Recuperan joya editorial
de Fernando González

Por María Eugenia Lombardo Franchini

Pensamientos de un viejo, contrario a su título, fue escrito por un muchacho de 21 años: Fernando González. Lo escribió en 1916 y aún hoy el nombre de este “filósofo paisa” —como se le suele llamar— continúa causando incomodidad en los oídos de muchos.

Eso no es novedad, según Gustavo Restrepo, director ejecutivo de la Corporación Otraparte, que hoy alberga la mayor cantidad de información y archivo sobre González.

Según Restrepo, desde su adolescencia hasta la década de 1960, fue polémico por “vivir a la enemiga” o, en otras palabras, “por su fuerte crítica al Gobierno, la industria, la Iglesia, la educación y los próceres nacionales (como el general Santander)”, explica en diálogo con El Tiempo.

“Fue crítico de las instituciones y de sí mismo”, asegura Restrepo, quien lleva 25 años cultivando su fascinación por la obra de este filósofo, para quien vivir a la enemiga era “luchar contra todo lo que existe”. Así lo escribió González en su texto El remordimiento (1935).

En honor a ese pensamiento complejo de González, este año la Corporación Otraparte —cuyo nombre hace referencia a la casa-museo de Envigado (Antioquia) que fue el hogar del filósofo desde la década de 1940 hasta 1964, cuando falleció— lanzó, junto al Fondo Editorial de la Universidad Eafit, la reedición de Pensamientos de un viejo, el primer libro de González que cumple 100 años de su publicación.

¿Quién fue González?

El “filósofo paisa” escribió 16 libros de filosofía y ficción (sic) entre 1916 y 1962, sin contar la revista Antioquia, que fundó en 1936.

Vivió en la contradicción de sus ideas desde adolescente, generando polémicas, sobre todo frente a una institución muy poderosa: la Iglesia.

Uno de los tantos ejemplos vienen de esa etapa de su vida: mientras cursaba su décimo grado (quinto de bachillerato en ese momento) en un colegio jesuita de Envigado (Antioquia) (sic), negó la existencia de Dios y fue expulsado por ello.

Aun así, desde su libro Pensamientos de un viejo se percibe su búsqueda de Dios fuera del catolicismo o de alguna religión.

Su propia experiencia debía decirle dónde estaba ese ser superior (si es que estaba en alguna parte). “Se lo considera antirreligioso, pero realmente fue un hombre muy espiritual y místico”, enfatiza Restrepo al respecto.

Paradójicamente, añade que admiró a místicos como san Ignacio de Loyola (fundador de la Compañía de Jesús) y santa Teresa de Jesús.

El enfrentamiento del filósofo con la Iglesia católica le cobró censuras. Según el catedrático Javier Henao Hidrón, el arzobispo de Medellín prohibió la lectura “bajo pecado capital” de su libro Viaje a pie, el año en que se publicó, 1929.

Otro caso célebre fue al que lo llevó su libro Mi Simón Bolívar (1930), que repudia a Francisco de Paula Santander, héroe de la Patria: “Le generó antipatía de los medios colombianos, incluyendo los de Bogotá”, dice Restrepo.

Además, el alcance de los escritos de González dentro y fuera de Colombia fue dudoso, pero no por eso dejó de recibir elogios: se llegó a rumorar que pudo haber sido nominado al Premio Nobel de Literatura en 1955 por el francés Jean-Paul Sartre y el estadounidense Thornton Wilder, aunque esto nunca se confirmó.

Y es que las preguntas solo se multiplican al leer reflexiones sobre este pensador, como un fragmento escrito por la bogotana Carolina Sanín en su libro Pasajes de Fernando González: “(Él) no funda una tradición, no es mundialmente conocido ni lo será y no nos dará a conocer (a los colombianos)”.

Sin embargo, eso no es necesariamente negativo; para la autora, sí es un escritor relevante porque comprendía que “lo local (Antioquia, Colombia, Latinoamérica) puede ser lo actual, lo original y lo audaz”.

Vivir, no entender

“Como un reloj transparente en el que se ven los mecanismos —explica Restrepo—, así es la obra de González; un tremendo autorretrato”.

Hoy, continúa siendo un escritor fuera de las lecturas educativas canónicas u oficiales. En este sentido, Carolina Sanín cuenta en Pasajes de Fernando González que ella “(creyó) entender por qué en la academia no enseñaban sus textos (los de González) y por qué quienes lo conocían lo mencionaban desde el margen de la anécdota: no puede decirse, sin deformarlo fatalmente”.

Los encuentros y desencuentros en la forma de pensar del autor pueden notarse en el joven narrador que vive en ese primer libro, Pensamientos de un viejo.

“La importancia de este texto es que tiene la semilla de toda su obra posterior”, agrega el director de Otraparte.

“Cultiva lo que yo veo como sus tres temas principales: la búsqueda espiritual, la pregunta de quiénes somos los latinoamericanos en relación a Europa y Estados Unidos y sobre las cuestiones eternas de la filosofía, como quién es el ser humano, para qué existimos”, agrega Restrepo.

Además, el libro tiene el prólogo original del periodista Fidel Cano (1854-1919), fundador de El Espectador, quien escribió que “González no quiere que se le defina (…) porque toda definición es odiosa y ofende hondamente”.

Por su parte, Restrepo, entusiasmado, agrega que “cuando uno lee a González hoy, comprende mucho la realidad colombiana. Por ejemplo, en una carta a los magistrados, en la década del 40, les dijo: ‘El dios de Colombia es el dinero mal ganado’. Y desde la década del 30 empezó a advertir que el establecimiento y los grandes poderes estaban sembrando odio en el pueblo y que eso era muy peligroso. No tengo que nombrar qué pasó después al respecto”, agrega.

Quizás por estas razones, escritores, poetas y periodistas familiarizados con González concuerdan en que su filosofía se entiende al vivir sus textos, no al limitarlos o clasificarlos.

Fuente:

El Tiempo, sábado 16 de julio de 2016, sección Música y libros.