Conversación

Arqueología literaria
del libro Viaje a pie

—4 de abril de 2024—

Fernando González y Benjamín Correa, exjesuita y compañero de «Viaje a pie».

Fernando González y Benjamín Correa,
exjesuita y compañero de Viaje a pie.

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Ver grabación del evento:

YouTube.com/CasaMuseoOtraparte

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Jesús Antonio Camacho Pérez (antropólogo) en sus propias palabras: «Me ha gustado y he realizado en muchas oportunidades esa mezcla entre literatura – historia – geografía – caminería y etnografía en varias regiones de nuestro país y en algunos otros lugares de nuestras Américas. Pero lo aclaro: camino en muchos medios de transporte, con muy diversos equipamientos y a muy variadas velocidades. En las áreas académicas formales he tenido interés en las aplicaciones de la antropología biológica (física). Durante 15 años me desempeñé en los laboratorios morfo-funcionales del sistema del deporte colombiano en la evaluación del deportista y su capacitación. Metí mis narices y manos varias veces en la antropometría de los trabajadores colombianos. He sido docente de cátedra e investigador en universidades en temas relacionados con la medicina deportiva y la ergonomía. Por 16 años fui parte del grupo coordinador del programa “Lectura de ‘Viaje a pie’ desde el camino”, lo cual me permitió realizar entre 22 y 23 veces el recorrido de la primera de las ocho partes del trayecto (según mis cálculos) que hizo el maestro Fernando en compañía de don Benjamín Correa, un arriero y un fotógrafo. He hecho, como desobediente, según la recomendación de don Fernando, casi la totalidad de los 1.600 km del recorrido en segmentos y en diferentes tiempos. De esto hablaremos en la conversación en Otraparte».

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Fernando González y este pobre diablo se conocieron en Carolina, en plena juventud. A gente del municipio de Medellín, González compraba terrenos para establecer la planta de Guadalupe y saneaba los títulos de adquisición. Prometió llevarme a trabajar con él en la rama judicial, tan pronto como lo eligiesen juez. Y cumplió su palabra. Enseñaba en Copacabana, cuando me nombró escribiente de su juzgado. Pronto aprendí a recibir declaraciones, hacer notificaciones y sustanciar juicios. […] Francamente, para nada lo tuvieron en cuenta ni gobiernos ni prensa de su patria. Más bien daban la sensación de aborrecerlo e ingrata les era su presencia. Parece que tal inquina tenía sus raíces en que Fernando les hacía sombra. Estoy seguro de que si él hubiera acomodado su ingenio a cortejarlos y adularlos, y plegándose a tanta bajeza, revestida de oropel moderno, lo habrían llevado en hombros. Había nacido para genio solitario. Hasta de loco fue motejado por quienes están enseñados a nutrirse de todo manjar, así sea de manzanas lindas por fuera y putrefactas por dentro. ¡Críticos infelices! Son ellos los verdaderos locos, como que lanzan sus espumarajos ignorando dónde es la morada de los genios.

Benjamín Correa

(Ver «Había nacido para genio solitario»)

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Jesús Antonio Camacho Pérez

Jesús Antonio Camacho Pérez

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Arqueología literaria en Otraparte

~ Fragmento ~

Lecturas excavadas y filtradas del libro «Viaje a pie de dos filósofos aficionados» (1929) de Fernando González Ochoa.

Por Jesús Antonio Camacho Pérez

Nos cuenta José Manuel Arango que en 1927 el abogado Fernando González y el profesor Benjamín Correa se conocieron en la parte norteoriental de Antioquia, específicamente en Carolina del Príncipe. Fernando ejerciendo como representante del Municipio de Medellín en un asunto de adquisición de unos predios y Benjamín como maestro de escuela primaria.

En 1928 Fernando es nombrado juez del Circuito de Medellín y cumpliendo una palabra empeñada se trajo a Benjamín como escribiente del juzgado. Esto es la prehistoria o antecedentes del que se va a transformar casi dos años después en el libro llamado Viaje a pie de dos filósofos aficionados.

Una corta aclaración: Fernando conocía previamente la mayor parte de las «tierras» del recorrido, desde el tiempo de la juventud, luego cuando fue un joven magistrado de Tribunal Superior de Manizales, después dos años antes del «viaje» cuando estuvo por Cali y ya como abogado en asuntos de solucionar algunos problemas de tierras en Antioquia y en el «Gran Caldas». También hay que agregar que en los municipios de la parte sur de Antioquia y en algunos lugares del «Gran Caldas» Fernando tenía familiares y amigos.

Eso de que el «viaje haya sido a pie», él mismo lo controvierte desde las primeras hasta las últimas páginas del texto; se acepta de forma general por los estudiosos del tema de este «viaje», que al menos se utilizaron ocho medios de transporte diferentes; ya hablaremos y mostraremos los argumentos cuando estemos «haciendo las excavaciones en las “trincheras” respectivas del recorrido».

De los «dos filósofos aficionados» también hay que dar unas puntadas muy claras y precisas, aun hoy día para el público en general y para los «viajeros que acometen esta travesía» tanto física como histórica y literaria. El grupo básico lo componen cuatro personas, un abogado con experiencias de trabajo de campo en algunos municipios que fueron originándose en las concesiones Aranzazu, Restrepo y Villegas. Los otros principales «viajeros» son el invitado y compañero de trabajo: Don Benjamín; un arriero y guía de los caminos veredales e intermunicipales, y un fotógrafo con buen espíritu aventurero. Las pruebas están en las cerca de cien fotografías que sustentan y demuestran el registro de buena parte del «viaje».

Los otros «viajeros ocasionales» fueron unos familiares, un guía de montaña y unos estudiantes en el Departamento de Quindío y un profesor alemán que estaba de viaje por esas tierras en esos tiempos y que se lo encontraron en el tren que iba rumbo a Cali. Los personajes secundarios o terciarios que aparecen en el texto los encontramos desde que comenzamos a «desbrozar los terrenos en donde se hacen las excavaciones» literarias, es decir, las experiencias de excursionismo de Fernando y Benjamín.

De esos personajes hay muchos a los cuales podemos hacer referencias, pero centrémonos en las bellas, jóvenes, gráciles e inteligentes mujeres que le permiten a Fernando en sus charlas durante el «viaje» con don Benjamín construir una de las «preciosas piezas arqueológicas» que se encuentran en el «viaje»: el concepto de Julia.

Durante el «viaje» se encuentran con múltiples personajes: sacerdotes, vendedores, hospederos, otros arrieros, lugareños, amigos, abogados y un largo etcétera.

En las excavaciones con las técnicas antiguas, digamos desde el siglo XVII hasta la mitad del siglo XX, luego de definir los sitios en donde haremos el levantamiento de las diversas capas del terreno hay muchas posibilidades de hacer arqueología literaria. Tengo estimado y en proceso nueve y más temas que podemos buscar en las excavaciones, entre ellos el de los presidentes y dignatarios; los personajes históricos de Colombia y el mundo; los asuntos del humor, sarcasmos e indirectas; la alegría, la tristeza y la felicidad; Dios y el diablo; la Vida y la Muerte; la religión, la fe y otras creencias; la ciencias en sus varias manifestaciones, los abogados y los economistas, el paleoantropólogo aficionado Fernando González; las mujeres en su múltiples manifestaciones expresadas en el texto; y otros temas más, pero hay uno que estoy comprometido con la arriería y los arrieros, en especial con Luis Felipe Gómez, que es la parte de las referencias directas e indirectas con «las fondas y hospedajes» y con el paso del cañón del río Arma en el cruce entre Abejorral y Aguadas.

Menciono muy especialmente la llegada, estadía y paso de Fernando y Benjamín con su arriero y su fotógrafo por la Fonda La Ciénaga. No es sólo un grupo de familias las que están interesadas en conocer la historia, la antropología y la arqueología del sitio, también los actuales caminantes, exploradores ecoturísticos y otros.

Después de conocer el lugar voy a presentarlo a las autoridades respectivas como «un sitio de interés municipal, departamental y nacional», además de geográfico, literario y filosófico. Allí viven las damas que contribuyen con el concepto de «Julia», persona/palabra que sólo aparece referida 32 veces en el texto; lo dice muy claramente Fernando a Benjamín en el libro Salomé: ellas son eternas.

La zona en que se desarrolla el «viaje» es de cerca a los 1.600 km de longitud por un ancho que nos propongan las miradas. El rango promedio de altura del «viaje» es cercano a los 1.700 msnm, pero oscilan desde los cero hasta posiblemente casi los 5.000 msnm. En «nuestro viaje», si quisiéramos hacerlo, violando las recomendaciones que nos hace el mismo Fernando en su libro, se recorren, para la época en que se realizó la travesía de nuestros personajes, tres departamentos (Antioquia – «Gran Caldas» y Valle del Cauca) en la ida y en el regreso. Son cerca de 31 municipios de esos años, 1928 y 1929; si vamos a nombrar los ríos, montañas y sitios, casi que tendríamos que volver a escribir un libro paralelo.

Por ello es imposible determinar fácilmente los sitios dónde excavar con las técnicas antiguas. Aparecen los «vuelos del IGAC» (fotos aéreas para interpretarlas) y la cartografía tradicional que uno puede consultar y adquirir en el IGAC (Instituto Colombiano Agustín Codazzi) y en otras fuentes departamentales o nacionales. Me he basado en los mapas para reconstruir la ruta realizada; creo que con buen grado de confianza ya puedo decir que tengo definidos por lo menos 1.000 km.

Fuente:

Comunicación personal. Descargar aquí el texto completo en formato pdf.