Fernando González envía
mensaje del otro mundo

Por Gonzalo Arango

Parece increíble, pero es cierto. El Maestro existe, y acaba de enviar un mensaje de ultratumba por medio de los espiritistas de Medellín, a los 20 días de su muerte, exactamente.

Mi amiga que no cree en nada, ni siquiera en los espíritus, convocó hace poco a los espiritistas a una sesión extraordinaria para hacer un reportaje al espíritu de Fernando González (que en paz descanse, aunque lo dudo).

¡Un reportaje a Fernando González muerto! ¡Qué sacrilegio! Él los odiaba. Pero es explicable: todos los que amamos al “Brujo” no terminamos de resignarnos a su muerte, ni tampoco nos basta la porción infinita de vida espiritual que sigue inmortal en sus obras.

Este amor que profesamos al Maestro exige implacablemente que él siga existiendo en el Más Allá, como sea y donde sea. Y en esta exigencia hay algo de justificable egoísmo: no queremos que el Maestro nos olvide. Y si lo llamamos a su eterna morada con estos métodos de brujería medieval, no es para saber si existe, sino para saber si nos recuerda.

Como la razón sólo puede ofrecer hipótesis metafísicas casi siempre absurdas; y la religión propone un ideal místico de trascendencia mediante la fe, los que dudan de ambas soluciones han decidido ponerse en contacto directo con el Misterio y el Reino de las Sombras.

Y para lograr una certeza, los espiritistas de Medellín han realizado un cónclave “en la cumbre”, para reanudar el diálogo con el Maestro y saber dónde diablos está su paradero. Mejor dicho, le han hecho una llamada a larga distancia a ver si contesta desde su “Otraparte” del otro mundo.

He aquí el mensaje que el Maestro envió a sus fanáticos admiradores desde la Eternidad, y que estos me envían desde Medellín para que yo lo descifre.

Dice así:

“Aquí estoy ahora veo florestas y niños y empiezo a gozar de mi pasado, mis ojos necesitan luz espacios del cristal amas un capullo y sentirás el sol a Dios lo verás a mano del sol averiguarlo cuando pueda amad al capullo y el sol te quemará adiós”.

¡Es increíble!

¡El Maestro González se volvió surrealista!

Si es así, no dudo que el incansable escritor del Libro de los viajes o de las presencias, ha emprendido su segundo Viaje a pie con el otro don Benjamín, por las claras y azuladas praderas del cielo. (Me refiero a don Benjamín Péret, el poeta francés surrealista discípulo de Bretón, muerto en París en 1959). Por esto, tampoco es difícil que ahora el Maestro vaya tomado de las manos (o para ser más lógico, de las alas) con ese pequeño monstruo precursor del surrealismo, el genial Jean Arthur Rimbaud, a quien tanto amaba.

Me los imagino a los dos muy espirituales y sonrientes, el Maestro tratando de explicarle a Rimbaud cuánto mide la nariz del presidente de Francia, pues allá en el Infinito no debe regir nuestro sistema decimal. Pero el Maestro sabrá salirse del lío explicando que la nariz del general De Gaulle es tan larga como la cola de un cometa, o más.

Tengo que confesar, sin embargo, que no puedo explicarme a Fernando González de surrealista, y peor aún, del “brazo” por las constelaciones del Paraíso con aquel poeta maldito que escribió nada menos que Una temporada en el infierno.

Esto, como diría el Maestro, destruye la ley de causalidad.

¡Qué terribles dudas me asaltan hoy al leer el mensaje que me mandan de Medellín los espiritistas! Yo deseo de todo corazón que el Maestro exista allá, pero ante todo, que siga fiel a sí mismo. Ahora me pregunto por qué diablos habrá cambiado de estilo literario, si lo mejor que él tenía era su estilo, es decir, su vida. Con todo respeto me rebelo contra ese otro Fernando González transformado por la Eternidad. Francamente no lo reconozco, no parece mi Maestro.

Para salir de estas dudas horribles, voy a hacer un análisis comparativo entre la nueva estética de Fernando y la del poeta surrealista don Benjamín, a ver hasta qué punto éste lo tiene influenciado, o si se trata de plagio, simulación, o usurpación de personalidad.

Para el caso tomo un poemita de don Benjamín Péret con el desaliñado título de:

“Sopa”

“Cuando el sol haga saltar las piedras de los arroyos que pasan revista
contaremos las miradas que las flores de humo
arrojan a los transeúntes que ya no lo tienen
habiéndolo perdido en un desierto
mientras perseguían un vapor de champaña
tic-tac de un reloj sin agujas
marcando un tiempo sin estación
hilvanando vestidos para sombras
estremeciéndose en un viento viscoso que se detenía a envolverlos
hasta perderlos de vista”.

¡Oh Mon Dieu c’est vrai!

No me queda más remedio que aceptar la semejanza entre los dos ilustres escritores. Pero…

Después de echarle mucha cabeza a este “pero” he llegado a las siguientes conclusiones sobre la identidad del mensaje del Maestro que tiene confusa a mi amiga de Medellín, quien entre otras cosas es materialista dialéctica, existencialista, y por lo tanto es atea y no cree en que la Esencia precede a la existencia como sostiene Santo Tomás, pues ella ni siquiera cree en la Esencia.

Mis conclusiones son las siguientes:

a) No creo que Fernando González se atreva a violar las leyes de la puntuación.

b) No creo que el querido Maestro que tuvo tantos dolores de cabeza con sus escritos, siga allá perdiendo su tiempo (es decir, su Eternidad) haciendo literatura y enviando saludos.

c) También es posible que el que dijo llamarse Fernando González fuera un “espíritu burlón” que les tomó el pelo a los espiritistas de la muy católica Villa de La Candelaria.

Amén.

En cuanto a mí, no deseo turbar más el merecido reposo del guerrero de Envigado. Por lo tanto, mi opinión sobre el Destino Ulterior del Maestro, es guardar un respetuoso silencio, que bien lo merece.

Lo único que falta es que López de Mesa le pida un prólogo, o que le sigan haciendo reportajes para “El Colombiano”.

Aquí tengo sobre mi cabecera la foto de una paloma muerta bajo cuya ala manchada de sangre y rota por un disparo, escribí estos versos de Borges:

“Nos place la quietud,
equivocamos tal paz con el morir
Y mientras creemos alabar el no-ser,
alabamos el sueño y la indiferencia.
Vehemente en las batallas y apacible en las bóvedas
¡sólo el vivir existe!”.

—Oh, alma mía, ¿sólo el vivir existe?

—¿Y te parece poco, imbécil?

—No, alma mía, ¡vivir no es ni poco, ni mucho, pero es bello!

Gonzalo Arango
Rev. n° 106 / 27-III-64

Fuente:

Zalamea, Alberto. La Nueva Prensa / 25 años después / 1961 – 1986. Tomo II. Procultura, Bogotá, primera edición, 1986, p.p.: 122 – 125.

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