Boletín n.º 99
Febrero 18 de 2011

70 años de Otraparte

“Vivo ya en
La Huerta del Alemán”

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Fotografías por Oliver Ehmig
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La Corporación Otraparte conmemora el septuagésimo aniversario de “La Huerta del Alemán”, habitada por el maestro Fernando González y su familia en febrero de 1941 y rebautizada con el nombre de Otraparte en 1959. Para esta celebración compartimos con los lectores algunos textos tomados de las libretas del maestro, escritos durante la época de la construcción de la casa, un artículo de Juan Luis Mejía Arango, cuya triste profecía de hace treinta años felizmente no se cumplió, y una serie de fotografías recientes de la que hoy es la Casa Museo Otraparte, lugar de viajes y presencias.

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De las libretas…

Diciembre 11 de 1940

Anoche y hoy sentí mejor que no ocuparé la casita Managrú. Siento miedo a la sociedad. Es con pánico.

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Voy ahora a llevar aceite de linaza y brocha para untarle a puertas y ventanas.

— o o o —

Diciembre 13

Anoche entraba la luna llena decembrina por ventanas y puertas de Managrú, produciéndome inmenso regocijo. Es verdaderamente la casa bendita del Señor. Están colocando las puertas y terminando la pega de ladrillos, llenos, entejada, escalera, embragada del tubo, etc.

(…)

Siento también que Managrú no puede traerme disgustos serios, sino alegría.

(…)

Vengo de donde don Tomás Carrasquilla. Está grave; una pierna gangrenada, gangrena seca. Mañana a las diez dizque le cortarán una pierna por el muslo.

— o o o —

Diciembre 16

Sobran unos mil pesos. Tengo que recogerme y hacer presupuestos para la casa:

Emboñigar techo: $40
Piso de corredores: $100
Piso de habitaciones: $150
Escalera y piso habit. alta: $50
Puertas y ventanas: $100
Cerradura: $40
Piso sanitarios: $80
Luz: $250
Agua: $450
———
$1.260
Revocada: $200
———
$1.460

— o o o —

Enero 31 de 1941

Pasado mañana ocuparé a Managrú. Ha costado mucho. Tengo la certeza de que sólo el silencio en los juicios humanos es bueno.

El crimen es atraído por la justicia.

La salud es hija de la sobriedad.

El éxito es una consecuencia.

Todo hecho es una consecuencia.

Ninguna tristeza. Ningún abuso y no juzgar.

— o o o —

Febrero 18

Vivo ya en La Huerta del Alemán.

— o o o —

Abril 14

La Semana Santa la pasé en La Huerta del Alemán, en Envigado, trabajando de sol a sombra. Cerqué tres carboneros y dos pinos; arranqué mimosas; desyerbé árboles, etc. Cada árbol que siembro es un dolor más, pues los amo y la ternera me los maltrata. Me pesa la propiedad.

Míster Thornton Wilder, dramaturgo yanqui, vino a visitarme. Dizque admira mucho mi obra; díjome que este año llamaría la gloria a mi puerta.

— o o o —

Abril 15

Sobre el arco de entrada a la biblioteca coloqué un Santo Tomás de Aquino, de medio bulto en leño, de unos 40 centímetros de largo. Me lo regaló Jorge y dizque lo trajeron los franciscanos cuando la Iglesia de San Benito era pajiza.

Medito mucho en El Padre Elías. Es preciso hacer una gran obra. El Padre Elías es proyecto de 1928.

* * *

Me fui meditando en el Padre Elías. Sentí que es preciso prepararme para que nazca. ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Su niñez? ¿Por qué llegó a ser eso? Elías explicará los problemas de propiedad, pecado, etc. Al decir explicará, quiero decir que dramatizaré el nacimiento de la conciencia en que no existen los fenómenos así llamados.

No poseo en el bolsillo sino $0,15 y siento alegría, pues veo que debo aprender a no necesitar. Sería triste que a mi edad cambiara mi ánimo por el hecho de carecer de monedas.

Fernando González

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Adiós, Otraparte

Por Juan Luis Mejía Arango

Hay ciertos lugares que conservan la presencia de los que se han ido definitivamente. Los espacios permanecen con el carácter que su habitante les imprimió con el tiempo. Uno de esos lugares es “Otraparte”. Se pasa frente a la vieja casa y por los corredores puede ver uno a Fernando González paseándose o despidiendo al amigo, la boina vasca ladeada y empuñando el bastón.

Cuando se pasa de allí, empieza Envigado. De alguna forma la casa es un límite. Hace mucho tiempo fue de un alemán. De esos alemanes misteriosos, que se radicaron por aquí, con su mujer, sus recuerdos y quizá su pecado.

Cultivaba hortalizas con la minucia de un relojero. Las eras rectilíneas, el riego oportuno, los agujeros del desperdicio para fabricar abono. Y las hortalizas crecían abundantes. El dueño las vendía en la vieja plaza de Cisneros.

Un día el camioncito donde llevaba las legumbres, decidió voltearse. Debajo del camioncito y de las verduras, quedó el alemán.

La huerta se convirtió en un rastrojo; pequeños guayabos y chagualos empezaron a poblar el lugar.

Hasta que Fernando lo adquirió. Lógicamente se llamó “La Huerta del Alemán”. Él se iba por las tardes a arrancar rastrojo y a pensar. Los muchachos pescaban gupis y sardinas que las garzas habían depositado en los laguitos que formaron los pozos del abono. Eran los tiempos bravos de la revista “Antioquia”.

Por el frente pasaban los ofendidos por el artículo de turno, arreándole la madre. Y él, impávido, arrancando maleza y pensando. Cuando el lote estuvo limpio, se construyó la casa. Amplia, con corredores, con pozo, con un buen balcón para sentarse a ver el atardecer en la montaña de Las Palmas.

Y fueron llegando los objetos: la reja forjada a mano, de la Casa de la Moneda. La banca de la iglesia de Cartago.

La fuente del antiguo parque de La Estrella (1). Las lámparas que fueron de la capilla de Envigado. El capitel en forma de sátiro y el arcón, que una carabela perdió en el golfo, camino de Santa María.

Y los tiempos no arreciaban. Le entraron ganas de irse de aquí. De marcharse a otra parte. Primero la intención fue ir a Chile. Luego a México. Por último la decisión de quedarse definitivamente en Envigado, viviendo aislado en la nueva casa, pero cerquita a la plaza donde tomar tinto, chismografiar y ver las muchachas.

Desde entonces la casa se llamó “Otraparte” y Fernando empezó a sembrar los árboles definitivos. El cedro vecino del algarrobo. Los cipreses paralelos. El pomo, el guamo, el madroño. Dejó crecer los guayabos a su arbitrio. Y en abril la casa era inundada por el aroma de las flores bicolores de los francesinos.

La agitada vida transcurría en la tranquila “Otraparte”. Allí escribía libros y cartas que mortificaban. Allí leía a Spinoza y aprendía de las hierbas medicinales. Desde allí peleaba con los bogotanos (2) y se querellaba con los vecinos. Por las tardes se iba para la pesebrera a ordeñar las novillas. (Recuerdo la hermosa foto de Guillermo Ángulo). O recibía las visitas de los amigos, de los oportunistas y de los curiosos. Mientras oían el concierto de ranas al atardecer, tomaban postrera y hablaban de la vida, de la muerte y del gobernador de turno.

Con Velasco Ibarra hablaba del hombre americano. Con Gonzalo Arango de la “nada” de Unamuno. Con el padre Ripol del hijo muerto. La vida transcurría lentamente. La casa se fue llenando de presencias. Los chamones anidaron en los cipreses. Los azulejos llegaron al cebadero. Y las abejas que venían de fecundar la vainilla del cañón del Cauca, se aclimataron en el balcón, donde en la noche los murciélagos comían su ración de frutas. (Recuerdo también la caricatura que le hizo Rendón (3), en donde las orejas enormes dan la sombra de un murciélago con las alas abiertas).

En “Otraparte” murió Fernando González hace diez y seis años. Su presencia se conservaba en la casa, en los arboles que plantó, en los animales que la habitaron.

Muy pronto todo esto desaparecerá. Martel, el perro, decidió marcharse desde el otro día. Adiós, Otraparte.

Notas de Otraparte.org:

(1) “Allí vamos a poner esa pila de hierro que le quitaron a la plaza de Caldas…”: cita de Fernando González en:
Osorio, Luis Enrique. “Fernando González me dijo…”, Revista Cromos, marzo 7 de 1942, pp. 42 – 44 / 58 – 61.
(2) “Nuestra lucha no es contra Bogotá como ciudad, sino contra ‘el espíritu de Santander’ que allí reina. No es contra los santafereños, sino contra los periodistas y políticos”: Revista Antioquia N° 3.
(3) El dibujo descrito fue hecho por Horacio Longas. El de Rendón, en el cual se destacan también las grandes orejas del maestro, puede verse aquí.

Fuente:

El Mundo Semanal N° 114, sábado 18 de julio de 1981.

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Casa Museo Otraparte

(1941 – 2011)

Fotografías por Oliver Ehmig
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Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

Casa Museo Otraparte - Fotografía por Oliver Ehmig

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Ayer le dije a un reportero de un diario que “la nueva casa de Fernando González en Envigado tiene más buen gusto en ella que todo Chapinero”. (De usted estoy aprendiendo el cómo decir verdades desagradables a voz en grito). (…) La experiencia más viva, estimulante y grata que tuve en Colombia ha sido conocerlo a usted, su trabajo y su casa.

Thornton Wilder

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Los alígeros, la ninfa, el sátiro, los gnomos, todo ese universo de los ritmos movidos… es en Envigado, lugar predestinado para grande epifanía. Vi a Grecia y vi a Florencia y me volví para Envigado, a La Huerta del Alemán, que ahora se llama Otraparte.

Fernando González