Presentación

Danza de Carbunclo

Diciembre 4 de 2014

«Danza de Carbunclo» de Rafael Patiño

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Rafael Patiño Góez (Medellín, 1947) es poeta, pintor, traductor y bioenergético. Se ha desempeñado como profesor universitario de francés, inglés y arte cibernético, conferencista en el área de medicinas alternativas y como colaborador de destacadas revistas y periódicos nacionales e internacionales. Ha traducido poesía de diversos rincones del mundo para el Festival Internacional de Poesía de Medellín. Ha publicado «El Tras-ego del trasgo, o de las nueces astutas del desastre» (Universidad Pedagógica, Bogotá, 1980), «Clavecín erótico» (Autoedición, Medellín, 1983), «Libro del colmo de Luna» (Autoedición, Manizales, 1986), «Canto del extravío» (Autoedición, Medellín, 1990), «Le néant perplexe» (Bilingüe francés-español / Medellín-Québec, 1999), «Máscaras de poesía negra» (Selección y traducción de poetas africanos y de las Antillas, Universidad de Valencia, Venezuela, 2006), «Opera quinta» (Hombre Nuevo Editores, Medellín, 2006) y «Danza de Carbunclo» (2014).

Presentación del autor por
Óscar González Hernández

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Editorial Mundo Libro

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Pregunta Óscar Jairo González Hernández: ¿Por qué y qué sentido busca o no ud. al darle este título a su libro: «Danza de Carbunclo»?:

«Siempre he venido al borde de un nombre como a un precipicio musical; denominar mis libros ha sido parte de esa irresistible seducción de la palabra ambigua y melodiosa que desborda el simple acto de llamar, de nombrar, de designar de modo rutinario. Carbunclo tiene una ambigua significación: es, por una parte, denominación de una enfermedad contagiosa y fatal y también es sinónimo de rubí. Yo lo he tomado en ese sentido, pues Danza de Carbunclo es para el caso del título de mi libro, la danza de lo vital, de lo que tiene corazón y que se mueve como un hirviente rubí o como sangre incendiada por la vida. No obstante, hay en toda esta polisemia y ambivalencia de la palabra referencias que lo identifican con otra piedra preciosa, la esmeralda, o incluso en mitología del Perú con un animal que lleva en la frente una luz. El lector, que es el otro lado del espejo de la palabra, puede acceder al mundo del libro desde su particular mirada, desde la atalaya de todos los sentidos o incluso del sin sentido».

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Ya en Rafael Patiño, en este su libro: Danza de Carbunclo (2014), la realización considerada como una condición de la sustancia misma y la esencialidad barroca y surrealista se desliza como sobre el hielo de la noche de los sentidos y de las sensaciones, sin cesar y hacerse interminable el preguntar por la poesía. La poesía pregunta por el poeta y este, a su vez, no se le revela del todo, porque todavía tiene el temblor desnudo que evidenciaba en sus libros iniciales: Clavecín erótico, Libro del colmo de la luna o Canto del extravío; y en esa necesidad no obturada de transmitir la substancia elemental y transparente de la palabra contra la oclusión de la misma en la intensidad de su desnudez, destruía en un sentido el preguntar. La desnudez y el deseo destruyen el preguntar. Por eso para Rafael Patiño Góez: «El problema del poeta como hacedor, no es el de tener oficio sino el de ser un verdadero oficiante —sentido compartido por todas las culturas de todos los tiempos— de la poesía —territorio sagrado que muy pocos pisan y que muchos falsean cegados por su ilusión» (Poética del cuerpo).

Óscar Jairo González H.

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Rafael Patiño Góez

Rafael Patiño Góez

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Poemas de
Danza de Carbunclo

Con conchillas y algas entono el himno de las manos que plantan un poema encima de mi sombra, vivo la perpetuidad que perturba el estanque del instante, moro en aldeas de delirio, voy hacia la saciedad quieta que me espera detrás de la palabra, soy el albergue donde fundo los colores de mi canción usada, a cada momento la alteridad cambia mi nombre por el tuyo.

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Por la montaña purpurina se desliza la pupila mientras la noche dobla su ropaje y la luna corta en estambres el agua que bebo. Nada impide que el corazón desboque. La embriaguez de doble filo sobre la cual el verso titila se rompe en pequeños cascarones y renace desde el ápice de mi sombra.

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Una sombra de lápiz afilado deja trazos de Carbunclo en mis palabras desechas, aquí sobre esta piedra me he sentado eternamente, la lujuria azuzaba sus furiosos animales encima de mi carne, en el entrecruce de caminos donde bocas y muslos establecían su afán pude vislumbrar una senda menuda que conduce hacia tu mar y por allí hice virar la candela de mis huesos y de mis ansias y entre rastros de menta y alfabetos de flores el silencio se hizo amo de mi boca y ningún poema pudo desatar el perfume de la escritura sobre la brasa del verbo. ¿Qué precio he de pagar por estos murmullos que abren los candados y las cadenas para que mi corazón vuelva hasta la playa donde se afinque la dicha ya olvidada?

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Acaricias el lomo de la noche y su hoz reluciente corta a ras la estepa del pensamiento mientras las huestes de palabras dan tumbos contra tu sien. Un poema es obsesión de muchos siglos, parloteamos en grandes salones prometiendo una próxima visita pero la lengua untada de neón ya no dirá su última oración ante el espejo de lumbre.

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Dijiste espejo y la mañana recortó pequeños fragmentos de noche que entre el viento curioso resplandecieron, dijiste locura y un turbante envolvió la pesadez de tus párpados, después callaste y los grandes acantilados de la embriaguez lanzaron sus cortinajes encima de la noche. Ya no fuimos más aquello que nunca seremos, la letra tatuada ahora pertenece a la legión de tus fantasmas.

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Entre el rescoldo del sol un bosque es pretexto para hacernos invisibles. La infinita repetición es curvatura donde se engendran lo múltiple y lo distinto. Mañana es hoy y de mañana está hecho nuestro ayer. Toda grieta habita en la gruta de la pregunta por eso el iniciado no dice sino que practica. ¿Proseguimos nuestro camino ahora?

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El verano dejó alas de oro en el umbral de la luna, con gesto curioso, junto al caduceo aposentamos otros objetos que pertenecieron al afecto. En la terraza junto a la espuma de mar la anoche escurrió su baba brillante y prorrumpimos en un vacío de letras y miradas. Nada se engendró después de esto, sólo una nada que dio vuelta a su rumbo de nada y en el vientre del silencio nos deslizamos al vacío del amor.

Fuente:

Patiño Góez, Rafael. Danza de Carbunclo. Editorial Mundo Libro, Medellín, 2014.