Mis cartas de
Fernando González

(Antonio Restrepo S. J.)

Fernando González

1944 – 1963

Presentación

Los editores de este libro han considerado que, para mejor comprender el interesante epistolario que él contiene, su motivación, su fondo y el ambiente amistoso y cordial en el que se produjo, es necesario, tal vez indispensable, leer antes el reportaje que el padre Antonio Restrepo, destinatario de las cartas que se publican por primera vez, concedió al escritor Ciro A. Osorio Quintero para el «Magazín Dominical» de El Espectador de Bogotá —edición del 19 de junio de 1977— y en el que el prominente educador jesuita revela y explica su amistad con el maestro Fernando González, desde 1943 hasta su muerte en 1964, y la razón de su abundante correspondencia. Y lo han considerado así porque el reportaje, a más de referirse a importantes actividades apostólicas y sociales de la vida del padre Restrepo, viene a ser como la introducción natural al conocimiento de aquel sugestivo episodio de la existencia de los dos eminentes protagonistas epistolares, el marco que justamente le da ambiente, luz y perspectiva. Por ello se ha resuelto incluirlo aquí como documento preliminar necesario al texto de las cartas.

Como se deduce del reportaje, el padre Restrepo no supo más de la correspondencia enviada por él a su amigo; se presume serían unas cartas llenas de afecto y de gran contenido literario, pero el extravío de ellas no podía impedir la publicación de este libro, donde el doctor Germán Marquínez Argote, nacido en Albaina, país vasco español, residenciado en Colombia por más de veinte años, licenciado en Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma y profesor de las Universidades Javeriana y Santo Tomás de Bogotá, ha accedido a escribir las notas que aparecen al pie de cada carta.

Estos comentarios, aparte de ayudar a la mejor comprensión del contenido epistolar, llevan el mensaje de una persona, que como el profesor Marquínez, desde hace ya tres años se ha dedicado a investigar la vida y la obra literaria del filósofo colombiano.

Ha querido el doctor Marquínez Argote escribir para el libro del padre Antonio Restrepo estas notas, que son parte de la investigación que adelanta y como un anticipo de la vida y la obra de Fernando González que se propone escribir y publicar en el futuro, seguramente con el mayor de los éxitos, dada la seriedad y la capacidad del profesor Marquínez Argote.

Sobre el autor de estas cartas ha escrito Germán Marquínez los siguientes ensayos: «Fernando González, filósofo de la autoexpresión latinoamericana» (revista Franciscanum, Bogotá, 1980, pp: 105-115) y «De la repetición a la investigación: el problema de la filosofía en Colombia, visto a través de la obra de Fernando González» (I Encuentro de Investigadores en Filosofía, ICFES, Universidad de los Andes, diciembre de 1980, publicado en: ¿Qué es eso de… filosofía latinoamericana? (Editorial Nueva América, antología, Bogotá, 1981).

Los Editores

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Entrevista al padre
Antonio Restrepo S. J.

Fernando González era superior a sus obras.

Padre Restrepo

Yo a usted lo oigo, aunque no me hable.

Fernando González

Quien da un tropezón y no se cae, da un paso más largo.

Padre Restrepo

Por Ciro A. Osorio Quintero

La reciente publicación en la revista ARCO de Bogotá —reproducidas por el Magazín Dominical de El Espectador— de dos cartas inéditas del famoso escritor antioqueño Fernando González, dirigidas en 1963 a su amigo el sacerdote jesuita Antonio Restrepo Pérez, en Barranquilla, ha causado cierta curiosidad intelectual entre los lectores, ya que el célebre filósofo de Envigado, como es bien sabido, fue siempre tenido por anticlerical, irreligioso y hasta ateo. De ahí que El Espectador se propusiera obtener del padre Antonio Restrepo, a través de este antiguo periodista y hoy cronista ocasional de horas libres y días festivos, una versión de primera mano de esa original amistad y del desarrollo de tan interesante correspondencia, a más de una nueva muestra del sugestivo epistolario.

Un apóstol del bien social

El padre Antonio Restrepo, fundador y director de la Casa de Ejercicios Espirituales Bethania, en Barranquilla, y restaurador de la de Cartagena, Villa Claver, es también antioqueño como el maestro de Otraparte, nacido el 27 de abril de 1913 en Campamento, un pueblo fundado en la época de la Independencia por el general español Warletta, en el mismo sitio en el que acampó después de la derrota que, en la batalla de Chorros Blancos entre Yarumal y Angostura, le infringiera el general colombiano José María Córdova. Después de graduarse en pedagogía, en la Normal de Antioquia en 1932, en el año de 1935 ingresó a la Compañía de Jesús, habiéndose ordenado sacerdote en 1947, tras de cursar los estudios correspondientes en Santa Rosa de Viterbo y en la Universidad Javeriana de Bogotá. En el transcurso de ese tiempo ejerció la enseñanza en los colegios de los jesuitas, especialmente como profesor de Literatura. Habiendo venido por primera vez a Barranquilla, en ese plan de enseñanza, en 1941, regresó a Bogotá en 1945, luego de haber mantenido sus cátedras de Literatura en Bucaramanga y Medellín. Fue en esta última ciudad donde nació su amistad con el escritor Fernando González hacia 1943, amistad que es hoy objeto de esta gratísima entrevista.

Al padre Restrepo hay que conocerlo en persona para poder valorarlo exactamente y para poder comprender aquella singular amistad con el hombre que escribió libros tan controvertidos, tan apasionados y urticantes, que fueron el escándalo literario de su tiempo. Y para poder comprender la existencia de Bethania y Villa Claver, dos verdaderos refugios espirituales, dos hermosos paraísos sacados de la nada, al sólo conjuro de su palabra y de su simpatía. Sólo un legítimo apóstol como él, con tan notable carisma personal, pudo realizarlos. Sólo el carisma del padre Restrepo pudo influir espiritualmente —sin proponérselo—, con la sola magia de su bondad irradiante y contagiosa, en ese genio rebelde, irreverente e iconoclasta que surge de las páginas flamígeras de Fernando González. Sin proponérselo, pues el propio jesuita manifiesta que nunca le trató al escritor temas religiosos o políticos.

Bethania

Para llegar a la meta que nos hemos propuesto forzoso será, y placentero a la vez, que como lo hemos hecho con la vida del padre Restrepo, pasemos muy brevemente también por el meridiano de Bethania, morada de nuestro eminente entrevistado. Situada la Casa de Ejercicios Espirituales en uno de los sitios más elevados de Barranquilla, desde el momento mismo en que se cruza su sencillo pórtico de piedra, un profundo ambiente de paz se respira en sus jardines y en sus amplias instalaciones llenas de luz; en sus salas y salones, en su linda capilla; largos corredores, cómodos apartamentos con todos los servicios y terraza privada, amplia y elevada terraza común, convertida en alto mirador de la ciudad.

Sentados en uno de los kioscos del jardín, a la sombra generosa de los árboles, preguntamos al padre Restrepo cómo nació la idea de la Casa de Ejercicios Espirituales y cómo se realizó. El padre mira en torno suyo con entrecerrados ojos de notoria satisfacción y nos hace un breve relato:

«Mi idea principal fue fundar una casa amplia, con buenos libros, buena música y buenos servicios, para encuentros, descanso y solaz espiritual de gentes de todas las religiones. Estábamos en 1952. La idea resultó muy audaz y hube de cambiarla por la de la Casa de Ejercicios Espirituales. Con la ayuda de buenos amigos, compré a don José Vicente Fernández una propiedad en la parte alta de la ciudad, precisamente donde hoy está la Clínica de La Asunción, y allí inauguré en 1953 la primera Casa. Fue un éxito y, por haberlo sido, muy pronto nos quedó pequeña, teniendo que pensar en algo más ambicioso. En terrenos de la compañía y en otros adyacentes comprados a Carlos Martín Leyes y a don Pedro Catinchi, en este sitio privilegiado de la ciudad, el 14 de abril de 1958 empecé la construcción de la nueva Casa. En 1962 la concluimos e inauguramos. Al frente de esta Casa, a la que doté de todas las comodidades posibles, inclusive de huerto y establo, permanecí hasta el año de 1967, cuando fui trasladado a Cartagena».

Villa Claver

«En la capital de Bolívar —continúa el padre Restrepo mirando al frente, ensimismado en sus recuerdos— me encomendaron la dirección espiritual de la Casa de Ejercicios Espirituales de San Pedro Claver. A la reconstrucción de esa casa, aplicando los mismos sistemas de atracción amistosa que había empleado en Barranquilla y a los que correspondió generosamente la ciudad, me dediqué con todo empeño, logrando el mayor éxito ambicionable. A la vez que la embellecí y la amplié, le acorté el nombre. La llamé Villa Claver simplemente. Su ubicación privilegiada permite que desde sus terrazas los ejercitantes puedan admirar gran parte de la histórica ciudad y su hermosa bahía. Fueron nueve años de trabajos fecundos y de satisfacciones espirituales. El 15 de enero de 1976 regresé a Barranquilla y a Bethania».

Un paso más largo

«Y aquí me tienen —prosigue emocionado— encantado con mi obra, satisfecho de ella y agradecido con Barranquilla, que ha correspondido ampliamente a mi pensamiento. No sólo con su ayuda sino con su presencia física en la Casa, que es tan importante como la primera. Y cuando digo Barranquilla me refiero a toda la comunidad sin distingos de razas ni de religiones. Porque resulta que, a la postre, mi idea original ha venido a cumplirse en cierto modo. Efectivamente, entre los grupos que vienen a reunirse en Bethania los hay de diferentes credos. Recientemente, por ejemplo, vino un grupo de setenta religiosos —obispos y sacerdotes— de la Iglesia Anglicana y Episcopaliana, que permanecieron aquí cinco días y se fueron encantados».

Pensando en lo que es y significa una lucha de veinticinco años, para levantar y sostener una obra de esta naturaleza, que no produce dividendos, preguntamos al padre Restrepo si no ha tenido dificultades, desengaños, contrariedades.

«En términos generales —nos responde—, y gracias a Dios, no. Parece un milagro, pero la verdad es que todo me ha sido fácil. Al principio mis superiores y mis amigos me preguntaban si no sentía miedo de embarcarme en esta aventura, y yo les respondía invariablemente que no, que espiritualmente me sentía preparado para superar cualquier dificultad, cualquier tropiezo, porque yo siempre he creído que quien da un tropezón y no se cae, da un paso más largo».

Fernando González en Bethania

Cuando vamos a hablar de Fernando González, el padre Restrepo se anticipa a contarnos que, en 1959, el escritor Fernando González, con quien ya desde 1943 mantenía una estrecha amistad, vino a Barranquilla a visitarlo a él y a su hijo Simón, quien para entonces tenía una destacada posición en la industria de Barranquilla. En esa oportunidad, el discutido escritor estuvo en la primera casa de ejercicios, y a tal visita se refiere en las cartas publicadas cuando habla de la «primera preciosa Bethania, la del huerto-paraíso», para agregar: «Tengo deseo de ir a vigilar y orar en la nueva Bethania».

El 2 de mayo de 1959 dejó su autógrafo Fernando González en el libro de visitantes ilustres de Bethania, con la leyenda que a la letra dice: «Bethania es la huella del padre Antonio. ¿Pero cómo hizo esta Bethania y la otra? Porque no ha dejado el cordón umbilical que lo comunica con Él, con el Hijo del Hombre e Hijo de Dios».

Una amistad entrañable

En este punto de nuestro encuentro con el padre Restrepo, resolvemos entrar al fondo de nuestro interés y le pedimos que nos cuente cómo y cuándo se inició su amistad con el escritor y filósofo.

«La iniciación de mi amistad con Fernando González —relata— ocurre en 1943, cuando aún no me había ordenado sacerdote y era profesor de Literatura en el Colegio de San Ignacio en Medellín. Nació de un hecho sencillo y curioso. Entre los discípulos que se destacaban por su inteligencia y que recuerdo, estaban Guillermo Duque Gómez, Mariano Ospina Hernández y Fernando González, hijo del famoso escritor. En una de las clases, Fernando leyó un trabajo excelente. Al encontrarme con él, fuera del aula, le dije en chanza: “Siempre fue que allí echó su manita tu papá…”. El muchacho se sonrojó un poco, negó la ayuda y me preguntó a su vez si yo conocía a su papá y si lo había leído. Le respondí que lo había leído, pero que no lo conocía y me gustaría conocerlo. Entonces me invitó a su casa para presentármelo, contándome como para mover más mi interés, que su padre se expresaba muy bien del profesor de Literatura de su hijo, ya que había estado observando sus notorios avances en esta materia. Pero fue el propio Fernando González quien vino a visitarme a San Ignacio, poco después. Fue un encuentro sumamente agradable y las visitas se repitieron por todo el tiempo que viví en Medellín, haciéndose cada vez más largas e interesantes, por la diversidad de temas de nuestras conversaciones, casi siempre de tipo literario o filosófico. En ocasiones salíamos juntos a las librerías a curiosear y a comprar libros. Gustaba él de regalarme algunos y yo, a mi vez, le prestaba o regalaba los que consideraba que podrían interesarle. Por aquella época yo acababa de leer —tal vez el primero en Colombia— un libro, acabado de publicar, del escritor holandés Pieter van der Meer, Nostalgia de Dios, sobre el cual escribí un comentario en El Colombiano de Medellín, que despertó el interés de los buenos lectores por la obra, y con cuyo autor terminé escribiéndome. Fue este uno de los primeros libros que regalé a Fernando González y que a él lo impresionó bastante, según me lo comentó después en una de sus cartas. Así, en esta forma sencilla, espontánea, se inició una amistad entrañable que duró hasta su muerte en 1964».

Un Fernando González distinto

Si por curiosidad hacemos unas pequeñas cuentas sobre las edades de estos dos interesantes personajes, tenemos que si Fernando González nació en 1895 y el padre Restrepo en 1913, al iniciarse su amistad el primero tenía cuarenta y ocho años y el segundo treinta. Cabría entonces preguntar: ¿qué don superior tenía este joven profesor de Literatura, aún no ordenado sacerdote, para provocar la atracción y la devoción amistosa e intelectual de un hombre ya maduro, de un escritor ya famoso, pero de tan extraño modo de pensar y escribir, como podía apreciarse en sus libros, y por lo que precisamente lo nimbaba un cierto halo de genio loco, atrabiliario e irreverente? Y se lo preguntamos al padre Restrepo. Piensa un momento y nos contesta:

«Evidentemente había una diferencia de dieciocho años en nuestras edades. Pero debo aclarar que la atracción intelectual y amistosa era mutua, porque la personalidad de Fernando contenía un carisma que cautivaba en su trato, en su charla, a quienes lo conocían. Y en cuanto a su fama, también tengo que anotar que el Fernando González que yo conocí, y que pensaba como yo en muchas cosas trascendentales, era completamente distinto del Fernando González de sus libros».

Un cristiano completo

En su nota introductoria a la publicación de las dos cartas ya mencionadas, el director de la revista ARCO, doctor Jaime Sanín Echeverri, dice que el padre Félix Restrepo, en sus diálogos con el maestro de Envigado, no fue afortunado en lograr de él un acercamiento a la piedad y que cuando se habló de la fe siempre se mostró reticente y lejano. ¿Qué explicación podría tener el hecho de que con el padre Antonio fuera diferente? Él nos responde:

«Yo nunca le traté a Fernando estos temas. Las manifestaciones de esta naturaleza, que se leen en las cartas que me dirigió, son completamente espontáneas, probablemente derivadas de las lecturas que nos intercambiábamos y del análisis de los hechos y ocurrencias del momento. Es verdad que de Fernando González se decían muchas cosas, como hombre extraño, irreligioso y alérgico a las cuestiones del alma. Sin embargo, yo puedo afirmar que él vino a mi amistad como un hombre normal, como un cristiano completo, sin extravagancias ni exotismos religiosos y filosóficos. Desde el primer momento se me reveló siempre como un ciudadano ejemplar, de costumbres austeras, de maneras exquisitas, lleno de bondad y delicadeza. Dueño, además, de una inteligencia extraordinaria que lo situaba en el plano de los hombres superiores, de los hombres fuera de serie, como se dice comúnmente. Original y elevado en el pensar y en el decir, jamás de su conversación agradable y vivaz se escapó una palabra de mal gusto. Probablemente por eso se desahogaba en sus libros. En nuestras charlas era delicado y genial. Yo no recuerdo haber hablado antes ni después con un hombre que tuviera un sentido de la vida tan original y profundo. Hablábamos de todo, de filosofía, de literatura, de poesía, de la vida y de la muerte. Nunca de política o de religión en concreto. No veíamos necesidad de hacerlo. Cuando él creyó prudente hablar de sus creencias, de su devoción o su piedad, lo escribió en sus cartas, y allí está patente su testimonio».

Era superior a sus obras

Indagamos del padre Restrepo si su amigo le obsequió los libros y qué opinión tenía de ellos y de los amores y los odios históricos de que dan cuenta varios de ellos (Mi Simón Bolívar, Santander, Mi Compadre…). Nos dice:

«Sí, me los obsequió. Realmente son libros muy interesantes, originales, apasionados y exagerados algunos, lo que lo hace aparecer contradictorio. Los últimos son más filosóficos, menos literarios. Cuando fue a regalarme Mi Compadre estuvo indeciso. Al fin se resolvió, pero en la dedicatoria me pedía que cuando lo leyera se lo pasara a algún amigo. Parece que no quería que yo lo conservara, presumiblemente por lo fuerte. Valen mucho sus libros. Y lo hicieron famoso con ámbito universal. Pero yo sigo creyendo que personalmente Fernando González era superior a sus obras, las cuales son apenas un esbozo de lo que él realmente era. Un hombre extraordinario, fabuloso».

Católico practicante

¿Podía considerarse a Fernando González como un católico practicante? Además de ser su amigo y confidente, ¿fue el padre Restrepo su confesor? Nos responde:

«Indudablemente fue un católico practicante que naturalmente hacía uso de la crítica a su manera. Oía misa, y aunque yo nunca fui su confesor, sé que practicaba los Sacramentos».

Rubayata, en su libro Presencia de un pueblo, relata que algún periodista preguntó al maestro González si era cierto que cuando asistía a misa se salía al atrio en el momento de la elevación, y obtuvo una respuesta afirmativa con esta explicación: «Es que yo no soy capaz de resistir directamente la presencia de Dios». Preguntamos a nuestro entrevistado si conoció tal ocurrencia, o si es cierta, y nos responde:

«No sabría decir si la historia que recoge tu paisano Rubayata sea cierta o no. Pero la respuesta sí es muy del estilo de Fernando González».

La correspondencia

Refiriéndonos a la correspondencia cruzada entre el escritor y el sacerdote, le preguntamos cuándo se inició y qué dio lugar a ella.

«Se inició —nos dice— poco después de sus primeras visitas, allí mismo en Medellín, valiéndonos de su propio hijo como correo. Se produjo, quizá, por la necesidad de prolongar por escrito nuestros interminables diálogos, cuando por cualquier motivo Fernando no podía visitarme. La correspondencia continuó cuando me trasladé a Bogotá en 1945, y más tarde desde Barranquilla, donde nuevamente vine en 1949 para permanecer por más largo tiempo y adonde vino a visitarme, como ya le conté. Fueron cuarenta y una cartas en total, a cuál más interesante».

Como el padre nos dice que nunca utilizaron el teléfono para comunicarse, ni en Medellín, le preguntamos a qué podía atribuirse el hecho de preferir la comunicación epistolar.

«Probablemente —nos responde— al hecho de que siendo él un escritor y un hombre de ideas muy originales, quisiera dejar un testimonio escrito de lo que pensaba y trataba sobre cosas importantes en la intimidad de nuestra amistad. Y quizá también porque como nosotros intercambiábamos libros y solíamos comentarlos, le agradaba incluir en sus cartas sus opiniones sobre ellos y desde luego esperaba que lo hiciera yo también».

La publicación de toda esa correspondencia en conjunto es un opúsculo, como el testimonio de un místico desconocido e inédito; podría resultar de mucho interés, pensamos nosotros. ¿Qué opina usted, padre?

«Mis cartas no creo que existan. Las de Fernando sí podrían publicarse, y estoy seguro de que serían de mucho interés y de gran importancia, como que revelarían la verdadera personalidad íntima de mi ilustre amigo y rectificarían muchos juicios equivocados sobre él. Habría que buscar el editor».

Grandeza y generosidad espiritual

Ya para finalizar nuestra entrevista, pedimos al padre Restrepo nos cuente algo anecdótico o algunos rasgos peculiares del prestigioso escritor antioqueño. Trata de recordar y nos narra lo siguiente:

«Recuerdo un gesto de amistad y de delicadeza para conmigo. Me había prometido asistir a mi primera misa, después de mi ordenación sacerdotal en Bogotá, pero como el médico no le permitió viajar, porque se encontraba un poco enfermo, me escribió para comunicármelo así y para pedirme que al viajar yo a Medellín no fuera a avisarle a mis amigos, sino que lo hiciera a él solamente, para tener el agrado de ser quien me recibiera. Así lo hice, pero antes celebré mi segunda misa por él y por su salud. Estaba esperándome en el aeropuerto, acompañado de su hijo Álvaro. Me llevaron a Otraparte donde con su familia me llenaron de atenciones. Era la primera vez que yo visitaba su casa, después volví muchas veces a la hermosa residencia. Al salir aquel día, me dijo: “Yo creo, padre, que a usted le agradaría más que mi regalo en este día sea para su madre”, y me entregó un sencillo presente para ella, conmoviéndome mucho con ese gesto tan suyo de delicadeza».

«También recuerdo y recordaré siempre —continúa el padre Restrepo— este rasgo de generosidad espiritual. Un día recibí en Bogotá una carta urgente de Fernando, contándome que vivía sus últimos momentos en el Instituto de Cancerología un joven abogado amigo y colega suyo, completamente incrédulo en materia religiosa y me pedía que fuera a verlo en nombre suyo y a asistirlo espiritualmente en sus horas finales. En el Instituto se sorprendieron al verme vestido con sotana y una monjita me advirtió que el enfermo no quería nada con curas. La tranquilicé diciéndole que le informara al abogado que un amigo de Fernando González quería saludarlo. Nada más. Inmediatamente me recibió. Hablamos largamente. Al cabo de nuestro diálogo, ya más tranquilo, quiso confesarse. Así Fernando y yo tuvimos la satisfacción de ayudar moralmente a aquel amigo en ese trance tan doloroso y dramático. En nuestras últimas conversaciones me decía, aludiendo a su progresiva sordera: “Todos mis amigos me dicen que yo cada vez estoy más sordo, pero yo a usted lo oigo, aunque no me hable”. Esta era otras de las muestras de su entrañable aprecio por mí».

Conversábamos, ya al atardecer, con el padre Restrepo al amparo de los almendros del jardín. Había llegado la hora de la misa vespertina de este hombre también extraordinario. No podíamos dejar de meditar que este comentario no quedaría completo si en él no citáramos la carta que, el 22 de enero de 1952, Fernando González le dirigiera a su amigo de Barranquilla, el eminente médico doctor Eduardo Putnam Tanco, en la que consignaba estos pensamientos sobre el padre Antonio Restrepo. Veamos, pues, lo que el escritor en su peculiar modo de apreciar el mundo que lo rodeaba, pensaba de su amigo y confidente. Escribía así Fernando:

«Y vamos al jesuita joven. Es muy bueno y todavía tiene la originalidad, una inocencia pura, muy rara de hallar en quien pasa de los quince años. Su amor por los libros, nadie lo tiene así. Y se da todo. Y nada de esto es jesuita. ¡Vea usted si es caso raro! Él es la alegría de las casas de jesuitas machuchos en donde vive. Si le quitan eso tan puro, tan bello, tan grande, cometerán negro asesinato espiritual. Usted vio claramente: más bien es Francisco que Ignacio. Ignacio era el mejor técnico psíquico, el mejor militar psíquico que ha producido el mundo. Era desde niño la encarnación de los Ejercicios espirituales y su grandeza consistió en concentrarse en lo que era y en crear eso que él era. Y llegó a la sequedad absoluta: amar sólo su obra; renunciar y extinguir todo otro amor y debilidad; es como hecho en diamante: duro, seco, ¡pero qué amor por su obra! Allí se encuentra el panal de miel. Y en este sentido es educador. Y allí está entre los ignacios, mi amigo niño, la flor purísima, emotiva. ¿Qué le sucederá? ¿Lo secarán? Porque ese es el peligro de los discípulos, que el maestro (Ignacio en este caso) es siempre hogar encendido de amor, y que apenas muere no queda sino la forma, la horma, el zapato deforme y allí se deforman las almas, a menos que sean predestinadas. Yo me he limitado a amarlo y a orar al señor Jesucristo por él, para que lo conserve así, todo un hombre de amor a toda la creación».

Nos despedimos agradecidos. Cuando llegamos al pórtico de la Casa de Ejercicios las sombras de la noche envolvían los contornos de la urbe. Volvimos la vista atrás y entonces pudimos observar, alelados, cómo, sin embargo, Bethania seguía llena de luz, como un fanal radiante suspendido sobre la ciudad de Barranquilla.

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Carta n.º 1

Envigado, 23 de junio de 1944

Al reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.
Medellín

Estoy muy agradecido por el libro Hacia un ideal (1) que usted me envió con mi hijo, el poeta Fernando (2). Precisamente, en estos días, 25, de enfermedad en una pierna, he meditado más en el padre Ignacio y en su rodilla herida, esa sí rodilla santa y herida heroica y providencial.

Como pequeño signo de amistad, le envío ese librito sobre cosas italianas (3). La única gracia que tiene es que allí adiviné lo que le iba a pasar con esta guerra a la hermosa Italia.

Reciba la amistad de su compañero, jesuita suelto,

Fernando González

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(1) Arisvar Moros, Gonzalo. Hacia un ideal. Editorial Cromos, Bogotá, 1933. Se trata de una biografía de la Compañía de Jesús, escrita con intención vocacionista.

(2) Fernando, hijo por quien muestra en estas cartas un amor especial, fue alumno del padre Restrepo en el Colegio San Ignacio de Loyola en Medellín. A través de Fernando empezó la amistad testimoniada en estas cartas.

(3) El Hermafrodita dormido, aparecido en Barcelona en 1933. Famoso libro que comenzó a escribir siendo cónsul de Colombia en Génova en 1932, y que le costó a su autor la salida de Italia por orden de Mussolini, cuyo gobierno criticaba, así como también, a fines de 1933, la destitución por orden del Gobierno colombiano del Consulado de Marsella.

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Carta n.º 2

Envigado, 30 de junio de 1944

Al reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.
Medellín

Leí muy paladeadamente el libro Silya de F. E. Sillanpää (4). Le parece a uno que vive en Finlandia, que vive sus granjas, que se pasea por sus lagos y que goza y padece sus inviernos y estíos. La figura de Kustaa es conmovedora; tiene cierta predestinación y cierta santidad nórdicas.

Los últimos años de Kustaa, en la soledad de su ruina, a orillas de un lago, como envuelto en una caricia celestial, es cosa nórdica, desconocida por aquí.

Aprendí más acerca de Finlandia en este libro que en todo lo leído antes.

Lo que más me gustó es que sin hablar de Dios nos hace gustar su presencia con una gran seguridad (5).

Mil gracias, me hizo mucho bien,

Fernando González

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(4) Sillanpää, Frans Emil (1888-1964). Premio Nobel en 1939. Se caracteriza por una especie de determinismo filosófico y un amor casi religioso hacia la naturaleza, muy afines a la sensibilidad de Fernando.

(5) La vida y la obra de Fernando González se dividen en tres períodos: período de juventud, caracterizado por una formación moral, en extremo rigurosa y marcada por su expulsión del colegio. Es el período de la melancolía y del pesimismo, que se objetiviza en Pensamientos de un viejo (1916). El autor preferido es Arthur Shopenhauer. Fernando no cree en la vida. Segundo período: se inicia hacia 1922. La unión con Margarita Restrepo, los hijos que empiezan a llegar, hacen el milagro de sacar a Fernando del mundo de la melancolía en el que se hallaba. Viaje a pie, publicado en 1929, representa una ruptura con el pasado y una explosión de vida. Este período, que dura hasta 1941, es de gran riqueza de ideas y de intensa producción literaria. Porque cree en la vida, lucha contra todo aspecto negativo. Se gana muchos enemigos. Su autor favorito en esta época es Nietzsche, «el afirmador» del hombre superior, no el nihilista. El tercer período se inició con la crisis de pobreza y marginamiento del año 1941, con la obra El maestro de escuela, donde se declara literariamente muerto: ex Fernando González. Es el período religioso o místico, en el que el combate se torna interior, alejándose de la lucha de los hombres. A este período de evolución espiritual pertenecen en su mayoría estas cartas.

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Carta n.º 3

11 de septiembre de 1944

A mi querido amigo el padre
Antonio Restrepo S. J.

Ayer le envié los dos volúmenes primeros de À la recherche du temps perdu de Marcel Proust (6).

Para mí, este Proust tiene importancia literaria como fundador de esa escuela egoísta de autoanálisis. Pero me disgusta mucho, pues es literatura enferma. Coger un incidente y su emoción y analizarlo poco a poco, larga, largamente: tal es el secreto. Proust era enfermo desde niño, enfermo nervioso y murió solitario como un gato. Su hermano es o fue un gran médico.

¿No le parece a usted, que país en donde florecen los Proust, es fácilmente aplastado por vecinos robustos y «bárbaros»? (robusto y bárbaro es pleonasmo). El estilo de Proust es preciso, quizá el francés más hermoso de estas últimas décadas, pero non mi piace. No puedo leerlo sin que me sienta muy triste.

Pronto le enviaré a Kafka. Este sí me gusta: es otro enfermo, pero de muy diferente especie.

Estoy leyendo a Caballero Calderón; el libro que usted me prestó. Es muy, muy bueno (7).

Nada es bello sino lo verdadero. Eso de Proust puede que sean análisis profundos, pero son de emociones de teratología. Sus libros pueden gustar mucho a los que se dediquen a estudiar psicología patológica. Para mí tengo que esos libros hacen daño a los jóvenes, pues se habitúan a reconcentrarse en sus pequeñas emociones, como si fueran el centro del universo.

Atentamente,

Fernando González

P. S. Acabo de releer Ofendidos y humillados de Dostoievsky y no ceso de repetirme: «¡Es superior a Shakespeare!». ¿Qué dice usted? ¿Le envío ese libro? (8)

Fernando González

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(6) Proust, Marcel (1871-1922), novelista francés. Desde 1913 hasta su muerte vivió solitariamente escribiendo los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido. Es interesante la comparación que hace Fernando González con Kafka (1883-1924); en realidad se trata de dos enfermos geniales.

(7) Caballero Calderón, Eduardo (1910-1993), escritor colombiano. Entre sus novelas más conocidas está Tipacoque. Como es de 1941, probablemente a ella se refería la carta.

(8) Dostoievsky, Fedor Mijailovich (1821-1881), genio de la literatura rusa cuya obra cumbre es Los hermanos Karamazov. En esta carta se ve hasta qué punto disfrutaba F. G. con los grandes clásicos. A Shakespeare lo leía Fernando en inglés. En la carta n.º 4 le recomienda la lectura de El gran inquisidor.

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Carta n.º 4

A mi amigo el padre
Antonio Restrepo S. J.

Allí le envío, pues, el Dostoievsky, que quizá sea buen compañero en las alturas de La Ceja. Nietzsche decía que sus maestros en psicología habían sido Dostoievsky y Stendhal (Enrique Beyle). O no, lo que dijo fue que sólo de esos había tenido qué aprender.

Respecto de Nietzsche, le diré que me gusta mucho, que lo amo mucho, porque él amaba por sobre todo a Jesucristo. Su último escrito, una carta escrita en Turín, ya loco, la firmó «El crucificado» (9).

Le mando también Our Town, de mi amigo Thornton Wilder, para mí el mejor dramaturgo de hoy. Observe cómo y con qué arte resucitó el corifeo griego (10).

Va Mi Compadre. Este es de regalo, y, si no puede guardarlo, que pase a otros amigos. Lo escribí en 1931, en Venezuela, y lo saqué en limpio en el invierno de 1934 en Marsella (11).

Respecto a las tentaciones de Nuestro Señor, busque en el Dostoievsky «El gran Inquisidor» (12), que allí está. Mañana iré, a la hora que me mande decir con Fernando.

Fernando González

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(9) Tres autores influyeron en Fernando desde la más temprana edad: Schopenhauer, Spinoza y Nietzsche. Precisamente la lectura a escondidas de sus obras, prohibidas por el Índice, fue una de las causas de la expulsión del Colegio San Ignacio al terminar quinto de bachillerato en 1911. En Pensamientos de un viejo (1916) predominan el pesimismo y el determinismo de los dos primeros. A partir de Viaje a pie (1929) se advierte la influencia positiva de Nietzsche, que afirma la vida y critica el maniqueísmo de la moral cristiana. Por estas razones amó a Nietzsche, aunque en varios aspectos se separó de él.

(10) Wilder, Thornton. Novelista y dramaturgo estadounidense, nacido en 1897. Nuestra ciudad y otras de sus obras han sido llevadas al cine. Fernando le dedicó a Wilder su obra El maestro de escuela: «Homenaje a Thornton Wilder, el creador del drama eterno Our Town», escribió.

(11) Mi Compadre, editado en Barcelona en 1934, donde relata sus experiencias del viaje a Venezuela en los últimos meses de 1931. No le gustó el ambiente sumiso a la dictadura, aunque admiró el orden y el carácter vital de Juan Vicente Gómez. El libro tiene mucho de sátira. Prueba de ello es que no se permitió su circulación en el vecino país. El encuentro con la cuna de Bolívar fue reconfortante para Fernando.

(12) La leyenda de «El Gran Inquisidor» constituye una de las partes más profundas y con mayor altura de Los hermanos Karamazov.

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Carta n.º 5

22 de septiembre de 1944

Al padre
Antonio Restrepo S. J.

Mi querido amigo:

Este librito de Bernárdez (13) es muy grande. No lo conocía. Anoche leí «La lágrima», «El mar» y «Silencio» y me acosté más cerca del Señor. Mil gracias por haberme presentado a un verdadero poeta. La humanidad sigue produciendo frutos… y pronto moriremos.

Le devuelvo el de Caballero Calderón. Muy bueno. Gracias. Pero Bernárdez es quien ocupa ahora todo mi ambiente.

Muy pronto iré a conversar, pues me hace falta oírle su entusiasmo y sentir su juventud dedicada, dada a «lo bueno» y «lo bello».

Reciba la amistad de

Fernando González

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(13) Bernárdez, Francisco Luis. Poeta argentino, nacido en Buenos Aires en 1900, vivió en España y recibió la influencia de Valle Inclán. Poesía, la suya, impregnada de religiosidad.

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Carta n.º 6

10 y 11 de octubre de 1944

Al padre
Antonio Restrepo S. J.

Muy querido amigo:

Magníficos los libros de Bernárdez. Mil gracias. Estoy leyendo Nostalgia de Dios (14). Creo que Bloy fue también el que convirtió al catolicismo a Maritain (15).

Hoy, 10 de octubre, estuve de viaje a visitarlo, pero resolvieron aquí hacer Junta de Valorización y tendré que asistir como asesor jurídico (16). Mañana pienso ir a darme el gusto de conversar con usted. Ya nos queda poco tiempo, ya se acerca el viaje suyo para el teologado. Para mí es una lástima, pues se aleja materialmente un amigo.

A medida que pasan los días aumenta en mí el deseo de conocer, de saber con seguridad, quiénes somos los hombres. Por eso, me ha gustado mucho Nostalgia de Dios.

Así, pues, hoy 11 de octubre, pienso ir a ver si puedo conversar con usted.

Reciba la amistad de

Fernando González

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(14) Novela del escritor holandés Pieter van der Meer de Walcheren, converso al catolicismo. En la carta n.º 9 Fernando comenta Paraíso blanco, otra obra del mismo autor, cuyo tema central no le gusta.

(15) León Bloy estuvo, en efecto, muy ligado a la familia Maritain: Jacques y Raïssa, ambos también conversos al catolicismo. Puede observarse esto en el libro Les grandes amitiés de Raïssa Maritain (Desclée, París, 1949).

(16) Entre 1941 y 1945 Fernando desempeñó el puesto de asesor jurídico de la Junta de Valorización del Municipio de Medellín. Ocupando dicho cargo recopiló toda la legislación vigente sobre la materia en un curioso libro: Estatuto de valorización (Imprenta Municipal, 1942). En la segunda parte ataca la propiedad privada mal adquirida. El libro se abre con este pensamiento: «Este impuesto duele, pero beneficia. No le hace que insulten, con tal de que paguen. Pagarlo es ganar».

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Carta n.º 7

17 de octubre de 1944

A mi amigo el padre
Antonio Restrepo S. J.

Hace unos días que he estado en cierta brega conmigo mismo, y creo que el motivo es Nostalgia de Dios, por eso no he ni cumplido las promesas de enviar aquel bendito Pensamiento de un viejo (17). Se trata de sensación de disgusto con uno mismo y de una cantaleta de preguntas. Nunca puedo leer acerca de Dios sin que me venga eso. Creo que es porque el «yo» está iluso mientras vivimos. ¿Para qué? Y al leer del Infinito, se percata de ello el yo. En fin, he estado amargo, intranquilo. ¿Y dónde va el intranquilo, que no perturbe?

Muy pronto me pondré en paz con el Padre, y entonces iré y llevaré cosas buenas.

Nostalgia de Dios es libro que nos rebulle mucho, y que hace en el lector, que sea un habituado en la tierra, el efecto de un vomitivo saludable. ¡Qué bueno es! Más que bello es bueno. Si el hombre es de «otra parte» (18), entonces hay diferencia entre bello y bueno.

Mil recuerdos de este pobre amigo,

Fernando González

P. S. Mi idea es que quizá no le lleve Pensamientos de un viejo, pues me da vergüenza de todo lo que he escrito.

Fernando González

P.S. La palabra vomitivo, aplicada al libro moral, es alabanza.

Fernando González

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(17) Pensamiento de un viejo. Primera obra de Fernando, que comenzó a escribir a los dieciséis años al ser expulsado del Colegio San Ignacio, en quinto año de bachillerato. De ahí su ambiente melancólico y pesimista. Fue publicada con prólogo de don Fidel Cano en 1916.

(18) «La Huerta del Alemán», residencia cercana a Envigado, desde donde Fernando escribe estas cartas, será rebautizada, años más tarde, con el simbólico nombre de «Otraparte». Ver cartas 38 y 41.

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Carta n.º 8

Envigado, 20 de octubre de 1944

A mi muy querido amigo, el padre
Antonio Restrepo S. J.
Colegio San Ignacio
Medellín

Ayer, digo ahora, le quedé mal a mi deseo de ir a visitarlo, porque unos señores suecos me dieron cita para las 4 p. m., y cuando logré despegarme de ellos ya eran las 5¾, y pensé que ya esa no era hora oportuna.

Ahora estoy aquí, en mi cuartito del balcón, admirando los versos de este poeta, Fernando hijo. Me ha gustado muchísimo el poema al tiempo, sobre todo eso de llamar a la tumba «fonda de olvido». Eso vale mucho y me conmueve. ¿Y los maestros, no son padres? Puede llamarlo, pues, su hijo, al poeta que me acompaña en mi celda.

Anteanoche hizo por aquí una tempestad. Yo estaba con Nostalgia de Dios. Los truenos nos despertaron y luego los rayos desgarraban la noche oscura y llovida. El cuartito tiene ventanucas, y por ahí se veían los desgarramientos de la noche. Respondían desgarramientos de la conciencia cincuentona. Pero al ver y sentir al hijo ahí, «me aseguraba».

He pensado mucho en su León Bloy. Créame que el Padre dispuso que estas nuestras órbitas se cruzaran durante estos días que preceden a su teologado y a mis bodas de oro en la tierra. Ni un cabello cae sin su voluntad. Por mi parte, su amistad me ha rejuvenecido y espero (Esperanza) que nuestro encuentro fue en Eternidad. Qué raros esos «fue» y «Eternidad». Una cosa sé, ya con seguridad, y es que Dios es lo único que presta sentido a todo lo que hacemos. No, no es eso. Quiero decir que lo que no esté fundado en la voluntad de Dios, no tiene valor verdadero, es ilusión. Por ejemplo, ¿que me den los «honores» mayores, qué? La misma angustia, el mismo desespero. Mientras que si me quedo solo y humillado y uno mi soledad y humillación al Infinito, soy rey de reyes, o sea, beato.

Esta conciencia de Dios no la he perdido ni un solo día, merced a una amistad que tengo desde niño con la Virgen del Perpetuo Socorro. Ella nos va a llevar a usted y a mí al gran teologado, que llaman cielo.

Respecto de los libros como La rueda de Daulí, me gustan, porque en medio de esa noche horrible de las pasiones y miserias, hay relámpagos. Son dramáticos: la miseria y el dolor van llevando a los actores hacia la angustia divina.

Perdone todas estas retahílas. Todas son para decirle que creo que vamos llevados de la mano bondadosa que conoce el camino.

Hoy iré a visitarlo, pues el tiempo se acaba.

Suyo,

Fernando González

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Carta n.º 9

Medellín, 23 de octubre de 1944

Padre
Antonio Restrepo S. J.
Colegio San Ignacio

Querido amigo:

Ayer, al leer El paraíso blanco de Pieter van der Meer, sentí durante la lectura toda una intranquilidad, cierta resistencia, y hasta esta mañana no pude darme cuenta de qué era. Se trata de esto: que los caminos del Señor todos son buenos y que a unos los llama por aquí y a otros por allá; que, por lo tanto, es exagerado van der Meer al decir que la única verdadera vida es la de los cartujos, la vida contemplativa. Para mí tengo que la verdad de las verdades, el cimiento inconmovible de toda vida, es aceptar la voluntad de Dios, y que esta Voluntad es siempre verdadera vida, ya sea de criado, de gerente, de cartujo, de rey o de mendigo.

A nuestro padre Ignacio pareció llamarlo Dios a la vida contemplativa, y él bregó hasta lo indecible por la vida de mendigo celeste y por irse a Palestina, y resultó que Dios lo fue llevando a la milicia ésta, en que vivimos los jesuitas. Nada más activo que lo ignaciano. A nosotros, vascos (en la familia de san Ignacio había Ochoas; su abuelo era Ochoa de Loyola; yo soy Ochoa), nos llama Dios por el lado de la guerra, en su verdadero sentido (19).

Así, pues, mi reparo a El paraíso blanco es que está fundado en un sentimiento exagerado: poner la vida contemplativa por encima de todos los senderos de la voluntad divina. Esto es muy explicable en van der Meer, por ser cristiano nuevo y por su sangre sajona, que exagera siempre las verdades. La única verdad que nunca puede ser exagerada es: aceptar la voluntad de Dios.

Como me interesa muchísimo ver claro en este asunto, le suplico el favor de meditarlo y decirme qué hay aquí.

Su amigo de aquí y de todas partes,

Fernando González

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(19) Tanto por el apellido paterno Arango, como por el materno Ochoa, Fernando es de ascendencia vasca. De manera especial se sentía heredero del ancestro de los Ochoas, y recordará en diferentes oportunidades que no sólo san Ignacio de Loyola era vasco, sino también el Libertador Simón Bolívar, por el Bolívar y por sus ascendientes Ochoas.

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Carta n.º 10

23 de octubre, por la tarde

Soberbio este librito sobre León Bloy (20). La figura de éste la tengo en el corazón. Eso es lo que yo entiendo por hombre de Cristo: el que dice y vive la verdad que Cristo quiere que diga y viva. Y siempre será, mientras respire, un «pobre», un «loco», un perseguido por todo el orden establecido. El que quiere eternidad, tiene que aceptar miseria y dolor. Dios no da dos reinos. Este Bloy está en mi corazón; ni una palabra de las que le he leído hasta ahora en este librito, encuentra en mí oposición.

Hay que ser guerreros contra el placer y la facilidad. Yo, por ejemplo, hace tres años (4 años) que vivo en derrota, «a causa —me digo— de tener que mantener a la familia». ¡Sofismas! Debí seguir adelante, diciendo la verdad… Todo esto me atormenta. Una voz nos llama, una voz nos censura, en el silencio de la noche (21), etc.

Suyo,

Fernando González

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(20) Bloy, León (1846-1917). Escritor francés, controvertido, polemista y demoledor de falsas apariencias cristianas. Vivió un cristianismo evangélico, al cual se había convertido apasionadamente. Perteneció al círculo de los amigos de los Maritain. Ver nota n.º 15.

(21) Se refiere a la crisis de 1941, año en el que publicó El maestro de escuela. La incomprensión, el marginamiento, la pobreza a la que lo condujo la lucha contra todo el establecimiento en la década del treinta. Debe entender que para vivir es preciso adaptarse al medio. Desde entonces no escribe más y se declara, al término de la obra, oficialmente muerto: «Requiescat in pace. Ahora sí estoy muerto. Ex Fernando González».

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Carta n.º 11

7 de noviembre de 1944

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Colegio San Ignacio

Querido amigo:

Este libro de Bernanos, Diario de un cura de campo (22), es lo mejor de todo lo que nos hemos cambiado en nuestros días de amistad. Estoy conmovido y más cerca. Nada es bueno, sólo lo que nos acerca a Dios, y en proporción.

Ni una sola página dejó de herirme buenamente; lo tuve que leer a momenticos, pues la emoción no me dejaba. Es libro que se debe editar copiosamente para repartirlo: «Dar de comer al hambriento». El pueblo lo que necesita es de este pan, pues no somos los hombres marranitos engordados para Nochebuena. ¡Qué bello! Usted me ganó: el mejor libro vino de allá para acá.

Reciba el amor de su hermano,

Fernando González

P. S. Que Él nos dé vidas dignas de muertes como la de ese curita, muertes que son nacimientos.

Fernando González

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(22) Bernanos, Georges (1888-1948). Novelista y ensayista francés. Ahonda en el problema del pecado y de la gracia con gran fuerza dramática.

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Carta n.º 12

14 de noviembre de 1944

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Medellín

Muy recordado amigo:

Me conmovió muchísimo Diario de un cura de campo, por Bernanos; aún no he vuelto en mí, sobre todo la muerte. Lo que más me interesa en la vida son las muertes. En las biografías, siempre comienzo a leer por la muerte. Los entierros, agonías y muertes me atraen y me angustian; me parece que no valdremos nada, sino cuando no creamos en la muerte.

Como usted me pidió que le diera mis impresiones acerca del curita de Bernanos, ahí van de mi diario:

Noviembre 7. — Temor a la muerte y mucho amor a la vida. Oré en la carretera, por la noche, al ir a Envigado, y dormí entre el espanto. Me hirió hondamente esto de Kierkegaard: «La persistencia en el pecado es continuo pecado» (23). Amor intensísimo a la tierra, a la vida aquí; a la mañana, al mediodía, al atardecer y a la noche; a los sucesos, al hambre y a la sed. Tú, Dios, me diste a la tierra por madre y al sol por padre. Mis hijos y mi mujer: ¡qué cadena de amor tan irrompible me liga a ellos! Y… lo sabemos sólo cuando presentimos la muerte; que nos vamos o que se van.

Vivir debe ser «morir» y morir proceso de traslado, ir reviviendo. Si así no se actúa, la muerte es la gran triste sorpresa, el acto aterrador que asusta a los niños, que impresiona para todas sus vidas a los niños. ¿Qué debía ser la muerte? Nada. (¡Ay, ay, ay, esto no puede ser realidad y es verdad!).

Leí en Homero la despedida de Aquiles a la vida: «Adiós carne asada en chuzos; adiós esclavas de carnes elásticas; adiós noche de amplio seno acogedor; adiós pupila del Universo; adiós mar palpitante» (24), etc.

Oración para estos días: «Ven, Papá, dirígeme; fecunda los amagos heroicos, humilde heroísmo continuo de tolerarme, tal como es tu voluntad; que sea, dame conocimiento, alias libertad, a cambio de todo. Llévame. Enséñame la oración del Hijo del Hombre. Quítame la cobardía».

El héroe:

¿Viniste ya? ¡Eres sombra! Nada mío te llevas; nada tengo, lo gasté todo. De mí no te nutrirás…

La muerte:

¡Orgulloso! ¿Y tus manos que palpan? ¿Tus oídos que oyen a los cucaracheros? ¿Tus ojos que ven la noche honda y el día lleno? ¿Tu cuerpo tibio? ¿La mano materna en tu frente? ¿Tus amigos…? Nadie, ni el Hijo del Hombre, ha dejado de mirarme con tristeza…

Corifeo:

¡Ánimo! ¡Esta angustia es herencia no renunciable! ¡Valor! ¡Valor! Nadie muere contento: nadie puede odiar su cuerpo tibio, obra maestra. Ama: no puedes morir contento, pero muere amando y serás hombre y los dioses no te borrarán del libro de la vida. Ama y no morirás.

Todo eso es hijo del curita de Bernanos (25). Le remito mi carta para el colega Álvaro Franco M. A., para que me haga el favor de incluirla en una suya que le escriba.

Reciba toda mi amistad,

Fernando González

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(23) Kierkegaard, Søren (1813-1855). Padre del existencialismo religioso, agónico, como Unamuno y como el propio Fernando. La cita es de El concepto de la angustia.

(24) La Ilíada. Muerte de Príamo.

(25) Ver Carta n.º 11 (Bernanos).

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Carta n.º 13

Medellín, 28 de abril de 1945

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Muy querido amigo:

Me causó mucha emoción de agradecimiento el telegrama que me puso usted con el padre Ordóñez, el día 24 de este mes, en que ajusté los cincuenta años. Nada mejor que la amistad; un buen amigo es mejor que el vino, que el sueño y muchas otras cosas. Lo malo es que falta muy poco, a lo sumo un bachillerato, para que la exhalación cese. Y amamos la tierra; es de nuestro natural amarla, y es amable como obra que es de Dios. Pero, decía Miguel Ángel que la muerte también era buena, como obra del mismo artífice que hizo esta vida. A mí se me ha disminuido algo el miedo, pero me tengo miedo a mí mismo. En fin, mañana, mañana, la palabra que a usted lo impresiona tanto.

Me hace el favor de saludar al padre Ordóñez; que lo recuerdo siempre mucho. A ambos ustedes les deseo a toda hora vidas plenas, realizadoras de plenitud; creadoras de la Belleza divina en otros hombres, es decir, grandes educadores, misioneros de la Belleza y la energía. Todo esto hace mucha falta en Colombia. ¡Y el Señor Jesucristo era tan hermoso, tan real, tan noble, tan Dios! En todos estos mis deseos, hay egoísmo también, pues si mis dos amigos llegan a ser poderosos, yo también lo seré, porque el que tiene abogado sabio, etc. Échenle, pues, para que si me estuviere ahogando, me pesquen.

Hoy tengo una molestia para causarle: se trata de que un sobrinito entró el Seminario y necesita una gramática latina por Caro y Cuervo. La he buscado aquí, como aguja perdida. No la hay ni de quinta mano. Me dicen que no se consigue en librerías; que la última edición es de hace años. Que hay que buscarla con viejos estudiantes. ¿Podría conseguirse allá? No importa el precio. Aquí las han vendido de segunda mano a $10.oo. Si logra conseguir alguna, bien puede pagarla hasta $15.oo y me avisa para mandarle la platica. Me hace el favor de perdonar, pero mi interés es por tratarse de un hijo de mi hermana segunda y del médico Francisco Restrepo Molina, que es mi médico y a quien debo muchos favores.

El poema que «hubiere escrito mi hijo, el poeta», lo tengo en casa del enmarcador, pues lo voy a colocar en marquito azul, bajo vidrio y a colocarlo bajo el crucifijo; es el expediente para la hora aquella en que se abra, se comience a abrir la gran puerta. Como lo que hubiere escrito mi hijo el poeta Fernando, este poema me llegó muy hondo.

El padre Izu ya casi no camina. Lento, lento, y como en el cielo. Cuando lo veo por ahí, en el atrio, me parece que ya estoy con él, allá. Es muy bello. Seco, limpio, todo espíritu. Hay viejos niños; se ven nacer (26).

Reciba para usted y para el padre Ordoñez el amor de

Fernando González

P. S. ¿Recibió mi telegrama? Va la copia, por si se perdió.

Fernando González

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(26) El padre Antonio Restrepo se había trasladado del Colegio San Ignacio, en Medellín, al Teologado de Chapinero, en Bogotá (ver reportaje). Esta es la primera carta a la nueva dirección. En ella hace referencia al padre Augusto Ordóñez, profesor desde hacía años en la Universidad Javeriana, y al padre Izu, «el jesuita que me enseñó las tablas, así: “¿Ocho por siete?, ¿nueve por nueve?”, creándome reflejos, educándome…» en el Colegio San Ignacio de Medellín hacia 1902 (la cita es de El remordimiento).

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Carta n.º 14

5 de mayo de 1945

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Universidad Javeriana
Bogotá

Muy querido amigo y señor:

Recibí anteayer noche la gramática de Caro y Cuervo que me envió. Edición tercera, 1887. Fue un milagro el conseguirla, pues aquí como treinta comisionados que tenía, no pudieron. Y mucho mejor que sea edición antigua, pues mucho más curiosa. El sobrino está feliz y agradecido. Yo lo estoy mucho más. Sólo la amistad hace milagros (por eso los hace el Señor, porque es nuestro amigo). Pero es necesario que me diga cuánto costó, pues ustedes no son ricos, quizá por serlo en realidad (alias Vis, Virtud).

Usted me hace falta. Ahora he estado padeciendo por esas venganzas en Europa. Eso de colgar bocabajo a Mussolini, como en las carnicerías, escupir y maltratar el cadáver…; eso de estar predicando, como lo hacen los soviéticos, el odio y la venganza como virtudes. Es decir, parece que desean hacer virtud, lo que era pecado, hasta en tiempos de Aquiles: porque éste estaba frenético por la muerte del amigo; salió a la pelea; mató a muchos en su frenesí, mató a Héctor, arrastró su cadáver y se lo llevó a aquella tienda para darlo a los perros… Pero el viejo rey, padre de Héctor, sale nocturnamente, llega a la tienda e implora (lo más bello de ese poema) y Aquiles le entrega el cadáver… (27) Ahora predican que es bueno hasta vengarse en cadáveres, Stalin y Antonio Eden exigen que les entreguen el cadáver de Hitler.

Ya casi pretenden evadir los reinos de Hades (el Señor). «¡Muéstrenme el cadáver!». Este es el grito soviético.

Van a venir tiempos muy duros. América es el lugar donde se conserva el amor. Observe cómo buscan los ejércitos americanos para rendirse a ellos. Los yanquis entraron en esta guerra sin odios, obligados.

Los 33 años suyos son la culminación, que llega hasta los cincuenta. Pero yo me siento aún muy joven y enamorado de la vida, pues ésta es obra de quien no hace nada que no sea bueno. Por eso la muerte debe ser muy buena; por ser obra de este artífice. Esta idea es de Miguel Ángel. Claro que yo sé la inmanencia de la ley, que el vicioso vive eternamente en su vicio, a menos que el gran Milagro (La Misericordia) lo rescate. En fin, viejo ya, espero cada día con más esperanza. Nada sé, pero hay el Ser Infinito. Ergo (¡qué pedante estoy!), espero.

Treinta y tres años y uno de los hombres americanos que tiene más amigos; usted tiene que vivir contento y esperanzado, pues ninguno de los que se le han acercado deja de amarlo. El poeta Fernando tiene desde enero una carta para usted y se me olvida en la casa siempre. Pero si alguien es su amigo y ora por su felicidad, ese es el poetica González Restrepo. Vive rezando… Cuando despierto durante la noche, miro y ahí está arrodillado… Apenas me siente, disimula… Yo no le digo nada, pues me da mucho miedo entrometerme en amores de Dios. ¡Él sabe más que yo! ¡Que lo conduzca! Margarita estaba riñéndole por esa rezadera que tiene, y la llamé y le dije: «No te metas en estas cosas que son ajenas y de un dueño celoso». Y parece que son cosas de Dios, pues el niño cada vez es más dulce, manso, y sin rencor por nada.

Voy muy pronto a hacer el paquete de las cosas buenas que he leído… Recuerdos a mis amigos de allá y reciba el amor de quien de verdad lo ama,

Fernando González

P. S. La Dolorosa (junto con la del Perpetuo Socorro) será mi Dulcinea. Le diré cuando se esté abriendo el portón: «¡Dame la mano y condúcenos!» (a usted y a mí), pues desde allá sí que voy a mandar literatura para Antonio Restrepo S. J. Yo me quiero morir después de usted, pues necesito embajador. «Venga a encontrarme», le rezo siempre a mi padre Daniel González, que fue muy varón de Dios (28).

Fernando González

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(27) Ver la Ilíada, rapsodias xiv y xxii.

(28) Daniel González y Pastora Ochoa fueron los padres de Fernando, quien se sintió más identificado con la familia materna. De Daniel recibió su carácter extrovertido y «gocetas». De su madre, prototipo de los Ochoa, la «rumiadera» de los problemas interiores y el carácter agonista a lo Unamuno, otro vasco.

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Carta n.º 15

Medellín, 11 de junio de 1945

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Muy bueno el estudio sobre Montaigne. Lo recibí hace unos cinco días en la Revista Pedagógica. En pocas palabras, hay un retrato muy completo y vivo. Le quedó «que habla» (29).

No le había escrito estos días, porque he estado arreglando mi nueva oficina de abogado. Es en el Edificio Córdoba, pieza n.º 6. Es la carrera Bolívar, entre la plaza de Berrío y el Palacio de la Gobernación. Una pieza amplia, con dos balcones a la calle. Ahora tendré que inventarme el conqué: ya no soy funcionario (30).

Recibí la Señora mía de los Dolores y ya está al frente de mi lecho. Es compañera insuperable. Si dilettino altri colle donne; ma io mi diletto colla mia sposa, la signora del dolori, molto migliori che tutta a la altra.

Esto lo escribo imitando a Niccolò de’ Niccoli (31), el humanista, en su frase acerca de la filosofía.

¡Qué bueno irse de por aquí! No me place esta tierra colombiana, España es mejor. Ahora sueño y sueño con irme.

Mi salida de esta Valorización fue porque estaban robando y lo dije.

Mil y mil gracias por los regalos, sobre todo por la Virgen. Ahí va una carta de Fernando, tiene mala ortografía.

Los niños van todos muy bien, pero todos son malos ortógrafos.

Deseo que esté muy feliz y cada vez más enamorado de los grandes amigos, los libros.

Adiós,

Fernando González

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(29) El padre Restrepo Pérez, además de un gran caballero, fue un gran catador de buena literatura, y buen escritor, dotes que no pudo desarrollar por dedicarse a la organización de las Casas de Ejercicios Espirituales (ver reportaje). Fue una persona admirable, sus compañeros jesuitas lo llamaban «don Antonio» con especial cariño y admiración. Publicó un «Ensayo sobre Montaigne» en la Revista Iberoamericana de Educación, editada por los jesuitas en Bogotá durante los años 1945-1948, con traducción al inglés para la edición de Estados Unidos y Canadá. Otros escritos del padre Restrepo para la mencionada revista, de la cual era colaborador habitual, fueron: «La escolástica y Rabelais», «Raimundo Lulio» y «El niño y las leyes de la herencia». El ensayo sobre Montaigne tuvo una excelente crítica e impresionó muy favorablemente a Fernando.

(30) Desde 1942 desempeñaba el cargo de Asesor Jurídico de la Oficina de Valorización en el Municipio de Medellín.

(31) Nicolli, Niccolò (1364-1437). Humanista y coleccionista de manuscritos clásicos que fueron la base de la Biblioteca Laureciana de Florencia, Italia.

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Carta n.º 16

2 de agosto de 1945

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Universidad Javeriana – Teología
Bogotá

Muy querido amigo:

Vino este amigo y me trajo noticias suyas. Me alegra saber de usted. Me hace falta. Este joven, portador de estas noticias y de esta carta, es artista. Anoche leí la mitad del libro que escribió: Tierra de maizales.

Ese me parece que es el título. Es evocativo y original eso de las memorias de un grano de maíz. Ahí le envío Cartas a Estanislao (32); los dos números de Antioquia (33) que han salido estos días, muy fuertes, creo que se los envié ya. Pensamientos de un viejo ya los tiene usted, recuerde. Me gustó mucho el ensayo sobre Montaigne; aquí lo tengo, al lado. En la revista hay otro suyo, sobre el niño y la educación, muy bueno, como suyo. He estado trabajando mucho. Al trabajar se conserva uno joven. Es difícil ganar la vida. Pero estoy contento, así vivo, enamorado de todo, en paz con Dios en cuanto se puede… Y no se puede, porque es infinito y nos dio infinita posibilidad. Es una angustia esto. ¡Qué bueno vivir y trabajar muchos, muchos años! La vida es un don inapreciable: ver, oír, tocar, oler, sentir, padecer; reaccionar y conocer a Dios y, en consecuencia, amarlo. ¡Esto es todo! ¿Por qué no me escribió? ¿Recibió las revistas? Son fuertes, ásperas… Como no quiero sino a Él, digo todo lo que me parece conocer… amar… Y nada odio, pero parezco áspero. En fin, usted me conoce: anhelo de infinita libertad en Cristo; no temer, ni odiar, sólo vivir libre, en Dios.

Los niños muy bien, sin olvidar al maestro bueno, estudiando mucho, y buenos siempre. Al nacer, al aparecer engendrados, se los consagré a Cristo, y por eso será. Viven libres en Cristo, y yo siento que sólo de sus cuerpos soy la causa próxima. Son hijos de Dios, le mandan muchos recuerdos. La geometría y un maestro muy malo de ella son el tormento de Fernando. ¿Qué hay de esa ciudad fría, frágil, leguleya, agradable únicamente para los que gustan de comer adulaciones y vanidades? Yo vine disgustado. Aquí no hay sino negociantes, pero en La Huerta del Alemán vivimos solos, solos de hombres, pero llenos de algo muy bueno. Se llama beatitud. Hoy me hallo demasiado cansado y nervioso. Otro día le escribiré más largo. Recuerdos a todos mis amigos, al padrecito Ordóñez, a quien tanto quiero y que ya debió ordenarse. Qué bueno volver a esa azotea teológica. Arrivederci!

Siempre suyo,

Fernando González

P. S. Duque Gómez (34) es un joven muy interesante. El portador de ésta. Usted es siempre buen catador. Los amigos suyos son siempre interesantes.

Margarita (35) dice que muchos recuerdos de ella, que cada día lee dos o tres libros. Es una lectora empedernida.

«Se tu sarai solo, tu sarai tutto tuo»: Leonardo da Vinci. No sabe lo bueno que me siento aquí, responsable de mi oficina, exfuncionario.

Ser empleado es estar en el infierno.

Fernando González

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(32) Cartas a Estanislao, publicado en Manizales en 1935. Interesante para conocer su vida de cónsul en Génova y Marsella y el regreso a Colombia, en difícil situación que va a generar la crisis de 1941 en la vida de Fernando.

(33) Antioquia, revista escrita y editada en su totalidad por Fernando entre 1936 y 1939. Tiene un receso y vuelve a aparecer en 1945 en forma esporádica. Se refiere en esta carta a los últimos números.

(34) Guillermo Duque Gómez. Abogado y escritor, es el autor de Tierra de maizales, donde narra el peregrinaje de un grano de maíz.

(35) Margarita Restrepo, hija del expresidente Carlos E. Restrepo, contrajo matrimonio con Fernando en 1922. Murió en 1979. Fue una admirable esposa, a la que se refiere el autor en sus obras con el seudónimo de Berenguela. Amó a Fernando como a un niño: «… las mujeres que padecen a un hombre de estos desarrollan tal capacidad de sufrir y de intuición, que no envejecen; son como ángeles, ángeles que saben que “esos locos” son niños grandes». Las rarezas de Fernando nunca velaron la gran admiración y amor que éste sentía por Margarita. (Ver carta n.º 32).

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Carta n.º 17

Medellín, 15 de octubre de 1946

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Mil recuerdos de todos y mi amistad de siempre. Hoy es para pedirle que me haga el favor de ir a visitar a un amigo muy querido, casi un hijo, que se está muriendo, hace ocho meses, de cáncer en la columna vertebral. Se llama el Dr. Jairo Jaramillo Vallejo. Es un joven y hace ocho meses que está en el Instituto Nacional de Radio o Cancerología, y no se muere. Parece que ya se confesó, pues la semana pasada le escribí al respecto, y ahora me dijo un amigo común que ya se había confesado. Urge que usted vaya con algún padre ordenado y machucho, para que lo consuelen y vean si lo echamos en los brazos de la única esperanza, Jesucristo.

P. S. Es muy valiente ese joven. Gozaba mucho cuando yo me documentaba acerca de nuestro padre Ignacio (36), por ahí nació nuestra amistad y mi deseo es que quede listo con su visita para ir al Señor.

Gracias y hasta que venga para oírle la primera misa y participar en la Cena.

Au revoir,

Fernando González

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(36) A Fernando le interesaron sobre todo dos figuras: Simón Bolívar, conciencia continental de América y Libertador por excelencia, y san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Sobre su vida vivió documentándose, desde que entró en amistad con el padre Restrepo (ver carta n.º 1), y quiso escribir la biografía del santo, para la cual dejó muchos apuntes, también tomados en Bilbao, durante el tiempo que vivió en esa ciudad española. La admiración por Loyola no fue óbice para que en muchos aspectos criticara, sobre todo en Viaje a pie, el jesuitismo, tal como a él le había tocado vivirlo en sus años de juventud en el Colegio San Ignacio en Medellín (ver cartas 36 y 37). En su admiración por el Libertador escribió en 1930 su polémico libro Mi Simón Bolívar.

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Carta n.º 18

Medellín, 1.º de febrero de 1947

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Ayer, amigo no olvidado ni olvidable, apenas ayer me trajo el estudiante, cuyo nombre se me fue, la carta suya del 2 de diciembre de 1946, y el libro Control cerebral (37) y las dos preciosas cabezas de mi Señora la Virgen María. El libro dizque andaba por ahí desde hace meses. Pero llegaron. Primero, ese Jairo moribundo… Mil gracias por haber ido nuevamente. Él era antes marxista y mil cosas de juventud y entusiasmo; hoy es el misterio de la vida, ansiosa de eternidad.

Yo iré a su ordenación. ¿Cómo no? Si somos caminantes que atisbamos y que todo lo dan por conocer a Dios. Yo doy de vez en cuando alguna cosa querida, pues soy pecador; usted da, dio y da su juventud y todo a cambio de luz. En fin, yo iré, pues algo de mi ser se dedica a Jesús, el Cristo, en usted.

Las dos estampas de Luini son muy bellas y me quedé yo con las dos, pues ella es mi Señora, de ella estoy enamorado hace mucho, desde que la conocí y no me ha engañado nunca.

Margarita está enojada porque le robé su regalo; ella lo recuerda siempre, lo mismo que Fernandito, el poeta, el que anda metido en la dificilísima carrera de santo. Es un santico, escrupuloso, serio, flaquísimo, de hábitos rígidos, que duerme y reza en mi cuarto.

Me preocupa mucho, pues nada tan inquietante, ni tan difícil, ni tan intocable como estas almas que coge la mano invisible, para nosotros los terrícolas.

Con el estudiante le remití ese Remordimiento (38) juvenil; es crudo, ese soy yo, el verdadero yo, el que desde que cumplí cuarenta y ocho años anda escondido, tapado. En fin, ¿quién somos?

Reciba el amor de su amigo,

Fernando González

P. S. El libro Control cerebral trata precisamente de cuestiones que son las que me apasionan. ¿Quién somos? ¿Seremos estrellas tapadas, estrellas estrelladas contra todo esto?

Vale

Fernando González

P. S. Se ordenó el padre Trino Serrano, el flaquito, el santico flaco, menudo, inquieto, moreno, creo que algo ojiverde. ¡Qué lástima que no asistí cuando sus manos partían el pan! «Haced esto en recuerdo mío». Si está por allá, dígale que lo amo mucho y que ore por este pedazo de pecador.

Fernando González

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(37) Irala, Narciso. Control cerebral y emocional. Bilbao. Libro que en 1959 alcanzó la vigesimotercera edición.

(38) El remordimiento, Manizales, 1935. Trata del valor postrero del remordimiento como acicate de la vida y del mecanismo del perfeccionamiento humano. «Tony es símbolo de la vida», la cual es ambigua como una mujer, que nos tienta. De la vida podemos sacar el bien o el mal.

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Carta n.º 19

Medellín, 2 de octubre de 1947

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Muy querido amigo:

Cuando hace unos siete días me contó Fernando que usted había venido por enfermedad de su papá, le dije que me avisara su regreso y ayer me salió con que usted vino y se fue ya. Estuve enojado con él anoche. Hoy me dice la secretaria que ayer a las diez vino un sacerdote joven a mi oficina. Ése debió ser usted. Fernando me entregó el Evangelio para uso diario en «americano». ¡Qué bien! Oré mucho por su papá. Usted está presente en mí continuamente.

¿Qué puedo contarle? Que cada día temo menos al futuro (la muerte), porque cada día vivo más el hecho de que todo (vida y muerte) es voluntad de Dios: Creación.

Anoche me enojé porque no lo vi a usted, y hoy tengo remordimiento de haberme enojado y haber sido áspero con mi casa. En fin, así vamos y llegaremos a la voluntad soberana.

Lecturas últimas: Kant, Shakespeare, Sófocles, Esquilo, Eurípides, Dante y muchos de los físicos y químicos de hoy, con sus energías, átomos, núcleos, etc. (39) Hay unos filósofos ingleses, del siglo xx, muy al día con el átomo y son existencialistas. Por estos datos puede inducir en dónde estoy, cada vez más cerca de usted, entregado al Señor.

¿Este año se ordena? ¡Qué bien! Reciba mi corazón y los de los hijos,

Fernando González

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(39) En la década de los años treinta, la más productiva y creadora de Fernando, éste insistía en la teoría de que los latinoamericanos leemos mucho y creamos poco o nada, y que al llegar a los treinta años de edad se debe leer menos y meditar y crear más. A Fernando no le gustaba leer por leer, pese a que leyó mucho. Los libros no constituían para él una torre de marfil, un reducto al margen de la vida real, sino una medicación para pensar en la vida. Por ello fue quizás el único filósofo original que hemos tenido en Colombia. Los que se dedican a analizar el pensamiento, a hacer exégesis de textos, sin ninguna referencia a nuestra realidad, pueden ser buenos comentaristas, pero no filósofos creadores. Colombia está en el limbo de la creación filosófica. Este hecho fue denunciado por Fernando claramente en Los negroides.

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Carta n.º 20

Medellín, 9 de octubre de 1947

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Querido amigo:

Hace quince días o un mes que se me presentó un negocio de abogado: asistir a un señor a quien una señora denunció por robo. Resultó que era un enredo pasional, amores pecaminosos, y que la señora de familia distinguida, con hijos crecidos ya, estaba encinta y separada del marido.

Luego de consufrir este drama, logré que la señora no abortara y que se fuera a Bogotá, al Buen Pastor, calle 52 n.º 13-64, y allá está en absoluta miseria, en una oscuridad moral que da grima, pero ya el Señor comienza a alumbrar allí.

Se trata, pues, querido amigo, de ver si uno de los padres va al Buen Pastor y la visita (puede decir que yo se lo pedí) y logramos así levantar a esa señora y que aguante su dolor. Se llama NN. Es muy inteligente; sufre mucho; sus pecados y tristezas son hondos; su arrepentimiento y dolor alegre, apenas nace. Hay que darle la mano. Hoy recibí carta de ella. No sé si lo que le pido a usted sea posible.

Perdone que lo moleste, pero no hay remedio.

Suyo siempre,

Fernando González

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Carta n.º 21

Medellín, 17 de octubre de 1947

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Ayer recibí la noticia y sigo acompañándolo; desde que usted vino, pensaba en su papá y en usted. Recuerdo mucho que cuando mi papá expiró, cesó mi tristeza. Desde entonces entendí que las cosas son así: dolor, padre de la alegría; placer, padre de la tristeza. Esta es la ley divina de este mundo. Tenemos que seguir, dolidos, pero cada vez más en el poder infinito, anegados.

En casa hemos orado mucho por usted y por el viejo, que ya «vive». Qué raro esto que decimos aquí, que murió. El Nazareno (The Nazarene), de Sholem Asch, es de los libros que más me ha conmovido en la vida. No deje de leer el que le sigue y que es como su segunda parte, se llama El Apóstol. Es gran estudio sobre Saulo, san Pablo, y los otros grandes sires, señores hijos de Jesucristo.

Anoche, al leer el «Cielo» de Dante, me parecía sentir (?) a su papá por allá, en la Voluntad Del que puede.

¡Ánimo, ánimo! Por aquí también llueve, pero esperamos: «La fe es la sustancia de las cosas que esperamos» (Pablo) (40). Venga a nos tu reino; hágase tu voluntad. Uno, dos, tres… y resucitaremos.

Un día llegará, ya casi, en que usted tendrá a Jesucristo en sus brazos, para que resucitemos.

De todos, todo nuestro amor,

Fernando González

P. S. La señora esa, se me escapó, pues… Pero no hay nada perdido. Uno obra y que se haga lo que debe hacerse. Usted tiene razón: «Son como piedras que ruedan, que se despedazan y van hasta el fondo». Sí. En fin, que siga la bola, mil gracias por lo que usted hizo.

Fernando González

P. S. Lo que yo quería comunicarle es algo así como que su papá se ríe o sonríe de nosotros porque estamos tristes porque él «murió».

Fernando González

Releí esto que escribí y no veo que haya dicho nada de lo que quería comunicarle, las palabras son material muy duro.

Fernando González

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(40) Hebreos 11:1.

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Carta n.º 22

Medellín, 21 de noviembre de 1947

Al padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.
Bogotá

Estoy acobardado, porque parece que se me daña la ida a su ordenación; efectivamente, desde hace días que va creciendo mi mal de las arterias (arterioesclerosis), con nexos en hígado, intestino, etc. Anoche fue de oscuridad… Y todo este tiempo ha ido entreverado ahí el pensamiento de su ordenación y de mi viaje, con una suspicacia tácita que me dice: ¿por qué le escribí a mi amigo que allá estaría con su papá? ¿Será que voy a morir también? Hoy (son las nueve a. m.) llamé a pedir cita a un doctor Vélez Escobar, para que me examine bien y me diga qué hay y si podré ir. Me dieron cita para el lunes 24 a las dos. Resolví escribirle, para si no fuera a la ordenación, sepa que el dolor será de mi alma. Vaya o no vaya corporalmente, ese día estaré orando por usted y su papá y mi oración será oída, pues ese día comulgaré, aquí o allá, en donde Dios me tuviere.

Fernando ya es bachiller. Muy robusto, sigue comulgando diariamente y ya está sano. Su religión no era enfermedad, pues. Yo quiero que sea santo. Simón ganó 5.º año, pero perdió el inglés. Es «noviero» y muy bueno. Hombre de acción. A mi hijo Álvaro, químico, le nació el primogénito, muy hermoso y sano. Lo pusimos Lucas Felipe. Lucas («el médico amado»: san Pablo) y Felipe, el del Señor; va a un mismo tiempo: mi tatarabuelo era Lucas de Ochoa, y el de Margarita, Felipe Restrepo, fue cura de Itagüí. (Se ordenó apenas enviudó).

Ramiro termina medicina el año entrante (41).

Recibió Fernando el Evangelio por días, en inglés, con las cosas de Saulo, también por días. Gracias.

Que el Señor Jesucristo nos bendiga a todos y me facilite la ida para los días 1.º, 2 y 3 de diciembre de 1947. En todo caso, usted «escogió la mejor parte». Ser sacerdote, creo yo, es cambiar la reproducción carnal por todos los bienes. It is the best business.

Fernando González

P. S. En la revista del colegio de aquí salió un trabajo suyo muy bueno. Cara de intelectual disciplinado, de hombre que ha vivido dolores y que mira lejos. También salió un retrato suyo en la revista, muy bueno.

Fernando González

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(41) Fernando González tuvo cinco hijos: Álvaro, Ramiro, Pilar, Fernando y Simón, que fue el menor. Por todos ellos da muestras de mucho amor en las cartas. Excepto Ramiro, quien murió en 1948 (ver carta n.º 25), todos los demás fueron profesionales. Simón fue quien organizó un original Congreso Mundial de Brujería en el año de 1975.

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Carta n.º 23

1.º de diciembre de 1947

Al ya casi sacerdote del
Señor Jesucristo
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Va a tener que orar mucho por mí en sus primeras misas, porque hasta ahora el doctor Ignacio Vélez Escobar (42), radiólogo, especialista en vientre, me ha encontrado un cálculo o piedra muy grande en la vesícula biliar y dizque el único remedio es sacar la vejiguilla esa.

Mañana a las 2 p.m. me examinarán el colon y siguen otros exámenes.

Así, pues, no quiso el Señor que yo estuviera allá, físicamente, para celebrar ese día glorioso para nosotros. Pero aquí comulgaré y un mismo y solo Dios será nuestra unificación mística.

Estoy triste, pues yo lo amo a usted como a un hijo y estaba esperando recibir a Jesucristo de sus manos. Pero la fe transporta los montes y el acto puede realizarlo el espíritu.

¿Está contento? ¿Recibió mi carta anterior, de hace unos días? ¿Y la de Fernando González Restrepo, de antier? Que Dios lo bendiga siempre.

Ore por mí, un poco o un mucho, ese día.

Fernando González

P. S. De casa, todos esperando ese día feliz para comulgar por usted.

Fernando González

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(42) Ignacio Vélez Escobar, prestigioso médico, fue rector de la Universidad de Antioquia y político conservador.

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Carta n.º 24

Medellín, 11 de diciembre de 1947

A mi querido amigo el padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.
Bogotá

Qué le contaré, sino que fue una fiesta alegre esta coronación de sus esfuerzos. Ya usted es sacerdote de Jesucristo. Paréceme que Él lo atendió en su segunda misa, ofrecida por mí (el regalo mayor que he recibido y el que recibiré), pues desde ese instante, sin saberlo yo aún, estoy mejor. Dios lo oye a usted y Él oye a los justos. Mil y mil gracias y que yo consiga algún tesoro para usted, tesoro de alegría, de luz, de salud.

¿Cómo se siente? ¿Imprime carácter? ¿Se re-na-ce?

Todos aquí felices por tenerlo a usted de intermediario: ya tenemos uno que continúa la línea directa de Pedro, Saulo, Santiago, «el hermano del Señor», etc.

Resultado: un gran cálculo biliar. Iban a operarme, y me enviaron donde el cardiólogo para que dijera de la circulación, y aquí fue Troya… pero fue su unión con el Cristo, en mi misa

Artritis obliterante en las extremidades inferiores, o sea que se taparon y se tapan las arterias de las patas.

Y no hubo operación… Que viva la gallina con su pepita. Régimen: no comer grasas, ni chocolate, ni condimentos, ni fritos, ni huevos; frutas sí y beber whisky (!). ¿Qué opina de esto último? No hay mal que por bien no venga. No fumar, pero beber 60 cm3 de whisky al día. Así vamos, pues…, camino de toda carne, camino de todo hijo de mujer, mortales, pero confiados en Jesucristo. Me siento ya muy mortal, pero tengo fe y aguardo. Aguardo no más que en aquel Hijo de Dios. El resto es paja, placer y dolor.

Reciba mi corazón,

Fernando González

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Carta n.º 25 *

Medellín, 10 de enero de 1948

Al reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.

Muy querido amigo:

En Cali, con Margarita y Pilar, Fernando y Simón desde el 20 de diciembre. Hasta ayer. Fuimos en automóvil y vinimos también en ruedas. Por allá pensé en usted mucho; al lado de la casa donde vivíamos está un convento de Hermanas Vicentinas, hermoso, reposado, y allí iba yo a la misa de cinco a hacer lo que el Señor dijo que hiciéramos en recuerdo suyo, partir el pan, comer su carne y beber su sangre, y allí oré por usted, especialmente el 24, en la misa de gallo. El capellán es un viejo francés rudo, de manos grandes, que según me dijeron ya nada ambiciona de este mundo, pues su ambición se reducía a ir a ver a su madre en Francia, conseguir mil dólares para ello, y la madre ya se le murió.

Allá fui a «nuestra casa», a visitar al padre Martínez, que es el rector. Me parece que se alegró, pues al día siguiente fue a verme con el padre… con el padrecito amigo suyo y mío, el que estaba allá para ordenarse, cuando fui a Bogotá, y que fue maestro de Ramiro… ¡Maldita memoria…! Y está el padre Ordoñez… Está igual, menudito, consumido por su incendio interior y… ya tiene tres canas en los temporales. Me entristecí al verle las tres canas.

¿Qué hice en Cali? Meditar y aprender. Estas son las emociones e ideas que me poseyeron: que hay estos bienes en nuestras vidas: verdad, verídicos; amor, amar, darse a obra que santifique el nombre de Dios en su criatura; método; y, por encima de todo límite, total: Jesús, el hijo de Dios.

En fin, Cali es lugar bellísimo; el Valle es paraíso, o podría ser paraíso.

Los jesuitas en Cali tenían casa alquilada en 1935, cuando fui la penúltima vez: hoy tienen iglesia y colegio grande, y yo como jesuita suelto gocé con ello, pues creo que el padre Ignacio es gloria del hombre, amor y método.

Lo he pensado mucho. Ramiro cumplirá el 28 de este mes un año de andar por los reinos del Señor (43). Qué bueno que usted celebrara la misa por él, el 28, y que le dijera a nuestro Señor, cuando consagre la hostia, un recadito: que le dé la gloria ya; que si algo debe, le perdone.

Reciba el amor de su amigo y que le dé un año bendito.

Fernando González

P. S. Mil gracias por los libros, son preciosos y los quería tener.

Fernando González

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(43) Ramiro murió el 28 de enero de 1948, de leucemia, justo al terminar su carrera de medicina. Fue un duro golpe para Fernando, que pudo sobrellevar con fe. —[* Nota de Otraparte.org: esta carta es realmente de 1949, y por lo tanto debe estar más adelante en el libro. Sin embargo, respetaremos por ahora el orden de la edición de 1983 mientras preparamos la segunda edición].

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Carta n.º 26

23 de abril de 1948

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Carrera 10A n.º 65 – 48
Bogotá

Muy querido amigo:

No le he vuelto a escribir porque ahora vivo en algo muy oscuro, triste. ¿Recuerda usted que yo le contaba que para mí esto era un paraíso? Pues ahora es un lugar muy lejos, muy lejos de la luz. Tan lejos de Dios es este mundo, que no sabemos de Dios sino por la fe, por la esperanza y por la gracia de Cristo.

Mi hijo Ramiro era como mi columna. ¡Si viera cómo lo respetaba yo…! ¡Es hasta misterioso! Era serio, muy responsable y de una mente tan pura, que era mi padre.

Y al irse él, ¿qué me quedó? Su ausencia es ahora mi realidad. Paso los días y las noches llamando a Cristo, a la Madre y a Ramiro. Siempre había sentido a Dios en todas partes, y ahora no lo siento, como si me hubiera dejado. Oro, oro, llamo, grito y nada; siento como realidad la nada.

Resumen: oscuridad, mucho miedo y orar continuo… pero como en el vacío. Amo más que nunca a Dios y los dioses (héroes), pero es como un amor que no agarra. Yo no sabía que Ramiro fuera en mi vida todo eso. Murieron hermanos, padres y amigos y yo quedé intacto. Con Ramiro quedé así: 4-5 =-1.

Mil gracias por su carta. Su amistad me es preciosa, tanto, que no quería escribirle hasta que el sol volviera.

Ore mucho por mí. Ya soy nadie. Yo oraré por usted siempre, sobre todo el 27 de abril, día de sus 35. ¿Con que usted también es de abril? ¿Sabe otra cosa que me pasa? Que me ha nacido un poder grande para poder ver mi pasado. No sabía que yo hubiera hecho, pensado, sentido y vivido tantas suciedades. A ratos me parece que por eso se fue Ramiro. Ramiro tenía algo de noble, virgen, serio, responsable. Dios se lo llevó, me digo a ratos, para que no estuviera al lado de esta podredumbre, que lo ama a usted, y que por eso, por podre…, no le había querido escribir. Rece, pues, para ver si sale el sol.

Fernando González

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Carta n.º 27

Medellín, 24 de junio de 1948

Al reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.
Bogotá

Recibí primero el libro Dios por J. Restat (44) y anoche me llevó Simón el San Pablo. Usted generoso siempre y amigo incomparable. No le he escrito porque me encuentro amargo, o mejor intranquilo. Acabo de leer acerca de la muerte de su compañero el padre Hurtado, que cayó de una bicicleta. El mundo está endurecido como camino del trópico cuando no tiene árboles: o así lo siento, menos cuando la imagen de usted se aparece. Pero dejemos el pequeño yo. Muy interesante el libro Dios de Restat. Es riquísimo, abundante en aporte de ciencias a las pruebas de que hay un Dios. Pero, para mí, creo que vivimos en Dios y que a Dios no se le prueba, no se le coge, no es objeto, sino que se le vive. Claro que las pruebas son bellísimas, pero lo confortante y lo vivificante es sentirnos en su poder. He gozado mucho con el libro San Pablo, es muy bueno. Este gran santo es uno de los que habitan en casa, al lado de Simón Pedro, cuya prudencia y mansedumbre en la conducción de la Iglesia nadie igualará.

En fin, usted es mi amigo y nunca me olvida y si yo fuere a donde el Señor Jesucristo, lo cual espero confiadamente, desde allá, si usted está por aquí, bregaré por retribuirle lo bueno que es para conmigo.

Yo no estoy, no estuve triste porque Ramiro murió, sino que desde su muerte siento angustia inexplicable; aumentó mi fe, pero también nacieron momentos de amargas dudas, momentos en que me parece que no hay yo, y tú, sino una soledad sin siquiera sombra de un Tú. No sé explicarle. Comulgo con mucha frecuencia, pero el sentimiento de estar solo no se quita. Murieron todas las pasiones; mi apego a la vida es ahora apenas negativo: miedo del misterio. Perdone el que haya recaído en el pequeño yo, pero es que así somos: yo, yo, yo… ¿Qué más? Le diré: que creo, vivo el hecho de que este mundo humano es uno de los más lejanos de Dios; somos ciegos; estamos en destierro durísimo; por eso es por lo que hay que escribir tantos libros, para probar que Dios es. Y este mundo humano es durísimo, como la «falda» de Las Coles, una que hay para llegar a Salamina desde Pácora: causalidad dura, nacimiento, reproducción, muerte. Antes, en el paraíso «veían» a Dios; hoy, a raticos, lo entrevemos a través de la gracia. Esto es lo que siento por las noches. Un hombre que está en todo en esta lucha imbécil, ¿cómo va a escribir? Mañana voy a recibir a Jesucristo y a pedirle por usted durante diez minutos. Mañana a las siete y media en La Candelaria. También por su papá.

Mil gracias y un abrazo de su amigo,

Fernando González

P. S. Como no puse esta carta en la mañana, sino que la llevaré hasta ahora a las 3 p. m., usted la recibirá mañana 25. Así que mañana 25 y también el 26 a las 7 1/2 a. m. Doce horas antes de expirar, Ramiro me dijo repentinamente: «Qué raro, me parece que yo voy detrás de usted por un mar muy grande». Y así me siento: un mar inmenso y remos, un barquito atravesándolo.

Fernando González

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(44) Julio Restat Cortés: La existencia de Dios ante la filosofía y las ciencias (Santiago de Chile, 1926). A Fernando no le entusiasmaban las pruebas abstractas de la existencia de Dios. A Dios hay que sentirlo y vivirlo, de lo contrario las pruebas están de más. Desde que lo expulsaron del colegio por negar el principio de identidad, símbolo de la filosofía fixista y abstracta, Fernando anduvo buscando una filosofía vital, cuyo último fundamento lo encontró en el Dios vivo de la experiencia, y no en el Dios abstracto de los filósofos. Fernando se acerca bastante al punto de vista de Miguel de Unamuno: «Mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad».

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Carta n.º 28

Medellín, 4 de septiembre de 1948

Al reverendo padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.
Carrera 10A n.º 65 – 48
Bogotá

Muy querido amigo:

Recibí su carta de agosto 12. Mil gracias. Cómo es de grande mi alegría al saberlo y sentirlo a usted, así como está, en la vida verdadera.

El folletico sobre el «Corazón» me gustó muchísimo; ¿es obra suya? Me llegó hondamente, pues es paladeo de las bienaventuranzas del Hijo del Hombre, y paladeo muy consonante con el Espíritu Santo. Esta partecita en donde dice que no meterse así, bruscamente, en las vidas ajenas, es de educador y me pareció sentir su espíritu. Tolerar los sucesos, que son voluntad de Dios; tolerar al prójimo con amor, porque es él también voluntad de Dios, y tolerarse a sí mismo… Sí, hay que ser diplomático del amor o caridad, y eso era el padre Ignacio; este gran espíritu fue el diplomático de Cristo. En fin…

Por aquí hay milagros: milagros de amor. O sea, que soy feliz y que todos en casa son felices, con la felicidad de Cristo, que es, según entiendo, un milagro que consiste en que mientras más padezcamos como hombres de aquí más felices nos sentimos; o sea, cierta participación misteriosa en eso de la Cruz. Estos son tartamudeos; y lo cierto del caso es que ahora soy feliz. Mi súplica ahora al Señor es que me dé vivencia en su resurrección; vivencia del Dios Vivo, del Padre y hermano Dios Jesucristo. En fin, por lo anterior, usted, mi amigo queridísimo, entenderá por dónde voy. Mi gran deseo, el que es como el del aire al que se ahoga, es vivir que Ramiro vive.

Ahora estoy leyendo a los padres griegos y latinos. Me atraen mucho los terceros, o sea, los discípulos de los discípulos. Eran muy gnósticos, sobre todo Orígenes (45), y eso no me gusta en ellos. La verdad es Cristo, y el camino y la luz y basta.

Ahora está muy enfermo mi hermano mayor Alfonso (46), allá en Bogotá. Ha sido hombre muy inteligente, artista literato, anticuario. Tiene cuadros de todos los maestros. Está muy rico. Tiene 57 años; ha sido un gran sibarita, entregado a los placeres… Es muy inteligente. Ahora le apareció enfermedad en el corazón y temen un infarto. Fue discípulo de los jesuitas; es católico, alejado de Dios, pero por sibarita. Yo le escribí diplomáticamente que leyera a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Creo que el padre Félix Restrepo lo conoce. Se me ocurre que si el padre Félix le telefoneara solicitándole si tuviera una edición rara de algún libro, y por ahí se le metiera, para que le mostrara la casa, que es un verdadero museo, que sólo hay así en Europa, y usted fuera con él… el resto lo hace Cristo… Es necesario que no se asuste, que no sepa que es diplomacia. En todo caso, inteligentes son ustedes, y es mi hermano preferido Cristo el más inteligente de todos. Y «siempre me pagué de pequeño sermón y de dueña pequeña y de pequeña vergüenza» (Arcipreste de Hita).

Reciba el corazón de su hermano,

Fernando González

P. S. Si fuera posible lo de mi hermano, que sea muy diplomáticamente, con las reglas del padre Ignacio, «tentando para el bien», así como el diablo tienta para el mal con la apariencia del bien.

Fernando González

P. S. Escríbame. Adiós.

Fernando González

P. S. Au revoir.

Fernando González

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(45) Orígenes intenta conciliar y explicar el cristianismo con las especulaciones neoplatónicas. Esto no le gusta a Fernando por considerarlo una forma de gnosticismo teórico y esotérico. Prefiere la complicidad del Evangelio.

(46) La familia González Ochoa fue de siete hermanos, y con Alfonso lo unió siempre una amistad muy especial. Por los años treinta, Alfonso se desempeñaba como alcalde de Manizales, y ayudó entonces a la edición de las obras de su hermano Fernando (El remordimiento y Cartas a Estanislao) en 1935. Siempre se preocupó por defender, comprender y dar a conocer las obras de su hermano.

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Carta n.º 29

11 de octubre de 1948

Al reverendo padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.
Carrera 10A n.º 65 – 48
Bogotá

El 14, pasado mañana, comulgaré y oiré misa pidiendo todo el rato por «su viejito» para que el Señor le dé ese día más beatitud. Porque nosotros los de Cristo tenemos dos vidas: ésta y el Reino de Dios.

¿No ve usted cómo todo es voluntad de Dios, y cómo lo que se pide es concedido sin saber uno cómo ni cuándo? Alfonso ya está donde lo queríamos usted y yo. Usted fue y celebró la Gran Cena y todo va muy bien. ¡Mil gracias! Ya usted y yo colaboramos en tres veces: con Jairo, que no murió sino que vivió al dormirse; y con la mujercita aquélla que yo mandé al Buen Pastor y que usted fue a ver y ya se había volado. (Está aquí y es la directora de la «casa» de ingenieros de Guadalupe, Energía Eléctrica). ¿Qué opina usted de los caminos del Espíritu Santo, que no los prevé nadie, pero que siempre van a donde Dios? ¿Y Alfonso? Todo termina bien cuando uno le pide en nombre del Maestro y Señor; va sucediendo el asunto, poco a poco, y puede que uno crea que se vanió, pero luego ve, al final, que el Espíritu Santo es la inteligencia infinita, y que el suceder o historia no es sino la voluntad de Dios, que es la posibilidad infinita del bien, o sea, que todo lo bueno que pidamos, se cumplirá.

Me preguntó en una de sus cartas si conocía la de san Jerónimo. Pues sí, el día en que usted me preguntó eso, yo las estaba leyendo. San Jerónimo tenía no sé qué parecido con León Bloy (47).

Lo único perfecto, no opinable, sobrenatural, hermoso sustantivamente, es Jesucristo. Lo demás es bueno o bello, por parecido con Él.

Sí, Cristo es el Hijo de Dios, y el que lo conoce, conoce a Dios, y es la puerta, la luz, la verdad, el camino, y a usted lo tengo yo en el corazón de Él y echémosle y seremos del libro de la vida.

Margarita se fue a Barranquilla, Cartagena y Santa Marta hace nueve días. Volverá el lunes entrante. Si Dios me ayuda iré entonces a verlo con los ojos, pues en mí lo veo y siento vivir y progresar.

Abrazos,

Fernando González

P. S. Fernando, Pilar y Simón, muy bien, el catorce a las seis y media y siete y media oraré por su papá.

Fernando González

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(47) Definitivamente, a Fernando le encantaban los agonistas cristianos, los luchadores, los críticos del establecimiento y de las rutinas de una tradición cristiana acomodada a la ley del mínimo esfuerzo.

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Carta n.º 30

Medellín, 25 de enero de 1949

Querido padre
Antonio Restrepo S. J.

El 22, sábado a las 8 p. m. poco más o menos, cogió el Señor Jesucristo a Alfonso «muy dulcemente». Así vamos, pues. ¡Qué brutos los que dicen «muerte» dándole ese relleno de nada, de hedor, de flores y llantos! Veamos: Jesucristo es Dios vivo. Mueren los dioses muertos, porque eso son. Jesucristo es Dios vivo. Mueren los dioses muertos, porque eso son.

¡Ay, ay!, qué bruto soy, que estoy muy triste, pero a ratos entreverada una beatitud, así como esos airecillos calientes que llevan entreveradas unas frescuras.

Ore mucho por Alfonso. Al partir el pan bendito el 28, dígale al Señor que se fije en Ramiro y en Alfonso, que ellos murieron en esa fe que es «la sustancia de las cosas que esperamos» (48).

Que murió dulcemente, abrazado al Cristo de marfil que usted le bendijo, recordándonos a usted y a mí, y que fue así como si se durmiera en aquel Hijo bendito del Padre.

¡Échele, pues…! Aguante a Barranquilla, aguantemos, que la felicidad suma es padecer.

Soy muy feliz, muy feliz. Estoy enamorado, pero muy enamorado de la muerte, que es Cristo, es decir, la vida.

Mil y mil abrazos y que Cristo nos dé amor y amor,

Fernando González

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(48) Hebreos 11:4.

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Carta n.º 31

28 de enero de 1949

Reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.

Querido amigo:

Acabo de recibir su carta del 26, de antier, pero no recibió la mía del 23, en que le contaba de Alfonso, que está en la casa de Jesucristo ya. Se fue sin miedo, cogido del Cristo que usted le bendijo, sin dolor, sin enredos, en un instante. Tengo seguridad de que el Señor lo bendijo. Su enfermedad (la única en su vida) fue corta; vivió aquí como príncipe y Dios le dio el cielo por añadidura. Lo que dijeron de Fradique Mendes, el personaje del epistolario de Queiroz: «Toujours de la chance» (49).

Hoy me levanté a las 3. a. m., y a las cinco estaba en la Candelaria, comulgando; oí misa por mis caros celícolas, entre los que no es el menos su papá.

Estoy feliz; ¿sabe que desde niño yo tenía el siguiente mal?: meditaba en el instante en que moriré, lo actualizaba, y me desvanecía en angustias horrendas. Pues hoy, 28 de enero de 1949, vivo que soy inmortal. ¿Lo sé? No, señor. La palabra saber es para los que estudian en libros. Lo vivo es una realidad en mí, así como el 4 contiene al 1, al 2 y al 3, así contiene ella a «saber».

Y vivo también esto: que para saber o vivir que somos inmortales, hay que pedírselo a Cristo. Es el único modo, es la puerta única. ¡Qué bueno! ¡Qué bueno!

¿Muerto su papá, Ramiro y Alfonso? Pues no ve, Antonio mío, el milagro que nos dio Cristo por su papá y Ramiro: que Alfonso inmortal es como hijo suyo y mío. Me dicen que el amor que tenía por usted Alfonso, era mucho. Que murió diciéndole al médico: «Oiga, doctor, este crucifijo es el médico, como dijo Ramiro». Tengo muchas ganas de verlo y oírlo y comunicar con usted muchas cosas.

Abrazos y gracias,

Fernando González

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(49) «Siempre de suerte». En: Eça de Queiroz, José María (1845-1900). La correspondencia de Fradique Mendes. Obra póstuma publicada en 1900.

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Carta n.º 32

Medellín, 24 de abril de 1949

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Barranquilla (50)

Muy querido amigo:

Sí; el tiempo pasa y nos lleva con él, y ese último día está uno solo, solo, solo, solo aunque haya allí mucha gente. Anoche viví esto, esta soledad angustiosa. Ni un odio, ni un amor-pasión; está uno solo ante el Infinito. Por eso es por lo que tienen así la mirada. Todo es abandono y angustia. Bueno, ¿y su hermano? He preguntado y nada sé. He orado por él, por usted, por todos. La gran familia, la verdadera familia es la de los que se aman para el momento ese, y oran los unos por los otros.

La muerte, muy viva, no opuesta a la vida, sino esencia de la vida, no me abandona.

Mi vida es ya de muerto (o de vivo), a ratos creo que de vivo. La fe es un don sobrenatural y es cosa rara, por lo menos muy honda, muy oculta.

En casa todos lo recuerdan y lo tienen muy presente. Simón estudia el año «menosuno» de Ingeniería, dizque muy difícil; está acabado de estudiar. Fernando no ama ese estudio del Derecho. Dice que esas son opiniones, discusiones, y que quisiera estudiar a los animalitos o a las plantas. En la Bolivariana dicen que es el mejor y lo aman, por dulce y paciente. A ése parece que el Señor lo tiene para amar al prójimo. Margarita está la misma, sufrida, paciente, flaquita. Pilar, entregada a trabajar para los pobres, muy flaca también.

Ahora lo que me interesa a mí en el mundo es un problema que bulle en el ambiente. Cuando se acabe esto del capital privado, como fundamento de la economía, ¿no florecerá el cristianismo? Hoy los comunistas rusos son ateos. ¿Pero no será eso una enfermedad durante la pelea? (51)

Esto es una angustia que tengo, esta pregunta. En todo caso, los hombres están padeciendo como nunca con esto de la organización económica. Que se haga la voluntad de Dios.

Ya le he dado, pues, el panorama de nuestras vidas. Deme el suyo. ¿Quiénes son los discípulos? ¿Qué compañeros tiene? ¿Interesantes? ¿Cuál es su angustia?

Reciba un abrazo,

Fernando González

P. S. Ramiro, Alfonso y yo sentimos el bien de sus oraciones, cuando usted está con el Señor.

Fernando González

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(50) El padre Antonio Restrepo fue destinado en 1949 al Colegio San José de la Compañía de Jesús en Barranquilla, y ese mismo año, en abril, murió su hermano mayor Félix Restrepo Pérez.

(51) Fernando, individualista nato en sus escritos del primero y segundo períodos, por ejemplo en Una tesis (1919), fue evolucionando hacia la comprensión de un socialismo cristiano, no totalitario, en el que cuestionaba el modelo capitalista de propiedad privada, como puede verse en el Estatuto de valorización de 1942.

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Carta n.º 33

4 de junio de 1949

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Barranquilla

Recibí su carta y el libro acerca de escenas del pseudo juicio final. Lo interesante de la obra es que Camus coge el juicio final como oportunidad para describir personajes que conoció. Hágame el favor de darle mis agradecimientos al joven discípulo suyo y ofrecerle mi amistad. Muy pronto le enviaré algún libro que yo juzgue bueno.

La soledad sólo podemos conocerla los que hemos visto morir padres o hijos… Uno muere solo, solo, solo; para poder morir, es necesario vivir en cacería encarnizada de la propia persona, dándole muerte, consumiendo y padeciendo los complejos que la forman: vanidades, ambiciones, amoríos (con el término amorío quiero indicar que no es Amor sino el que se tiene a Dios).

Hay «soledad» cuando hay silencio físico y quietud física. Esa no es. Hay «soledad» cuando uno no tiene amigos ni familia, ni compañeros: esa no es. Sólo hay soledad cuando se está muriendo (y el morir es vivir cristianamente). Y la soledad verdadera se le aparece de repente y total, a la hora de la muerte, al que amó el mundo y la carne y el demonio: ¡que seamos liberados de ella! Pero no lo será sino el que coja la cruz y siga y en cuanto la haya cogido y seguido. Y como nadie la carga perfectamente, como «sólo Dios es bueno», la soledad se aparece en una hora inesperada a todo mortal. Y todos la tenemos que padecer para que muera el hombre. Así es como siento la soledad.

Hoy le escribo desde mi oficina; es sábado, son las cinco; no fui a almorzar, me quedé aquí, encerrado en la oficina, atacado por mi persona, atormentado, llamando al Señor, en garras de la soledad.

¡Barranquilla! Tres veces he pasado por allá y me he sentido solo, extranjero, asustado: hoy me siento extranjero, solo y asustado, llamando, en todas partes y en todo momento.

Me hace falta usted. Que el Señor nos proteja; que nos ayude a desnudarnos de la persona, a digerirnos y que venga por nosotros en la hora silenciosa y nos tenga dentro de su herida del corazón, en llamas, que es donde creo que está el Reino de Jesucristo y están Ramiro, su papá, etc.

«Hágase tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo».

Adiós, escríbame. Mi amistad para el amigo condiscípulo mío, en la escuela de usted.

Fernando González

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Carta n.º 34

Medellín, 21 de septiembre de 1951

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Colegio de San José
Barranquilla

Mi amigo inolvidable:

Acaba de llamar por teléfono un señor Álvarez a darme recado suyo, y me dijo que usted me había escrito a Envigado, varias veces. Esos paisanos míos me roban cartas y libros. Ni una sola ha llegado. Pero sí recibí hace siete días un folleto sobre «El Corazón de Jesús», en dos copias, la una para Margarita. Lo envió Débora con su mayordomo. Usted está presente en mí y pueden llevarse las cartas y todo, pero su presencia no. Yo estoy ya como muerto, porque no me gusta sino estar por ahí solo y en mi cuarto sin «leer». Y una de las pruebas de que ya estoy como muerto, es que lo que llaman «estar solo» significa en mí «estar acompañado», y lo que llaman «luz» me entristece, me oscurece la alegría. Por eso es por lo que no puedo escribir, porque este idioma es como falso: lo que llaman «alegre» es «triste» y así todas esas entes palabras.

De libros, tengo en la mesa de noche y lo tendré allí para siempre al padre Rodríguez: Ejercicios de Perfección Espiritual. Es lo mejor para mí, hoy. Luego Los Morales de san Gregorio Magno. En la cómoda, al lado, tengo las obras completas de Spinoza, la Crítica de la razón pura, de Kant. También el Diálogo de los perros de Cervantes; La Celestina de mi colega Fernando de Rojas, y la Divina Comedia en el infierno, nada más. De ésta, le diré que el Infierno es la flor de lo bueno, de la imaginería…, y que el Purgatorio y el Cielo son un desastre. Dante era imaginero, pero un místico pésimo.

El cielo de Dante es un desastre. Dante era pasional, escultor, nada místico (52).

Bueno, ¿no ve? Todo lo que uno dice es tontería. No expresa uno lo que siente. «Lo importante está en gustar mucho y no en leer mucho», o algo así dice el padre Ignacio en sus ejercicios. Lo que yo he querido decirle con esta carta es que lo amo; que ya vivo muy recogido y que leo sólo con el fin de comprobar el eco, así como el que toca campanas parece escuchar para comprobar la acústica del lugar.

Margarita, y yo y los hijos lo amamos siempre y cada instante.

Fernando González 8a

P. S. Zaqueo es mi gran amigo ahora. Me parece la figura más simpática y humana y santa y «querida» de los amigos del Señor. «Como era pequeño, se subió a un sicomoro para ver pasar a Jesús».

Zaqueo, ¡ven! Y el banquete y las frases de Zaqueo. Yo lo invoco siempre a la hora en que la gente está en cine, o sea por ahí a las 8 p. m. Creo, no sé por qué, que Zaqueo recibió a Ramiro y saldrá a recibirme. Zaqueo, ¡ven!

Fernando González 8a

P. S. Otro que me gusta es Nicodemo, pero era amigo de vanaglorias. Creía al escondido en la belleza. Zaqueo es superior. Zaqueo era un hombre todo amor y todo hombre y todo sinceridad. Adiosito.

Fernando González 8a

P. S. Nada como Zaqueo, el publicano, el usurero, en el sicomoro y para poder ver a Jesús, pues era pequeño. ¡Qué lindo eso!

Fernando Zaqueo Ochoa (53)

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(52) Acertado el juicio sobre la Divina Comedia. En el último período, Fernando gustó de obras ascéticas como la del padre Rodríguez, llamado «padre Machaca» porque en capítulos sucesivos «confirma lo dicho con algunos ejemplos». Pero no olvidó la buena literatura, La Celestina le encantaba, y la filosofía. La Ética de Spinoza estaba en cuatro ediciones en su biblioteca, que ocupaba dos piezas completas de la casa. En 1948 la vendió cuando pensó en irse a vivir a Chile, por invitación de Gabriela Mistral, amiga íntima con quien también sostuvo correspondencia. En los últimos años escribió Fernando: «Una verdadera biblioteca no contiene sino unos cincuenta libros, debajo del Sancta Sanctorum; unos doscientos en los misterios especializados, y… algún día te enseñaré mi biblioteca: hay unos diez; encima de ellos, alto, Benedicto Spinoza, con sus satélites, Bruno y Maimónides*. Allá, en el Sancta Sanctorum, en donde no hay arriba ni abajo, de donde brota la intimidad, está Jesucristo». Fernando hizo de los Evangelios y de San Pablo su alimento espiritual. [*Maimónides, eminente filósofo y legislador judío, nacido en Córdoba, España, en 1135, y muerto en El Cairo en 1204. Aspiraba Maimónides a conciliar ambas verdades: la revelada y la racional. Sostenía que la fe pura y el pensamiento puro encajan perfectamente entre sí. Ambas reconocen un solo Dios, de donde viene toda la creación, y aspiran a llevar al hombre a la perfección más completa. Estas teorías las desarrolló Maimónides en La guía de los perplejos, que escribió en árabe. Dejó muchos otros trabajos sobre moral, lógica y medicina. Fue también un eminente médico; el culto sultán Saladino lo nombró médico de la corte en Egipto, donde se extendió su prestigio entre árabes y judíos].

(53) Zaqueo fue el personaje evangélico predilecto de Fernando, en su época mística, hasta llegar a firmarse en esta carta Zaqueo, en lugar de González. Sin embargo, por nada renuncia a su apellido materno Ochoa, que aquí y en varias cartas lo escribe en clave: «8a».

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Carta n.º 35

Medellín, marzo de 1952

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Barranquilla

Va la amistad de todos los de casa. Hace días que recibimos, con Paulette, el regalo de los dos libros; ya los leímos; nos gustaron mucho, mil gracias.

La vida nuestra es exactamente la misma de cuando usted vino. Por dentro va la procesión, en la cual hay la novedad de que apenas pienso en Dios y en los seres amados. En la oscuridad de la noche me da algo así como un desvanecimiento o una admiración ante algo muy grandioso que está cerca y dentro, y que no sé qué sea, pero que sé que es amor imperecedero e imperecedera vida. Y en ese ámbito asombroso es en donde está usted, el Antonio, mi amigo.

De lecturas, nada. No puedo, porque me persiguen los pensamientos y los sueños. Apenas leo un párrafo es como golpe de badajo en campana de muchos ecos, y ahí me quedo alelado, turulato.

La vida es muy sagrada, la vida es muy sagrada es una de las cantaletas, ecos, que tengo.

Hoy le escribí a don Otto Wunderlin para pedirle que autorice a la directora del colegio de Paulette para que le permita ir a casa en los fines de semana. Esa niña nos ha parecido admirable, por su seriedad, carácter e inteligencia. Margarita es muy acertada o catadora. En casa remplaza a Pilar, la cual se fue hace nueve días para España a estudiar. No somos ahora sino Margarita, el santico de mi tocayo y este pecador con ganas de subirse a la higuera que desocupó Zaqueo, o san Zaqueo, pues es mi abogado ante el Señor.

Escríbame, que me hace falta. Dice usted que desde agosto reza más por nosotros, y yo entendía que por mí, porque en verdad soy un necesitado.

Adiós. Sepa que no se separa usted un minuto de mi espíritu.

Fernando González

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Carta n.º 36

Bilbao, 14 de marzo de 1956

Señor Párroco
Don Presbítero (Pbro.)
Antonio Restrepo Pérez S. J.

Muy querido amigo:

Hace tres años que estamos alejados, y la lejanía me causaba dolor y no me atrevía a decirle que estábamos alejados.

Ahora hace ya un mes y medio que estoy en absoluta soledad, con mi familia en Colombia. He aprovechado para un examen profundo de conciencia y todo era cobarde en mí, alejado de nuestro Señor Jesucristo. Apenas ahora ha aparecido claramente, netamente, la claridad de la conciencia: el catolicismo es una falsedad, una falsificación de Cristo. El catolicismo es el que tiene a Colombia y a toda Suramérica y a España y al mundo en esta crueldad materialista. Es el clero colombiano el que hundió a Colombia en ese infierno de violencia y homicidios. Usted es un corazón juvenil y puro, y por eso sufro al escribirle esto.

Por aquí he seguido mi camino, desangrándome, en lucha cruel con lo que amaba; he llegado a ver muy claramente que el clero romano es el mal del mundo. Mucho me duele escribir esto, pero a usted, a quien amo y que habrá pensado muchas veces en qué se hizo y por qué está lejos ese viejo Fernando, le debo la verdad de mi espíritu. Estudiando y estudiando a san Ignacio por aquí, por todas partes, estudiando todas las órdenes monásticas y la política del Vaticano…, pues me ha caído la gran tristeza y estoy cierto que todo eso no es de Cristo, que Cristo está tan solo hoy como lo estuvo en la cruz.

Aquí he seguido paso a paso a los jesuitas: horas enteras he estado parado al frente de la universidad de Deusto… y en Loyola. Y Cristo no está ahí. Los jesuitas son los consejeros de Franco; tienen los grandes negocios del régimen falangista.

Levanto mi brazo y pido a Nuestro Señor Jesucristo que coja mi mano y que haga de mí lo que quiera. Soy cristiano. Siento tristeza honda y desvío por Roma y por el clero romano.

Siento que son anticristianos. Ídem, los protestantes. Cristo está más solo hoy que en la cruz.

Esto se lo debía a usted, esta explicación. Recíbala como sincera muestra de amistad. Yo soy nadie. Soy solo, llamo a Cristo a toda hora. No soy enemigo de nadie, porque todo es voluntad de Dios. Lo amo a usted. Reciba esta carta como muestra de amistad, como entrega de mi alma, al amigo, no al jesuita. Ya no me interesan los jesuitas, ni ningún católico. Que el Señor Jesucristo nos cubra con su Reino. Yo no había escrito a usted, ni lo había buscado, porque me sentía lejos de lo que es para usted un deber y temía perturbarle. Hoy, cuando voy a cumplir 61 años y estoy próximo a la partida, me creo obligado a darle una explicación de por qué estaba lejos, en silencio.

Esto es lo profundo de mi espíritu. Nadie lo sabe, sino usted. No se trata de nada que no sea soledad, conmigo mismo. No vaya a cometer el pecado de decir que el sexo, o que algún interés, me aleja del catolicismo. No. No estoy lejos, no me quiero alejar. Es la desnudez de mi conciencia la que le doy al amigo. ¿Puede usted recibirla con el amor sincero con que yo la doy? Creo que sí. Porque usted es noble espíritu.

Adiós. Al fin, quizá, seremos del mismo universo del amor.

Fernando González

P. S. Sí, el cardenal Luque, el obispo Builes y los jesuitas y todo el clero, con Mariano Ospina Pérez, hicieron de Colombia ese antro diabólico que es hoy.

Fernando González

P. S. ¿No está el clero romano vendido a soldados que persiguen y asesinan al pueblo? En la Argentina, ¿no estuvieron vendidos a Eva Perón, recibida en triunfo en el Vaticano, y apenas cesó el dinero tumbaron a Perón? Esto, por ventura, ¿es santificar el nombre del Padre? Y en España, en donde el pueblo padece de hambre, ¿no son los jesuitas los consejeros de Franco? ¿No le redactan los discursos al ministro del Trabajo? ¿No defienden el sindicalismo estatal, y en otras partes lo atacan? ¿Aquí, en Bilbao, no son dueños de una cadena de ultramarinos?

Y ahora, ¿no pasean y profanan las reliquias de san Ignacio por todos los centros de jerarquías y falanges? No. Esto no es Cristo. Para esto no era necesario que bajara el Hijo de Dios. ¿O se es ciego? ¿O el reino de Dios es semejante a una mangada de El Poblado?

En fin, estoy lejos, muy lejos, y no volveré a Colombia ni en sueños, y a Roma, ni en delirios.

Fernando González

P. S. ¡Oh, vosotros!, los jesuitas jóvenes, el clero joven, ¿sois capaces de gritar la verdad de Cristo? ¿O sois moldes muertos, muertos en eso de «tandas de Ejercicios para caballeros»?

Fernando González

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Nota de Antonio Restrepo: Esta carta la escribe Fernando desde la ciudad vasca de Bilbao, donde fue cónsul de Colombia durante los años de 1954 a 1957. El país vasco le encantaba, a él, que se sentía tan vasco por lo de Ochoa, y por lo verde de las montañas, tan parecidas a las del Envigado natal. Pero la realidad de la dictadura franquista le producía tristeza; sobre todo, la relación íntima entre la Iglesia y el estado fascista, a la sombra del cual crecían los negociados y la explotación religiosa del turismo. Por otra parte, califica a la Colombia de los años de la violencia como «antro diabólico». Respetamos los juicios, fuertes, del autor, que él califica como «amargos», ya que nunca permitió durante su vida que se suprimiera ni una sola palabra de sus escritos. ¡Que la historia y Dios juzguen en últimas! Quizás nadie está libre de pecado, como lo recuerda el propio Fernando en la carta n.º 37: «El culpable vive criticando a otros, para esconderse como Adán y Eva». El alejamiento del catolicismo en Fernando es un distanciamiento de ciertos aspectos sociológicos; no una perdida de la fe, ni salida de la Iglesia, en la cual vivió y murió.

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Carta n.º 37

Bilbao, 27 de abril de 1956

Al reverendo padre
Antonio Restrepo S. J.
Barranquilla

Muy querido amigo:

Su carta del 19 me fue como bálsamo; porque hace ya tres años que vivo metido en mí mismo, y eso produce épocas de «sequedad» (Santa Teresa). Precisamente recibí su carta buena (así la llamo porque fue contestación a carta amarga) al llegar de Ávila, de buscar a Santa Teresa. Y sólo hallé unos frailecitos carmelitas, feos, que viven de mostrar un dedo seco, un dizque trocito de carne de ella, metido en un frasquito de «Cafiaspirina»…, etc., a turistas sudados y prostitutos, por un duro. Allá no hay nada, nadita de Santa Teresa, ni en Loyola del sublime Padre, ni en ninguna parte de nadie; todo es futbolistas y cazadores de duros; para entrar a las catedrales románicas, góticas o platerescas, hay que pagar, y en la de Toledo, ¡qué mercado! No, no estoy alejado de mi Señor Jesucristo, ni de usted, ni de ningún gran espíritu, pues vivo sólo para buscarlos, pero le digo que hoy, en Europa, América, Asia y África, el diablo está escudado tras las imágenes de los héroes; decía el padre Ignacio que el diablo tienta para el mal bajo la especie del bien. ¡Eso es! ¡Este es el Reino del demonio!, este mundo, pero el clero dice que este es el Reino de Cristo. ¡Viva Cristo Rey!, gritan los déspotas en América y en España… y eso es blasfemia, y mi carta amarga tuvo como motivo haber leído ese día las cosas del cardenal Luque, y de Rojas Pinilla y del obispo Builes. No hay derecho, no lo hay para tomar a Dios y a los héroes y a los huesecitos de ellos… como armas para empresas ruines.

A los 61 años, como ya el cuerpo, que es de aquí, ha perdido la sinergia, más o menos, uno (el espíritu) ya no aguanta (resiste) este jaleo de la carne organizada, que consiste en hambre: lucha para comer y comodidades, economía, amor, cosas del sexo; miedo, lo que la gente llama religión. Y todo mezclado, de manera que es una crema repugnante. ¡Eso es todo! ¡Sí! Y su carta buena me recordó que así es y que hay que aguantar y esperar contra toda esperanza. En fin, yo le amo a usted.

Fernando González

P. S. Pero lo principal es que estoy más descontento de mí mismo que del cardenal Luque. Soy peor que nada. Tal vez es desesperación y busco a quién echarle la culpa. El culpable vive criticando a otros, para esconderse como Adán y Eva.

Fernando González

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Carta n.º 38

Otraparte, Envigado, 27 de abril de 1959

Al padre
Antonio Restrepo S. J.
Barranquilla

Pero ¡qué bueno su telegrama del 24! De suerte que así, viejo y desdentado, ¿sigo presente en usted, cuando usted hace «aquello en recuerdo suyo»? «Haced esto en recuerdo mío».

Esa es la felicidad. El vivir que Él se fue para el Padre, que Él está presente y que nosotros somos las puras nadas, pero con su presencia, ¿para qué más? Y por eso, porque Él era y apareció y desapareció y Es, es por lo que usted no se ha desilusionado de mí: porque en mis encías que se desnudan, en mi juventud que se comenzó a ir y se fue yendo, en la Tony, en la Teanós, etc. (54)

Usted ve «las espaldas» de Nuestro Padre. Merci, et thanks, thanks, y gracias y gracias por éste y por los 11 anteriores telegramas, que yo he recibido como cantos a Él, Él que nos puebla de juventud, y no a mí que soy un nadie, un yuquero envigadeño, un transeúnte, peón azadonero que desde que lo parieron está subido en aguacates, mangos, guayabos, atisbando para «conocerlo de vista».

Su obra allá, en la Barranquilla tropical, en la Bethania del níspero, en ese pueblo del suizo, de la O. K. Gómez Plata y del librero de Jesús, examancebados que usted lleva de la mano a «conocerlo de vista», es un gran canto al hijo de Dios y al Hijo del Hombre. Mil y mil gracias y que cada día nos amemos más en Él.

Fernando González

P. S. Casa de Ejercicios de los Padres Jesuitas, Bethania. Favor decirme si la recibió, pues no llegó otra dirección.

Fernando González

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(54) Se refiere a las tentaciones de la carne, simbolizadas en mademoiselle Tony y Teanós, que describe en El remordimiento (1935) sobre su experiencia como cónsul en Marsella, Francia.

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Carta n.º 39

Envigado, 10 de junio de 1961

Al padre
Antonio Restrepo S. J.

Usted es fiel; su amistad es sub specie æternitatis. Ayer me entregaron estos animales parecidos al hombre su telegrama del 24 de abril, aniversario del día en que el Señor me colocó en la Tierra, en una casa de una calle con caño en Envigado.

Y basta con que haya hombres como usted, para que este mundo tenga pregusto paradisíaco.

Que Bethania sea trono de su espíritu, que derrame el Señor de sus bienes sobre usted y sobre todos los de sus casas: la materna, la paterna, la de su progenie, Bethania, etc.

Fernando González, de Envigado, jesuita suelto.
Actualmente Fernando de la Calle con caño.

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Carta n.º 40

Envigado, 3 de mayo de 1963

Muy querido padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.
Casa de Ejercicios «Bethania»
Barranquilla

Mi querido amigo inolvidable:

Desde el 23 de abril, pensaba yo frecuentemente: «Mañana llegará el telegrama de mi amigo el padre Restrepo, mi cumpleaños y ese telegrama ya son una sola imagen».

Pues hoy, 3 de mayo, me dije: «Iré a la telegrafía y es seguro que allá tienen guardado mi telegrama». Y fui y aquí tengo su telegrama, del 24 de abril. ¡Qué bien! Mil gracias; mañana, en la capilla de las monjas Siervas del Santísimo, lo tendré a usted presente y le hablaré de usted a mi Maestro, el que tiene ojos que todo lo penetran. Esa será mi contestación, un modo mejor que por télex, o por telepatía, o por cualquier medio humano.

¡Ya vamos siendo jóvenes! Porque, según mi Maestro, sus discípulos, a medida que conviven con Él, se van haciendo a la Eterna Juventud. Él dice, con autoridad, que Él es la fuente de la juventud eterna que en vano buscó y rebuscó por La Florida aquel caballero andante llamado don Ponce de León.

Qué bueno ir a ver y gozar de su obra grande: la nueva Bethania (55). ¿Aún están allá Marta y María? En la primera preciosa Bethania, la del huerto-paraíso, estaba la sobrina de usted. ¿Qué hubo de ella? ¿Se graduó en sus estudios?

¡Escríbame! Hace mucho que no me escribe, y estuve creyendo que en el pasado diciembre lo vería por aquí. ¿Por qué no vino? ¿Qué hay de su mamá?

Por aquí todos los míos, mujer, hijos y nietos, van bien, pero antier murió mi primo hermano doble, el médico Gustavo González Ochoa, que era muy íntimo, muy mío, y me siento como más alejado de este siglo con su muerte.

Reciba mi amistad, que no es temporal, sino sin principio y sin fin.

Fernando González

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(55) En la primera casa de Ejercicios, «la primera Bethania» (ver reportaje), fue donde Fernando visitó a su amigo. «La Nueva Bethania» es la actual Casa de Ejercicios Espirituales que levantó y dirigió el padre Antonio Restrepo, para sus amigos «don Antonio».

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Carta n.º 41

Envigado, «Otraparte», 28 de mayo de 1963

Mi muy amado padre
Antonio Restrepo Pérez S. J.

Pues en este agonizar del viejito Juan xxiii, he estado agonizando con él y llamando al Padre, pues es mucho lo que yo lo he amado en su camino cristiano. Ya la prensa católica protestante le dio la esponja de hiel y vinagre con sus publicaciones en que decían: «El papa es muy bondadoso, ¡recibir a Rada, la hija de Nikita, y a su marido…! Pero Nikita lo engañará». Ahora, cuando llegue a la casa del Padre, los ángeles exclamarán al recibirlo, jubilosos: «¿Pero es que esos fariseos-saduceos creen que tú, Juancito, estabas negociando en papas?».

Y ahora resolví escribirle a usted, mientras él termina su viaje. Porque al decirme usted en su última carta —que es de este mes— que sí estuvo por aquí en diciembre y que me alcanzó a ver sentado en el corredor, cuando iba a Casablanca, pero que no sintió necesidad de verme, porque nuestra amistad es en eternidad, pues me mató de felicidad.

La piedra de toque del verdadero amor es que no haya necesidad de ver y tocar para amar. «Bienaventurados, Tomás, los que me vean y toquen sin “verme” ni “tocarme”». Cristo lo dijo todo. Es otra piedra de toque para saber si algo que se nos ocurre es verdad. Si hay algo de Cristo en que se acomode, es verdad. Conclusión: el último criterio de verdad es Cristo; lo demás es paja filosófica-mental. Bueno, tengo deseo de ir a vigilar y orar en la nueva Bethania. Qué lástima que Marta se haya ido a los Nuevayores, pero su espíritu debió quedar con su tío, el apóstol de los costeños. Mañana voy a hacer aquello de la Última Cena, teniéndolos a usted y a su sobrina presentes.

Yo continúo mi viajecito, en compañía de Pablo, como dice la estela de Abercio:

Viajando, siempre en compañía de Pablo
(sus epístolas).

Alimentándome de un pez muy grande,
que halló una Virgen Bella.
Discípulo de un Maestro,
que tiene ojos redondos
que todo lo penetran…

Este dizque es el documento más antiguo de la Eucaristía, año 160 d. C.

Bueno, creo que los que se aman sub specie æternitatis no tienen mío y tuyo. Lo que usted me pregunta de mis cartas a usted, es como si fuéramos dos. Usted puede hacer de mí, de yo, lo que se le ocurra, siempre que sea para honrar al que tiene ojos redondos, que todo lo penetran. Honrarlo es hacer que otros lo conozcan, pues a Él, ¿quién y con qué? Amar en eternidad es vernos en Él. Tal creo que es el sentido de las despedidas del padre Ignacio en sus cartas. El que lo ama, o su amigo, o su servidor en Jesucristo, y también el A.M.D.G.

Adiós, padre, hijo y hermano Antonio (56).

Fernando González

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(56) ¡Conmovedora la despedida al amigo! Apenas unos meses después de escribir este final, en la tarde del domingo 16 de febrero de 1964, moría, o «empezaba a vivir», Fernando. Su entierro estuvo desprovisto de toda pompa, como él lo había querido, desde mucho antes. «Será un entierro elemental; sólo tú [Margarita] y los tres hijos; los conciudadanos estarán enojados… El autor te suplica que no vayan allí automóviles llenos de hombres gordos que hablan de la brevedad de la vida». Esto escribía en el epílogo de Viaje a pie, en preparación del viaje definitivo.

Fuente:

Restrepo Pérez (S. J.), Antonio. Mis Cartas de Fernando González. Consorcio Editorial Colombiano, Bogotá, 1983. Notas al margen de Germán Marquínez Argote.

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Mis cartas de Fernando González - (1944 - 1963)

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Revisado el 8 de agosto de 2019