Fernando González
y la «otra parte» en
tiempos de pandemia

Por Luis Fernando González Gaviria *

«Nadie es profeta en su tierra». Esta frase provocadora suscita una mirada honda a los hijos e hijas paridos en estas montañas. Sus palabras son legado y memoria que siguen resonando con fuerza. ¿Tendrá algo para decir en tiempos de pandemia Fernando González? ¿Su palabra puede iluminar y suscitar un pensamiento distinto en medio de la crisis que estamos viviendo? El filósofo de «otra parte» sigue hablando hoy, espabilemos el oído y abrámonos a su palabra para recibir de su libro, Viaje a pie, una honda percepción de la vida. Empecemos el viaje…

Primer paso: «El ignorante se aburre en los caminos; sólo percibe las sensaciones de cansancio y de distancia. Es como un fardo. Los ojos le sirven sólo para ver la comida, el obstáculo y la hembra; el oído, para oír ruidos, y el tacto, el olfato y gusto, para los fines primordiales». Tenemos una percepción de la vida muy limitada porque hemos acostumbrado nuestros ojos a la miopía existencial, producto del hastío de sobrevivir que es causa del conformismo lacerante que estamos viviendo. En tiempos de encierro la vida nos ha sorprendido, ha sacudido las bases que pensábamos estaban fuertes, nos ha hecho estremecer y exige de nosotros un cambio radical. Cambio que sin lugar a dudas es retorno. ¿Hacia dónde? Hacia nosotros mismos. Salgamos del letargo para hacer de nuestra vida un auténtico viaje de plenitud. Quien mira más allá de sus necesidades, quien amplía su espectro de compresión, entenderá que la auténtica vida es asumir la finitud.

Segundo paso: «Curad al amigo abatido, haciéndole creer en sí mismo o en algo que le sirva de eje, el hilo madre para tejer la tela de su vida. ¡Cuán propia es esta vida moderna, rápida, difícil y varia, para perder toda fe, para ir por la vida como madero agua abajo!». El coronavirus nos ha hecho replantear a fondo nuestras creencias de todo tipo. Nuestra fe, es decir, nuestra manera de ser humanos, necesita ser asumida desde otro ángulo. Los protagonistas de hoy son los agentes del personal sanitario, pero ¿el resto de la humanidad qué? La respuesta a esta pregunta viene de la toma de conciencia de saber que necesitamos del otro, pues en la alteridad nos encontramos auténticamente. «Curad», es decir, salvemos al otro con nuestras palabras, hagámosle entender que el final no ha llegado todavía. Estamos en camino. Quien se atreve a curar se implica, deja que el otro le afecte. La curación llega cuando el ser humano se ha vivido vulnerable y frágil, cuando sabe que en lo quebradizo está lo más grande de su condición.

Tercer paso: «¡El dinero! Indudablemente el nombre mejor para nuestro siglo es este: el siglo del hombre que hace fortuna. Vivimos a la caza de la fortuna; gastamos nuestras energías en la consecución del dinero. Todo es para nosotros un medio de conseguir dinero». Hizo de profeta Fernando González, supo leer a fondo las realidades a las que nos estábamos abocando desde el siglo xx y que padecemos en el xxi. Con dolor y lágrimas hemos entendido que apostar la vida entera para llenar los bolsillos, resulta siendo una riqueza muy traumática. Cuando el billete usurpó el puesto del ser humano, lo relativo se volvió esencial y lo esencial relativo. Aquí está la nueva esclavitud, venderse al espejismo de una vida monetaria. En el confinamiento entendimos que lo verdaderamente valioso y capaz de darle plenitud a la existencia no tiene precio, por no tener precio, es que vale la vida entera. La auténtica riqueza está siempre en «otra parte».

Cuarto paso: «Lo único esencial en un entierro es el cadáver y el sepulturero. Las andas y el coche son accesorios; las lágrimas son un lujo; las mujeres enlutadas y los viejos barrigones que hablan de la brevedad de la vida, son una gloriona irónica para el muerto. La única escena de la vida en que la riqueza es una tontería sin sentido es un entierro». La realidad del mundo actual nos ha puesto de cara a la muerte, nos hizo entender que es cercana, íntimamente nuestra. Es urgente repensar nuestra actitud frente a ella, salvarla del antagonismo macabro en que la metimos. Debemos reconciliarnos con ella, asumirla y vivirla. Sí, la muerte se vive, es la otra cara de la existencia. Lleguemos al final libres, es lo único que importa. El camino no termina en el cementerio, estamos hechos para más. La muerte es la capacidad antropológica que poseemos para plenificar la existencia. Entrar en el horizonte de sentido que otorga la muerte, es entendernos como seres humanos en gasto.

Quinto paso: «Nos miramos por dentro y vimos allí confusos sueños, formas de amor, ansias de riqueza y miedo a la muerte. Nos miramos por dentro en el camino solitario y oscuro y pensamos que esta labor sólo es humana, pues ningún animal hace otro trabajo que el momentáneo ordenado por su instinto». Ser iguales es un lujo muy barato que no podemos darnos. Ya hemos ensayado con todo lo externo, lo epidérmico, lo superficial, y no hemos logrado colmar nuestra sed de más. La única manera de poder transformarnos es caminando hacia el interior. Hay que darle una oportunidad a la vida profunda, allí descubriremos nuestra identidad auténtica para rehacer nuestra existencia en estos tiempos. El camino es hacia el interior, allí entenderemos que estamos colmados de Trascendencia. El «misterio eclipsado» como lo llamó Buber, sigue abriéndose paso a través de la finitud (vida), este es el camino que nos puede conducir a no ahogarnos en nuestro encorvamiento. Al experimentarnos escasos para dar respuestas, el Misterio (no lo absurdo o lo imposible de conocer) permite adentrarnos en nosotros mismos y descubrirnos capaces de una relación Mayor. cuando la mirada deja de ser apropiación, las palabras dejan su pretensión de absoluto y el ser humano se experimenta inacabado, descubre que la única manera de asumir la realidad es yendo hacia el silencio, hacia aquella relación donde se revela su auténtico ser.

Sexto paso: «El hombre que odia y se retrae en sí mismo, es porque tiene pocas reservas defensivas; es un organismo próximo a la muerte. Las naturalezas débiles reaccionan rompiendo con la realidad». Lo más inhumano que tiene la persona es el odio. En tiempo de cuarentena hemos descubierto que es un estorbo existencial, no sirve para nada, nos atrofia. Somos y acontecemos en la realidad, este es nuestro espacio vital, desde allí construimos lo verdadero. Odiar es la expresión máxima del encorvamiento egoísta de una persona, es la enajenación de sí mismo y la realidad a proyecciones falsas saturadas de inmadurez. La verdadera muerte es optar por el odio, quien odia es aniquilado desde dentro, quien odia se pierde a sí mismo, quien odia no necesita más infiernos, ya vive ahí. Atreverse a otra forma de vida, una en la que se pueda asumir la existencia desde la apertura libre al otro, es hacerlo compañero, es dejar de lado la desconfianza y la tendencia que se ha naturalizado de odiar. Otra parte, otra forma, ser otro, allí están las auténticas defensas para vivir.

Séptimo paso: «La belleza no es plástica; es interna y expresiva; es la fuerza que está dentro y que emana, que se expande en las formas. La salud es belleza, y ésta es prometedora». Los ojos que gustan de la profundidad jamás se deleitan en la superficie. En el reencuentro con el otro es donde brota la belleza, la que no se acaba, la que no es pasajera o con ecos de bisturí. En este tiempo estamos entendiendo que la forma auténtica de la belleza es salud, es la esencia misma de lo que somos. En la salud hallamos el valor de lo simple que da hondura a la vida. Quien está saludable ha descubierto su belleza e identidad. Lo auténticamente bello siempre se hallará en lo profundo, allí donde la mirada y la palabra revelan, donde la vida irrumpe, donde el otro es de verdad otro, donde se puede conjugar en libertad el nosotros.

Al final, el principio. Tenía razón Fernando González al decir que la vida es un viaje, uno que es irrenunciable y decisivo. No permitamos que la vida vuelva a ser la de antes, la palabra «normal» es aterradora, inhumana y dictatorial, ella nos encierra y nos roba la dinámica que llevamos dentro. El viaje continúa, descubramos «nuestro propio ritmo para caminar», sólo allí podremos atisbar que mientras haya camino todo podrá ser de otra manera. Vayamos hacia «otra parte», para entender que «todo sujeto es efímero, todo predicado de él lo será igualmente o más. ¿Qué buscamos, entonces? ¿Para qué buscamos?». Buen viaje…

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* Teólogo, magíster en Teología, estudiante del doctorado en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana y docente en la Universidad de San Buenaventura en Medellín.

Fuente:

González Gaviria, Luis Fernando. «Fernando González y la “otra parte” en tiempos de pandemia». Periódico El Mundo, viernes 29 de mayo de 2020. Texto revisado y ampliado por el autor para Otraparte.org.