Cartas a Alberto
Restrepo González

Bilbao, mayo 21 de 1955

Señor
don Alberto Restrepo González
Envigado

Muy recordado sobrino:

Recibí y gocé con tu buena carta y con el “reportaje” que publicó el periodista joven envigadeño. Dile que me gustó muchísimo; que sus apreciaciones y comentarios me parecieron muy bien pensados y muy bien escritos; que no puedo ser juez imparcial, porque dice cosas buenas de mí, pero que dejando a un lado la timidez puedo afirmar que él entendió lo que pensaba yo y que entiende lo que siempre he querido ser y no he podido: algo que tuviera vida propia, un yo, una persona, un foco vital, y que no me explico cómo él, tan joven, llegó a saber que mi sueño de 60 años ha sido no temer, ser inocente y desenfadadamente la criatura que soy por mis ascendientes, medio, cromosomas de las células de que me formó Dios, etc. En fin, dile a ese amigo bueno que lo que él pensó y escribió me hizo gozar mucho y que siento que acertó.

No sabía yo que tú escribieras tan buenas cartas ni que fueras tan dado a las cosas del pensamiento y del arte; creía yo que eras más vaquero que letrado, y por tu carta veo que vives inmensa vida espiritual, inquietud artística y estás enamorado de la belleza. Y no se contradicen la una dedicación y vocación en la otra, porque los rumiantes, fuera de que tienen su belleza, son maestros filósofos, pues el rumiar y el meditar, el digerir y el aprender son caminos de mucha similitud.

Respecto del estado social, político, económico y administrativo de esa pobre tierra colombiana es un castigo o consecuencia de la mala vida pasada, porque Dios castiga no con palo ni con rejo, sino con pelos del mismo perro. Tenemos un gobierno sin apoyo ninguno en doctrina alguna social, económica ni nada: no es un movimiento vivo; son los policiales vulgares que se alzaron con la mesa, por la anarquía política o falta de instituciones verdaderas. Hay que proceder como lo están bregando con éxito en esta España, a saber: apoyados en la historia y fuerzas latentes de la nación, formaron un programa total y crearon el movimiento. Toda España está unida; todo español está interesado y trabaja con amor, y todos los actos y ordenaciones se ejecutan y ordenan para la consecución inteligente de ese fin, que es la grandeza y bienestar de España. Allá, todo es anárquico, lo de ahora contradice a lo de ayer, y ¿qué fin persiguen los directores? Ninguno, a no ser el sostener su falso endiosamiento. No hay por qué admirarse, pues, de que esos pobres campesinos y obreros ignorantes anden matando y robando. Lo malo es que este castigo apenas comienza ahora y no acabará hasta que el mismo dolor haga levantar la cabeza al cielo y anhelar la luz y la belleza como anhela la vida el que ya está muriendo. ¡Pobre patria!

Por lo que me escribes tú y me escribe Jorge, veo que Pastorita está ya muy vecina a la eternidad. Tú sabes lo que es perder la madre. Y estamos perdiendo también la patria, porque eso así, profanado por soldados, no es patria. De suerte que ¿para qué ir por ahora? No dejan hablar ni escribir; asesinan por una coma. ¿Qué haría por allá?

Puedes tener como tuyos todos los libros que encontraste en la desocupada de la casita. Puedes hacer lo que quieras con los papeles que encontraste.

No dejes de conversar con Francisco acerca de la carretera, para que sí la amplíen, pues pagamos mucho y sería vergonzoso que no hicieran nada. No dejes de ir a la Huerta y ver que no corran el cerco por allá, por el lado del difunto Maximiliano, cuya muerte me dio mucha tristeza. Yo lo amaba; era tan envigadeño como la ceiba de don Boné. Pero por allá, en el cielo, creo que le darán alguna parcela bajo un puente muy grande.

Tu papá me hace mucha falta; es un hombre; como tu papá hay pocos. No ha causado dolores, creo yo, sino bienestar y alegría.

Me hace falta también el ir a ver a los sobrinos y sobrinas hijas de Graciela. De lejos, se entristece uno al recordar la jaula del turpial, las azaleas, el reverendo padrecito, el gran mecánico enamorado, la Graciela II, la doctora mamá, la ojinegra, y misiá Barbarita. Ignacio, a Ignacio lo mantengo presente y sueño con frecuencia que ya camina y que está grande.

En fin, sobrino filósofo, ruega a Dios porque yo pueda escribir aquí un librito muy duro y bello para que sea mi despedida de esta tierra tan agradable, hija del sol.

Escríbeme con mucha frecuencia. Recibe un abrazo de tu tío,

Fernando González

* * *

Bilbao, mayo 18 de 1956

Señor
don Alberto Restrepo G.
Envigado. Carr. 13 n.º 23 – 08.

Querido sobrino:

Antier llegué de Barcelona, de recibir a la familia Gutiérrez, de Cali, y encontré tu carta del 1 de mayo, muy buena, con emociones e ideas agradables y noticias magníficas de tu papá, de tus estudios y tu amor por el conocimiento, y esto último es lo mejor, porque el que pone su amor en el conocimiento no conocerá el cansancio, el hastío, los celos, la envidia, etc. Ama tú las riquezas, y ellas te poseerán a ti y vivirás con cuidados y temores de perderlas, buscando diariamente las noticias de precios, crisis, auges…; ama a las mujeres, y mientras más hermosas, más temerás el perderlas y tu corazón estará a merced de ellas, tan caprichosas y movedizas como pajuelas en el huracán; pero si amas el entender, todo lo que entiendas te agranda, te hace más real y fuerte, y deseas que otros entiendan eso mismo, porque la posesión del conocimiento no se pierde porque otro conozca, sino que se agranda el conocimiento cuando se comunica. Tenemos pues que el entender es lo único que no harta, porque mientras más se entiende, más gana hay de entender, y es lo único que no nos abandona y que no lleva anejo los celos. Por eso, por razonamiento igual al que te expongo, se entregaron a entender Descartes, Spinoza, Sócrates, etc. Sócrates repetía diariamente esta oración: “A cambio de todo, dame conocimiento”, la cual tengo yo por la segunda oración a Dios, pues la primera es el Padrenuestro. Y la tengo por tan grande, porque del conocimiento nace el amor, y éste a su vez instiga a más conocimiento y así hasta el infinito; luego es el camino para amar a Dios, que según el cristianismo es el fin del hombre: por eso se lee en El Libro: El hombre nació para conocer, amar y servir a Dios. Como ves, se pone primero el conocimiento, pues sin éste no hay amor. El amor ciego es mito que se refiere al amor humano, que tiene tanta semejanza con el amor Dei o amor veritatis, como la tiene la constelación del León con el animal llamado así. Así, pues, si algo puedo regalarte, es el pedirte encarecidamente que tengas muy presente esto en tus solicitudes al Padre: “A cambio de todo, dame conocimiento”. Y no te importe qué conocimiento, pues todo conocimiento es igual a los demás, pues conocimiento es verdad y verdad es Dios. Así, cuando poseas la imagen de un madroño, y la dibujes, y su color, y la forma de su tronco, y los animales que suelen habitar en él, y las plantas que viven parásitas en él, y las otras plantas que suelen asociarse con él, etc., por ese etc. te puedes ir yendo hasta el infinito, a toda la tierra, y las aguas, y el sol, luna, etc. y concluyes que todo conocimiento está unido a todos los conocimientos, así como el punto de un círculo está unido a los otros puntos de él, o mejor, el círculo no es sino la figura que aparece al moverse un punto siempre a la misma distancia de un centro. Tenemos así que el amor al conocimiento no es sino el amor a Dios, y que el que reza la oración de Sócrates, está pidiendo el amar a Dios sobre todas las cosas. Y por eso mismo hay que ser artistas, porque hay que saber reproducir las imágenes (ser imaginero, que es soberbia virtud), pues el hombre no llega a Dios, a sus cercanías (no tiene cercanías…) sino por medio de la creación o universo, y éste es imaginario, compuesto de figuras. El Señor es el gran artista. No creas mucho en hombres que quieran llegar a Dios o a su amor por medio de solo razonamientos, pues el hombre no es mente sola, sino cuerpo y alma, figura de barro con el soplo de Jehová que la anima. Somos criaturas y debemos cultivar el arte, todas las artes y razonar sobre hechos, sobre imágenes, sobre sucesos, aceptando el mundo tal como lo hizo maravillosamente Dios, mundo histórico, que se sucede, apariencia hermosa que se va sucediendo.

Ya ves a Pasteur, a Roux, a Flemming, etc. que eran imagineros y que fue de manosear la tierra y el polvo y las supuraciones, humildemente, como obreros artistas, de lo que sacaron sus maravillas y llegaron a santidades.

Bueno, pero esto es mucho filosofar barato el que te estoy dando en esta carta. —Yo no he recibido de ti sino una, la en que me enviaste el artículo que publicó en un periódico de Envigado un amigo tuyo y mío sobre mi pobre persona. Te contesté muy largo y te dije lo mucho que me había gustado el artículo o estudio. Tú dices que me has escrito tres veces. Debe ser que en ese Envigado son descuidados con la correspondencia. Por eso, escríbeme a vuelta de correo, para saber si reciben esta carta. Si no escribieres, será señal de que se perdió.

Hoy o mañana debe llegar Fernando, pues en carta dice que saldría en avión el 16 de mayo. Lo estamos esperando de un momento a otro. Respecto de lo que dices que aquí debe ser muy bueno, te contesto que todos los lugares de la tierra son buenos igualmente, pues en todos existen las mismas cosas y Dios o la verdad está en cualquier parte. El mundo no presenta sino variaciones en las formas, pero no esenciales. Es bueno viajar, pero para conocer más de aquello a que uno se haya dedicado, es decir, viajar con una vocación; por ejemplo, un cirujano, para ver en los centros del mundo qué adelantos hay en determinadas técnicas; un mecánico, para idem, etc. A los jóvenes les conviene viajar, para convencerse de que la felicidad, la verdad, la belleza, etc. no tienen patria. El Reino está dentro de vosotros, y quizá brille más el Señor en la celda de algún prisionero que en el palacio de un gobernante… Todo depende del ánimo; la procesión va por dentro.

La carta de Laureano es muy bien escrita y es natural lo que dice de los obispos y del cardenal Luque, pues él los hizo y le pagaron mal. Pero la situación tan terrible de la sociedad colombiana también es natural, pues de esos polvos salen tales lodos. Colombia padece lo que merece. De como se vivió durante tantos años no podía nacer el paraíso, y creo que el castigo será largo, muy largo, pues hoy tenemos el gobierno que merecemos. No creas que estas cosas vienen al azar, sino por leyes naturales, y sólo cuando los colombianos hayan padecido mucho y sientan náuseas de su vivir y anhelen un vivir noble, levantará su mano el Altísimo. Hoy por hoy todo es oscuro y bajo, venal, sombrío.

Pronto escribiré más largo, apenas tú lo hagas. Saludes al gran Francisco, a tus hermanos y hermanas, a tus vacas, a la finca y quebradas, a la iglesia, a las palomas y ceibas, al buen café y a los fogoneros de camión.

Tu tío que te ama mucho,

Fernando González

Fuente:

Archivo Corporación Otraparte.