Boletín n.º 216
22 de abril de 2025

Fernando González: 130 años de pensamiento viviente


Natalicio 130 años de Fernando González - Ochoa.

El 24 de abril se conmemoran 130 años del nacimiento de Fernando González, filósofo de la autenticidad. Su obra literaria y filosófica se expande en diarios, novelas, ensayos y cartas. El Brujo de Otraparte integró crítica social, humor y misticismo en su obra. La búsqueda de sentido animó cada uno de sus libros, revelando su evolución como buscador de sentido. Su obra guía nuestra celebración en este natalicio.

Contradicción y creación

Fernando González comenzó su camino en la literatura con Pensamientos de un viejo (1916), a los 21 años. Desde joven, desafió con espíritu crítico e inconforme la noción de verdad absoluta, defendiendo el contraste: «Vivimos de la contradicción. ¿Y cómo no hacerlo? ¿No veis que ya no existe la verdad? ¿No veis que la verdad para mi corazón, ahora, cuando estoy triste, es el amor a la muerte, y después, cuando estoy alegre, es el amor a la vida…?» (PV). Para él, el ser humano es territorio de fuerzas opuestas y esa tensión interna moldea su accionar creativo.

Evitó los moldes académicos, prefiriendo el ensayo lírico y la anécdota filosófica al tratado sistemático. La vitalidad fue un tema central. En Don Mirócletes (1932) dice: «Diré, pues, a la juventud, que en todas las manifestaciones humanas, filosofía, arte, ciencias, pasiones, triunfa la energía. Es la vida manifestada la que domina» (DM). Destilaba amor por la vida y confianza en la fuerza creadora que subyace en el caos y en la capacidad de cuestión.

La simpleza y lo cotidiano: el viaje

Viaje a pie (1929) es un diario de viaje y meditación. La caminata por paisajes rurales se convierte en una experiencia filosófica. Este libro exalta la simpleza y la autenticidad de la vivencia. Andando por las veredas reflexiona sobre la naturaleza, el arte y el sentido de la existencia. Para él la meta es el camino y cada paso ofrece una revelación. En su diario mezcla escenas comunes con introspecciones: almorzar y observar el comportamiento de un gallinazo antes de la lluvia se vuelve ocasión de conocimiento. Ver el gallo, el árbol o un atardecer son momentos de belleza y aprendizaje (VP).

Esa apertura a lo cotidiano se vincula con un ánimo de profundidad: Fernando González buscaba en cada experiencia una posibilidad para destilar significados. Sus escritos de los años treinta y cuarenta, como El Hermafrodita dormido (1933) y El maestro de escuela (1941), revelan su admiración por la sencillez, y la desconfianza de las pretensiones eruditas (HD), (ME). El entorno familiar es materia filosófica: amar, reír, dar, sufrir merece ser pensado y sentido, porque esas emociones también son cósmicas.

Autenticidad y crítica

Ser auténtico. Este ánimo lo impulsó a hacer crítica de la sociedad y la cultura, especialmente la antioqueña. Con su tesis titulada El derecho a no obedecer (1919), Mi Simón Bolívar (1930) y Los negroides (1936) denunció la hipocresía y el colonialismo mental: «Mientras simule, será inferior. La grandeza nuestra llegará el día en que aceptemos con inocencia (orgullo) nuestro propio ser. El día en que el grancolombiano manifieste su individualidad mulata desfachatadamente; ese día habrá algo nuevo en la Tierra» (N). Su filosofía de la autoexpresión se condensó en la identidad mestiza.

En El remordimiento (1935) afirma: «No tendré admiradores, porque creo solitarios; no tendré discípulos, porque creo solitarios; no me tendré sino a mí mismo. Soy el cantor de la soberbia y la sinceridad» (ER). Sus páginas, que parecen conversaciones, exponen duda, contradicción y honestidad. Apegado al ánimo de soledad creadora, nos invita a pensar por nosotros mismos.

Amor y plenitud

En las últimas etapas de su obra ofrece una visión trascendente. El Libro de los viajes o de las presencias (1959) es un repaso reflexivo escrito con misticismo (LVP). En La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera (1962) confluyen varios de los ánimos anteriores filtrados por lo espiritual. El humor se combina con aceptación amorosa de la realidad: «Amo todo, y todo lo que me sucede y sucede a mis semejantes es digno de suceder, y todo lo que es digno de suceder es digno de conocimiento» (TI). En esta frase vemos que ha llegado a poseerse a sí mismo.

El ánimo de concentración y aquietamiento interior; de silencio y contemplación es para él una fuente espiritual. La idea de la “Presencia”, el instante vuelto eternidad, en comunión y compasión.

El legado de Fernando González es el de un pensador que hizo de su propia vida un laboratorio filosófico. A 130 años de su natalicio su voz provocadora sigue resonando. Sigue siendo incómodo e inspirador. Leyéndolo sentimos que todos los caminos nos llevan al mismo destino: el encuentro con uno mismo.

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Estamos leyendo sobre:

Fernando González – Filósofo de la autenticidad

Javier Henao Hidrón – Séptima edición – (2018)

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