Vergüenza propia
y mal ajeno

Por Luis Fernando Múnera

“La mayoría de nosotros, nos demos cuenta o no, nos definimos por oposición a algo o alguien más que a favor de algo o alguien. Es más fácil reaccionar que accionar…” (Carlos Ruiz Zafón, escritor catalán contemporáneo).

Como ciudadano común, expreso mi respeto y gratitud por Otraparte, una corporación privada que tiene sede en la casa donde habitó el filósofo Fernando González, se dedica a conservar con cuidado y cariño la memoria y el legado del maestro y mantiene una actividad cultural intensa.

Cuando voy a esa casa entro con devoción, me sobrecoge saber y sentir que dentro de las poquísimas habitaciones que la componen, habitó con su fuerza y sus búsquedas, con sus amores y contradicciones ese hombre de espíritu limpio y libre. Que cuando se recogía para estar solo con su alma lo hacía entre esos muros sencillos. Que desde allí nos dejó su mensaje de espiritualidad auténtica.

En ese recinto Fernando González escribió: “No por el razonamiento, pues éste consiste en medir con la vara del Bien y el Mal; no por la imaginación ni los sentidos ni las pasiones, no por algo humano se vuelve al Paraíso. Se vuelve por hacerse nada purísima, por negarse a sí mismo, por perder su vida, por fe (puesto que es un fin) y por esperanza, encendidos en amor a la Promesa divina que es nuestra Intimidad”.

La Corporación Otraparte es una institución cultural que constituye patrimonio intelectual de Antioquia y Colombia. Sus foros, conferencias, exposiciones, cine, teatro, tertulias reúnen a intelectuales, artistas, expositores y público de muchas tendencias del pensamiento y de la cultura. En Otraparte se hace realidad la premisa de que la inteligencia y el arte son sinónimos de apertura, respeto y convivencia. Y a fe que se consigue gracias a un esfuerzo titánico, generoso, sacrificado, quijotesco de quienes dirigen y sostienen la corporación.

Como consecuencia natural de lo anterior, el ambiente en esa casa, en su sala de conferencias y exposiciones, en los corredores y en El Café de Otraparte es respetuoso, cálido, estimulante y tranquilo. Llegar allí es sentirse entre amigos, algunos de ellos, amigos que no conocíamos antes. Otraparte es todo menos hospedaje del anarquismo o del vicio. Quienes recientemente han lanzado acusaciones en ese sentido lo hacen por desconocimiento de lo que afirman o por sesgos ideológicos mal enfocados y mal aplicados. Duele que sea así porque de esa manera se causa daño injusto. Y duele también porque entre ellos hay gente de bien que debería informarse debidamente y ser más precavida antes de hablar a la ligera. Así se habrían evitado vergüenza propia y mal ajeno.

En mala hora la polémica se originó en situaciones relacionadas con las administraciones de Envigado y Medellín. Se dijo que había discrepancias administrativas y presupuestales con Envigado. Y que Otraparte se había unido a la Fiesta del Libro de Medellín para rendir homenaje a la revolución cubana en su quincuagésimo aniversario. Y sin mayor soporte, esos conceptos se unieron y magnificaron hasta el escándalo. Pero también en buena hora ambas administraciones municipales, defensoras y promotoras de la cultura, han dado públicamente explicaciones claras: la discusión con Envigado se resolvió favorablemente y se aclaró que la Fiesta del Libro rendirá homenaje a la cultura, no a la política de Cuba. Ojalá quienes hablaron a la ligera hubieran esperado y atendido estas comunicaciones.

Volviendo al epígrafe de Ruiz Zafón debo precisar que no me gusta ni defiendo el gobierno ejercido durante cinco décadas por Fidel y Raúl Castro. Pienso, sí, que la revolución cubana tuvo una justificación: derrocar un régimen político y social corrupto y amoral que gobernaba la isla en ese entonces. Pero no es a eso que quiero referirme. Independientemente de mi posición personal, opino que es lamentable que haya quien prefiera definirse “por oposición a algo o alguien más que a favor de algo o alguien”. Y que para ello utilice la imagen respetable de la Corporación Otraparte. Que el fanatismo prime por encima de la sensatez y conduzca a insultar y descalificar a personas e instituciones respetables, con la pretensión de fortalecer las posiciones personales, más que a construir cultura y convivencia.

Para sacar una conclusión positiva de este incidente lamentable, deseo fervientemente que nuestra sociedad alguna vez tome los caminos del respeto por la diversidad de pensamientos y encuentre en el disenso la posibilidad de crecer en lo intelectual y en lo espiritual.

Fuente:

El Mundo, lunes 29 de junio de 2009.