Cien años de brujería
o filosofía vivencial

Por Alberto Restrepo González

Cien años del nacimiento de Fernando González Ochoa, tan González, tan Ochoa, tan él mismo, tan ningún otro, tan deslindado e individuo, tan conviviente y persona, tan pasional, tan instintivo, tan crítico, tan rebelde, tan enraizado en todos los fenómenos de la vida, tan sincero, tan desnudo, tan articulado con todas las expresiones de la sabiduría, tan de aquí, tan de otraparte, tan místico más allá de sujetos y objetos, tan señor de sí, tan lleno de amor, tan maestro para todos, tan rechazado, tan malentendido, tan tergiversado, tan odiado por su capacidad de verdad y su valor sin medida.

En el centenario de su nacimiento, Fernando González sigue siendo un dolor de Colombia, porque la sociedad colombiana que lo ha tenido en sus entrañas durante cien años, sigue sin lograr reconocerlo, ni entenderlo, ni escucharlo, ni amarlo, ni sentirse realmente amada, interpretada y convocada por él a una conciencia más alta y más digna.

En el centenario de su nacimiento, González sigue ocupando el mismo lugar menguado de panfletario injusto, humorista procaz, crítico atrabiliario, repentista excéntrico, rebelde sin causa y brujo herético, que al negar, por inconexa y contradictoria, la validez de su filosofía, tan orgánica, coherente y viva, le asignó el establecimiento temeroso de su voluntad de verdad y su capacidad de denuncia sin transacciones.

Quiérase o no, Fernando González fue un filósofo y nos legó una filosofía auténticamente tal, cuya síntesis mínima podría ser la siguiente:

Esfuerzo, sin concesiones, por construir, desde su yo, una filosofía de la vida; luego de la negación de la filosofía mental-conceptual aristotélicotomista, en sus años de adolescencia.

Búsqueda coherente de la verdad, a partir de principios claramente enunciados y firmemente mantenidos, progresivamente madurados, desde Pensamientos de un viejo (1916), hasta Las cartas de Ripol (1964).

Afrontamiento de los grandes problemas existenciales, desde la cotidianidad, la emocionalidad, la causación, la historia y el lenguaje latinoamericanos.

Análisis de los grandes problemas filosóficos: conocimiento, valores, moral, antropología, teodicea, estética, metafísica, desde una lógica vital paradójica, totalmente ajena a los constructos de la lógica mental conceptual.

Vivenciación y formulación de un método liberador, en el que se integran los dinamismos activos de la ascética y la quietud contemplativa de la mística.

Propuesta, como teoría de los viajes o metafísica de las vivencias, de un nuevo camino metafísico, luego de la invalidación kantiana de la metafísica mental-racional.

Búsqueda de unificación del pensamiento occidental y las formas de sabiduría cristiana, oriental, occidental e indígena latinoamericana, a la superación de las dicotomías pasionales y conceptuales, en la comunión con Ser o Dios, más allá de toda representación.

Vivenciación plena del mensaje cristiano, hasta hacerse las Bienaventuranzas.

Qué hermoso sería, que en el centenario del nacimiento de Fernando González, la Colombia que él amó “hasta el dolor”, pudiera entender su vida y su obra, precursoras de la Postmodernidad en América, como una auténtica, novedosa y válida filosofía latinoamericana, de dimensión universal.

Fuente:

Restrepo González, Alberto. “Cien años de brujería o filosofía vivencial”. El Colombiano, columna de opinión Escuelita, edición desconocida de 1995, página 5A.