Don Benjamín,
jesuita predicador

Fernando González
1936

Edición póstuma 1984

Don Benjamín, jesuita predicador - 1936

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Don Benjamín, jesuita predicador, obra que aparece en sucesivos números de la Revista Antioquia, es novela pura. Riqueza y autenticidad del mundo creado, precisión en el detalle, visión global, descripciones de fuerza visual, diálogo fresco y fluido, mediante lo cual logra hacer presente una vida y su entorno. Y novela que pone a pensar porque pone a gozar. Fernando González crea un personaje, don Benjamín, basado en Benjamín Correa, el compañero de Viaje a pie, exjesuita, «filósofo aficionado», empleado de un juzgado. Ahí está el mundo del sacerdote en propiedad —el que no podía ser removido sino por causas extremas—, que se constituía en pivote del pueblo. En la historia de Antioquia, en particular, no se ha hecho hincapié en el peso del cura párroco como cifra en el desarrollo de las comunidades, y en la fijación de su carácter. Esta novela recoge ese mundo, lo hace legendario (que es la virtud del novelista).

Dice: «Aquellos curas en propiedad, de la Marinilla, de Neira, de Abejorral o de Envigado, ¡pues esos sí eran curas y esos sí eran tiempos! ¡Qué personalidades, qué caridad, qué culos y qué voces!». Eran como profetas, afirma luego. Cómo penetra la vida sacerdotal y cómo conoce al sacerdote, y cómo los revela. Es otro de los tesoros de la Revista Antioquia, que es como una mina de múltiples vetas: «El sacerdote es el hombre que más se deja querer; jamás aman; siempre son amados; por eso reconocemos humildemente que cometimos un error al no ordenarnos… No aman porque no pueden amar sino a Dios; a los hombres y a las mujeres “les tienen compasión”… Y se dejan amar porque son representantes de la Divinidad».

Escribió Benjamín Correa sobre Fernando González: «Francamente, para nada lo tuvieron en cuenta ni gobiernos ni prensa de su patria. Más bien daban la sensación de aborrecerlo e ingrata les era su presencia. Parece que tal inquina tenía sus raíces en que Fernando les hacía sombra. Estoy seguro de que si él hubiera acomodado su ingenio a cortejarlos y adularlos, y plegándose a tanta bajeza, revestida de oropel moderno, lo habrían llevado en hombros. Había nacido para genio solitario. Hasta de loco fue motejado por quienes están enseñados a nutrirse de todo manjar, así sea de manzanas lindas por fuera y putrefactas por dentro. ¡Críticos infelices! Son ellos los verdaderos locos, como que lanzan sus espumarajos ignorando dónde es la morada de los genios».

(Reseña basada en la introducción de Alberto Aguirre para la primera edición en libro de la Revista Antioquia).

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«También reviviremos aquí a los reverendos padres, a quienes les debemos los buenos sentimientos que hay en nuestro corazón: de ellos tenemos el amor por los paseos a pie; la pasión por los diálogos peripatéticos, en los jardines y patios de los caserones; el ansia de tener finca raíz, de comprar, aunque sea fiada, una gran finca rural, con montes, prados, cañadas y mucha agua, así como la de ellos en Bucaramanga. De nuestros queridos maestros tenemos esa pasión por convertir a las muchachas, por llevarlas a casa, para tocarles el corazón e impedir que sean engañadas por hombres miserables… Sólo que nosotros, jesuitas sueltos, somos pecadores. ¿Por qué? Porque no hemos observado las cautelas de nuestro padre Ignacio: no tocar, no mirar, etc. Hemos querido ser jesuitas sin las cautelas y sólo hemos logrado refinar el pecado».

Fernando González

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Novela publicada inicialmente por entregas en la Revista Antioquia, incluye: «Poncio Pilatos, envigadeño», «El Entierro de Valerio Suárez en San Jerónimo» y «Casiano, Presbítero».

Primera edición: Bogotá, Colcultura / Universidad de Antioquia, 1984. Prólogo de Miguel Escobar Calle.

Segunda Edición: Medellín, Universidad Pontificia Bolivariana, abril de 1995. Incluye: nota sobre Thornton Wilder por Fernando González, hijo; y carta de Thornton Wilder a Fernando González, padre. Prólogo de Miguel Escobar Calle.

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