Boletín semanal con la vida
y obra de Fernando González

Centésima cuadragésima entrega

Para leer a Fernando González

Alberto Restrepo González
(1997)

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~ 20 ~
Teodicea

(Continuación…)

Los indicios de Dios

El Dios que busca González no es el Dios conceptual, primer principio aristotélico-tomista que había negado, casi veinte años atrás, en el colegio de los jesuitas; es el Dios vivo, simple y esquivo, del cual, por la comprensión, se logra apenas una vislumbre, luego de buscarlo a partir de los múltiples indicios de su realidad:

Hay instantes en que creemos que se ve a Dios en todas partes; pero Dios es muy esquivo. Es como coger un pez entre el agua con la mano. (dm)

Venid, ideas madres, a sacarnos de las apariencias y a conducirnos a Dios, que es tan sencillo, tan simple, según lo vimos una vez en la Catedral de Medellín, que cuando lleguemos a Él, diremos: ¡Vean, pues, lo que era Dios! ¡Es tan inocente como un niño! ¡Pero si Dios es como los niños, que son bellos aunque no se bañen! (mc)

Prácticamente toda manifestación de lo real es indicio de Dios:

Las múltiples manifestaciones de la Sustancia única

Todo es manifestación de Dios, puesto que no hay sino la Sustancia única en representación múltiple:

Vivimos buscando el goce. La quintaesencia de la vida es moverse en busca del placer propio a cada uno. La vida puede definirse así: movimiento en busca del placer. Es movimiento en busca de lo que nos hace falta; es la tendencia de lo imperfecto hacia lo perfecto. (vp)

No hay sino Dios a quien vamos. (msb)

Todos estos seres del mundo y estos sucesos del mundo nos descubren al Dios escondido en la zarza. Lo mismo pasa con la muerte de los padres, hermanos, maestros y amigos. (dm)

… está lejos de ese jesuita nuevo la palabra verdad; no existe, ni tampoco el error, en los hechos: todo es manifestación de Dios. ¡Existir! Ex, fuera; stare, estar; todo existe, o sea, todo es manifestación divina. (dm)

… no hay sino un verbo sustantivo: Ser. No se puede concebir nada existente fuera del Dios escondido. (hd)

La centralidad de todo lo existente

La intuición de que todo conocimiento y toda opción puede constituir el centro de la infinita realidad es indicio de la aprehensibilidad y de la realidad del uno infinito, o realidad viva unitotal, cuyo centro está en todas partes:

El uno absoluto, que es el todo y que aprehendería el hombre por intuición, si fuera infinito, podemos compararlo con una circunferencia cuyo centro esté en todas partes. Así, es centro de la infinita realidad cualquiera ciencia o cualquier propósito; desde ellos se llega a percibir una remota vislumbre de lo infinito. (vp)

La armonía universal

La suprema armonía universal, canto de alabanza a la suprema energía o suprema ley universal, es indicio de Dios, que llama, trascendentalmente, al hombre:

… de todo el universo, menos del hombre, sale una armonía que es como canto de alabanza a la suprema energía o suprema ley que se llama Dios. (vp)

Hay indicios de que algo supremo, la armonía suprema, nos llama más allá de la Tierra. (vp)

La armonía cósmica es indicio de la realidad de Dios, fin de los fines, que atrae planetas y soles:

Y la tierra, y los planetas, y todos los soles se mueven. ¿Qué centro de gravedad los atrae? Los atrae la perfecta armonía, el fin de los fines, Dios. (vp)

La muerte como pérdida de la esencia

La vivencia de la pérdida de la esencia humana, en la muerte, es indicio que remite a la realidad de Dios, escondido más allá de los fenómenos:

Un hombre muerto queda tan vacío que es un indicio aterrador de que su parte esencial se fue no se sabe para dónde. Este indicio es el que nos hace entrar a las iglesias, a las pagodas o a las mezquitas, a donde quiera que dicen estar el Dios escondido que tiene en su poder los destinos de eso que nos abandona con el último suspiro. (vp)

La tendencia humana a la perfección

La constante tendencia del hombre a la perfección, que, iniciada como busca de placer, termina en la búsqueda de la vivencia de la unidad suprema, es indicio filosófico de Dios, unidad perfecta:

La vida puede definirse así: movimiento en busca del placer. Es movimiento en busca de lo que nos hace falta; es la tendencia de lo imperfecto hacia lo perfecto. Aquí llegamos a tener una vislumbre de Dios. Por cualquier punto por donde comencemos a filosofar se llega a donde se perciben luces de una unidad que alumbra como lejano sol; emanaciones de la unidad perfecta. (vp)

La conciencia del límite

La conciencia del límite, que remite el hombre a la Ley como totalidad, es indicio de Dios Ley Absoluta, que rige la energía:

En la ley está la energía. La ley es todo. A Dios se le debía llamar Ley. Esta es el lindero de nuestra vida. (vp)

La superación del yo

La desaparición del yo, a la llegada del hombre a la conciencia cósmica en la que se unifica con el universo, es indicio de Dios escondido, en quien se identifican ser y existir:

Hombre de conciencia cósmica. Desaparece en él el yo, o mejor, se infunde en él todo lo manifestado. «Yo soy el que es». De ahí no sigue sino el Dios escondido en la zarza ardiente. (msb)

La civilización

El indefinido crecimiento en conciencia, constitutivo de la civilización, es indicio de Dios como fin del viaje infinito:

Civilizarse es hacerse cada vez más consciente. Aquí llegamos a Dios, pues por doquiera se encuentra uno con Él. Civilizarse es adelantar en su desarrollo, acercarse cada vez más a su fin. La idea de fin es la que determina el camino, el progreso. Pro gredere: ir adelante. (msb)

La experiencia del dolor

La concientización humana de la condición desvaneciente del mundo de los sentidos, a través del sufrimiento, se constituye en indicio de Dios, esencia subyacente a los fenómenos, y constitutiva del hombre, que es manifestación de Dios:

El mundo de los sentidos es una apariencia desvaneciente, y detrás está la esencia, dice el que se hace filósofo con el primer dolor. A costa de lágrimas es como se intuye a Dios. (dm)

En los cuadernos de Fernández encontré esto: «El 24 de abril murió el ternero de Manuelito». Si esta frase tiene ecos en mí, debo analizarlos: 1.º Ternero. Tierno. Los ojos de un ternero mamón son el círculo de la divinidad. […] 2.º […] Murió el ternero que me descubrió a mí mismo, en cuanto soy Dios. ¿Cómo pudo morir la ternura, la alegría, la adoración ante el universo? (dm)

La atracción de la conciencia infinita

El deseo persistente de estar en otras partes es indicio de Dios, conciencia infinita, que atrae al hombre, existente que en su debilidad posee categoría de eternidad:

¿Por qué […] me atormenta el deseo de estar en otras partes y en otros tiempos? ¿Será porque mi conciencia es expansiva, evolucionante y ansía ocupar el presente, el pasado, el futuro, el aquí y el allá? ¿Será ubicua y eterna? La infinita conciencia nos atrae como un imán al pedazo de hierro, y así como éste al acercársele el imán queda tembloroso, nosotros ansiamos. Somos débiles pajuelas atraídas por Dios, pero también somos muy grandes, pues comprendemos, y quizá iremos a fundirnos con la eternidad. (msb)

El poder humano de comprensión

El poder organizador de las ideas madres, creadoras, por el conocimiento intuitivo de organismos vivos, es indicio que permite vislumbrar a Dios creador:

Al final veremos cómo armonizan todos los órganos, todos los detalles, y tendremos una vislumbre de la divinidad, lo único a que podemos aspirar. (mc)

La belleza formal

La belleza formal de la muchacha es indicio de Dios, en cuanto Él es secreto que se oculta bajo todas las formas:

¿Eres Tú, Señor, el que te mueves así en el cuerpo de la Toní? Sí. Eres Tú, que estás jugando conmigo y ya me matas. ¡Déjate coger! ¡Déjate ya de guiños y de símbolos! ¿Eres Tú el que te manifiestas en ramas, en brazos retorcidos, en esta ceiba? Déjame poseer todas las formas, todas las maneras, todas las turgencias, todas las curvas, todos los pechos indiciales, y promesas y realidades, porque si no… ¿qué haré con mi amor que no quiere una sola muchacha, ni un solo árbol ni una sola agua? (er)

Las curvas disimuladas ocultan a Dios; son indicios. Dios es interesante porque es un secreto. (ce)

La nostalgia de patria o la semejanza con Dios

La nostalgia humana de una patria que no está en ningún lugar, y de la cual se hallan rastros en la belleza corporal, en el dolor de la conciencia, en el deseo de purificación y en el anhelo de retorno, o sea, el existir del hombre como «dios cagado» o semejanza de la divinidad, es indicio de la realidad de Dios:

Los españoles degeneran por aquí en el trópico. Barrera y yo somos pájaros mancos. Parecemos dioses y somos opinantes de banca de la plaza. ¿Dónde estará aquella patria buena de donde nos desterraron? […] Eso precisamente es lo que no nos permite trabajar y nos encadena a las bancas de la plaza y a la tienda de Agustín. Es la patria que sentimos o adivinamos entre el atolondramiento de la carne. Amagos de volver a de donde nos arrojaron, amnesiados. (me)

Éramos unos dioses,
y nos arrojaron
por ladrones
o lascivos.
Pero quedan rastros:
las uñas ovaladas,
puntudos los dedos
y sentados en las bancas,
criticando:
Barrera, dios cagado,
pero con asco. (me)

Continuará…

Fuente:

Restrepo González, Alberto. Para leer a Fernando González. Editorial Universidad Pontificia Bolivariana / Universidad de San Buenaventura, Medellín, 1997, pp. 1-796. Número total de páginas: 827.

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