Qué velada la
Velada Metafísica

Mediavuelta ha querido rescatar fragmentos de cuatro cartas en las que el poeta y filósofo Carlos Vásquez Tamayo deja plasmada su opinión sobre la obra Velada Metafísica del grupo de teatro Matacandelas, basada en la vida del escritor y filósofo Fernando González. Respetamos la ausencia de mayúsculas y puntos finales que hacen parte del estilo del autor.

Por Carlos Vásquez Tamayo

para nada me extraña que hayan premiado esta puesta en escena (1): espléndida, visualmente completa, artísticamente impecable, con un acople perfecto entre el tiempo y el espacio, con un encuadre justo entre el contenido y la forma

y la belleza de las voces, su naturalidad y la verdad con que entregan los textos, sabiamente seleccionados, pero sobre todo encarnados, en un movimiento orgánico, vivo como los truenos, reales como el pensamiento y el rayo

es una obra sinfónica, polifónica, creo que es la madurez del matacandelas y ese montaje le hace dar un salto al teatro colombiano, todo lo que han estudiado madura aquí, cuaja, se da a ver en su impecable construcción

orgullo saber que se va a poder mostrar en el extranjero (2): ¡qué retrato de colombia!: desgarrador y cierto, sin concesiones, estamos ahí en lo que somos, qué maestría la de Fernando González para saberse, leernos, descifrarnos, viviseccionarnos

siento que Velada metafísica es puro pensamiento en acción, argumentos desnudos, los de Fernando González, que pueden ser de cualquiera por universales, tocan el corazón del hombre, la verdad de ser hombres, su exigencia, su paradoja, el riesgo de vivir al desnudo, sin mentirse, despojado de todo

a Fernando González no se lo puede enseñar académicamente, quizás a ningún filósofo, y a él menos pero sí así, sin trasladarlo o adaptarlo, dándolo a ver en esa luz verdadera, en esas voces auténticas, en ese ritmo que va volviéndose frenético, angustioso, agónico

qué textos, parecía agua corriendo, esas cartas y esos pedazos de cuadernos, es así como hay que escribir, mantener un cuaderno abierto, en medio del paisaje la vida los hombres, los avatares de la vida diaria y escribir todo ahí con esa prosa limpia, agresiva, punzante

miro esta puesta en escena desde mi sensibilidad, abierta a lo que nos pasa, a lo que somos como colombianos, esa velada metafísica es un fresco impresionante de nuestra voz y nuestra sangre, por ahí pasa todo, los miedos, los horrores, las encrucijadas

me parece un documento desde el arte, más valioso que lo que dice la historia o la crítica o la misma filosofía

además la pedagogía: el público estaba arrobado, entregado, comprometido, sentí una participación inusual, una entrega incondicional y, a la vez, una disposición a verse, dejarse auscultar

contra todo patrioterismo, es que ser colombiano tiene que ser mucho más que lo que nos han dado, nos han hecho creer, ser colombiano es ser uno, es lo mismo en cualquier parte, si no reivindicamos al singular somos una comunidad gregaria desgraciada, pegada a valores muertos y que matan

hay algo vital en todo esto, lo impostado queda fuera, lo antioqueño y aún lo colombiano entran por esa puerta que ellos (el matacandelas) abren en toda su complejidad: pequeñez, mezquindad, avaricia y a la vez plétora de paisaje, desnudez del idioma, violencia de un alma que recuerda que lo nacional está hecho de singularidades

y lo que aparece de cuerpo entero o con varias almas para un solo cuerpo es un pensador inmenso, desparpajado y desnudo, tozudo y tenaz, obstinado y dulce, áspero y sereno: todo eso a la vez y la plétora de voces, figuras, tonos, vidas, esperanzas, experiencias, reclamos, rechazos, amores, todo y todo en eso que somos, que a veces nos hastía y ahoga

y en medio de ese ahogo un pensamiento vibrante, insistente, que no da tregua

un alma agonizante, en trance: y puede desconcertar el arrebato místico de Fernando González, pero es algo más complejo, no es un alma que se vuelve piadosa, es el sarcasmo que habla con dios, la imprecación de la locura, la lucidez de una razón que se rebasa

y la intimidad, esos momentos en que se queda solo, en que habla en voz alta pero para sí mismo y dice todo y nada queda fuera

metafísica es viaje y el único viaje que se permite es a pie

me conmovió el testamento: ¡qué desprendimiento, qué violencia, qué libertad! y al mismo tiempo: déjenme tranquilo, soy libre, sé que me quieren seguir hasta la muerte y decirla y vestirla y no me dejo y me suelto y me sublevo

qué bueno tener un escritor así, no tiene nada que envidiarle a ninguno, es prosa verdadera, aguda, necesaria

Notas:

(1) Premio Nacional de Dirección a Montaje Teatral, Mincultura, 2009.
(2) París, Francia, Festival Don Quijote de Theatre Hispanique, noviembre 21 de
2009 y en Las Palmas de Gran Canaria (España), diciembre 1 de 2009.

Fuente:

Vásquez Tamayo, Carlos. “Qué velada la Velada Metafísica”. En: Mediavuelta n° 14, Tragaluz Editores S.A., Medellín, diciembre de 2009. Ganador del estímulo a publicación periódica cultural, 2009,
Secretaría de Cultura Ciudadana, Alcaldía de Medellín.