Presentación

Blanco a contraluz

—18 de noviembre de 2021—

Portada del libro «Blanco a contraluz» de Esther Fleisacher

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Esther Fleisacher nació en Palmira, Valle, de madre egipcia y padre rumano. Vive en Medellín desde 1965 y se dedica a la lectura, la escritura y el psicoanálisis. En su obra ha explorado el cuento, la novela corta y la poesía. Libros publicados: «Las tres pasas» (Universidad de Antioquia, 1999; Frailejón, 2015), «La flor desfigurada» (Hombre Nuevo, 2007), «La risa del sol» (Sílaba, 2011), «Canciones en la mente» (Eafit, 2011), «Gestos hurtados» (Eafit, 2015), «In einer Kirche hast du nichts verloren» (selección de cuentos traducidos al alemán, editions 8, 2017), «Donde se estrellan los pájaros» (Sílaba, 2018) y «Blanco a contraluz» (Sílaba, 2021).

Conversación de la autora con el
escritor y editor Felipe Restrepo David.

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Los poemas de Esther Fleisacher mueven a sentir la poesía que cada uno lleva consigo. Ese es el encanto de muchos de sus versos sobre lo sencillo, lo pequeño y lo cotidiano. La poeta evoca un hilo de su voz y nos deja escuchar la fuerza de presencias y ausencias de su corazón, donde están los orígenes, la berenjena y el maduro, un puerto en la lejana África. También asistimos al diálogo de otredades que trae inquietudes sobre la mentira, lo efímero, la libertad. Por último, su íntima y vital biblioteca alimenta la confesión sobre su oficio de escritura y lectura.

No hay preguntas resueltas en Blanco a contraluz, ni llaves que abren puertas mágicas; el misterio pasa a nosotros, lectores, para seguir sintiendo su gracia. Y ese es un riesgo mayor, tan potente que puede perturbar: darle libertad a una palabra sincera, con rostro verdadero, sin complacencia, y cuya belleza también nace de la severidad y la confrontación.

Felipe Restrepo David

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Esther Fleisacher - Collage © Juliana Arango

Esther Fleisacher
Collage © Juliana Arango

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Tres poemas de
Esther Fleisacher

sus pies citadinos torpes, pero decididos
se aferran a las piedras y a los fondos
sopesando el lugar de los peces hambrientos

serena la respiración
la vida se concentra en el anzuelo y la carnada

la luz en retirada vuelve más nítido el arrullo de las
          aguas
y allí vierte mi padre sus ilusiones simples y
          quebrantadas
para traerles a sus hijos
no el vacío de lo que se lleva el río
sino la melodía dorada de las hierbas altas
en la ribera del frente

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como si llamarme igual a la tía que se quedó en Egipto
me concediera presentir la pañoleta lila
en su cabello negro, largo y ondulado
cada mañana frente al mediterráneo
con la mirada más allá del horizonte
colmada de nostalgias por quienes se van sin mirar
          atrás

su amor en árabe y su vientre de siete meses
la retienen en el puerto de África
lejos de padres y hermanos
que tendrán amores en español

con el vientre ya vacío los invoca
inventa una oración
un hilo de voz
que les lleve la placidez del niño pegado a su pecho

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el olor ocre del mamey
abundante en la tierra de la abuela muerta
sacude la rutina
y hace viajar el corazón

aparece, entonces
el repiquetear de las campanas de la iglesia
contra los postigos verdes de las casonas
y las últimas vacaciones claras en el río
cuando era amiga de cualquiera
sin reparos ni vigilancia

los cuerpos palpitantes
y los otros dioses
aún no eran una amenaza

Fuente:

Fleisacher, Esther. Blanco a contraluz. Sílaba, colección «Sílabas del viento», Medellín, 2021.