en negocios con el Gobierno, venta de influencias, etc. Pero esos capitales permanecen inactivos, colocados en cédulas de un banco hipotecario; carecen de espíritu creador en absoluto. Cortar cupones es el oficio del bogotano rico.

Todo es falso allá: en las cuentas que publican para mostrar que el país es muy rico, colocan en el renglón de las entradas el producto de los hidrocarburos, bananos, oro y platino, los cuales son de nosotros, los ingleses de Estados Unidos y de Londres.

En resumen: dénme un millón de pesos y les compro a Colombia. Cien mil para El Tiempo, dos mil para El Espectador, quinientos para las ministras, etc.».

En las entregas venideras de esta revista continuaremos publicando capítulos del libro de míster Flynn Bolys. Hay uno, que es el macho entre todos, y que trata de una especie nueva de hediondez que halló en Bogotá y que la academia de ciencias de Baltimore clasificó con el nombre de odor fanae bogotanensis. Hay otro acerca de la introducción de los marranos a Bogotá y de las aventuras que tuvo el conquistador Federman, que fue el que los llevó, con esos puercos bogotanos.

Pero el más curioso de todos es la historia de la dormida de un bogotano con un chivo padre y de cómo éste se tuvo que salir a causa del odor fanae bogotanensis.

No se afanen: esperen grandes novedades en el próximo número de esta revista de la República del Pacífico o Antioquia.

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Carné de guerra

La guerra la ganará el conjunto de fuerzas mayor, conjunto de fuerzas morales y materiales. Quisiéramos que Francia e Inglaterra acabaran con el hitlerismo, pero muy bien sabemos que si eso sucediera, no será a causa de nuestro deseo. Los deseos humanos se realizan cuando coinciden con el devenir de la vida: ¡suprema humildad que nos proporciona la experiencia, madre de la inteligencia!

Los niños y los hombres infantiles se enojan o entristecen cuando la vida los contradice; son caprichosos y exigen que triunfe lo que aman.

Lo que amamos es siempre entes de la imaginación; el filósofo, según la norma de Spinoza, no ríe ni llora, sino que observa.

Hay que someterse y aceptar los sucesos, los cuales son hijos de los precedentes, y así hasta el infinito, y todo es necesario en el devenir, porque la lógica es como el serrucho. La experiencia contraría nuestras esperanzas y no por eso se acaba la vida: deseábamos ganar riquezas con el petróleo de Carare, y allí nos robaron hábilmente lo que poseíamos, y deseábamos el triunfo de Polonia, y se la repartieron alemanes y rusos.

Cuando no se realizan nuestras esperanzas, señal es de que eran imaginaciones.

Por todo esto, hijos míos, cultivad la inteligencia, que es la suprema salud. Así, vuestra vida será como palpitación del universo infinito y uno. Observar y razonar son los grandes salvavidas. Sed muy parcos en el juicio.

Un alemán comete delitos si «su hombre» se lo ordena; aun el mejor de ellos tiene por Dios a «su hombre», el jefe del Estado.

Los latinos llevamos a cuestas nuestra vida; cada uno es un pequeño dios que está siempre en la oposición.

Rusia tiene Gobierno de obreros: carecen de maneras, buen gusto y normas (moral).

¿Cuál ganará la guerra? No lo sabemos, pero parece que la «fealdad» es hoy la mayoría; si triunfaren Hitler, Stalin y Mussolini, recordemos, para consolarnos, que aquí, en Colombia, siempre ha triunfado el turco Gabriel Turbay Avinader. Pero no por apaleado, deja don Quijote de ser muy amable, y no por vencida, dejará de ser agradable la belleza.

Pase lo que pasare, el triunfo será de Cristo: Él nos anunció que lo veríamos derrotado en la Tierra, poco antes del fin, pero que vendría entonces su gloria, sobre las nubes.

No sabemos qué pasará, pero la invasión de Polonia por Rusia se parece a la ropa interior de los bogotanos, que hace vomitar.

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Inri

La República de Colombia está crucificada entre dos hombres de sombrero de copa: Alfonso Araújo, ministro de educación, pasador de hombres, y Gabriel Turbay, pasador de corbata.

¿Cómo se le ha ocurrido a usted, Eduardo Santos, poner en la educación de la niñez a ese joven nalgón? Usted no hace bien sino lo que le indica el señor Roosevelt, lo que le ordena el señor Roosevelt; usted se va a tirar en mis doctrinas. ¡Ábrale el ojo, ábrale mucho el ojo a López de Mesa, que la castidad lo tiene loquito, bobito! La última vez en que vino por aquí, les decía a unas señoras que siempre lo siguen: «Hijitas mías: según Freud…, etc.». Oiga, Eduardo, no deje morir a López de Mesa sin probar señora…

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Bogotá, ciudad
perdida… para Antioquia

Bogotá, septiembre 15. Los antioqueños fueron descartados en la elección de magistrados para la Corte Suprema.

* * *

«Ministerio de Correos y Telégrafos. Bogotá, 7 de septiembre de 1939. Señor Administrador de Correos. Medellín. Con su atento oficio N°. 2235 de fecha 2 de los corrientes, se recibió la solicitud de registro como artículo de segunda clase, hecha por el señor Alfonso Esse Hernández para revista Antioquia, la revista de Fernando González, junto con dos ejemplares de dicha publicación.

Este Despacho, al estudiar la Revista, encuentra que está escrita en un lenguaje demasiado castizo y crudo…

Por consiguiente, el Ministerio no puede conceder la licencia solicitada…

Atento servidor, por el Ministro, Modesto Rivera R.».

Como ven, Antioquia es odiada por el Gobierno colombiano a causa de su lenguaje demasiado castizo. ¡Qué gente!

¡Viva la República del Pacífico, capital Cartagena, Medellín o Cali!

* * *

Himno nacional de la
República de Antioquia

Nací sobre una montaña:
Mi dulce madre me cuenta
Que el sol alumbró mi cuna
Sobre una pelada sierra.

¡Oh Libertad, que perfumas
Las montañas de mi tierra;
Deja que aspiren mis hijos
Tus olorosas esencias!

Nací libre como el viento
De las selvas antioqueñas,
Como el cóndor de los Andes
Que de monte en monte vuela.

Pichón de águila que nace
Sobre el pico de una peña,
Siempre le gustan las cumbres
Donde los vientos refrescan.

Amo el sol porque anda libre
Sobre la azulada esfera.
Al huracán porque silba
Con libertad en las selvas.

El hacha que mis mayores
Me dejaron por herencia.
La quiero, porque a sus golpes
Libres acentos resuenan.

Forjen, déspotas, tiranos,
Largas y duras cadenas
Para el esclavo que, humilde,
Sus pies, de rodillas, besa.

Yo, que nací altivo y libre
Sobre una sierra antioqueña,
Llevo el hierro entre las manos
Porque en el cuello me pesa.

¡Oh Libertad, que perfumas
Las montañas de mi tierra,
Deja que aspiren mis hijos
Tus olorosas esencias!

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El padre Sarmiento

Murió el padre Sarmiento, jesuita. Era muy digno y usaba de cierta ironía suave y contenida. Le oímos decir en clase de inglés que nada tan agradable como caminar por la mañana, descalzo, por sobre el césped. Esta frase se grabó profundamente en nosotros, influyendo en la actitud de nuestra generación ante la naturaleza: ¡qué poderío el de los seres contenidos, cuando expresan sus gustos…!

Sonreía con los ojos inteligentísimos y su boca parecía hecha por la inteligencia.

En la finca de los padres, en Santa Elena, madrugaba a las cuatro a bañarse en el frigidísimo amagamiento del mismo nombre. Amaba pues el agua obediente, el césped y sonreía mejor que todos. ¡Hombre hermoso, mejor que todos los textos…! ¡Adiós, maestro excelente!

Fernando González

Fuente:

Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, marzo de 1997. Introducción por Alberto Aguirre.

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Revista Antioquia - (1936 - 1945)

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Ultima revisión en diciembre 25 de 2014