Filósofos en adivinanza

Por Ernesto Ochoa Moreno

Con motivo de un nuevo aniversario de la muerte de Fernando González el próximo 16 de febrero, me parece interesante publicar algunos apartes del concepto, no muy conocido, que sobre su filosofía expresó su coetáneo y amigo, el gran Luis López de Mesa, en su libro Nosotros.

Jugando a las adivinanzas, pues no menciona nombres, pero sí, con gracia y marrulla, el exquisito López de Mesa enumera tres filósofos de los siglos XIX y XX, nacidos en estas breñas, que merecen ser señalados como representantes del pensamiento antioqueño: “Un prócer de luengo profesorado e índole jurista, y un polígrafo multifario, por así decir al uso latino o periodístico, según lo entendemos ahora, apodado por su defecto ocular”.

Adivina adivinador: se trata de José Félix de Restrepo y Camilo Antonio Echeverri, a quien apodaban el Tuerto. “El sucesor del asendereado tuerto —advierte López de Mesa— no es tuerto sino sordo, ni radical sino indefinible, y constituye encantador motivo de análisis. De mí sé decir que atrapo con delectación inefable toda oportunidad de oírle discurrir, y que sin poder nunca estar a tono con sus tesis, y aun repugnándolas dentro de mí, casi casi en absoluto me cautivan sus torcimientos de la ideación, sus esguinces de la historia y sus transposiciones filosóficas. Cuantas veces puedo voy a su casa de La Margarita y él sabe que lo quiero entrañablemente”.

Y se pregunta más adelante: “En primer lugar, ¿cómo es que sus biografías tan antibiográficas, es decir, tan a su gusto excluyente de consabidas nociones, nos atraen? He llegado a suponer que porque su no verdad se parece mucho a la que debió ser, o en otras palabras, que su acomodación del personaje crea un personaje más significativo”.

No deja de ser curiosa la relación que hace López de Mesa entre nuestro escritor de Envigado y el mismo Joyce: “En sus novelas se anticipó a los revolucionarios europeos, introduciendo la desnudez sexual de Joyce, no tal vez con intento de derruir el viejo Cant o gazmoñería inglesa, sino en solicitud de mayor aproximación a la autenticidad de los seres y los actos, como el desnudo escultórico lo logra en manos de genio, pero que él, infortunadamente, no alcanza sino en rarísimas ocasiones, las otras son puro empelotamiento inútil, y con todo, esas narraciones seudorrealistas que no siguen congruencia de episodios, que van y vienen deshilachadamente, que terminan en el prólogo o en la mitad o en ninguna parte, son cautivadoramente legibles, esencialmente vivas, embrolladamente artísticas, y casan, hecho interesante, con las novísimas realizaciones de la antinovela, que él no conoce”.

Dejo al lector, a quien pido perdón por tan larga cita, consultar el texto completo (Luis López de Mesa, “Filósofos”, en Otraparte.org), no sin rematar con este otro concepto suyo:

Similia similibus ocurre con su filosofar inverosímil, que ni es pagano, ni es cristiano, ni es filosófico y ello no obstante tiene algún sentido, no de verdad pero de indagación a la gallina ciega, con uno que otro resplandor de esencias ocultas, que él no traduce ni siquiera advierte, mas de cierto plausibles al lector. Sus teorías de la presencia, la vivencia, la autenticidad no conducen a nada, y sin embargo justifican su reiterado parloteo”.

Fuente:

El Colombiano, sábado 14 de febrero de 2015, columna de opinión Bajo las ceibas.