Conferencia

El curso de
la vida interior

Literatura y ascetismo en la
obra de Fernando González

—Febrero 6 de 2020—

Portadas de los libros «Libro de los viajes o de las presencias» y «La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera» de Fernando González

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Sergio Adrián Palacio Tamayo (1981) es psicólogo de la Universidad de San Buenaventura, especialista en Hermenéutica Literaria, magíster en Estudios Humanísticos y doctor en Humanidades de la Universidad Eafit, en donde además es miembro del Grupo de Investigación en Estudios en Filosofía, Hermenéutica y Narrativas. Se desempeña como docente de Literatura, Psicología y Filosofía en universidades de la ciudad de Medellín y dictó el curso «Introducción al pensamiento de Fernando González: ejercicios espirituales y cuidado de sí» en la Universidad Complutense de Madrid. Colaboró con el capítulo «La escritura ensayística de Fernando González y la indagación del complejo de hijo de puta en “Los negroides”» en el libro «Fernando González: política, ensayo y ficción» de la Editorial Eafit. En 2018 publicó el artículo «Una tesis (1919) o el derecho a no obedecer de Fernando González: polémica entre la Iglesia y la universidad» en la revista española Res Publica – Revista de Historia de las Ideas Políticas. En la conferencia presentará su tesis de doctorado «El curso de la vida interior: literatura y ascetismo en la obra de Fernando González» (Eafit, 2019).

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En mí ha perdurado siempre el misticismo. La sensación que experimento leyendo a Teresa de Jesús es de las más intensas que pueda ofrecerme la vida. Sus obras son mi lectura predilecta; son mis libros divinos…

Fernando González

(Citado por Fernando Isaza, 1915)

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Sergio Adrián Palacio T.

Sergio Adrián Palacio T.

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Introducción

Fragmento

El título de esta tesis convoca a una claridad inicial sobre el uso de la expresión «filosofía como curso de la vida interior». El escritor colombiano Fernando González Ochoa no escribió ningún libro sobre el tema ni tampoco lo usó para llamar alguna de sus obras. Consideramos que el título acoge un término que abarca las ideas de este escritor cuando se refiere a la relación dada entre la vida cotidiana, asumida como un factor moral y ético que se orienta hacia el autoconocimiento, con la intención de circunscribir la escritura literaria como una práctica ascética que reúne una serie de métodos y hábitos que buscan la perfección moral y espiritual. Esta ascesis literaria fue nombrada filosofía como curso de la vida, gracias a una citación que se encuentra en la obra de Fernando González, Libro de los viajes o de las presencias (1959),donde él está discutiendo sobre aquella filosofía que se ocupa de la vida, una filosofía-sabiduría, que está perdiendo su orientación ante una filosofía conceptual que racionaliza la vida y desvaloriza la vivencia. Por eso considera que:

[La] filosofía o curso de la vida interior, curso dialéctico de la vida interior, tiene como instrumento principal la comunión, la convivencia; luego, en su orden, el diálogo y la conferencia, y, por último, las artes literarias, y, entre éstas, como la forma mejor, la dramática (tal como los diálogos platónicos).

Se modificó de la cita la frase «la filosofía o curso de la vida interior» para el título de este trabajo. Lo primero que llama la atención en la cita es la consideración de llamarle filosofía o curso de la vía interior. El disyuntivo «o» equipara filosofía con curso, son semejantes, siendo posible llamarles de los dos modos. Tampoco olvidar la otra forma de designar —el curso dialéctico de la vida interior— que remite a lo mismo. Apelando al significado de la palabra curso sabemos que indica una dirección, pasando por su connotado uso educativo o judicial —dar curso, recibir un curso— y abordando el paso o evolución de algo. Curso es también la corriente de un río. Tras acoger su significado básico, se conoce que esa filosofía tiene como instrumento principal la comunión y la convivencia, asuntos que remiten de lleno a la propia obra de González y esto se debe a que dicha filosofía no sólo es un modo de vivir sino una serie compleja de procedimientos (métodos) cuya base es dialéctica, donde tanto la comunión y la convivencia, son aspectos dados en esa «conversación» con la interioridad, y ambos aspectos buscan generar nuevas síntesis, es decir, nuevas comprensiones del modo de llevar la vida. Se señala esto bajo el reparo de que el uso de la comunión y convivencia, instrumentos de esta filosofía, tienen como fin comunicar a otros el espíritu vivo de esa vida. De hecho, González busca continuamente vivir de nuevo lo ya escrito «porque en las notas todo aparece ya muerto, conceptual, y es difícil percibir el hilo de la intimidad que las revela como camino o proceso vivo», por ello acude a provocar el diálogo, entre él y sus desdoblamientos, entre él y su escritura, buscando estar frente a frente y…

(…) desnudos los dialogantes, tirando sus personas o máscaras, confesando su mutua pequeñez, ensayando y volviendo a ensayar, unidos por los ojos, por la emoción que los anima y mueve, en esa brega por conocerlo de vista, como Zaqueo… (1), en fin, el diálogo es la mejor de las artes, porque eso divino, la ejemplaridad actuante, la comunión íntima, es sólo de Cristo.

Precisamente cuando González se refiere a comunión está cercano a una consideración cristiana pues para él…

(…) comulgar es unión en un espíritu. Es el supremo acto de vivir y amar. Si al recibir la hostia se tiene tal comunión, se recibe al Hijo de Dios en cuerpo y alma, pues la extensión y el pensamiento son aspectos o modos aparentes de la Intimidad.

De otro lado, cuando se refiere a convivencia está señalando la aplicación de un método dirigido a apreciar o convivir con la realidad que se manifiesta hasta el punto de entregarse en plenitud a esta actividad en cuerpo y alma, dormido y despierto, con todos los sentidos, hasta vibrar al unísono con el objeto observado. En esto prevalece la idea de hacer despertar aspectos latentes en la interioridad que remiten a:

(…) saber que somos microcosmos, y que todo, bien y mal, bello y feo, todos los valores y «seres» están condicionados y que nadie puede tener orgullo personal, personal valor. Lo único firme y que tiene valor es el conocimiento, que consiste en participación de la Realidad.

Al participar de la realidad González estará «dedicado a viajar y convivir con todas las personalidades» pues «entendi[ó] que las tenía todas: del asesino, del cleptómano, del estuprador, del sacristán, del santón, del hipócrita, del ladrón, del perseguido-perseguidor, del coleóptero, del chacal, del Gandhi y del Buda». De esta forma González indaga esas personalidades, le interesa la región psíquica que exploran pues determinan el avance en conocimiento interior que él mismo está buscando, y, además, da entender que así nada de lo humano le será extraño pues se presenta como si fuese una escalera donde…

(…) el que está en este peldaño conoce todos los que preceden, que son infinito número, y por eso dice: Nada humano es extraño a mí. ¿Entiendes por qué es una región la de Epicteto? Porque subes otra escala, y el contenido de nihil humanum aumenta. (…) Vas presintiendo que hay región en donde dicen: nada humano ni otras cosas son extrañas al Hijo del Hombre. Este es el misterio de que el hombre es heredero divino, hijo de Dios.

Con esa intención el maestro de Otraparte se adhiere a la premisa estoica Nihil humanum a me alienum puto (2), la cual hace propia al traducirla libremente como Nada humano es extraño a mí con la determinación de establecer la idea de una convivencia solidaria y fraterna que lo implica a él con cualquier situación humana. En definitiva, comunión y convivencia, son los instrumentos centrales de esta filosofía y buscan comunicar el espíritu vivo de lo humano con el cual se busca convivir y comulgar para conocerse así mismo.

Esto se efectúa por medio de la literatura, de la representación teatral, del diálogo, en el cual se usa la palabra, la acción, la mímica, el gesto, la expresividad de los ojos y la emanación emotiva de todo el cuerpo; por medio de la escultura, la pintura… Pero el súmmum, la vía magistral para la comunión es la ejemplaridad actuante. Por eso, el Evangelio es la vida de Cristo. La buena nueva fue su vida.

Con lo anterior, González nos muestra que esa comunión esperada en la filosofía como curso de la vida interior se consolida al buscar la ejemplaridad actuante de una vida que le permite tener a mano la desnudez de la vivencia, en este caso de Cristo, para entregarse a la comunión. Los casos ejemplares serán comunes en el trayecto ascético de González junto con esa teatralización emotiva que busca poner en escena la vida de personajes históricos. Estos son importantes para él, debido a que ellos han realizado plenamente el viaje de una vida, por tanto, trae a escena a Bolívar, Sócrates, Schopenhauer, Gandhi, Jesucristo o Loyola para realizar su propio viaje.

Hacer el viaje Ignacio de Loyola. Y el de Schopenhauer (¡qué hombre poderoso y solitario!). Y el de Francisco de Asís. Y el de Pablo de Tarso (nadie viajará, si no vive a Pablo de Tarso; es el patrono de los viajeros).

En ellos percibe los ideales a los que quiere ascender realizando sus viajes. Para él son vidas ejemplares que le han guiado y le dejan satisfecho porque esa actividad de convivir y comulgar le conduce a una refinación de su propio ideal ascético.

Notas:

(1) Zaqueo es un personaje bíblico que desea a ver a Jesús de cerca, pero es de baja estatura por lo que la multitud no se lo permite. Entonces busca un árbol que le dé altura. Estando allí Jesús lo ve y le pide que le acoja en su casa. Mas Zaqueo, puesto en presencia del Señor, le dijo: «Señor, doy yo la mitad de mis bienes a los pobres; y si he defraudado en algo a alguno, le voy a restituir cuatro tantos más». Jesús le respondió: «Ciertamente que el día de hoy ha sido de salvación para esta casa». (Nuevo Testamento, Lucas, 19, 1-10.)
(2) González adjudica la frase a Epicteto. Sin embargo, la frase es de Terencio. La hallamos en el verso 77 (acto I, escena 1, verso 25) del Heauton Timoroumenos (El atormentador de sí mismo): «Homo sum; humani nihil a me alienum puto» que podemos traducir como «Hombre soy; nada humano me es ajeno». Séneca, en sus Epístolas morales a Lucilio, Libro XV, epístola 95, 53, escribió: «Ille versus et in pectore et in ore sit:homo sum, humani nihil a me alienum puto. Habeamus in commune: [in commune] nati sumus. Societas nostra lapidum fornicationi simillima est, quae, casura nisi in vicem obstarent, hoc ipso sustinetur». (Esté siempre en nuestro corazón y en nuestra boca aquel verso hombre soy y nada de lo humano lo considero ajeno a mí. Tengamos las cosas en común, pues hemos nacido para la comunidad. Nuestra sociedad es muy semejante al abovedado, que debiendo desplomarse si unas piedras no sostuvieran a las otras, se aguanta por este apoyo mutuo).

Fuente:

Palacio Tamayo, Sergio Adrián. El curso de la vida interior: literatura y ascetismo en la obra de Fernando González. Tesis de doctorado en Humanidades, Universidad Eafit, Medellín, 2019. Comunicación personal.