Siempre tan vivo

Por Ernesto Ochoa Moreno

El martes, 16 de febrero, es el aniversario número 57 de la muerte de Fernando González. Fue domingo ese día de 1964. En dos meses cumpliría 69 años. En ese atardecer dominical, en su casa de Otraparte, no murió, sino «lo recibió el Silencio», como él mismo lo dijo a manera de epitafio presentido. Y en el silencio, que es eternidad en la Presencia, el maestro sigue vivo. Siempre tan vivo.

Como lo siento al volver a leer Don Mirócletes, que el año pasado reeditó la Corporación Otraparte con la Editorial Eafit. Es la quinta edición de la obra, escrita en 1932 y publicada ese mismo año en París. Para entender a Fernando González hay que leer este que fue su quinto libro y que con Mi Simón Bolívar (1930) inauguró una década de intensa producción literaria.

«En Don Mirócletes, González es un hombre obsedido por sus limitaciones y embolias sicofisiológicas que se enfrenta con su mundo pasional, encarnado en Manuelito Fernández», dice Alberto Restrepo González en su obra Para leer a Fernando González (1997), pág. 411. Y añade en la página siguiente: «Don Mirócletes es un viaje pasional-mental, en el que Manuel Fernández, dolorosamente, instante por instante, padece sus embolias, las medita y lucha por ascender de la vida formal a la esencia».

Para entender a Fernando González hay que estudiar este libro. Para rastrear su filosofía y el proceso que plantea desde lo pasional hasta la Intimidad. También para otear su espiritualidad, su vivencia mística y, por supuesto, para comprender mejor su estilo literario y su novelística. El Fernando González polémico, que rompió moldes, que escandalizó y fue excomulgado y dejó un legado que no se marchita, está todo, siempre tan vivo, en Don Mirócletes.

Y está vivo también el maestro en el texto De la parroquia al cosmos – Los viajes de Fernando González del médico Alberto Saldarriaga V., que se ha venido publicando por entregas en Otraparte.org. Fue este el primer estudio sistemático del pensamiento y la obra del filósofo antioqueño. Apareció en 1964, el mismo año de su muerte, como una separata del n.° 158 de la Revista Universidad de Antioquia. Asombra constatar el profundo conocimiento que su coetáneo tiene del escritor envigadeño. Buen rescate, que recomiendo.

Como recomiendo, porque ahí sí está más vivo que nunca, la reproducción sonora del curso que en 2006 dictó, en la casa del maestro, su sobrino, el padre Alberto Restrepo González: «Fernando González, una filosofía».

De este bello e interesante acercamiento académico a la filosofía del escritor envigadeño hablaremos en una próxima ocasión. Me gusta olfatear en un pasado que es siempre presente, la vida también siempre viva del solitario de Otraparte.

Fuente:

Ochoa Moreno, Ernesto. «Siempre tan vivo». El Colombiano, sábado 13 de febrero de 2021, columna de opinión Bajo las ceibas.