Boletín semanal con la vida
y obra de Fernando González
Sexagésima sexta entrega
Para leer a Fernando González
Alberto Restrepo González
(1997)
~ 15 ~
La metafísica
(Continuación…)
El problema del
primer principio filosófico
Primeros principios metafísicos de la filosofía occidental
La filosofía occidental, racional-conceptual, se estructura sobre cuatro primeros principios metafísicos. Los tres primeros, aristotélico-tomistas, y el cuarto, leibnitziano:
Principio de identidad: El ser es lo que es, o el ente es lo que es, o todo ente es, o todo ente es idéntico a sí mismo.
Principio de contradicción o, según otros, de no-contradicción: Un ser o un ente no puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido.
Principio de tercero excluido: Entre el ser y el no-ser de un ente no hay medio, o el ser es o no es.
Principio de razón suficiente: Todo ente tiene que tener una razón suficiente de su ser, o nada se hace sin razón suficiente.
Los primeros principios de la filosofía occidental aristotélico-tomista están construidos, y son entendidos, bajo los siguientes supuestos:
1.º Concepción fixista del ser, con prescindencia de su dinamismo y su dialéctica.
2.º Aceptación de múltiples sustancias reales: Sustancia primera, o Ser a se, perfecto y absolutamente subsistente en sí mismo; sustancias segundas, seres ab alio, sustancias generadas por la sustancia primera y subsistentes por sí mismas como existentes múltiples.
3.º Intelección de la Sustancia primera o Ser a se, atemporal, inespacial, eterno, como sustancia diferente de las sustancias segundas, existentes o entes espacio-temporales o seres ab alio.
4.º Asignación de sustancialidad o ser a los entes: «el ser del ente».
5.º Confusión entre ser y ente; entre realidad de ser y apariencia o excreción pasional o mental.
Primer principio aristotélico-tomista
Para Aristóteles, el principio primerísimo era el principio de identidad; para Santo Tomás de Aquino y la generalidad de los escolásticos, el principio primerísimo era el principio de contradicción.
En el colegio de los jesuitas, donde se enseñaba la doctrina tomista, se daba como primer principio el de contradicción.
El padre Quirós, profesor de filosofía de Fernando González, sostenía que el principio de contradicción era evidente por sí mismo, se intuía y no necesitaba demostración racional alguna; González negó tal evidencia, negó su valor de fundamento de toda la filosofía, y negó a Dios, cuya realidad, según la exégesis del padre Quirós, estaba implícita en el principio de contradicción de la filosofía tomista.
A partir de la negación del primer principio aristotélico-tomista, Fernando González se convirtió en un clarificador de su negación y en un buscador de un nuevo primer principio en que apoyar sus búsquedas metafísicas.
Crítica del primer principio
González hace una crítica compleja del primer principio filosófico de la filosofía occidental.
Para afirmar la validez axiomática de su primer principio metafísico, la filosofía aristotélico-tomista se apoya en la naturaleza ontológica de las categorías: las categorías son ontológicas, son modos de ser de la realidad; no creaciones de la mente, al conocer los seres.
Para González, por el contrario, el tiempo no es categoría ontológica, perteneciente al orden del ser, sino categoría existencial, perteneciente a la manifestación del ser en coordenadas; no expresa la realidad, sino la acción del espíritu humano en coordenadas de suceder; no pertenece al ser, sino a las apariencias sucesivas de la existencia; no es realidad autónoma, sino medida de la acción del espíritu actuante en coordenadas:
El tiempo se compone de instantes, que son como cajoncitos en donde echamos, poco a poco, nuestra vida. (pv)
… el movimiento del espíritu sirve de medida al tiempo. (pv)
Decididamente, cada coordenado o existente vive «su tiempo». El tiempo es categoría del existente. (lvp)
El tiempo es el uso de la energía. (dm)
Dada la naturaleza fenoménica y no ontológica del tiempo, el primer principio aristotélico-tomista y los conceptos con los que se construye son reductores de la realidad a la categoría de temporalidad, cosificadores de la Realidad viva y atomizadores de la unicidad sustancial de la Realidad:
Veamos uno de esos juicios, de esos que hasta llaman evidentes por sí mismos: Una cosa no puede ser y no ser a un mismo tiempo. Esto está construido con los conceptos «cosa», «una», «ser», «no ser». Un almacén de cosas determinadas. El tiempo, una cosa que es en sí; «cosa», otra sustancia en sí que está metida en «el tiempo»; «ser» en este caso es estar metido en «el tiempo»; «no ser» en este caso es no estar metida la cosa en la caja del «tiempo», y «a un mismo tiempo» significa que el tiempo son varias cajas; significa, pues, «en la misma caja». (lvp)
El Ser o la Realidad o la Sustancia única es intemporal, no circunscrito al tiempo. La temporalidad es categoría de la manifestación de la realidad en coordenadas, proporcionales a la vitalidad o conciencia de los existentes. El Ser es presente absoluto; los existentes, según su intimidad o comunión con el Ser, tienen mayor o menor presente:
Traduzcamos: un lucífero o cosa no puede estar metido y no metido en una caja. Ahora, hagamos el viaje mental: la hormiguita sube por el muro de doscientos metros de altura: la ventana, que está a cien metros, no existe para ella, no está presente cuando principia a subir… Se acerca…, se acerca… ¡y ya está presente…! ¡Y para mí estaba presente en el antes, el ahora y el después de la hormiga! Y yo tengo mi pasado y mi futuro y mi presente de mis coordenadas; y para un súpero todo eso está en presente. (lvp)
El primer principio metafísico de la filosofía aristotélico-tomista, una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, es insuficiente, puesto que el principio contrario: una cosa puede ser y no-ser al mismo tiempo, también es posible en el devenir dinámico, dialéctico, fenoménico, existencial, en el que una cosa, dentro de un orden de coordenadas espacio-temporales, es, y, dentro de otro orden diferente, no es.
Dentro de un orden de coordenadas espacio-temporales, el existente se representa, existe sucesivamente en tiempo y espacio; pero en categoría de eternidad, en la que sólo hay presente, no puede tener representación alguna en el Ser o Presencia o Intimidad o Realidad.
En las categorías de representación fenoménica, espacio-temporal, las cosas son y no son, según las coordenadas; pero en la categoría de eternidad, más allá de espacio y tiempo, todo es presente: sólo hay el Ser; no ser o no-ser, según aconteceres representativos, propios del espacio-tiempo.
El primer principio escolástico, una cosa no puede ser y no-ser al mismo tiempo, no es primer principio del ser, que es más allá de toda representación o cambio; ni de la representación en coordenadas, en las que una cosa puede ser y no-ser, en el mismo devenir, según las coordenadas de representación:
Resulta, pues, que la infinita y total realidad es Presente para la conciencia infinita, y que las cosas son y no son según las coordenadas. ¡Y ese principio de contradicción era la filosofía! ¡Eso era lo que llamaron filosofía durante milenios! El tal juicio «evidente por sí mismo» sirvió de piedra angular para el edificio milenario de la Escolástica. (lvp)
El primer principio de la filosofía de las vivencias
Negado el primer principio filosófico aristotélico-tomista, que sirve de fundamento a la filosofía racionalizadora-conceptualizadora de entes mentales, González emprende la búsqueda de un primer principio que fundamente una filosofía vivencial de la Realidad viva, de la Vida unitotal.
En Viaje a pie, al enunciar la idea de ritmo como un primer principio moral para el viaje por la vida, inicia la tarea:
A la media hora de caminar había nacido la idea de este libro y habíamos resuelto adoptar como columna vertebral moral del viaje la idea de ritmo. (vp)
En Mi Simón Bolívar postula como primer principio la centralidad del hombre en el universo, y la presencia del universo en la conciencia:
… Lucas y yo sostenemos como un primer principio que el hombre es centro del universo, el cual es alimento para su conciencia. (msb)
En el Libro de los viajes o de las presencias sintetiza el resultado de su búsqueda, y enuncia el primer principio de la metafísica vivencial en tres formas distintas:
1.ª El Ser Es:
El existente es. En cuanto sub specie æternitatis (existir, poseyendo la categoría de eternidad), participa del ser.
Es primer principio vivo, no mental-conceptual, que expresa, sin dualismo ni monismo, que todo es el Uno vivo, la Sustancia única viva:
¡Pero cuidado con el dualismo! Y con el monismo, ¡ídem! No tendrás vida sino en cuanto re-co-noz-cas la Intimidad en lo tuyo, y has de saber que al reconocerla conoces todo en ella. Conocerla a ella no se alcanza nunca. Pero participas de eternidad, vives sub specie æternitatis. Tal es el Principio y Fundamento. (lvp)
2.ª La Presencia como esencia, o aquello cuya esencia es la Presencia:
Este es el principio evidente por sí; la realidad de ser, sin contradicción ni elusión posible; la realidad que, fuera de las coordenadas, es, y que dentro de las coordenadas puede ser manifestación o no ser manifestación (presencia o ausencia).
Por Presencia como esencia, se entiende:
La identidad Vida-Ser-Significar-Saber-Saberse.
La realidad íntima, no aparente en los fenómenos, que subyace a toda manifestación o existente o sucediéndose, en la que de alguna manera se patentiza.
La presencia del Ser o Sustancia única en toda manifestación o patentización o existencia en devenir.
El subyacer del Ser único, que es en sí mismo, fuera de toda manifestación, en la eternidad, como Esencia o Sustancia, y es creador y sustentador de toda existencia, fenómeno o manifestación viva, en el tiempo y el espacio:
El verdadero juicio evidente, el que se intuye, es este: la Presencia, aquello cuya esencia es la Presencia. Los sucediéndoses, en participación de Presencia, somos la Epifanía o creaturas. (lvp)
3.ª Saber es Ser:
El existente es. En cuanto conociendo sub specie æternitatis (por intuición, por convivencia con la realidad representada, por comunión con la Intimidad, en beatitud), se identifica con el Ser presente en las representaciones, que en ellas se patentiza como existente o ser-siendo:
Recordar siempre el primer principio de toda sabiduría: saber es ser. Cuando uno llega a ser una yerbita, por ejemplo, ya lo entiende todo de ella. (t ii)
Continuará…
Fuente:
Restrepo González, Alberto. Para leer a Fernando González. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana / Universidad de San Buenaventura, Medellín, 1997, pp. 1-398. Número total de páginas: 827.
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