Lanzamiento

¿En qué dragones
estamos creyendo?

(conversaciones
de samuel vásquez)

—13 de mayo de 2021—

Portada del libro «¿En qué dragones estamos creyendo?» de Samuel Vásquez

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Samuel Vásquez (Medellín, 1949) es poeta, dramaturgo, ensayista, músico, artista plástico. Cofundador y curador de la Bienal de Arte de Medellín. Comisario de la Bienal de Montevideo, Uruguay. Fundador y director del Taller de Artes de Medellín que congrega teatro, música, literatura y artes plásticas. Sus obras de teatro han sido escenificadas por grupos de España, Venezuela y Cuba, así como algunos grupos colombianos. Dirigió 17 obras teatrales y ha participado como miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Es, además, cofundador de la revista «Prometeo». Poemas y ensayos suyos aparecen en libros y revistas del país y del exterior. Su poesía ha sido traducida al rumano, portugués, francés e inglés. Sus montajes teatrales «El Bar de la Calle Luna» y «El Arquitecto y el Emperador de Asiria» fueron aclamados como los más importantes en el Festival de Manizales y el Festival de Teatro Hispano de Estados Unidos. Ha recibido, entre otros, los siguientes premios y distinciones: Premio a la mejor obra, Festival de Teatro Hispano, Estados Unidos, 1989; Premio Nacional de Dramaturgia, Ministerio de Cultura (1992); Beca Nacional de Creación, Ministerio de Cultura (1993); Premio Concurso Internacional de Dramaturgia Ciudad de Bogotá (1999); Premio de Ensayo Ciudad de Medellín (2005); Beca de Creación Ciudad de Medellín, Modalidad Ensayo, (2007); Distinción Especial Museo de Antioquia por su contribución al desarrollo del arte contemporáneo (2007); Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2010); Premio Nacional por Reconocimiento a Vida y Obra, Universidad de Antioquia, 2011; Premio Erato de Poesía por Reconocimiento, 2015. Su compilación «20 del xx – Poetas colombianos» fue considerada por la revista «Arcadia» como el mejor libro de poesía publicado en 2013.

Presentación del autor y su obra por Felipe García Quintero. Descargue aquí el libro en formato pdf, serie de entrevistas con Hans Magnus Enzensberger, Fernando Arrabal, Édgar Negret y Lucía Estrada.

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«Yo he venido aquí a aprender. He quedado muy defraudado de los colombianos, porque si hago una sola excepción de parte de los colombianos, los demás no me han querido hablar de nada. No digo que sea una cosa inaudita. Es una cosa corriente. Cuando se va a un país que tiene un problema, la gente no quiere hablar del problema. Yo solamente he encontrado un colombiano que me quiera hablar del problema de Colombia. Yo siento mucho que aquí estoy un poco postergado. Me gustaría haber dialogado con los colombianos. Quizás haya sido por esas publicaciones que hacen de mí un personaje arrogante que no corresponden en absoluto a la verdad. Yo no hago nada por que cunda esa idea de que soy un personaje estrafalario, daliniano. No hago nada por eso. En realidad, esa figura la han creado los fascistas españoles para compensar. Para justificar el hecho de que no me representaran mi teatro, inventaron cosas de todo tipo: que yo hacía bocadillos de mierda… que yo quería escandalizar… Así justificaban el prohibir la representación de mi teatro.

Se esperaba que a la muerte de Franco yo pasara factura puesto que Franco había prohibido mi teatro, Franco me había metido en la cárcel, y yo había escrito la única carta pública a Franco, una carta editada en Francia a más del millón de ejemplares. Eso quiere decir que, como era bilingüe, la compraron sobre todo los españoles. Entonces se esperaba que yo pasara factura. Que yo me pusiera como un excombatiente, y eso me molestó. Desde el primer momento yo pensé que el franquismo era agua pasada que no movía ningún molino y que había que construir otras cosas».

Fernando Arrabal

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Samuel Vásquez

Samuel Vásquez

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¿En qué dragones
estamos creyendo?

~ Prólogo ~

Dice un diccionario que conversar viene del latín conversari que significa «dar vueltas en compañía». (Con= compañía, versare= dar vueltas). Otro diccionario dice que versare viene de verter, lo que supone que consignamos algo en el que escucha, cuyo espacio debe ser cóncavo para poder albergar lenguaje ajeno. Otro dice que versare tiene relación con versus= contra, por lo que la conversación tiene tanto de sabor a compañerismo como de controversia. Y es que, aunque muchos no lo entienden, la amistad es discusión en un abrazo.

En toda conversación hay una búsqueda de verdad. Ya sea para encontrarla, para controvertirla, o para ratificarla. (Incluso para crearla.) Y, como la verdad se mueve hacia allá, habrá necesidad de una nueva conversación. Así, de conversación en conversación, narramos inéditamente la vida.

Maurice Blanchot dice que «toda palabra es violenta y al mismo tiempo sabemos que los que discuten no se golpean: el lenguaje es la empresa mediante la cual la violencia renuncia a ser abierta para hacerse secreta».

En la conversación es más importante lo que se escucha que lo que se dice. En la conversación se afina el oído, se bruñen las palabras, y los gestos, las actitudes, los lenguajes no verbales, completan la orquesta expresiva del habla. Esto nos lo enseña y exige el teatro, y nos lo sugiere la vida.

La lengua tiene como modelo lo visual y su expresión ideal es el lenguaje escrito, mientras que el habla vierte en el oído el lenguaje oral. Dice Umberto Eco que «el signo se puede estudiar y definir a nivel de la lengua, en cambio, a nivel del habla, parece escapar a toda determinación».

El silencio es básicamente auditivo, no visual. Sólo la música creó una nomenclatura en donde el silencio se indica visualmente, y es decodificado por los músicos a cabalidad y con justeza.

El silencio no es imperiosamente adverso o autista. Con un amigo podemos permanecer en silencio durante largo tiempo sin que nos sintamos inquietos ni incómodos en ese estado. En el silencio lo inmaterial y recóndito aparecen, no con signo negativo sino positivo. El silencio no es confesión de lo inexpresable, sino trompeta transparente de un canto invisible. El silencio cava en la oquedad ampliando el espacio del encuentro. Y el silencio todo oye. El mejor prólogo de la palabra poética y de la música es el silencio… y el mejor aplauso.

Por estos tiempos tener una conversación cara a cara se ha convertido en algo inusitado. Ahora todo es virtual: virtuoso, casi nada.

Con ligereza nuestros gestores culturales han confundido conversación con conversatorio, que es un mueble donde se conversa: tiene forma de S y las personas se sientan en direcciones opuestas de tal manera que sus rostros quedan cercanos, a la misma altura, facilitando la conversación íntima. Nuestros gestores han llevado esa actividad íntima a los reflectores y la farándula, y, por desgracia, demasiados artistas y escritores han aceptado la oferta histriónica llenando horas de entretenimiento, y en su anhelo afanoso de ser personajes a como dé lugar, tratan por todos los medios posibles de mostrarse divertidos y brillantes. Pareciera que ser personas no les fuera suficiente. Sin embargo, tienen razón, es más comercial el personaje que la persona.

En mayo de 1966, Francis Bacon le dice a David Sylvester:

«Creo que sería interesante pertenecer a un grupo de artistas que estuviesen trabajando juntos y poder intercambiar… Creo que sería maravilloso tener alguien con quien hablar. Hoy no hay absolutamente nadie con quien hablar. Quizás yo tenga mala suerte y no conozca a esas personas. Las personas a quienes conozco siempre tienen actitudes muy diferentes a las mías. Pero creo que los artistas pueden ayudarse realmente. Pueden aclararse mutuamente. Siempre he concebido la amistad como una situación en la que dos personas realmente se destrozan y quizás de ese modo aprendan algo una de otra.

Yo creo que la crítica destructiva, sobre todo si la hace otro artista, es sin duda la que más ayuda. Aun cuando pueda parecerte equivocada si la analizas, al menos la analizas y piensas en el asunto. Cuando la gente te ensalza, bueno, es muy agradable que te ensalcen, pero en realidad no te ayudan.

Por desgracia, no puedo hacer una crítica destructiva de la obra de mis amigos, si quiero que sigan siendo amigos míos. Creo que es más fácil criticar su carácter, porque la gente es menos vanidosa en lo que se refiere a su personalidad que en lo que se refiere a su obra. Yo creo que, curiosamente, no se considera irrevocablemente comprometida con su personalidad, considera que puede modificarla y alterarla, mientras que la obra, una vez realizada, no puede hacer ya nada. Pero siempre he tenido la esperanza de encontrar otro pintor con el que pudiese hablar realmente (alguien en cuyas cualidades y en cuya sensibilidad creyese) y que realmente destrozase con sus críticas mis cosas, y que yo pudiese creer en su juicio. Me da mucha envidia, por ejemplo, la situación de Eliot y Pound y Yeats cuando trabajan juntos. Y de hecho Pound hizo una especie de cesárea de “La tierra baldía”; también ejerció gran influencia sobre Yeats… aunque quizás ambos hayan sido mucho mejores poetas que Pound. Yo creo que sería maravilloso tener a alguien que te dijese: “Haz esto, haz aquello, no hagas esto, no hagas aquello”, y que te diese razones. Creo que sería una gran ayuda».

Las conversaciones que he sostenido con artistas fundamentales son de las mayores riquezas invisibles de mi vida. De esas largas conversaciones quedan atesorados valiosos recuerdos de gestos, pensamientos y palabras. Por petición directa de revistas de arte, grabé las conversaciones que conforman este libro.

Con el tiempo he lamentado no tener un sentido más utilitariamente histórico de tantas circunstancias que he vivido y, siempre, el placer de la vivencia se ha impuesto sobre cualquier sentido oportuno de registro documental o cultural, fotográfico o grabado, de esos momentos irrepetibles.

Por ejemplo, cuando Édgar Negret me invitó a que acompañara durante una semana a su maestro Jorge de Oteiza para visitar la estatuaria lítica de San Agustín, todo el tiempo sentí la pesada ausencia de una grabadora que dejara registro de la conversación cotidiana del escultor vasco, que hablaba magistralmente sin descanso, desde el desayuno hasta la una de la mañana del día siguiente, en medio del paisaje majestuoso de Huila. «El paisaje es como un cuerpo múltiple y sensible, cargado de misteriosas energías y rueda fatalmente sobre nosotros con la clave de nuestro propio destino. A formas distintas de hombre corresponden distintas interpretaciones del paisaje. […] El arte, sólo en sus dimensiones enormes, que es la única normalidad del arte, se da cuando en la dificultad existencial de los pueblos, estos se ven obligados a reclamar la salvación de un modo impostergable y superior. Son los grandes tiempos en que el arte se produce al margen del falso esteticismo de la belleza», decía, mientras palpaba una gran escultura de piedra, descubriendo un dibujo inédito en su espalda. Ante el desconcierto de alguien aclaró: «Yo soy el escultor Oteiza: abrazo las esculturas y ellas me hablan».

Fuente:

Vásquez, Samuel. ¿En qué dragones estamos creyendo? Editorial Pequeña Alejandría, Medellín, 2021.