Conversación

Lectura de Viaje a pie
desde el camino

Undécima versión

—Febrero 21 de 2019—

Proyecto «Lectura del Viaje a pie desde el camino»

Jesús «Chucho» Camacho, Gabriel Maya y Luis Fernando Cuartas en Abejorral.

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Los caminantes de las primeras ocho versiones del proyecto «Lectura de «Viaje a pie» desde el camino» nos habían propuesto hacer algunos cambios en el recorrido Envigado-Manizales, tanto en longitud como en intensidad, y que aumentáramos otros placeres, entre ellos el de la mayor «contemplación» de los paisajes y la visita a lugares representativos de los municipios de la travesía caminera. Así lo hicimos en las siguientes dos versiones y contamos además con Jacko como compañero de camino, un perro pug carlino que en esa ocasión nos recordó el caballo lento, manso, filósofo y blanco de don Benjamín Correa en 1928. Y ahora en 2019, al cumplirse noventa años de la publicación de libro, hemos llevado a cabo dos recorridos, uno de ellos con un grupo integrado por un «valiente caballero» y «once damas muy camineras, diestras en bastones, morrales y cámaras fotográficas», que compartieron experiencias, peripecias, sabores, colores, olores y paisajes.

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Camineriacolombia.com

Fotografías de los viajeros a pie

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Cuando el viajero desciende caminando hacia el Arma siente que es abrazado por el universo entero, tiempo y espacio se pulverizan ante los paisajes sin fin. Nuestra Pacha Mama alimenta y regocija el espíritu del caminante, caemos en el profundo sueño al vagabundear en estos senos de la naturaleza, acariciamos sus geometrías complejas, con nuestros pasos caminamos hasta levitar en esas montañas perdidas, nos mutamos en ágiles criaturas aladas en la montaña laberíntica, en el bosque profundo. Nos fugamos al infinito…

José Lubín Torres

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En el camino de la lágrima yo soy lágrima, una lágrima que rueda sola por una aterciopelada mejilla, mejilla ondulada, donde asciendo y desciendo, una mejilla de color verde y café, que me huele a musgo, a tierra, blanda y sedosa, húmeda y frondosa.

Lagrima solitaria soy, que a paso a paso dejo huella, me integro a la piel fangosa y mullida del bosque, me hundo en ella, me siento obligada a fundirme, piel y lágrima.

Danzo para zafarme de la rama, de la roca, del pantano, danzo pegada al barranco, danzo para avanzar hacia las orillas de esa boca amplia, bella, sonriente, serpenteante, a la que entro y salgo, saltando y salpicando.

Pero mi danza solitaria es más que eso, es un sinfín de encuentros y des-encuentros, danza que acerca y que distancia, sola yo con otras lágrimas, una danza donde convergen mis huellas y sus huellas, juntas y separadas, todas.

Juntos al danzar hacemos un rastro terroso y pantanoso, que se abre paso a paso convirtiéndose en camino, un camino que se emancipa del terreno pisada tras pisada, emerge, se hace visible, se separa, se aparta de la superficie de ese paisaje que marcamos y nos marca, que llevamos en la ropa, en los zapatos, en nuestra respiración, en nuestros ojos, que sobrepasa nuestros sentidos, nos abruma y apasiona, sueño y realidad, un todo somos.

Soy lágrima, solitaria y conectada, soy llanto, todo y parte, lágrima y llanto, más que eso, mejilla y rostro, sendero y arboleda, el camino en mí y yo en el camino.

Me llevo puesto el fango de la tierra, el agua de la quebrada, las hojas de los árboles, el color del cielo, el calor del sol, les dejo mi sudor, mi miedo, mi tristeza, mi debilidad, mi fuerza, mi alegría, mi esperanza, mi furor.

Lágrima yo, que vuelve unida hecha llanto, unida y conectada al camino, al bosque, al cielo, al sol, a mis amigos, a mis compañeros caminantes, a presentes y ausentes, a mi amado, que al regreso me acaricia, me abraza, me consuela, unido a mí, y yo unida a él, somos uno, y cada uno, todo y parte…

Yaneth Zapata

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Ilustración de «Viaje a pie» por Daniel Gómez Henao

Viaje a pie (1929-2019)
Ilustración © Daniel Gómez Henao

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Cuando el viajero va descendiendo, o mientras trepa la vertiente opuesta, contempla cascadas, casuchas inverosímiles puestas en los desfiladeros, semejantes a los cromos que hay en las cantinas de las aldeas; árboles inmensos entregados a la lascivia de las trepadoras; hermosas praderas; sembrados de café, plátano y maíz. ¿Qué hay en la tierra más hermoso que el sietecueros florecido o el carbonero somnífero? Cuando el viajero transita por la orilla del río huele la tierra caliente, a pará, a yerbas abrasadas por el sol. Por allí, al ruido de sus pasos, huyen los lagartos rapidísimos y tornasolados, y se oye el canto de los carriquíes. Arriba, cantan la mirla y el sinsonte, y en las revueltas lóbregas del difícil camino de la montaña sorprende al viajero el silbo burlón, casi humano, del pájaro solitario. Estas aves son de plumaje oscuro, y las de la orilla del río de plumas verdes y rojas, como si hubiesen absorbido toda la luz. Desde la cima se perciben los nevados; son de curvas graciosísimas, semejantes a los senos de la amada en el Cantar de los Cantares.

Fernando González

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Proyecto «Lectura del Viaje a pie desde el camino»

Proyecto «Lectura del Viaje a pie desde el camino»

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