Presentación

Los vasos silbantes

& otros poemas

—Mayo 26 de 2016—

“Los vasos silbantes & otros poemas” de Gustavo Adolfo Acosta Vinasco

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Gustavo Adolfo Acosta Vinasco (Pereira, 1974) es cronista, editor, traductor y docente. Fue editor de contenidos de los periódicos La Tarde y Pulso de Pereira y cofundador de la Corporación Ciudad Latente. Textos suyos han sido publicados en los tabloides La Hoja y Gente (Medellín), Ciudad Cultural (Pereira), y en las revistas Comfamiliar Risaralda, Odradek – El Cuento y Folios (Universidad de Antioquia), entre otras publicaciones. Es redactor de Especiales del Periódico La Tarde. Realizó estudios de Filosofía en la Universidad de Antioquia y de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha publicado “Fantasías, epigramas, ilusiones” (ensayo), “Antología impersonal 1994-2009” (poesía), “Crónicas, perfiles y entrevistas”, “Sexta generación y otros cuentos” (2010) y “La dieta de la hiena” (2013). Fue editor del libro “Historia de Pereira 150 años” (2013), publicado por el periódico La Tarde y la Academia Pereirana de Historia. En la Casa Museo Otraparte ha dictado las conferencias “Pessoa, periodista” y “Pinocchio, personaje literario y cinematográfico”.

Jirafa Enana Editorial

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Los Vasos Silbantes y Otros Poemas es un libro con una propuesta interesante que tanto reside en el lenguaje que utiliza como en su temática. Una poesía de versos cortos a veces con un juego expresivo que toca el hermetismo y que, por la utilización de cierta métrica y cierto léxico, recuerda a León de Greiff. Esto sucede, particularmente, en la primera parte titulada “Los Vasos Silbantes”. En cuanto a la temática, esta gira en torno a las labores del poeta, a sus inquietudes y sus búsquedas y rememoraciones ocurridas en lugares a veces identificables de la geografía nacional. Escepticismo y humor airean favorablemente a los poemas. Hay dos poemas, divididos a su vez en varias partes, que le dan una gran fortaleza al libro: “De lo Frágil y lo Blando” y “Balada de Extrañeza”. En ellos, que son a mi juicio el núcleo del libro, se notan con claridad los aciertos de esta propuesta: brevedad y contundencia, nostálgica rememoración de un pasado que no es grandilocuente ni exclamativa, ni mucho menos sensiblera, sino que está cargada de una leve ironía y un lirismo acertado. Los Vasos Silbantes y Otros Poemas es libro, por último, que se enmarca en las nuevas búsquedas de la poesía colombiana actual y que tiene, de igual modo, un anclaje en la tradición que viene de la poesía de Los Nuevos y de la Generación Desencantada.

Pablo Montoya

Vamos por nuestro cuerpo como quien conduce una nave al garete en un laberinto que somos nosotros mismos. Afuera palpita el mundo, sordo y mudo hasta que una palabra, un signo, le da cuenta de quienes lo habitan: hombres, piedras, bestias.

En las grandes tradiciones, el poeta es el encargado de decir la primera palabra, de lanzar la señal para iniciar —reiniciar— el diálogo perdido entre el mundo y sus criaturas. Esa es su tarea desde el comienzo de los tiempos. Pero con bastante frecuencia, el encargado de mantener vivo ese fuego olvida que la poesía es un medio, no un fin, y se pierde en la contemplación de sus propias destrezas: Narciso asediado por los resplandores de su belleza. La poesía deviene así artificio de joyero.

Justo en ese momento el poeta sabe que es hora de lanzarse a las calles, para recuperar entre el vocinglerío la exacta dosis de silencio que le da sentido al poema. Buen cronista como es, Gustavo Acosta tiene oído de músico callejero y emprende la tarea como mandan los cánones: sin prisa pero sin pausa.

El resultado es un breve poemario de setenta y cuatro páginas, titulado Los vasos silbantes, en el que, entre otras cosas, se ocupa de tres asuntos: lo frágil, lo blando y la extrañeza. Somos pájaros de cristal que aletean entre las rocas de un acantilado. De esa experiencia surge la noción de extrañeza: podemos desintegrarnos al menor descuido. Esa misma condición nos hace osados: si de todas maneras hemos de hacernos añicos, bien vale la pena emprender el vuelo. Por eso mismo: “Los huesos de un solitario deberían / ser enterrados en el sitio de sus angustias. / A qué agravar la maldición trasladándolo”, se lee en uno de los versos. Si asumió su condición de expatriado, es decir, de algo frágil, blando y extraño, un hombre deberá aceptar su destino hasta el final.

Gustavo Colorado Grisales

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Gustavo Adolfo Acosta Vinasco

Gustavo Adolfo Acosta Vinasco

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Tres poemas
de Gustavo Vinasco

En tus ojos
puedo leer los caminos
de mis manos.

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Esta tarde que envejece
como una fruta vieja
lenta expira una espuma de murmullos

Sólo el ansia
imperturbable
alzará su ceño antiguo,
cansado, inagotable.

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Calle 13

Era un espacio apacible entre los ruidos,
pozo sin fondo, rincón sin sombras,
y en el centro una escultura de silencios.

Allí rebotaron los cauchos de las bicicletas infantiles,
corrieron los primeros pasos de los últimos hijos
y no pocas parejas de amantes se soltaron de las
manos
para mirarse de frente.

En un amanecer intempestivo
corrió la sangre por los resquicios
de las losas gastadas, ella se mezcló con el vómito,
el horín y el ollín de la ciudad
y llegó la noche.

Fuente:

Acosta Vinasco, Gustavo Adolfo. Los vasos silbantes & otros poemas. Jirafa Enana Editorial, Pereira, 2015.