La universidad,
políticos y periodistas

No hay quien forme la opinión pública, o sea, el periodismo está en Colombia en poder de hombres indignos. Hombres indignos también son los gobernantes.

Repetimos que Colombia carece de clase directora, por carecer de Universidad.

Las escuelas de Derecho son refugio de jóvenes que no encuentran otra cosa que hacer; cuando resulta un haragán y vicioso en una casa, dicen: «Que entre a la escuela de derecho…». La finalidad es graduarse para ser inspectores o jueces. ¿Ciencia? ¿Amor a la ciencia? ¿Vocación? Quien amara la ciencia, allí no estudiaría; allí se gradúan…

Tales escuelas son fuente de políticos y periodistas.

De ellas hay en Bogotá varias; las hay en Medellín, Popayán y Cartagena. Joven que pisa allí queda inutilizado para el trabajo y la honradez. Sale vanidoso, parlanchín, empleómano, estafador. ¿Quiénes son los profesores? Los mismos jóvenes, ya graduados, los más hábiles para la intriga, o bien, ancianos fracasados en larga vida de empleos públicos, sacos de escepticismo, cabos de alma. ¿Qué disciplina, qué amor a la vida, qué formación moral puede recibir allí la juventud?

Otra fuente de periodistas y políticos son las escuelas de medicina. La de Medellín es buen comienzo; allí hay sabios, como el secretario doctor Callejas, Gabriel Uribe Misas y Miguel María Calle, etc., pero es apenas un comienzo: no satisface eso de tres o cuatro microscopios, diez insectos, treinta conejos, una nevera para cadáveres y una taza mordida por un perro hidrófobo.

Los jóvenes van a las escuelas de medicina a ser médicos de formulario; su finalidad es obtener un diploma ganalavida. La prueba está en que ni una sola planta han clasificado en Colombia, ni un insecto, nada, todo es aprendido de memoria. Los graduados en Bogotá no saben sino jugar billar, ignoran en dónde está el esqueleto.

Las escuelas de agricultura son nueva fuente de políticos. Allá van los que no pudieron siquiera obtener el bachillerato; hablan de cabuya, sembrar cabuya, café, plátanos y echarle cal a la tierra, pero no conocen cabuya, café, cal ni plátanos: es para hablar en «la asamblea» para lo que aprenden eso en las revistas, y para ser carga de los campesinos, a quienes dizque enseñan «a podar los cafetos». También están en París, bulevar Haussman, «haciendo propaganda al café y al banano». Sabemos, nos consta que su poda es a las campesinas y lo que hacen en París es propagar la sífilis.

Un doctor de esos, agricultores, no sirve para nada desde que lo gradúan.

Los colegios menos malos son el seminario y los de comunidades extranjeras. Nos causó tristeza ver en Manizales El Instituto, colegio oficial, abandonado, pues es casa de corrupción, y los hermanos maristas con un palacio y mil niños. Aunque sangre el corazón, es preciso reconocer que lo nacional es un pecado contra la juventud.

Respecto de las escuelas de ingeniería, la de Medellín era buena hace unos veinte años, pero desde que se dio a fabricar gerentes no sirve para nada. Todo el país se convirtió en sociedades anónimas y se roban el dinero. Gerentes prestidigitadores de veinte años es lo que sale de allí, o bien, maniáticos que investigan cuántas putas hay en Bogotá, dado el número de casas.

Que la Universidad colombiana no sirve, está claro al ver que introducen expertos para todo: abogados, médicos, policías, contabilistas…

¿Qué perjudica? Pues veamos quiénes forman la opinión pública en Colombia, y principiemos por Medellín:

EI Diario: un médico, ex químico, ex radiólogo, hepático, dirige al inocente pueblo liberal de Medellín. Coge senadurías y diputaciones; cura a Colombia: para eso lo graduaron.

La Defensa: uno graduado en la escuela, que escribía monga por monja, cuando éramos jueces: ése es el que critica al gobierno de Alfonso López, calumniando, odiando, desacreditando la oposición.

El Colombiano: es antro de los ex congresistas del régimen pasado. Están vi-na-gra-dos, macilentos, biliosos. Su oficio es odiar y creerse católicos. Les pagan los conservadores ricos, atrincherados detrás de los mostradores. Oficio de insultar y sembrar odios.

La Defensa es guarida también de sacerdotes jóvenes, fanatizados por Mussolini y León XIII, y que, con eso de acción católica, tan mal dirigida, no hacen otra cosa que sacar a Jesucristo a enfrentarse con los negros de Diego Luis Córdoba.

¡No, señores prelados! Ustedes pueden salvar a Colombia, pero no con esos periódicos. ¿Cómo pueden imaginar que el Jesucristo de los Evangelios podía escribir esos editoriales y formar falanges yocistas? Lo esencial en el Cristianismo es el amor.

De suerte que se trata de lucha a muerte, permitidas todas las armas, por los empleos públicos.

«El partido por encima de todo. Religión, moral, sentimientos, etc., todo al servicio del partido». El alma de los directores colombianos es eso únicamente.

Luis Cano dizque es «la conciencia moral de Colombia».

El Tiempo: Todos lo conocen. Todos saben que allí pagan; que de él comen Baldomero Sanín Cano, Maximiliano Grillo y todos los jóvenes que viven en Bogotá. Pagan el precio de las conciencias y la libertad con ministerios, consulados y gobernaciones.

El engranaje es así: la Scadta tiene el monopolio de aire para sus trimotores; ella conduce El Tiempo y El Espectador a los departamentos; el ministro de correos, salido de El Tiempo, desorganizó los correos nacionales, para que usen La Scadta. Alfonso López apoya a El Tiempo, con tal de que éste lo apoye a él, no obstante su tratado comercial con Estados Unidos. El Tiempo lo venden a diez centavos en los departamentos; de él copian los periódicos locales. Diputados, congresistas, directores políticos, etc., son de El Tiempo.

¡Ahí está vuestra Colombia, señores campesinos!

No tenéis Universidad, ni médicos, ni abogados, ni políticos. Oídlo bien, vosotros que trabajáis de sol a sol y cuyos frutos nada valen, porque hay incertidumbre: no hay programa ni moral.

1936

Fernando González

Fuente:

Antioquia – La Revista de Fernando González, Editorial Universidad de Antioquia, colección Señas de Identidad, marzo de 1997, pp: 67 – 69.