Ese joven envejecido

Por Ernesto Ochoa Moreno

Como lo señalamos hace ocho días, Pensamientos de un viejo, el primer libro de Fernando González, apareció el 12 de abril de 1916. Hizo, pues, cien años esta semana. Y quisiera seguir hoy con algunos detalles del momento en torno a esta obra.

El padre Daniel Restrepo González, sobrino del escritor, en su interesante libro, de llamativo título, San Fernando González, Doctor de la Iglesia, bello y curioso estudio, al enumerar algunos datos biográficos de González, señala que “en 1911 estuvo en una finca de su tío Ramón Ochoa. Allí escribió Pensamientos de un viejo”.

Elaboró, pues, a los 16 años este primer libro suyo, salido de la imprenta casi quince días antes de cumplir 21. Lo que demuestra la precocidad de este “joven envejecido”, como fue calificado entonces el muchacho a quien un año antes, en 1910, los jesuitas habían expulsado del Colegio San Ignacio por rebelde y ateo. Un episodio bien conocido de su biografía, que abrió las compuertas de sus búsquedas y de sus vivencias.

Comenta también el padre Daniel, unas páginas atrás: “En la montaña envigadeña, en una finca de propiedad de su pariente Ramón Ochoa, realiza un intenso trabajo que diariamente suele prolongarse hasta la una o dos de la madrugada. Encerrado en su cuarto, con la ayuda de un candelero, lee y escribe. Luego sale a recorrer el prado, envuelto en una sábana blanca, descalzo, con un bordón en la mano…”.

A renglón seguido, con base en una entrevista que hiciera Fernando Isaza al joven escritor y que se publicó en noviembre de 1915 en La Semana, suplemento de El Espectador, cuenta el padre Daniel: “Merece destacarse en esta época el peculiar tratamiento dado a su cabellera. Primero, rapada media cabeza, con el fin de no salir a la calle, y verse obligado a estudiar; después, a modo de contrarréplica a su propio gusto, el pelo crecido hasta los hombros”.

En esa entrevista de Isaza, se habla, por supuesto, del libro a punto de aparecer:

“—He sabido que piensas publicar un libro. Háblame de él. —Es una cosa que me tiene preocupadísimo, tocayo. A mí nadie me conoce ni protege, fuera de mi hermano Alfonso. Él es el que ha querido que se publique el libro, y de él depende todo. También tú me has prometido tu ayuda y la de La Semana y El Espectador… En fin, yo confío en que la buena voluntad de unos pocos amigos de verdad no me dejará salir del todo mal. El libro se compone de tres partes, cada una de las cuales tiene un título distinto: ‘Desde mi tinglado’, ‘Meditaciones’ y ‘Pensamientos de un viejo’. Don Fidel Cano se ha encargado del prólogo. ¡Don Fidel Cano! Yo lo admiro grandemente en todas las manifestaciones de su espíritu”.

Pensamientos de un viejo. Juventud hecha vejez prematura. O vejez hecha juventud no marchita. Tal vez “vejentud”, de que alguien habló en otro contexto. Como todo en Fernando, eternidad presentida.

Fuente:

El Colombiano, sábado 16 de abril de 2016, columna de opinión Bajo las ceibas.