De esos polvos
salen tales lodos

Por Ernesto Ochoa Moreno

La situación que vive Colombia no es nueva. Esta asfixia que nos ahoga parece ser, haber sido, su estado natural. Cambia el contexto histórico, es distinto el escenario, son otros los actores, pero en el fondo estamos hundidos en el mismo cenagal.

Para digerir nuestra crisis, que cada día se encrespa como un torbellino, tal vez sea iluminador leer dos textos de Fernando González, uno de 1955 y el otro de 1956, en sendas cartas a su sobrino, Alberto Restrepo González. Haga el lector composición de lugar, cambie nombres y coyunturas históricas, y verá clara la radiografía. Y entenderá la profecía que encierran los conceptos del pensador envigadeño. Eran los años de la dictadura de Rojas Pinilla y González se desempeñaba como cónsul de Colombia en Bilbao (España).

“Respecto del estado social, político, económico y administrativo de esa pobre tierra colombiana, es un castigo o consecuencia de la mala vida pasada, porque Dios no castiga ni con palo ni con rejo, sino con pelos del mismo perro. Tenemos un gobierno sin apoyo ninguno en doctrina alguna social, económica ni nada: no es un movimiento vivo; son los policiales vulgares que se alzaron con la mesa, por la anarquía política o falta de instituciones verdaderas. Hay que proceder como lo están bregando con éxito en esta España, a saber: apoyados en la historia y fuerzas latentes de la nación, formaron un programa total y crearon el movimiento. Toda España está unida; todo español está interesado y trabaja con amor, y todos los actos y ordenaciones se ejecutan y ordenan para la consecución inteligente de este fin, que es la grandeza y bienestar de España. Allá, todo es anárquico, lo de ahora contradice a lo de ayer, y ¿qué fin persiguen los directores? Ninguno, a no ser el sostener su falso endiosamiento. No hay por qué admirarse, pues, de que esos pobres campesinos y obreros ignorantes anden matando y robando. Lo malo es que este castigo apenas comienza ahora y no acabará hasta que el mismo dolor haga levantar la cabeza al cielo y anhelar la luz y la belleza como anhela la vida el que ya está muriendo. ¡Pobre patria!” (mayo 21 de 1955).

El 18 de mayo de 1956, (un año menos ocho días antes de la caída de Rojas y un año y cinco meses antes del regreso de Fernando a Colombia), escribe en la segunda misiva: “La carta de Laureano es muy bien escrita y es natural lo que dice de los obispos y del cardenal Luque, pues él los hizo y le pagaron mal. Pero la situación tan terrible de la sociedad colombiana también es natural, pues de esos polvos salen tales lodos. Colombia padece lo que merece. De como vivió durante años no podía nacer el paraíso, y creo que el castigo será largo, muy largo, pues hoy tenemos el gobierno que nos merecemos. No creas que estas cosas vienen al azar, sino por leyes naturales, y sólo cuando los colombianos hayan padecido mucho y sientan náuseas de su vivir y anhelen un vivir noble, levantará su mano el Altísimo. Hoy por hoy todo es oscuro y bajo, venal, sombrío”. (Los textos completos pueden consultarse en Otraparte.org bajo el acápite “Ideas”).

Es y ha sido la historia de Colombia: sembramos vientos y cosechamos tempestades. O, que también es posible y ha ocurrido, podríamos caer en la vieja tentación de sembrar hecatombes para cosechar perpetuaciones en el poder. Es efecto natural de la libido del poder o de proyectos de diversa índole encarnados en un líder. No hay que mesianizar ni satanizar el momento que está viviendo Colombia. Simplemente estamos recolectando lo que fue sembrado en la historia. Mientras la siembra no sea de principios éticos y de justicia social, de pluralismo, respeto por las instituciones y búsqueda del bien común, el futuro será otra vendimia de turbulencias.

Fuente:

El Colombiano, sábado 10 de mayo de 2008, columna de opinión Bajo las ceibas.