Margarita o Berenguela, o, o, o……..

Quiero los soles que titilan y azulean. Tengo uno al sur, que me levanto a contemplar al amanecer. Allí iré contigo, cuando muramos y ya no pesemos. ¡Lejos de la ley de gravedad! Ya no pesará en su balanza del correo mis mensajes para ti esta mujer gorda. ¿Cuánto pesa, Berenguela, mi amor? Una estampilla de cuatro centavos (1). —(msb)

Por María Helena Uribe de Estrada

Margarita Restrepo Gaviria. Conciencia innominada. Compañera de aventura y de tragedias. Mujer a nivel de su corazón y de su pensamiento. Por él odiada y combatida, a veces; oída y respetada, siempre. Ella es lo femenino de su hombre y en su hombre. Amante, confidente. Estancia. Puerto, en retorno inacabable (2).

Volví a ti, mujer cercana, lectora cercana; volví a tus ojos celestiales, mujer múltiple. —(vap)

Los verbos de Margarita son expresivos. ¿Verbos que hablan solos, o hacen más impenetrable la transparencia de Fernando? ¿Verbos que la mantienen presente en la actividad del escritor para aprobar, sugerirle, disentir? Se supone que cuando no protesta está de acuerdo o calla, forma ésta de asumir o rechazar, ¿quién sabe leer la dirección del silencio?

Margarita, BerenguelaElisaJosefa Zapatami Barragana. Él tiene sus yoes. ¿Ella tiene los túes de él, o sus yoes propios?

Los verbos de Margarita muestran que unidos caminan en el tiempo y en el espacio de los cuerpos y las almas. Ella intriga, y de su intriga nace, por ejemplo, El maestro de escuela:

Me tocó asistir a una tragedia y mi mujer me urge para que la escriba. —(me)

Berenguela interviene, ¿o interfiere? Él accede, a ratos; o se defiende:

Berenguela está furiosa porque no le cambio el papá a Manuel, como si ello estuviera en mi mano. —(dm)

¿Crees que un autor puede cambiarle el padre a su personaje? No te enojes. Es absolutamente necesario que Manuel sea hijo de don Mirócletes y sobrino de Abrahán. Pero es más, hija mía, amor mío: ni siquiera puedo cambiarle la letra a Abrahán. —(dm)

Eliza es buzón de quejas:

Mi barragana no me quiere ni me ha querido nunca. Ella vive contenta mientras no estoy en casa. —(dm)

¡Si Elisa se fuera tranquila y feliz, o se quedara tranquila y feliz!(3) —(dm)

Desde aquí siento que Elisa está allá, en casa, sufriendo indudablemente y odiándome. —(dm)

En tan delicada situación, a Manuelito F. le urge ayuda especial:

Señora María, madre de don Jesucristo,
Tú me salvaste de la trepanación
diagnosticada por el doctor Abundio.

Sálvame ahora de esta complicación
en que me hallo con doña Elisa,
pues el remordimiento me muerde de verdad,
y bien examinado, la quiero con pasión…

Todos mis actos son puras debilidades,
pues son los mismos actos de mi tío Jesús;
son los abuelos que actúan en mí… (4)
¡Perdona, Señora, mi parte personal!

No tengo otro culto si no es el tuyo;
todo lo demás me es aborrecible;
yo te llamo en mis instantes graves
y sólo de ti espero mi salvación. —(dm)

Manuelito Fernández, el hijo mío monstruo (5), llama otra vez a La Señora:

Haz llegar alguna emoción a Elisa, que le desbarate su complejo psíquico actual, porque yo la estoy matando a sufrimientos (6). ¡Necesito que me salves! (7) —(dm)

Fernando y Margarita rivalizan, a veces: Margarita está enojada porque le robé su regalo. El regalo son las dos preciosas cabezas de mi Señora la Virgen María (8), que les envió el padre Antonio Restrepo, en febrero de 1947.

Las dos estampas de Luini son muy bellas y me quedé yo con las dos, pues ella es mi Señora, de ella estoy enamorado hace mucho, desde que la conocí y no me ha engañado nunca. —(car)

Margarita participa de su Primavera:

Hasta Margarita anda alocada. Ella recibe también las vibraciones. —(sal).

Le opina:

Berenguela no está de acuerdo con eso de abandonar el dinero y me hizo irritar. —(sal)

Josefa es la mujer de El maestro de escuela:

Tú me opinas; no soy nadie, porque tú, Josefa, me opinas. No he redactado mi teoría del conocimiento, por ti y por este país de batuecos. —(me)

Un hombre opinado por la cónyuge es como planta orinada, que se marchita. Josefa tiene la culpa. —(me)

Anoche me dijo Josefa: «Escucha, prométeme que volverás a casarte con mujer inteligente, que te estimule, y que escribirás tu libro». —(me)

Josefa está en los fracasos y en las realizaciones:

Cuando muera Josefa Zapata… ya podremos enterrar a Manjarrés, pues sentirá que no había tal teoría del conocimiento y que su verdadera grandeza era ella (9). —(me)

Josefa Zapata era, pues, el bordón de su marido. Sin la patria, sin la humanidad, sin Josefa, se disuelve la personalidad. —(me)

Es causa y objeto de sus remordimientos:

Hace veintidós años que Josefa no asiste a cinematógrafo ni a otras diversiones. Ese tiempo hace que padece la presión de su «grande hombre incomprendido»; sufre el mal de Manjarrés; es la columna de aquel sentimiento: ¿está embrutecido el «filósofo»? Pues es Josefa, que le «opina y cela». ¿Ninguno se acerca al maestro de escuela? Es Josefa, que no le comprende… —(me)

Manjarrés y Josefa se aman con un amor roto, agonizante:

La pobre ha llegado así a ser la razón de existir de Manjarrés. Vive temerosa, pendiente de las mutaciones de su grande hombre. —(me)

Ya sé que soy un imbécil. Abrazado a mis hijos lloré en la cocina, lloré por mí, asesino de mi mujer y de ellos. ¿Quién podrá quitarme esta culpa, pesada como la piedra del Peñol? Se necesitaría de un ser infinito, para que lavara mi conciencia. —(me)

Margarita, la esposa, riega de amistad su correspondencia (10):

Margarita dice que muchos recuerdos de ella. —(car)

Margarita se fue a Barranquilla, Cartagena, Santa Marta hace nueve días. Volverá el lunes entrante. —(car)

Margarita está la misma, sufrida, paciente, flaquita. —(car)

Margarita, y yo y los hijos, lo amamos siempre y cada instante. —(car)

Berenguela es presencia; es mamá; es conciencia:

Fue entrando casi invisible la señora Berenguela. —(vop)

«Hijito…», murmuraba de vez en cuando. —(vop)

Berenguela se escandalizó […]. —(vop)

En sus cartas al monje, vemos al viajero atado del todo a ella:

¡La voz de Berenguela es la voz de Dios en ella para mí! —(cr)

En éstas iba, escribiendo para el querido monje enviado a desembizcarme, cuando Berenguela, que es mi abad (abba, padre), dijo que… —(cr)

Pues estábamos ahí sentados en el corredor, usted, Berenguela y yo, y éramos uno en Él. —(cr)

Berenguela le manda el corazón. —(cr)

¡Pero qué triste estoy! ¡Qué triste que está La Abadesa Berenguela!, casi más que yo, si alguien pudiera estarlo… —(cr)

Mil y mil abrazos míos y de Berenguela, que se siente su mamá. (¿Estaré «muy pendejito»?). —(cr)

Y, anoche, que no dormí, me pareció ver y oír a La Virgen, así:

Vete ahora por la carretera a Medellín y mira las villas o casas: una casa, otra casa, otra casa… muchas casas; todas son «Casa»; retorna luego, y, al llegar a la portada de tu casa…, la vives y la llamas Mi Hogar, y revives en ella, o tu casa es Berenguela, el padre Ripol, los hijos, los nietos y tus amigos…; la palabra casa significa ya padre Ripol, monje que hace El Pesebre, Berenguela que espera con las cositas de comer al monje y a los hijos…, etc…. Casa es ya tu alma glorificada por tu amor. —(cr)

Charlando, charlandito pone en boca del padre Ocampo (11), cura de Envigado, con voz recalcada, sobria, enérgica, con tono pueblerino y lenguaje clerical de aquella época, lo que él mismo quisiera enseñar pero ni tiene feligreses ni es príncipe de la Iglesia (12):

¡El ma-ri-do de-be res-pe-to a su mujer…! […]

Le debe respeto, no pronunciando en su presencia palabras feas. ¿Hay aquí, en Envigado, alguno que tenga a su mujer dentro de cuatro paredes, que se gaste todo en vicios y que luego vaya a pedir comida para cuya preparación nada llevó…? ¡No quiero saber que en Envigado haya alguno…!

Debe el marido amar a su mujer para siempre (13). Por eso, no deben casarse por el dinero, sino por amor, pues aquél se acaba y el amor dura. […]

¿Hay aquí algún envigadeño que tenga a su mujer dentro de cuatro paredes, con sus niños, y que le pegue porque duda de ella…? ¡Yo no lo quiero saber…! […]

¡Sepan que el amor es para siempre! Leí que en Estados Unidos hay diez o veinte mil niños que vagan por las calles, sin conocer a los padres cobardes que los engendraron y que se divorciaron…! ¡Niños que aumentarán el número de habitantes del presidio! (14) —(ppe)

En el Libro de los viajes o de las presencias se describen uno a otro a través de la pluma del editor-publicista, que F. G. llama González:

¡Si lo conociera bien! A ratos es caprichoso como un niño, y ha vivido como enfadado con esas cosas de los libros de usted, pero esas son niñerías y le pasarán. ¡Es tan bueno! Cuando se enoja, parece que será para siempre, tal es su emoción, pero al momentico ya ama más que antes al que parecía que iba a odiar. Ahora está enojado con usted. Pero en el fondo lo ama muchísimo, como a sí mismo, pero… oiga: no le hable nunca de publicaciones, de periodistas… —(vop)

Berenguela habla con ternura del maestro Lucas a ese otro yo que también es su esposo; al indiscreto, imprescindible, intolerable y tolerado González, el que se roba las libretas (15):

Es un niño. Cuidado le habla de libros, ganancias, negocios, autógrafos, retratos…, y verá cuántas cosas le enseña, porque tiene muchos secretos, de plantas, minerales, aguas… Son los mundos, dice él. Vive como soñando y tiene como mil mundos. Verá que todo eso se lo enseña… ¡Adiós, pues! Voy a ver si me necesita. —(vop)

Esto de niño, ha sido continua inquietud del viajero:

Todos dicen que soy como un niño. En verdad, no puedo obrar sino como eso; mi actitud, mis modales e intenciones son de niño. Al escribir soy áspero. ¿Qué significa esto? —(ln)

En página anterior, parece haberse respondido:

Me veo obligado a ser áspero y seré odiado, pero ¿podría cumplir mi deber con dulces vocablos? —(ln)

González describe a Berenguela con admiración y dulzura, como buen alter ego del por siempre enamorado:

Hacía veintisiete años que no veía a la señora Berenguela, y era la misma que conocí, pues las mujeres que padecen a un hombre de estos desarrollan tal capacidad de sufrir y de intuición, que no envejecen; son como ángeles, ángeles que saben que «esos locos» son niños grandes; y cuando una mujer se siente vivir siempre con un niño, se cumple tanto su destino maternal, que no envejece. […] En todo caso, y sea como fuere lo anterior, caí en la cuenta de que ella no lo tenía por hombre raro, sino por niño. ¿Será verdad que un grande hombre es como un niño? Por lo menos, así pensaba Jesucristo. —(vop)

Otras veces, Lucas de Ochoa habla de ella, sin mandarlo a decir con nadie:

La vida mía soy yo sucedido en el mundo, y la del mundo es él sucedido en mí. Mi vida soy yo extendido en sucesos en el tiempo y el espacio. —(vop)

Y yo, Lucas de Ochoa, a los 42 años, vivo mi sombra y soy yo, sombra mía, sombra de Lucas de Ochoa, arrastrador de mis cadenas, sin un instante ni suceso que no lleve mi sello. ¿Mi mujer? Claro, me sucedí en Berenguela, y ella en mí y todo tiene nuestro sello. ¿Y Bruno? (16) —(vop)

Berenguela es cariñosa con Lucas de Ochoa, incluso en sus crisis. ¿Lo es también la Margarita íntima, con F. G.? Narra González:

Sentóse a su lado, en el lecho; puso una mano sobre la cabeza del furioso y se quedó ahí con los ojos cerrados, quieta. «Hijito…», murmuraba de vez en cuando. Se fue apaciguando, cerró los ojos también. —(vop)

Berenguela dice a González:

Él está muy enfermo, en una de esas crisis en que se ve a las puertas de la muerte, pero voy a ver si lo recibe, pues yo creo que así se distraerá, que todo es nervioso, por vivir tan solitario. —(vop)

En 1963, año-víspera de su muerte, copia de una libreta estas notas para Andresillo del río Ripol, o sea, creatura de Dios. Son líneas humanas, vívidas, sinceras:

Acabo de pasar por el lado de mi mujer y le dije, al verla como sobándose algo en una pierna:

—¿Qué tienes?

—¡Nada…!

—¿Estás brava? La viejita está brava… ¿Por qué? ¿Porque te curé la gripa…?

—«Te curé»… ¡Si usted no piensa sino en usted! ¡No más que en usted…!

Nada respondí. Me vine a la salita a escribir y a mirar esto en mi Intimidad, mirándome bien, y veo que realmente pienso de seguido en mi felicidad, en… mi dios; realmente que vivo pensando en mi dios como Mi Dios, mi propiedad. Anoche, es cierto, pensé mucho en Berenguela, pero… como mi Berenguela: no me he olvidado de este hombrecito, Fernando González. Estoy muy verde; no vivo aún aquello de renuncia a ti mismo y sígueme; soy aún yo y los «otros»… ¡Ay, ay, ay! ¡La voz de Berenguela es la voz de Dios en ella para mí! ¡Aguanta! ¡Ojo al acicate! ¡No te rebullas, porque se tuerce el aguijón!

E inmediatamente vi muy claramente a Job en el abandono y las quejas, y a Jobina que le gritaba airada al sentirse sin hijos ni dineros y con el marido ahí alabando a su Dios: «¡Eso es! ¡Alaba a tu dios y muérete!».

Pero advierto que antes de esta visión yo me disculpé así, con cierto resquemor por Berenguela: «¡Pues si yo no le pregunté cómo había amanecido, porque estaba atisbando a mi Dios!». Y ahí mismo vi a Job y a Jobina, y me fue dada esta explicación:

Como aquí comenzamos atisbándolo con los dos ojos, los del mío y tuyo…, pues está muy bien el acicate este de Berenguela y de Jobina: «¡Muérete!»; «¡Te curé…! ¡Si usted siempre está ocupado consigo mismo! ¡Usted es egoísmo, puro egoísmo!». Y dice que nuestro hijo Álvaro no vive sino para La Mona (su mujer, nuestra nuera). «… ¡Pues él siquiera vive para su mujer; pero Ud., no piensa sino en usted mismo…!».

¿Qué hay en este enredo? ¿Será que mientras vivamos siempre habrá este «mío», «yo», «tú», etc.?

¡Eureka…!

Acabo de ver con el Ojo Simple… Es porque El Padre, El Hijo y La Llama no son mi Dios, ni tu Dios, sino Nuestro Dios… Nosotros somos «el soplo» de Jehová, el hombre, Adán: la humanidad es Adán, granulado para que vivamos y glorifiquemos la Perturbación Original. Cuando nos enseñó a orar dijo: «Padre nuestro…, nuestras deudas…, vénganos Tu Reino…, el pan nuestro». Y aquello de amar al prójimo como a uno mismo carece de sentido si no vivimos que el prójimo es uno mismo: el «soplo» cubierto por la cruz o pecado original. […]

Ahí acaban mis notas. ¡Vea, pues, cómo todo lo que va sucediéndonos es providencial! Aún el sobarse Berenguela una rodilla, enojada, es un recado que nos envían de muy lejos: nada menos que eso de vivir que Él es nuestro Dios, que Él no tiene hijos preferidos, que Él siempre se vale de los prójimos para irse desvelando. Que eso de buscarlo en soledad, lejos de «la plebe», etc., es orgullo; que somos uno solo con el Hijo de Dios.

¡Qué hermoso, que acabo de recordar que Él también habla en plural!: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Porque Él es trino. —(cr)

Dice que la solidez de un matrimonio está condicionada por la elección, cuando nos cuenta por qué y cómo se casó Lucas:

Una mañana de luz, como esta, conocí a Berenguela. Me dominó la energía del espacio entre sus ojos risueños. En ese lugar reside el aura de la inteligencia.

Leyó por casualidad algunas de mis libretas y me dijo que me admiraba.

—Yo deseo casarme con una mujer que me admire.

Nada me contestó, pero me pidió más libretas. Cuando insistí, me dijo que me compadecía. Le llevé otros cuadernos, los más íntimos, diciéndole que quería casarme con una mujer que me compadeciera.

Tampoco respondió, sino que al mes, después de leerme, me dijo que me despreciaba. Contestéle que yo quería precisamente casarme con una mujer que me despreciara.

Por eso nos casamos.

En realidad, ¿qué otra cosa es el hombre, el hijo de Dios, sino un ser admirable, digno de compasión y despreciable?

Yo me admiro, me compadezco y me desprecio.

Hemos sido muy felices, ¿por qué?: porque nos casamos conociéndonos. —(msb)

También lo sabía la joven Margarita, cuando su padre (17) le preguntó: «¿Te vas a casar con un loco?». Ella contestó: «Papá, a amigas mías que se han casado con hombres normales les ha ido mal. ¿No crees que yo debería ensayar con un loco?» (18).

Y no es que a veces no lo creyera así: contaban mis padres de su noviazgo por las montañas de Santa Elena en la finca de mi abuelo J. C. Uribe (19), donde se conocieron, que cuando llegaba el novio, Margarita se iba de prisa a la cocina detrás del fogón: «¡Escóndanme, ahí viene ese loco!»:

¡Cuán sabroso es que nos admiren, nos desprecien y nos compadezcan! —(msb)

Otra amiga suya dijo que Margarita salía corriendo por la manga y que él la perseguía: «¡Pero, Margarita, si estamos casados!».

Románticos unos, realistas otros, los siguientes pensamientos consignan sus primeras ideas sobre el amor, antes de encontrar a la desconocida y soñada Margarita:

Siempre seremos y yo; siempre, a pesar de que mis ojos miren de muy cerca a tus ojos, habrá un espacio en donde cada uno se forme una imagen mentirosa del otro… —(pv)

¡Egoísmo amargo este del amante: querer ser uno en donde hay dos; querer luchar con el espacio, y con el tiempo, y con el límite! —(pv)

¡Eterno placer amargo este del amor! Perpetuo deseo de poseer tu alma, y perpetua lejanía de tu alma! —(pv)

Quiero estar seguro de que ninguna mentira nos separa, pues la más pequeña mentira separa las almas, y, al contrario, se unifican en la absoluta sinceridad. —(pv)

Sentir que mi alma está cerca de tu alma… […] Y, así, ver tan claramente en tu corazón como si fuese mi propio corazón. —(pv)

¡Has puesto, amada, a mi cuello, la cadena de tu risa…! —(pv)

Y porque la leona podría despertarse, ya no volvió el león a rugir por la noche, ni a sacudir la melena. —(pv)

¿Cómo podré entender lo que sientes al oír aquella música, si mi alma es distinta de la tuya? —(pv)

Buscamos otro ser a quién mirar, para apartar los ojos de nuestro propio corazón… —(pv)

El amor no existe; existe el ansia de amor. —(pv)

Es imposible comprender otro ser diferente. El hombre no puede verse sino a sí mismo. —(pv)

Breve autorretrato de las esperanzas, temores, sueños del joven escritor. ¿Son muchos los transcritos? Tal vez podríamos suprimir alguno, ¿cuál? Y, otro más:

Sólo puede haber mucho amor entre dos corazones que hayan sentido hondas tristezas, y que por ellas hayan comenzado a quererse. —(pv)

Veinte años después (sic), ya sabe de qué habla:

La bondad nos levanta. Por eso no se debe casar el hombre sino con mujer bondadosa. —(msb)

Cumple años Margarita; el viajero ha crecido, ve más claro y escribe, con alegría:

Ochenta pesos colombianos para Berenguela, de cuelga. Hoy cumple 31 años. Disminuye mi amor por el oro. La juventud, el amor, el honor, el saber, son mejores, y no se compran sino sus apariencias. —(msb)

Se siente triste, piensa que el tiempo se les agota:

Cumplió Berenguela, mi amada, 31 años. ¡Qué cortos los días del hombre sobre el esferoide! —(msb)

Entonces, invoca a la juventud:

Juventud, don supremo, ¿por qué te conozco cuando dejo de poseerte? […] ¡Ay!, sólo cuando te alejas, juventud, te conozco y te aprecio. Eres, ¿cómo definirte? Eres… ese cabello, esa pelusa del cuello de mi amada… Sólo admito la vejez y la muerte si me es dado dormir allí la eternidad. —(msb)

En 1959, ya el viajero de 64 años anda por altas esferas; ha cruzado el límite de lo pasional-mental, ve más allá y entiende mejor, aunque pocos vean lo que ve, o capten lo que él va entendiendo:

Real, sinceramente, aquí, ante el Paraíso, afirmo que no tengo enemigos; que nadie me ha hecho mal; me he sucedido sencillamente, y que no amo a mujer ni hijos, sino a la Intimidad en ellos. —(vop)

(Antes de 1938 —ignoro la fecha exacta— yo veía, por las tardes de mi infancia, a un par de viejitos que se paseaba por el Parque de Bolívar. Eran alemanes, austríacos, o húngaros, no sé. Caminaban brazo con brazo, a la misma altura la cabeza, rostro sonrosado, cabellos blancos, paso igual; y una sonrisa interior, que se les dibujaba. Representaban, para mí, la imagen del matrimonio; pero es que, para mí, no existía una visión contraria. Dos extranjeros solitarios que una noche desaparecieron bajo los escombros del Teatro María Victoria, en la carrera Junín, de mi ciudad. Nunca quise olvidarlos. Así recuerdo ahora a Fernando-y-Margarita, al atardecer, en sus sillas gemelas del corredor de Otraparte).

Margarita y Fernando compartieron disgustos, discusiones, ternuras, comprensión, que se convertían en serenidad y gozos, aun en lo más álgido:

Le escribí a Alberto y le digo que todo lo mío es de ellos. Berenguela no está de acuerdo en esto de abandonar el dinero y me hizo irritar. El dinero es muy corruptor. Estoy pues muy triste, pero decidido a morir, a desnudarme hasta que oiga la voz que me subyugará. —(sal)

Esto lo escribe en Marsella, como meditada y visualizada respuesta a su reciente polémica con Berenguela, porque quiere irse al Lago de Tiberíades en busca de Jesucristo. Margarita se le opuso.

En el café de plaza Prefectura dije a Berenguela que deseaba suprimir odio y amor. Que esos eran instintos animales. Me repuso: «El que es carajo al Cielo no va: lo friegan aquí y lo friegan allá». Yo me enojé; le repliqué que eso era de los Hermanos Cristianos; que también los primos, tíos y tías y los abuelos de Jesús le aconsejarían que siguiera en la carpintería de San José; que la montara bien y que dejara esas vagamunderías por El Lago. Indudablemente que si hubiese oído esas voces sabias, habría dejado a la Virgen, primos y tíos, unos tres mil pesos para comprar una casita. Ya lo veo allá, manejando los tres mil pesos y arreglándoles las patas a los taburetes de su tía Isabel, la mamá del Bautista… Oye —terminé—, Jesús y Bautista fueron «unos locos», pero sin locos este mundo sería aburridor. Entonces Berenguela enmudeció. Sentí que estábamos alegres. Pero apenas ella enmudeció, yo sentí que ella tenía razón. No soy capaz de abandonar los tres mil pesos, hijos, etc., para irme al Lago… —(sal)

Corto y trunco asomo de la beatitud ansiada. Y, un desaliento, un des-ánimo (10), que no le conocíamos:

Pero indudablemente que una cosa es el bienestar y otra es la beatitud, la gloria. Esta se halla por allá en el ocaso, después de que el sol se pone… Pero no soy capaz… —(sal)

Me vine al café del Puerto Viejo, mientras Berenguela hace las compras, llena su bolsa de hule, que luego hemos de llevar juntos, turnándonos, hasta la casa. ¿Cómo dejarla a ella para irme al Lago? Ella es el Lago, quizás…. Quizás está en nosotros (21). —(sal)

Y, les quedan cinco meses juntos aquí, en la tierra. Su testamento de amor podría ser el de octubre de mil novecientos sesenta y tres, en carta a dom Andrés:

¿Qué Berenguela y yo somos casados? ¡Absolutamente! Somos uno solo y somos dos, así como el pino ese de la anchísima presencia. ¿Afirmo, por ventura, que tenemos anchísima presencia? ¡Lejos de mí! ¡Es la Intimidad (22), y, como sabemos que Ella se manifiesta, que existe en los existentes, pues es clarísimo ya! Los iconoclastas son los que están embromados; no quieren saber que Dios se ve, se hace visible, en los iconos, y los cónyuges verdaderos, o cristianos, son iconos el uno para el otro, y el resto son amancebados e idólatras. Por eso fue por lo que le dije: «¡Vea y oiga: esta casita es su abadía chiquita, y este cuarto es su celda!». —(cr)

¿Y, cuál es el pino de anchísima presencia? Con ese pino encabeza esta misma carta del 8 de octubre:

¡Qué contentos que estuvimos todos en ese Pinar de Mabel! (23) Bajo ese enorme pino, de tan ancha presencia, que vimos todos que habían sido dos que se fueron acercando y juntando al crecer, y que se hicieron uno solo, sin dejar de ser dos, pues la base era ya una sola hasta tres metros, y el resto eran dos, con sus respectivas ramas parásitas, y pajarillos y frondas. —(cr)

Notas:

(1) Valor de un sello de correo de Manizales a Medellín.
(2) Salomé.
(3) «En el amor y en la amistad son necesarias las peleas violentas, pues la vida común con el amigo o con la amante trae pequeños roces, discusiones, malos entendimientos, pretendidas ofensas que se van reconcentrando en el subconsciente en forma de irritabilidad contra el amigo o contra la amada». —(vap)
(4) Sin rebajar la responsabilidad personal, acusa otra vez a la remota ‘Perturbación original’ o a la herencia cercana. —(mhe)
(5) El yo monstruo… —(dm)
(6) «A veces, entre dos seres hay tanta diferencia que todo se lo dañan mutuamente, hasta el Cielo». —(ln)
(7) «Invoco aquí a María, la madre de Jesucristo, que me ha salvado en todos mis tormentos, para que me saque de este mundo bajo en que estoy enredado. ¡Señora! Arréglame estos negocios para que Elisa no sufra por mi causa. ¡Arréglame este asunto! Tú eres el centro del mundo emotivo más puro que existe para mí; vente al mío y así tu infinito bien borrará mi mal». —(dm)
(8) Mis cartas de Fernando González. Antonio Restrepo S. J.
(9) Madre y esposa: «Apenas mueren, apenas están muriendo, comprendemos que fueron mártires de nuestro egoísmo. Manjarrés se había vuelto ‘bueno’, porque su mal se le subjetivaba con el enflaquecimiento de la cónyuge». —(me)
(10) Mis cartas de Fernando González. Antonio Restrepo S. J.
(11) «‘Poncio Pilatos envigadeño’ no existe sino a causa del creador. ¿O creéis que los sermones son de vuestro padre Ocampo? Si en alguna parte existe la verdadera propiedad es en el artista. ¿Creéis que don Quijote vivió fuera de Cervantes?». —(ppe)
(12) «Tuve un sueño, entonces. Vi la realidad que debió ser. Me vi de cura en Envigado, primero, y luego de príncipe de la Iglesia…». —(ppe)
(13) «Cireneos mutuos (compañera os doy y no esclava) es la unión conyugal. Es unión en la Inteligencia. Sólo desde la venida de Cristo a este mundo en cuerpo como el nuestro, hay verdadero matrimonio, o sea, libertad en la unión de los sexos». —(cr)
(14) «Poncio Pilatos envigadeño (Semana Santa en Envigado)». En: Antioquia. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín, marzo de 1997.
(15) «Tú abusaste de mi confianza; cogiste mis apuntes sangrantes para pu-bli-car-te…». —(vop)
(16) 1959: MatrimonioDivorcio: Bruno: «Ama a una mujer casada y divorciada y pide permiso al Papa para casarse con ella; el que sueña con grandezas insuperables y las vive realmente… ¿Alcanzará alguna? No, porque, si la alcanzara, ésa no era…». —(vop) /// 1929: «Somos hombres destinados a sudar, y a desear lo ajeno, pues el hombre es ante todo envidioso. De ahí el error del matrimonio sin divorcio: casi siempre la mujer ajena y el marido ajeno se convierten en el ideal de los que están unidos por esa cosa invisible, pero casi ósea, que se llama el vínculo indisoluble». —(vap) /// 1959: «Por eso, el divorcio no puede aprobarse: lo que ha unido la Intimidad no puede desatarlo el hombre. ¿Que sufren, que se atormentan? ¿Pero no veis que para eso fue en realidad que se casaron? Por eso se atrajeron (amaron). […] Y no me habléis de matrimonios por dinero, pues allí no hay consentimiento, no hay matrimonio». —(vop) /// MatrimonioKarma: González intenta arreglar un problema matrimonial, pero Lucas de Ochoa le dice: «No se meta ahí, González, porque los muele y lo muelen. Eso está en él. Porque está en él, se casó con ella. Así no puede arreglar ese asunto, desde fuera, porque eso de que la mujer malgaste y que él padezca está en ellos. Es el karma*, es el proceso de ellos. Cuando ocurre algo a un individuo o a una sociedad hay que ver si eso está en ellos o si es… fortuito, digamos. En el primer caso, si uno arregla eso artificialmente, la cosa se vuelve a presentar en la misma o en distinta forma, o hay una desmoralización, porque esas personas eran eso, nacieron para vivir eso. Si fuere fortuito…, pero no hay nada fortuito. A su cliente le sucedió que el consocio fue muy gastador y abusó. Observe bien. En todo abusan de él… Y ahora resulta que también la mujer. No se meta en eso, González, porque acaba con ese matrimonio que es perfecto… Ese es el karma de ellos. Por ejemplo, un amancebado y la manceba… Hay que ver si eso está en ellos, y no casarlos artificialmente. Todo eso es caridad indiscreta. Hay que trabajar por dentro. De dentro para fuera… Es la cultura. Ayudando a digerir los pleitos, o procesos o karmas. Esto es ser maestro de escuela y padre espiritual… Y en Colombia no hay. ¡Una escuelita y un cura de almas, González! Oiga: cuando lo que le pasa a uno en concreto está en uno, es decir, es la representación propia de uno, sólo un maestro en el drama o karma puede intervenir, o se vuelve a presentar en otra forma, quizá peor». —(vop) /// * El karma es «la digestión que hace el hombre de sí mismo». —(vop)
(17) Carlos E. Restrepo (1867-1937). Presidente de Colombia de 1910 a 1914. Fundador del partido republicano en Colombia.
(18) Luis Cañón Moreno. Lecturas dominicales, 12 de febrero de 1989; Javier Henao Hidrón, Fernando González, filósofo de la autenticidad, Editorial Universidad de Antioquia, Biblioteca Pública Piloto, Medellín, 1988.
(19) Javier Henao Hidrón, ibíd.
(20) «En definitiva, lo que hace mover al mundo no es sino el ánimo de los héroes». —(vap)
(21) El Lago, 1916: «Ya sé yo que el ser en quien están reunidas las tristezas de Jesús, y la alegría de los niños, y el amor de Magdalena, y los odios de Swift, eres tú, tú, el lago verdoso de la nada, tú, el no ser, la muerte. Ya sé yo que tú eres la bebida extraña, desconocida, donde están reunidas todas las cosas… ¡La nada! ¿Cómo gustar esta palabra? Un lago verdoso, con el verde de las algas, eternamente tranquilo… y allí la completa desaparición de todas las cosas y los seres». —(pv)
(22) «La Intimidad es Dios en nosotros». «Hallar la Intimidad en cada instante de su vida es vivir bien y es el cielo». «Y se consume la Nada mediante el viaje mental por los mundos pasional y conceptual, llegando así a la Intimidad». —(vop)
(23) «Mabel-Carisma». «Mabel es ya Bartimeo, porque la víspera, el domingo, ella y yo re-presentamos al hijo de Timeo, cuando en el viaje postrero a la ciudad del Gólgota, pidióle gritando: ‘¡Que yo vea!’, y vio… Y por eso fue que en El Pinar vimos el árbol que era uno y que eran dos, y en su vivir vimos nuestro vivir». —(cr)

Fuente:

Uribe de Estrada, María Helena. Fernando González, el viajero que iba viendo más y más. Medellín, Editorial Molino de Papel, 1999, p.p.: 73-87.