Un bolero al revés

Por Óscar Domínguez Giraldo

El lunes pasado, de madrugada para no incomodar, el exmagistrado Javier Henao Hidrón agarró el sombrero y se volvió eternidad.

Su familia dio la noticia en voz baja: «Hoy al amanecer murió mi hermano Javier. Luz Marina».

«Lo recogió el Silencio», digámoslo en palabras de su biografiado gurú, Fernando González, filósofo de la autenticidad, título de su libro sobre el Brujo, reeditado siete veces.

Convirtió en apostolado su devoción por González, cuyo legado se empeñó en divulgar. «De él aprendí la lección consistente en no mentir, encontrarse a uno mismo, no pretender ser otro», admitió en una ocasión.

Su vida sentimental fue una especie de bolero al revés: primero se casó con Mónica, su esposa argentina. Después se conocieron y se enamoraron.

A Mónica, políglota y traductora, el azar la trajo un diciembre a Medellín. Coincidieron en casa del tímido Javier. Cupido se movió en la sombra. Siete días después, en vísperas del regreso de ella a «gaucholandia», la pareja se comprometió.

Después vendrían la epístola y Gonzalo, el hijo. De los viajes que hacían quedaba certera memoria en libros documentados, bien escritos y fáciles de leer como mirarse al espejo.

Con generosidad, sin pasar cuentas de cobro, conjugó el verbo compartir. Se gozó el carpe diem. A partir de su voz, de su mirada, de su forma de escribir y de vestir, irradiaba tranquilidad, paz. Y envidia, dicho sea de refilón.

Vivió sin estridencias, sobria, severamente, con una cierta sonrisa, otra de sus marcas de fábrica. Provocaba invitarlo a ver crecer la yerba.

Encarnaba al caballero total. Lo reconocieron amigos suyos como Omar Flórez Vélez y Fernando Panesso Serna. Rodolfo Segovia, presidente de la Academia Colombiana de Historia, comentó que Henao Hidrón iba a ingresar ayer como miembro correspondiente.

Hizo bien la tarea como jurista, escritor, educador, biógrafo, historiador, funcionario, viajero, ajedrecista, hombre de grandes disciplinas intelectuales.

Modestia, apártate, porque debo decir que me distinguió con su amistad. No me retiró el saludo ni la mirada cuando bauticé a su familia como la «tribu Henao Hidrón».

En agosto de 2019 le estreché los cinco claveles por última vez en la inauguración del Parque Cultural y Ambiental Otraparte, construido con aportes de la Alcaldía de Envigado, el Área Metropolitana, Comfama y la Corporación que dirige Gustavo Restrepo Villa. Echó cháchara de la buena con el actor Emilio Arango, quien encarnaba ese día a Fernando González, y con David Escobar, director de Comfama.

De pronto nos reuníamos en Bogotá para almorzar o tomar el algo en Oma de la ochenta y pico. La velada empezaba y terminaba a la hora exacta.

La afición por el ajedrez nos niveló por lo alto. Claro que nunca lo reté a jugar porque procuro escoger enemigos pequeños para poder derrotarlos. Al otro lado del tablero, me habría vuelto ripio.

No lloramos su muerte, celebramos su intensa vida.

Fuente:

Domínguez Giraldo, Óscar. «Un bolero al revés». El Colombiano, Medellín, jueves 21 de octubre de 2021, columna de opinión «Columna desvertebrada».